Introducción
Constituye un gran honor para mí hablar en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. Agradezco vivamente poder recordar a la Profesora Jutta Burggraf precisamente aquí, en su lugar de trabajo.
Conocí a Jutta Burggraf a comienzos de la década de 1970, cuando ella participaba con otras compañeras de estudios en actividades de la Residencia de Estudiantes Müngersdorf, una obra corporativa de la Prelatura del Opus Dei en Colonia. Tras los primeros encuentros, Jutta pronto percibió que Dios le había dado el don de la vocación al celibato apostólico en el Opus Dei.
Cuando el tres de noviembre del año pasado, hace justamente hoy un año, llegué a Barcelona para viajar al día siguiente a Pamplona, y visitar a Jutta en la Clínica, me llegó la noticia de que debía viajar esa misma tarde, pues su estado había empeorado de manera patente. Tomé el último avión, y el cuatro de noviembre pude pasar prácticamente todo el día junto a su cama. A pesar de su estado, Jutta quería conversar –hablamos en alemán–, aunque le resultaba costoso. Se alegró de rezar juntas el Rosario en alemán. A la mañana siguiente, con otras personas aquí presentes, pude estar a su lado cuando Jutta expiró.
Se me ha pedido que mis palabras ante ustedes se encaminen por donde yo estime oportuno. Como el Profesor Morales valora el trabajo teológico de Jutta, decidí elegir como punto de partida de mis consideraciones dos trabajos científicos de Jutta que no están traducidos al español. Me refiero a su disertación doctoral en Pedagogía de 1979, y a su trabajo sobre santa Teresa de Ávila de 1996. Aunque veinte años separan ambos trabajos, sin embargo los dos comparten, a mi juicio, el mismo tema fundamental: ambos tratan de la verdadera humanidad, la «humanitas» auténtica.
No obstante, antes de abordar en detalle estos escritos, me parece oportuno mencionar brevemente algunas circunstancias familiares de Jutta que, a mi entender, influyeron decisivamente en su infancia y juventud, en su carácter, en su interés por la persona, y en su elección de estudios universitarios.
Jutta nació en 1952 en el seno de una familia católica, en la localidad de Hildesheim, en el norte de Alemania (una región de minoría católica). Su padre y su madre eran ambos médicos. Jutta era la segunda de tres hermanas. Su hermana mayor, que lleva a Jutta sólo un año, está enferma desde su nacimiento. En 1960, cuando Jutta tenía ocho años, perdieron a su madre. Su padre se casó en segundas nupcias, también con una médico. Las tres hermanas pronto establecieron una buena relación con su segunda madre. Por motivos profesionales la familia cambió varias veces de domicilio, lo que comportaba el correlativo cambio de colegios para las niñas: de Hildesheim a Frankfurt, de ahí a Paderborn, luego a Bottrop (en la región del Ruhr), donde Jutta en 1971 terminó el Bachillerato en un Gymnasium estatal de lenguas modernas.
Estos pocos rasgos de su infancia y juventud quizá explican por qué Jutta, tras el Bachillerato, se decidió por el estudio de la Pedagogía médica, una materia orientada más hacia la práctica terapéutica que hacia la teoría. Al término de sus estudios Jutta recibió la licencia docente para la enseñanza en escuelas especiales para niños discapacitados corporalmente o con dificultades para el habla.
Itinerario científico
Doctora en Ciencias de la Educación en la Alta Escuela de Pedagogía de Renania (1979)
A causa de sus dotes intelectuales, Jutta siguió el consejo de realizar el Doctorado en Pedagogía en la Escuela Universitaria de Pedagogía de Renania (que en aquel tiempo todavía no se hallaba integrada en la Universidad de Colonia). Jutta eligió investigar un tema histórico, en el que se abordaba el fundamento de la acción pedagógica terapéutica. Llevaba por título «Elementos de un programa moderno de pedagogía terapéutica en las obras de Hildegarda de Bingen y en Juan Luis Vives, como representantes de la Edad Media y del Renacimiento» [1].
Desearía presentarles algunas ideas de la Introducción y de la Conclusión de este trabajo de doctorado; son ideas que, a mi juicio, apuntan ya el camino de Jutta Burggraf para el ulterior estudio de la Filosofía y de la Teología.
En la Introducción, Jutta dirige su atención, nos dice, a «las dimensiones éticas y antropológicas de la Pedagogía terapéutica» [2]. En efecto, en cuanto ciencia de la educación de personas que se encuentran en difíciles condiciones individuales, o en condiciones de sufrimiento y en fases de aguda necesidad, la Pedagogía terapéutica, más que otras líneas de investigación, está condicionada por las orientaciones vitales y por los valores últimos del ser humano. Se trata de la convicción acerca del valor de la vida humana y de la asunción del dolor mediante la búsqueda de su sentido intrínseco. En el ser humano, afirmará Jutta Burggraf, «ser y sentido, realidad y valor» [3] no pueden separarse entre sí. Y llega a esta consecuencia: las cuestiones relativas al objetivo educacional de la Pedagogía terapéutica «se enraízan en fundamentos extra-pedagógicos» [4].
Con ello no se alude a una mera cuestión teórica, sino a los concretos destinos humanos como, por ejemplo, dice, a «la situación de un niño con parálisis cerebral, que apenas es capaz de un movimiento intencional, y que depende de manera permanente del cuidado que le proporcione su entorno. O piénsese en el niño con síndrome de Down, que a causa de sus deficientes capacidades intelectuales parece más una carga que una utilidad; o bien en un niño psicótico que, rodeado de su oscuridad espiritual, lleva una vida aislada de las demás personas» [5]. A la vista de tales casos, Jutta Burggraf planteaba los siguientes interrogantes:
«1. ¿Sigue mereciendo vivirse la existencia humana?
2. ¿Hay un sentido para el sufrimiento que se produce en esas situaciones límite?
3. ¿Cómo pueden ser ayudadas tales personas cuando se han agotado todos los recursos médicos?» [6].
Jutta nos ofrecía también tres respuestas en su investigación doctoral:
«1. El valor determinante de toda vida humana es independiente de las condiciones externas.
2. El sentido último del sufrimiento experimentado por la persona se encuentra oculto en la Transcendencia.
3. La persona portadora del dolor puede ser ayudada desde el punto de vista anímico y espiritual mediante una orientación hacia la búsqueda de sentido» [7]. En opinión de la autora, la Pedagogía de los años setenta del siglo pasado no podía ofrecer afirmaciones claras sobre sus metas, pues en ese tiempo el ser humano estaba siendo cuestionado en gran medida: el trasfondo filosófico se encontraba fragmentado, se estaban descomponiendo los fundamentos intelectuales de la tradición occidental, tanto clásica como cristiana. La Psicología empírica había reemplazado la perspectiva filosófica. Desde hacía tiempo, la disolución de las ideas tradicionales sobre el valor y la orientación del ser humano reducía la condición humana a meros mecanismos psíquicos y a procesos aislados entre sí; pero, dado su planteamiento reduccionista, no podía reemplazar en absoluto el trasfondo espiritual [8]
Jutta Burggraf no se limitaba a ofrecer un análisis negativo de la situación contemporánea. Descubría huellas de un pensamiento teológico cristiano en el tratamiento del valor de la vida y del dolor, no sólo en tiempos pasados (como Hildegarda de Bingen y Juan Luis Vives), sino también en algunos desarrollos modernos como el de la Logoterapia de Viktor Frankl [9]. Frankl pretendía ayudar al ser humano a comprenderse a sí mismo, y de ese modo ofrecía impulsos para abrir nuevas perspectivas pedagógico-terapéuticas.
De ese modo, en su disertación de 1979 Jutta Burggraf planteaba cuestiones sobre la vida y las relaciones humanas, y sobre su referencia transcendental, que no han perdido vigencia ni relevancia.
Cualificaciones teológicas
Esas profundas cuestiones subyacentes que sólo pudieron ser aludidas en su trabajo doctoral fueron abordadas con íntima alegría por Jutta en sus ulteriores estudios filosóficos y teológicos en Roma, y durante su tesis de doctorado en teología en 1984 aquí, en la Universidad de Navarra, «Introducción al pensamiento trinitario de San Alberto Magno», dirigida por el profesor Antonio Aranda.
Cuando Jutta regresó a Alemania en 1984 no le fue fácil encontrar en su patria un ámbito de trabajo en la Universidad. En ese tiempo, el entonces presidente de la Asociación Mariológica Internacional, el Dr. Germán Rovira, le solicitó una breve ponencia sobre «María, Madre de la Iglesia, y la mujer en la Iglesia». De este modo abordó la «cuestión de la mujer», de la que ya no pudo separarse. Su ocupación en este tema probablemente la cualificó, entre otras cosas, para su participación en el Sínodo de los Obispos en Roma, en 1987, sobre «La vocación de los laicos en la Iglesia y en el mundo», y para alcanzar la plaza de Profesora ordinaria de Antropología en el «Instituto Académico Internacional sobre Matrimonio y Familia», en Kerkrade (Holanda).
La auténtica «humanitas» en la obra sobre Teresa de Ávila
La Profesora Burggraf contaba cuarenta y cuatro años cuando se publicó su libro sobre Teresa de Ávila. Durante cinco años había trabajado en él. Lamentablemente, ninguna Facultad de Teología alemana aceptó esta investigación como trabajo de Habilitación, por motivos totalmente extra-científicos. En cambio, la prestigiosa editorial Ferdinand Schöningh editó la obra en 1996, con el título: Teresa von Avila. Humanität und Glaubensleben (Teresa de Ávila. Humanidad y vida de fe) [10].
Como sucedió en su disertación doctoral en Pedagogía, también este trabajo está atravesado por la pregunta por el ser humano, y más exactamente por la «humanidad» del ser humano. Su objetivo se ilustra con unas palabras de los años cincuenta de la poetisa Gertrud von Le Fort, que Jutta sitúa al inicio de su investigación: la «verdadera humanidad» es «la única prueba de la existencia de Dios» que todavía está dispuesta a aceptar gran parte de la sociedad occidental industrializada de nuestro mundo [11].
De una parte, la expresión «verdadera humanidad» alude a la idea de «humanitas» ya conocida en la antigüedad; de otra parte, se refiere a la noción cristiana que, en última instancia, descubre la «verdadera humanidad» en el amor a Dios y en el amor al prójimo. El ser humano es imagen de Dios [12]. Por tanto, la «humanitas» cristiana encuentra su punto de referencia en el Hijo de Dios hecho hombre. En esta «humanitas» del Señor participa todo ser humano que ha sido incorporado a Cristo mediante la gracia. Cuanto más el hombre se dirige hacia Dios, tanto más alcanzará una cierta perfección de su naturaleza, es decir, la «humanitas». Esto sucede según un proceso que dura la vida entera, y que normalmente no discurre de manera lineal, sino que en diferentes modos está acompañado de esfuerzos y de resignación, de peligros y de retrocesos; está marcado por la experiencia de la ayuda divina, por la contrición y por la conversión; un proceso que se dirige hacia una plenitud que se alcanza de manera definitiva sólo en la vida del más allá [13]. Al término de su trabajo, Jutta Burggraf concluía: no hay auténtica humanidad sin encuentro con Dios y sin la superación de las inclinaciones inferiores desordenadas del ser humano [14].
La imagen de Dios resplandece de manera especialmente clara en los santos. Uno de ellos es Teresa de Ávila [15]. El amor del que Teresa da testimonio no sólo se dirige a los hombres, sino que ante todo se dirige a Dios [16]. El ejemplo de esta santa, nos dice la Profesora Burggraf, ilustra «que el proceso de santificación acontece en un mismo y único proceso de humanización... Cuanto más hondamente el hombre realiza su condición humana, más se acerca a Dios» [17].
En las casi quinientas páginas de su investigación, la autora trata de la personalidad de santa Teresa, de su entorno social y religioso, y también de sus colaboradores y superiores masculinos. Y fluyen también en su trabajo algunas reflexiones críticas sobre la teología feminista. A su juicio, Teresa de Ávila habría liberado la «ciencia de Dios» de ciertos reduccionismos intelectualistas, y la habría anclado de nuevo en el terreno de la fe. Teresa habría mostrado a los «eruditos» de su tiempo que la Teología no es separable de una auténtica vida personal de oración [18]. Para Jutta, más importante que una u otra discusión teórica es ante todo quién y cómo es aquel que desea interpretar la Palabra de Dios, es decir, si el teólogo también está dispuesto a buscar y a reconocer la verdad divina en la propia vida [19]. A la vista del profundo cambio social sucedido en el año 1968, la Profesora Burggraf estimaba que no era casual que Teresa fuese elevada al rango de Doctora de la Iglesia por Pablo VI en una época (en 1970) en que el «Humanum» estaba hondamente amenazado [20].
Testimonio vital
El tema de la «auténtica humanidad», su interés por el hombre, atravesaba como un hilo rojo el trabajo científico de Jutta, pero también su propia vida. Quizá a causa de su experiencia en la propia familia e influida por sus estudios pedagógicos, tuvo siempre un gran corazón para los débiles, para todos aquellos desfavorecidos en cualquier modo. Por naturaleza era una pedagoga con talento.
Sus reflexiones sobre la auténtica humanidad abarcaban el dolor, el perdón y, no en último lugar, la libertad [21].
Aunque en sus escritos aparece en ocasiones una referencia explícita, sus pensamientos sobre la auténtica humanidad están ciertamente impregnados de la espiritualidad de San Josemaría. San Josemaría, como dicen Burkhart y López, «ofrece la orientación básica: los cristianos hemos de ser muy humanos y muy divinos, con el empeño diario de imitarle a Él, que es perfectus Deus, perfectus homo» [22]. En este reciente Estudio de teología espiritual, sobre la enseñanza de San Josemaría, los autores siguen diciendo: «si las virtudes humanas integran la perfección del hombre y Cristo las ha asumido, el cristiano ha de aspirar a adquirirlas para identificarse con Él. Será ‘muy divino’, solo si es ‘muy humano’. La conciencia de ser hijos de Dios en Cristo –el sentido de la filiación divina– conduce así a un profundo aprecio de todo lo que es auténticamente humano y, como tal, puede ser divinizado» [23].
En este contexto quisiera mencionar el breve estudio de Jutta publicado en alemán, en 1999 [24]. Al término de sus consideraciones, la Profesora Burggraf describe una imagen con la que deseo concluir también mi intervención:
«La aventura de la filiación divina es comparable a un viaje sin fin. Conduce a un océano cuya otra orilla sólo puede ser presentida. El cristiano ya respira la brisa que viene de mar adentro... Su mirada alcanza el lejano horizonte ‘donde se unen el cielo y la tierra’. Pero todavía está anclado el barco que le llevará. Todavía no es capaz de reconocer lo que está oculto ‘detrás’ de ese horizonte. Pero un día se alzará el ancla. Entonces el cristiano emprenderá el viaje a un mundo todavía más bello en el que le recibirá lleno de alegría
Aquel que desde siempre era su Padre –y que siempre quiso lo mejor para él–. Y podrá experimentar definitivamente el insondable misterio del amor de Dios por los hombres en toda su ‘longitud y anchura, altura y profundidad’ (Ef 3, 18)» [25].
Barbara Schellenberger, en dianet.unav.edu/
Notas:
1. J. Burggraf, Elemente eines modernen heilpädagogischen Konzepts in den Werken Hildegards von Bingen und Juan Luis Vives’ als Repräsentanten des Mittelalters und der Renaissance, Pädagogische Hochschule Rheinland, Köln 1979 (pro manuscrito).
2. Ibid., p. XI.
3. Ibid., p. XIII.
4. Ibid., p. XVII.
5. Ibid., pp. XI-XII.
6. Ibid., p.XII.
7. Ibid., p. 328.
8. Ibid., pp. XVII-XVIII.
9. Ibid., p. XXIX, 331.
10. J. Burggraf, Teresa von Avila. Humanität und Glaubensleben, ed. F. Schöningh, Paderborn-München-Wien-Zürich 1996.
11. Ibid., p. 16.
12. Ibid., pp. 17-18.
13. Ibid., p. 19. 14. Ibid., p. 438.
14. Ibid., p. 438.
15. Ibid., pp. 19 y ss.
16. Ibid., p. 21.
17. Ibid., p. 20.
18. Ibid., p. 453.
19. Ibid., p. 452.
20. Ibid., p. 456.
21. M. Born, Gedenken an die Theologin Prof. Dr. Jutta Burggraf, en Sedes Sapientiae. Marianisches Jahrbuch 15 (2011), Bd. 1, hg. von German Rovira und Gerhard B. Winkler (=Veröffentlichungen des Internationalen Mariologischen Arbeitskreises), p. 14.
22. E. Burkhart; J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría. Estudio de teología espiritual, vol. 2, Rialp, Madrid 2011, p. 413.
23. Ibid., pp. 414-415.
24. J. Burggraf, «Ein Gespür für die Gotteskindschaft» [Una percepción de la filiación divina], en Abba, Vater. Als Kinder Gottes leben [Abba, Padre. Vivir como hijos de Dios], Adamas-Verlag, Köln 1999.
25. Ibid., p. 42.
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