Introducción
El Oriente Medio siempre ha sido centro de atención debido a sus problemas e importancia económica para el mundo. Es además fuente de una considerable cantidad de petróleo y gas en el ámbito mundial así como el lugar donde puede ser obtenido a mejor precio. El Golfo Pérsico y el Estrecho de Ormuz, en particular, son cuellos de botella estratégicos a través de los cuales gran parte del petróleo es transferido, por tanto quien controle esta región adquiere gran poder de presión política y económica en la mayor parte del mundo. El Oriente Medio es también el hogar del islam radical, que es considerado como peligroso por los intereses occidentales en la región. Sin embargo, un análisis exhaustivo de tal envergadura, debe también considerar las instituciones existentes a fin de localizar la región en un análisis sistémico más amplio. En la primera parte del artículo se presenta, una definición geográfica del Oriente Medio. En la segunda, se explica en detalle por qué el Oriente Medio es importante para el mundo. Por último, el artículo continúa con el análisis de las debilidades y fortalezas de cada una de las organizaciones que existen en la zona.
1. El Oriente Medio: la definición de un área geográfica indefinida
Para el objetivo de este artículo es necesario definir claramente el alcance de lo que se entiende por ‘Oriente Medio’ y como es utilizado este término en la literatura existente y en los círculos académicos. En general, los diversos problemas surgen cuando se busca una definición adecuada de este concepto, principalmente debido a su amplitud, puesto que implica conceptos geográficos, humanos, étnicos, políticos, religiosos y físicos. Esto significa de hecho que, además de la complejidad evidente, hay una variedad de definiciones dependiendo de los intereses, el enfoque o de las consideraciones no científicas.
En este sentido existen tres observaciones que se pueden mencionar antes de empezar a analizar las definiciones. La primera es que el término ‘Oriente Medio’ es eurocéntrico, por lo cual hace referencia a una visión y a un concepto establecido por las potencias occidentales sobre la naturaleza de la región (Cf. Dursun, 2003). La segunda, hace referencia a que el término proviene de un contexto militar (Cf. Bilgin, 2004, p. 26), por consiguiente, hace referencia tanto a las poblaciones locales como a las potencias occidentales, en particular, durante la Primera Guerra en cuenta las observaciones anteriores, desde el punto de vista descriptivo, el ´Oriente Medio´ no es un término objetivo, como Asia Central, Europa Occidental y África Oriental, sino subjetivo. Así, el término ‘Oriente Medio’ no “es un paradigma-fundador, sino que es un paradigma-dependiente”, y puede modificarse desde diferentes perspectivas y en diferentes coyunturas (Cf. Davutoglu, 2001, p. 129).
En 1902, Alfred T. Mahan empleó por primera vez el término ´Oriente Medio´ para identificar una zona indefinida alrededor del Golfo Pérsico (Cf. Davison, 1960, p. 667). Pero fue a finales de 1930 cuando los británicos reforzaron la aplicabilidad de esta designación al usar el término ‘Comando Oriente Medio’ para sus fuerzas militares en la zona, que se extendía desde el Mediterráneo central hasta el subcontinente Indio. Gradualmente, la aplicabilidad del término fue aceptada después de que la zona quedara bajo la responsabilidad del Comando Oriente Medio (Cf. Del Río Luelmo, 1997, p. 5).
En la década de 1960, la Sociedad Nacional Geográfica tituló su mapa de la zona ‘Tierras del Mediterráneo Oriental’ (Llamado el Cercano Oriente u Oriente Medio). Sin embargo, a mediados de la década de los setenta, el mapa de la Sociedad de la región llevó el título de ‘El Oriente Medio’ (Cf. Held, 1994, p. 7). La designación geográfica oficial del Departamento de Estado de los Estados Unidos, responsable del área, es la Oficina de Asuntos de Oriente Próximo (NEA), por sus siglas en inglés, pero el uso informal favorece el título ‘Oriente Medio’. Los servicios militares estadounidenses y la CIA, sin embargo, han usado desde hace mucho tiempo el término ‘Oriente Medio’ en sus informes públicos.
El término ‘Oriente Medio’ es controversial a los ojos del público que pertenece a la región. Por ejemplo, los nacionalistas árabes consideran el término como una etiqueta diseñada para restarle importancia al carácter ‘árabe’ de la zona, y ‘quebrantar’ la ‘patria árabe’ como una unidad distinta (Cf. Aly, 1996, pp. 26-27). En consecuencia, estos han visto el razonamiento detrás de la utilización occidental del término ‘Oriente Medio’ con el fin de presentarlo como un mosaico étnico, con lo que se desacredita a la razón detrás de las convocatorias para la ‘unidad árabe’.
En un esfuerzo por evitar la implicación de una perspectiva eurocéntrica, algunos especialistas han buscado una terminología más objetiva tal como el Sudoeste de Asia. Por ejemplo, Cressey (1960) tomó esta cuestión un paso más allá y reclamó el uso de la palabra ‘Swasia’ como abreviatura de ‘el Sudoeste de Asia’. Sin embargo, parece que (Oriente Medio) es preferido como el más apropiado debido a su uso y su aplicabilidad. Por otra parte, la connotación de la palabra (medio) indica la ubicación central y (el eje tricontinental) de la región, lo cual también podría ser otra razón para su uso común (Cf. Del Río Luelmo, 1997, p. 6).
Como Del Río Luelmo argumenta (Cf. 1997, p. 6), la delimitación de esta región es casi tan delicada como su consideración como una unidad real en términos político-estratégicos. Sus límites geográficos son aún más discutibles que su denominación y es común encontrar grandes variaciones en este sentido de un estudio a otro. Mientras que algunos incluyen a Turquía, Afganistán o Libia, otros, en cambio, no los consideran como parte de Oriente Medio (Davison, 1960). Pero para algunos de los historiadores del Oriente Medio, no solo Libia sino también Sudán y todo el norte de África también se incluyen en esta definición. Hay una validez apreciable en la inclusión de los países del norte de África, pues estos han estado vinculados a la región del Oriente Medio de muchas maneras, no solo durante los primeros años del islam sino también con aspectos lingüísticos, pues hablan la misma lengua (el árabe), como sucede con la mayoría de los Estados de Oriente Medio. Las conexiones culturales y sociales son bien conocidas.
Aunque el Oriente Medio es el centro del reino islámico, el ‘mundo musulmán’ debe ser claramente diferenciado del Oriente Medio. Sin embargo, siempre hay que recordar que cuando la mayoría de la gente habla del ‘mundo musulmán’ con ello hacen referencia a “una concepción centrada del Oriente Medio” (Bilgin, 2004, p. 32). Los terrenos en los que la civilización islámica se extiende de manera mucho más dominante que en otras regiones, como África y Asia —Asia Central, con sus famosos centros urbanos islámicos de Samarcanda, Tashkent, Bukhara y Balkh— fueron más estrechamente vinculados a las áreas centrales del Oriente Medio desde el siglo vii hasta el siglo xviii. Sin embargo, la conquista de Asia Central por parte de Rusia a finales del siglo xix rompió virtualmente casi todos los vínculos. En este contexto, los Estados que surgieron después de la caída de la Unión Soviética (Kazajstán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Turkmenistán) no han sido categóricamente incluidos en las actuales definiciones del Oriente Medio.
Teniendo en cuenta que existen diferentes definiciones del ‘Oriente Medio’, dependiendo de dónde se sitúe uno política, militar y económicamente, un estudio de estas definiciones revela que el núcleo del Oriente Medio está conformado por Turquía, Irán, Israel, Egipto y los Estados árabes. Al considerar lo anterior, en este artículo se hablará del ‘Oriente Medio’ como: “el área comprendida entre Libia en el oeste y Pakistán en el este, Turquía en el norte y la Península Arábiga en el sur” [1]. El área que incluye además los Balcanes, los Estados Musulmanes de Asia Central recientemente emergidos y el Norte de África, junto con el Noroeste de África, se pueden definir como el ‘Gran Oriente Medio’.
2. El Oriente Medio en las políticas globales y las dinámicas regionales
El Oriente Medio es un subsistema de gran importancia estratégica para el resto del mundo. Su significancia geoestratégica para la política mundial es evidente, ya que se encuentra en el centro de tres continentes y, en esta medida, domina el Norte y el litoral mediterráneo oriental. Durante siglos, ha sido considerado importante por las grandes potencias de la época y, por supuesto, por los Estados locales y regionales. Quien cree una plataforma importante de poder político, económico y militar en la región bien sea en forma de imperio, poder sustituto o de hegemonía política de largo alcance influye no solo en el Oriente Medio, sino también en las zonas contiguas al mismo. Además de su importancia estratégica, el magnetismo cultural de Oriente Medio ha atraído grandes potencias extrarregionales a la zona durante siglos. Prestigio y estatus han estado asociados con la extensión de la protección y la influencia sobre la “cuna de la civilización”, así como la fuente y lugar de encuentro de las grandes religiones del mundo (judaísmo, islamismo y cristianismo).
Dada su posición estratégica, el Oriente Medio ha sido un cruce de caminos de importancia histórica y sigue siéndolo hasta hoy. Gran parte de los movimientos de ida y vuelta tanto de personas como de bienes e información entre el este y el oeste deben transitar a través o sobre el Oriente Medio. Históricamente, la construcción del Canal de Suez en 1869 acortó miles de kilómetros y mucho del tiempo necesario para los viajes de comercio desde Europa hacia el Oriente. Hoy en día, un gran volumen de mercancías transita a través del canal y sigue siendo una importante ruta de salida de los buques de guerra del Mediterráneo hacia el Océano Índico y viceversa.
Otra importante ubicación marítima es el Estrecho de Ormuz, donde el Golfo Pérsico y el Golfo de Omán se encuentran. La mayoría de los buques de los Estados productores de petróleo del Golfo Pérsico debe buscar salida a través del Estrecho de Ormuz, pues no hay una ruta marítima alternativa para salir del Golfo Pérsico. Más de un centenar de buques petroleros pasan por el Estrecho cada día, y la interrupción a mediano o largo plazo para estos suministros de petróleo podría generar perturbaciones económicas considerables para los Estados Unidos, Europa Occidental y los Estados industriales del este de Asia (Cf. Wyllie, 2000, p. 192).
El Oriente Medio es de enorme importancia estratégica para las grandes potencias y sus aliados como fuente de producción del petróleo. La región disfruta de los más ricos recursos de petróleo, aunque muchas nuevas reservas se han descubierto en Asia Central y el Mar Caspio, el Oriente Medio aún conserva su vitalidad e importancia estratégica en el mercado petrolero. El Oriente Medio posee casi dos tercios de las reservas de petróleo mundial (65,3%) y más de un tercio de las reservas mundiales de gas natural (36,1%) (Cf. Bal, 2004a, p. 349). La industria del petróleo es hoy el centro de los intereses económicos occidentales en el Oriente Medio. Los recursos petroleros son explotados principalmente por Occidente y se comercializan en gran medida en los países de Europa Occidental y Japón. Estas dos últimas regiones son más dependientes del petróleo del Oriente Medio que los Estados Unidos. Ya que el bienestar económico de estos países está estrechamente vinculado con el Oriente Medio, el control de los recursos de la región también está directamente relacionado con el control del crecimiento de los países que dependen del petróleo del Oriente Medio (Cf. Izzeti, 2005, p. 179). Por lo tanto, el Oriente Medio ha sido el escenario que las superpotencias han buscado dominar con el fin de controlar sus rivales potenciales desde varios ámbitos, no solo económicamente.
Como se puede ver, políticamente, el Oriente Medio es la región menos democrática del mundo. Excluyendo Turquía, Israel y, tal vez, Líbano y Palestina, ningún Estado del Oriente Medio posee un sistema democrático que siga un modelo pluralista y liberal. Excepto el Líbano y Palestina, ningún jefe de Estado árabe ha instaurado medios democráticos durante la última generación. Este carácter antidemocrático ha sido victimizado con fines estratégicos para intervenir en la región. Ya sea con el lema de llevar la democracia o por razones sistémicas necesarias para proteger el statu quo, las grandes potencias se han involucrado en los asuntos domésticos del Oriente Medio, a lo largo de la historia moderna.
La inestabilidad se inició en el Oriente Medio con el final del control Otomano, fue entonces cuando varias potencias intentaron traer estabilidad, pero todas han fallado. El Oriente Medio, principalmente debido a su posición estratégica, los recursos naturales, la estructura social, política y cultural han sido testigos de la gran competencia y los juegos de poder.
Durante la guerra fría la región era inestable, principalmente a causa del conflicto árabe-israelí, la intervención exterior de las potencias mundiales y la guerra entre Irán e Irak. Con el fin de la guerra fría, nuevos problemas surgieron. La ocupación de Kuwait por Saddam y las subsecuentes intervenciones de los Estados Unidos han creado más problemas en la región sin que se haya dado resolución a los ya existentes. Debido a la inestabilidad del Oriente Medio, la región se ha convertido en un refugio seguro para los grupos terroristas. Muchos han considerado a estos grupos en el Oriente Medio como un instrumento para la ejecución de su política exterior (Cf. Bal, 2004b, p. 131). Esta situación, a su vez, trajo más inestabilidad a la región, al generase una especie de círculo vicioso en el que el terrorismo alimenta a la inestabilidad y esta, a su vez, alimenta las actividades terroristas en el Oriente Medio.
El Oriente Medio al ser entendido como un subsistema tiene también su propia dinámica que es crucial para comprender su desarrollo político y económico. Por ejemplo, Davutoglu argumenta que los tres triángulos superpuestos pueden determinar el equilibrio internacional en el Oriente Medio (Cf. 2001, p. 357): Egipto - Turquía - Irán, entendidos como el “triángulo externo”, Siria- Iraq-Arabia Saudita, entendidos como el “triángulo interno”, y Jordania- Líbano-Palestina, entendidos como el “triángulo dependiente”. Mientras el triángulo exterior esté en equilibrio la política de Oriente Medio estará en equilibrio. En este triángulo, cada vez que los tres unan la influencia de las potencias extranjeras en los asuntos del Oriente Medio será limitada. Por lo tanto, en este triángulo uno de los tres países está siempre alienado mientras que los otros dos son siempre compatibles. Así, mientras que en 1960 Egipto fue enajenado por la defensa de Nasser, que representaba el nacionalismo árabe, Turquía e Irán fueron apoyados por el oeste a través del Pacto de Bagdad; después de la Revolución, Irán ha estado enajenado, mientras Turquía y Egipto se han apoyado entre sí (Cf. Davutoglu, 2001, p. 354). El balance del poder en el Oriente Medio muestra que la exclusión de los dos Estados del triángulo exterior no es una opción sostenible en la región, pues probablemente crearía una alianza fuera del equilibrio de poder y sería considerado como una fuente de amenaza (Cf. Davutoglu, 2001, p. 354). Debe señalarse además que tampoco ha habido siempre un equilibrio entre los tres triángulos. Así mismo, ninguno de los Estados que constituyen el triángulo exterior soportaría o actuaría neutralmente en el caso de crearse una alianza entre uno y/o los otros dos miembros del triángulo exterior y los miembros del triángulo interior. En esta condición, es común ver una coalición dos a uno, y uno a dos en contracoalición. Por ejemplo, cuando los Estados, dos del triángulo exterior y uno del triángulo interior, establecieron el Pacto de Bagdad (coalición 2 + 1, Turquía, Irán e Irak), el Oriente Medio fue testigo de la existencia inmediata de la lucha contra la coalición de Egipto, Siria y Arabia Saudita (coalición 1 + 2) (Cf. Davutoglu, 2001, p. 356). Los pequeños triángulos dependientes toman forma usualmente en las relaciones con los otros triángulos, las cuales son relativamente ineficaces en comparación con otras relaciones. Sin embargo, esto no significa que deba subestimarse este pequeño triángulo. En algunos casos, el triángulo dependiente, sobre todo a través del caso de Palestina, podría tener un impacto en la creación, remodelación o redefinición de los otros dos.
2. Las dinámicas institucionales en el Oriente Medio y la política global
En Oriente Medio hay varias instituciones que conectan a la región con el mundo. Estas instituciones tienen un cierto grado de influencia en la conformación de la política regional. Esta estructura institucional es importante en la localización del Oriente Medio en la política mundial, porque cada uno de ellos tiene diferente agenda, inclinación y prioridades. Entender la diversidad de las organizaciones regionales también mostrará que el Oriente Medio no es una sola unidad, sino que tiene varios centros de poder.
2.1 La Organización de la Conferencia Islámica (OCI): ¿el islam como una fuente de unidad?
En el escenario internacional actual, la mayor organización explícitamente islámica es la OCI. Como Voll lo explica, no es una organización islámica “fundamentalista”, sino que es claramente una de las instituciones significativas de la política islámica en el mundo (1997, p. 239). Esta organización fue establecida en 1969 por un grupo de Estados musulmanes a raíz de un ataque realizado por un incendiario en Jerusalén en la mezquita Al-Aqsa, la cual, en ese momento, acababa de quedar bajo control israelí. La OCI es una organización interestatal que pretende movilizar los esfuerzos de los musulmanes en todo el mundo y se ha ocupado de muchos temas políticos, en los cuales ha resultado algunas veces exitosa y en otras no.
Los cincuenta y siete países que constituyen la OCI tienen estructuras políticas y sociales muy diferentes y varían mucho en su población, tamaño, posición económica y, para agregar, en la inclinación geopolítica. Como un conglomerado político, económico y cultural de Estados musulmanes repartidos en los cuatro continentes la OCI no puede considerarse como una organización regional (Cf. Landau, 1990, p. 290) y menos aún como una asociación universal de los Estados por su desinterés en atraer a miembros del Tercer Mundo indiscriminadamente (Cf. Sheikh, 2002, p. 45). Ideológicamente hablando, ser un Estado musulmán, es el principal criterio para la adhesión como miembro. Sin embargo, dado que representa una religión universal y a sus seguidores podría ser considerada como una organización mundial con una ideología orientada. Como una organización islámica internacional importante, la OCI mantiene una orientación de Estado-nación mientras persigue una mayor cooperación islámica, creando una brecha entre la visión normativa y la realidad política (Cf. Esposito, 1984, p. 233).
Después de la guerra fría, la mayoría de las instituciones internacionales se han adaptado al nuevo orden internacional. La OCI se ha convertido en una de las que no han sabido adaptarse y transformarse al nuevo entorno. Históricamente, la OCI ha sido limitada por el carácter sagrado de la soberanía estatal. Desde su período de formación, la OCI ha funcionado siempre con una mentalidad defensiva [2]. Lejos de iniciar proyectos, su enfoque de la política a los temas globales ha sido ad hoc en su naturaleza y temporal en los resultados. A pesar de su larga historia, la OCI tenía un historial decepcionante, sobre todo afectado por luchas internas de poder y por la falta de articulación de políticas claras y coherentes. La OCI constituye más un lugar de encuentro simbólico que un cuerpo político dinámico.
Desde el principio, la OCI se centró en el sentimiento antiisraelí (Cf. Landau, 1990, p. 288), el apoyo a la causa palestina y el desarrollo de la unidad entre los musulmanes. Aunque en teoría estas son las causas justas para los países islámicos, en la práctica, la OCI no ha podido hacer ninguna contribución real. Por otra parte, dada la diversidad de la membresía, no es de extrañar que la OCI en el pasado haya sido el escenario de la competencia entre los dos Estados con aspiraciones de liderazgo: Irán y Arabia Saudita. Por lo tanto, algunos se refieren a la OCI como un hijo de la “guerra fría árabe” que bifurcó el sistema regional del Oriente Medio en la década de 1960 (Cf. Sheikh, 2002, p. 47).
Hoy la pregunta sigue siendo cómo una organización de cincuenta y siete Estados miembros, que representan miles de millones de personas, que tienen gran cantidad de recursos naturales y una proporción significativa de las minas terrestres mundiales, puede continuamente fracasar al resolver la situación política que dio el impulso para su creación hace más de cuarenta años. Hoy en día la OCI ha tomado una posición que o bien dará lugar a que continúe su supervivencia adaptándose por sí misma o a que quede en las páginas de la historia como una organización ineficaz. En este sentido, el principal problema que la OCI enfrenta es un cisma entre los ideales declarados y la realidad.
Como lo describió el Ministro de Relaciones Exteriores de Malasia y entonces Presidente de la OCI, Syed Hamid Albar, en junio de 2005 (Cf. 2005), el verdadero problema de la OCI es que es solo “una organización de conferencia de países”, un “movimiento suelto”. Él admite que la OCI “no puede afrontar los retos actuales”. En cuanto a la reforma de la OCI, prosigue diciendo que la OCI “debe tener una secretaría muy fuerte que sea capaz de mejorar la imagen de los países islámicos”.
Teniendo en cuenta el hecho de que constituye un “movimiento suelto” y “una organización de conferencia de países”, la OCI debería ser entendida en términos de “escenario” más que de un “agente”. Esta claridad conceptual podría ayudar a comprender el problema principal subyacente de inactividad de la OCI en términos de su función y su acción. Por lo tanto, los recientes intentos de transformar la OCI son en realidad un intento por definir lo que ella es y lo que representa. Esto es tan importante como el comienzo de una nueva organización, porque los problemas de la OCI no son exclusivamente burocráticos, sino también ideológicos.
En retrospectiva, la disputa entre los Estados miembros de la OCI siempre ha impedido que la OCI desempeñe un papel internacional creíble y sea respetada, a pesar de que la mayoría de los miembros de la OCI han desempeñado un papel crítico en el suministro de petróleo para el mercado mundial. Tales desacuerdos y disputas entre los miembros de la OCI han emanado de problemas intrarreligiosos (por ejemplo, entre sunitas y chiítas) o de la competencia en el liderazgo. Especialmente los Estados fuertes dentro de la OCI, como son Irán, Arabia Saudita, Pakistán e incluso Egipto, han convertido a la OCI en un campo en el que buscan el apoyo a su propia causa y no el desarrollo de la búsqueda de una causa común a la umma (la nación musulmana).
Al respecto, Sheikh (2002, p. 50) sostiene que Arabia Saudita utilizó la OCI para despolitizar el islamismo mundial en 1970 al defender y apoyar la causa islámica a través de la OCI. Por aquella época, los movimientos islámicos estaban al borde del abismo y el panarabismo estaba en la cima de su apogeo. La OCI patrocinada por Arabia, alegaba ser la representante suprema de los musulmanes en el mundo, esta no solo despolitizó el islamismo global, sino que también fue usada para instaurar el equilibrio en el panarabismo. Curiosamente, después de la Revolución Iraní en 1979, Arabia Saudita recurrió al panarabismo con el fin de prevenir (y en cierta medida instaurar el equilibrio en la política mundial) la exportación de la revolución islámica iraní (Cf. Sheikh, 2003, p. 64). Tal inclinación del liderazgo saudita se deriva principalmente de la búsqueda o supervivencia del rol de liderazgo de Arabia Saudita obtenido a través de la OCI, especialmente después de la desaparición del panarabismo, más que a partir de su interés en los problemas de la umma islámica en general. Desde el establecimiento de la OCI, Arabia Saudita ha servido como un catalizador en la dirección de la OCI (Cf. Esposito, 1984,
p. 108). La mayoría de los subórganos de la OCI tienen su sede en Arabia Saudita y reciben fondos importantes del reino. Esto ha creado un liderazgo de hecho o una dominación de Arabia Saudita en el proceso de toma de decisiones de la OCI, convirtiendo a la OCI en una institución a través de la cual los saudíes pueden expresar sus puntos de vista y su influyente papel en el mundo islámico (Cf. Piscatori, 1983, p. 41).
Mundialmente, Irán se ha convertido en el tema del a islamiento internacional, especialmente después de la Revolución islámica en 1979. Por tanto, para Irán la OCI se ha convertido en el campo donde puede obtener el estatus de legitimidad para su revolución contra la exclusión global de la comunidad internacional (Cf. Sheikh, 2003, p. 82). Por otra parte, Irán ve la OCI como una oportunidad para presentar su revolución a los Estados musulmanes, la cual no ha sido bienvenida por la mayoría de los Estados musulmanes a causa de su origen chiita. En ciertosentido, como lo hace Sheikh (Cf. 2003, p. 67), se puede argumentar que Teherán siempre ha visto la OCI como un foro multilateral en el que se pueden adoptar posturas unilaterales promovidas bien sea por intereses o ideologías.
Egipto, otro país musulmán influyente, presenta una historia diferente a la de Irán y Arabia Saudita. Mientras que Egipto fue el líder del panarabismo, bajo la dirección de Jamal Abdul Nasser, después de hacer la paz con Israel en 1978, con el Acuerdo de Camp David, Egipto se ha convertido en el paria del mundo islámico en general, en particular en el mundo árabe. Su influencia en la política internacional islámica disminuyó y fue excluido incluso de la OCI y de la Liga Árabe. A partir de ese momento (1978), el papel de Egipto como Estado clave fue minimizado y aún continúa siéndolo. Por eso, la reincorporación de Egipto a la OCI en la Cumbre de Casablanca, en enero de 1984, fue vista más como parte de una estrategia de Arabia Saudita para contener a Irán que como el verdadero regreso de Egipto a su “respetuoso y fuerte” lugar en la OCI y en el mundo Islámico. Como muestra de esto, se presume que Irán habría boicoteado la cumbre en la que Egipto fue readmitido debido a la parcialidad política percibida dentro de la OCI (Cf. Sheikh, 2003, p. 64).
En general, la falta de instituciones, ideologías e intereses comunes han proporcionado limitaciones estructurales a la eficacia de la OCI en términos de movilizar sus medios económicos y políticos. La ausencia de un solo motor benigno ha llevado tanto a enfrentamientos como a la competencia entre los Estados miembros relativamente fuertes. La política principal de la OCI es la “impolítica”, como argumenta Sheikh (2002, p. 56), y esta ha reforzado de manera directa la penetración a un tercer partido político a la organización. Como resultado de ello, los países que han liderado la OCI han sido manipulados por Occidente a lo largo de la historia (Cf. Woodward, 1997, p. 103).
Sin embargo, desde la trigésima primera sesión de la Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores de la OCI en mayo de 2004 ha habido un intento por dar especial importancia a la organización, y países como Turquía están tratando de lograr que la OCI ocupe el lugar que se merece en el escenario internacional, así como transformarla en una estructura más eficaz y dinámica. Con este objetivo, desde la elección del profesor turco Ekmeleddin Ihsanoglu como el Secretario General de la OCI en la reunión de 2004, inició un proceso de reconstrucción dentro de la organización para transformarla de su irrelevancia organizada a una institución más eficaz y dinámica.
En cuanto a la transformación de la OCI, el nuevo Secretario General nombró un grupo de expertos en 2005 para proponer recomendaciones sobre cómo transformar y reconstruir la organización en el mundo globalizado con el fin de hacer frente a los nuevos desafíos que enfrenta el mundo musulmán. El grupo de expertos recomendó, entre otras cosas, que la Carta Constitucional debía ser modificada, que el poder del Secretario General fuera incrementado dentro de la organización y que la OCI fuera activa en los asuntos mundiales. Estas recomendaciones fueron presentadas en la Cumbre de la OCI en 2005 y fueron aceptadas por los jefes de Estado. Este proceso dio lugar al cambio de la Carta Constitucional y actualmente la OCI está tratando de hacer que su voz sea escuchada en el ámbito internacional.
2.2 El ¿El desarrollo económico y la aparición del Sur islámico?
El Developing-8 (D-8) fue fundado entre ocho países musulmanes prominentes, a saber, Turquía, Indonesia, Malasia, Pakistán, Bangladesh, Irán, Egipto y Nigeria, el 15 de junio de 1997. El arquitecto principal del D-8 fue Necmettin Erbakan, quien fue primer ministro de Turquía entre 1996-1997. La idea de establecer una organización que reuniera los países “clave” del mundo islámico fue fomentada por Erbakan a partir de sus las visitas a algunos países musulmanes de África y Asia como primer ministro en 1996. Los miembros del D-8 tiene dos características principales: son parte del mundo en desarrollo y el Islam constituye la religión profesada por la abrumadora mayoría de su población (Cf. Aral, 2005, p. 89).
Se puede argumentar que la agrupación del D-8 fue una respuesta de los países musulmanes en contra de la exclusión global y una iniciativa para elevar su voz contra la marginación económica y política de la comunidad internacional. El D-8 trató de desarrollar las relaciones económicas entre los principales Estados musulmanes. Con el fin de no quedar marginados económicamente, los países del D-8 pensaron en la necesidad de cooperar ampliamente en los ámbitos económicos, comerciales y financieros. Los países del D-8 de una u otra manera representan el “núcleo” de los países islámicos. A excepción de Arabia Saudita, todos los países del D-8 son el motor del mundo islámico. Como Aral indica (2005, p. 91), los datos muestran que cuando el D-8 fue fundado en 1997, sus miembros tenían una cuota del 54% de las exportaciones totales y el 55% del total de las importaciones realizadas por los países musulmanes. El total del PIB de los Estados miembros del D-8 constituyen casi el 60% del total del PIB de los países de la OCI en el momento. La población total de los países del D-8, en ese entonces, era cercana a los ochocientos millones de personas, lo que significa que representaban alrededor del 65% de la población total en el mundo islámico. Esto corresponde a 13,5% de la población mundial. Debido, principalmente, al rápido crecimiento de su población en el pasado, gran parte de ésta es y seguirá siendo joven para el futuro previsible, lo que constituye un factor de dinamismo en el D-8.
También puede decirse que hay dos características principales que en ese momento afectaron el carácter de la agrupación del D-8. La primera es la “urgencia” para responder al deterioro de la situación mundial contra los musulmanes, esta característica, en particular, ejerció un papel crucial en la “fijación de los procesos”. Esto causó la debilidad en la fase posterior, porque la planeación estratégica y política necesaria no se hizo correctamente. Esta característica también se puede encontrar en el enfoque de la política exterior del Partido Refah (Bienestar) hacia el mundo islámico. Aunque el Refah estuvo en el poder solo por once meses, con su líder Erbakan inició y organizó grandes proyectos tales como el D-8. La segunda característica que ejerció un papel crucial en el establecimiento del D-8 fue la disminución o eliminación de la burocracia. Como Aral señala (Cf. 2005, p. 91), los fundadores del D-8 eran conscientes de los obstáculos para el buen funcionamiento de las organizaciones islámicas, principalmente de la OCI, los cuales provenían de un exceso de burocracia e intervención externa. La agrupación D-8 quería superar estos obstáculos, al revitalizar un grupo pequeño pero fuerte de países islámicos. En un análisis más amplio, eso fue lo que sirvió para revitalizar al mundo musulmán y con ello que participara en las políticas globales, tanto económica como políticamente.
Después de la cumbre inaugural del grupo D-8 el 15 de junio de 1997, la Declaración de Estambul estableció los principios en que debía basarse esta cooperación. Los líderes del D-8 “declararon que el objetivo principal del D-8 es el desarrollo socioeconómico en conformidad con los siguientes principios: la paz en lugar del conflicto, el diálogo en lugar de la confrontación, la cooperación en lugar de la explotación, la justicia en lugar de leyes dobles, la igualdad en vez de la discriminación, la democracia en lugar de la opresión” (Alan, 2001, p. 211). En la misma declaración, los países del D-8 también identificaron los principales objetivos y las principales áreas de cooperación entre los miembros: “el comercio, la industria, las finanzas, la banca y la privatización, el desarrollo de la energía rural, la agricultura, la ciencia y la tecnología” (Alan, 2001, pp. 211-212).
Las prioridades de los miembros que participan en cualquier organización son tan críticas como el objetivo común de la organización. Si las motivaciones de cada miembro provienen de diferentes consideraciones y esas consideraciones no se pueden articular a través de un “canal común” las posibilidades de éxito de tales organizaciones son menores. En otros mundos, los medios deben ser acordes a los fines. Desde el principio, el D-8 enfrentó un dilema que hizo a la agrupación “ineficaz”. Como Aral sostiene acertadamente (2005, p. 97), en el momento que el D-8 llegó a la existencia las motivaciones y objetivos de cada miembro no representaban un frente unido con objetivos claros, bien definidos y unificados. Más que representar la opinión general de los miembros fundadores, cada uno tenía su propia razón doméstica para participar en este grupo. Esto se explica por un par de razones. De las más importantes son que cada uno de los Estados miembros tenían diferentes razones para unirse al grupo y que a través del D-8, esperaban lograr diferentes objetivos. Para mencionar unos pocos, Nigeria e Irán estaban tratando de romper el aislamiento en su contra en foros internacionales. Nigeria era entonces regida por un gobierno militar y fue sutilmente condenada al ostracismo por la comunidad internacional. De la misma manera, Irán, debido a la política de “doble contención” de Estados Unidos también fue condenado al ostracismo. Ambos países, guardaban la esperanza de que el D-8 pudiera darles un mínimo de reconocimiento a ambos regímenes, al menos en relación con el mundo islámico.
En este contexto, a pesar de que posiblemente el D-8 era considerado por muchos como el modelo incipiente de un futuro “mercado común islámico”, a causa del objetivo declarado de la cooperación económica y la profundización de los lazos comerciales, Aral sostiene acertadamente que el D-8 no fue diseñado específicamente para constituir el núcleo de un futuro “mercado común islámico” o una “unión aduanera musulmana”, sino que más bien estaba encaminado a mejorar las relaciones económicas entre los países musulmanes en desarrollo (Cf. 2005, p. 98). Desde el comienzo, los fundadores del D-8 evitaron recurrir a la terminología de un bloque emergente que pudiera desafiar las normas e instituciones internacionales vigentes. En cambio, dirigieron su atención a la economía y el comercio entre ellos. Debido a esta naturaleza, algunos tienden a argumentar que el D-8 se parece al Movimiento de Países No Alineados debido a su énfasis en el comercio justo, la cooperación económica entre los Estados miembros, la justicia y la libertad (Aral, 2005, p. 98).
En las cumbres celebradas desde 1997, los líderes han discutido más los fracasos que los éxitos. Estos han discutido la economía mundial, el sistema financiero y comercial, y criticado su naturaleza injusta; sin embargo, no tuvieron en cuenta las necesidades especiales del desarrollo mundial. Esto se debe a que algunos círculos en Occidente y, en particular en los Estados Unidos, expresaron su abierta hostilidad hacia el D-8 que, en su opinión, era inaceptablemente antagónico hacia Occidente. De este modo, culparon al grupo D-8 por albergar ambiciones “fundamentalistas y anti-occidentales” (Cf. Makovsky, 1997). Este entorno mundial existente hacia el D-8 hizo a la agrupación más cautelosa en sus críticas hacia el sistema económico y financiero vigente y el llamado a la acción no fue redactado en el lenguaje de confrontación, porque cualquier lenguaje que fuera utilizado por el D-8 contra el orden económico vigente era visto por Occidente como un golpe antioccidentalista. Bajo esta condición, el D-8 considera hasta ahora que no puede cumplir sus promesas.
En retrospectiva, la posición actual del grupo D-8 en el Oriente Medio muestra que este nunca fue (y aún no ha sido) racionalizado como un proyecto de desarrollo, aunque sí ha sido victimizado emocionalmente en el contexto político nacional e internacional debido a su debate sobre la cultura antioccidentalista cul de sac.
2.3 La Liga Árabe
La Liga Árabe es una asociación voluntaria de países independientes cuyos pueblos son principalmente de habla árabe. Sus objetivos declarados son fortalecer los vínculos entre los Estados miembros, coordinar sus políticas y promover sus intereses comunes. Fue fundada en El Cairo en 1945 por Egipto, Irak, Líbano, Arabia Saudita, Siria, Transjordania (Jordania, a partir de 1950), y el Yemen. Muchos países árabes se sumaron en su último período y ahora consta de veintidós miembros, entre ellos, Palestina. La membrecía de Egipto fue suspendida en 1979 después de haber firmado un tratado de paz con Israel, la sede de la Liga se trasladó desde El Cairo, Egipto, a la ciudad de Túnez en Túnez. En 1987 los líderes árabes decidieron reanudar las relaciones diplomáticas con Egipto y este fue readmitido en la liga en 1989 y la sede nuevamente se trasladó a El Cairo.
La Liga Árabe está involucrada en los programas políticos, económicos, culturales y sociales destinados a promover los intereses de los Estados miembros. La Liga ha servido como un foro para que los Estados miembros coordinen sus posiciones políticas y deliberen sobre asuntos de interés común, resuelvan algunos conflictos árabes y limiten conflictos, tal como sucedió con la guerra civil libanesa de 1958.
La Liga Árabe ha servido como plataforma para la elaboración y conclusión de algunos documentos fundamentales para promover la integración económica entre los Estados miembros, tales como la creación de la Carta de Acción Económica Conjunta Árabe, que establece los principios para las actividades económicas de La Liga. Esto ha desempeñado un papel importante en la formación de los programas escolares, la preservación de los manuscritos y el patrimonio cultural árabe. También ha fomentado el intercambio cultural entre los Estados miembros, alentado a los jóvenes y organizado programas deportivos; así mismo ayudó a impulsar el papel de la mujer en las sociedades árabes y a promover actividades de bienestar infantil.
La efectividad de la Liga Árabe se ha visto gravemente obstaculizada por las divisiones entre los Estados miembros. Por ejemplo, durante la guerra fría, algunos miembros estaban orientados hacia la Unión Soviética, mientras que otros cayeron en el campo occidental. Había rivalidad por el liderazgo, en particular entre Egipto e Irak. Por tanto ha habido hostilidades entre las monarquías tradicionales —como Arabia Saudita, Jordania y Marruecos— y las nuevas repúblicas o Estados “revolucionarios” como Egipto, gobernado por Gamal Abdel Nasser, Siria e Irak, gobernado por Baazista, y Libia, gobernado por Muammar Gaddafi. Más recientemente, la Liga fue sometida a una dura prueba durante la guerra de Irak liderada por Estados Unidos en 2003, en la que algunos miembros apoyaron la guerra, otros se opusieron y otros simplemente se quedaron al margen.
Cuando los miembros se ponen de acuerdo sobre una posición común, como el apoyo a los palestinos bajo la ocupación israelí, esto rara vez va más allá de la emisión de declaraciones. Quizás la única excepción ha sido el boicot económico a Israel, que entre 1948 y 1993 fue aislado casi por completo. Sin embargo, se debe resaltar que la Liga Árabe ha sido un poco más eficaz en los niveles inferiores tales como la creación de los planes de estudio de los colegios, la preservación de los manuscritos y la traducción de la terminología técnica moderna. También ha contribuido a crear una unión regional de telecomunicaciones.
2.4 El Consejo de Cooperación del Golfo: ¿club de ricos?
El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) se estableció en un acuerdo celebrado el 25 de mayo de 1981 en Riad, Arabia Saudita, entre Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Estos países declararon que el CCG se establece teniendo en cuenta las relaciones especiales entre ellos, sus sistemas políticos similares basados en las creencias islámicas, su destino y objetivos comunes. El CCG es un mercado común regional con un consejo de defensa. La proximidad geográfica de estos países y su adopción general de las políticas económicas de libre comercio son algunos de los factores que les animó a establecer la CCG.
No todos los países vecinos del Golfo Pérsico son miembros del consejo. Irán e Irak están actualmente excluidos, aunque ambas naciones tienen costa sobre el Golfo Arábigo. Esto se debe a que la unión es mayoritariamente regional y no se basa en la geografía. Yemen se encuentra en negociaciones para ser miembro del CCG, y espera unirse en el año 2016. El CCG ya ha aprobado la adhesión de Yemen a varios de los órganos del CCG.
El mercado común del CCG se inició el 1º de enero de 2008 y eliminó todas las barreras para la inversión entre los países y el comercio de servicios. La unión aduanera fue declarada en 2003, pero su aplicación práctica se ha retrasado. De hecho, poco después, Bahréin cerró un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, lo cual cortó el acuerdo del CCG y causó mucha fricción.
Los principales objetivos de los países del CCG están formulando regulaciones similares en varios campos, tales como economía, finanzas, comercio, aduanas, turismo, legislación y administración, mientras se fomenta el progreso científico y técnico en la industria, la minería, la agricultura, el agua y los recursos animales. También tienen como objetivo el establecimiento de centros de investigación científica, la creación de empresas conjuntas y la presencia militar unificada, entre otros.
Esta área tiene una de las economías de crecimiento más rápido en el mundo, debido principalmente al auge en los ingresos del petróleo y del gas natural junto con la construcción y la inversión respaldada por décadas en los ingresos ahorrados que provienen del petróleo. El área del CCG es una de las más ricas en el mundo. En 2006, su PIB (nominal) fue de 717,8 mil millones
dólares. Qatar espera superar la cima de la lista de clasificación de Luxemburgo en el PIB (nominal) per cápita de los próximos años. Sin embargo, recientemente, los dirigentes del Consejo han recibido críticas por hacer muy poco para combatir la crisis económica. Si bien los países del CCG fueron los primeros en responder a la crisis, sus programas han sido propensos a las desigualdades, y han puesto a la región al borde de una crisis aún más profunda. Los planes de recuperación han sido criticados por desplazar al sector privado, en lugar de establecer prioridades claras para el crecimiento y restaurar la débil confianza del consumidor y los inversores, lo cual ha socavado la estabilidad a largo plazo.
La seguridad es un tema importante para los países del CCG, pero encontrar la fórmula colectiva que satisfaga a todos los Estados miembros es un reto. El CCG busca reducir su dependencia de los Estados Unidos por seguridad, pero no hay consenso sobre los mecanismos alternativos. Los miembros están divididos sobre el papel de Irak, Irán y Yemen en posibles futuros acuerdos de seguridad. Las diferencias también han surgido con respecto al alcance y el ritmo de la reforma política y por la invasión liderada por Estados Unidos a Irak. Mientras que algunos Estados del CCG se opusieron a la acción, otros sirvieron como plataformas de lanzamiento de la campaña militar. Las conversaciones con la Unión Europea sobre un acuerdo de libre comercio comenzaron en la década de 1990, pero a finales de 2010 se habían estancado en el tema de los derechos de exportación.
Las relaciones del CCG con Irán desde hace algunos años han sido tensas a causa del programa nuclear de Teherán; sin embargo, han preferido comprometerse con Irán en lugar de adoptar una postura de confrontación. Irán tiene ya amplias relaciones comerciales con la mayoría de Estados miembros del CCG de forma independiente y en 2008 la organización accedió a iniciar conversaciones sobre un acuerdo de libre comercio con dicho país.
En términos de estabilidad interna, los conflictos laborales en trece países del CCG han aumentado fuertemente en los últimos años, especialmente entre millones de trabajadores migrantes. A pesar de que los sindicatos están prohibidos en los países del CCG, los trabajadores, muchos de los cuales provienen de Asia meridional y oriental, han organizado huelgas y protestas por los bajos salarios y las malas condiciones laborales.
Conclusión
Actualmente existen dos procesos en funcionamiento en el Oriente Medio. El primero es la participación externa a través de las potencias occidentales para remodelar su objetivo, el segundo es que los Estados del Oriente Medio han empezado a considerar que ellos necesitan tomar su propia responsabilidad sobre sus propios problemas. La comunicación interna es la clave para el éxito del segundo esfuerzo.
Después de la invasión de Irak, la reconstrucción de Oriente Medio se ha abierto al debate y una nueva visión se está tratando de revelar. Especialmente con los esfuerzos de Turquía, Irán y Qatar, esta nueva visión está en marcha. El papel conciliador de Turquía entre los diferentes grupos en Irak, entre Israel y Siria, entre Siria e Irak, entre Irán y la comunidad internacional sobre el problema nuclear son los signos más significativos de este nuevo desarrollo. Sin embargo, la reacción a la participación de Turquía es muy variada. Mientras que algunos países árabes están apoyando activamente a Turquía, incluso emulándolo, otros no están contentos con su participación activa.
Lo que podría suceder en el futuro no constituye el interés principal de este artículo, el punto a tratar aquí son las visiones fundamentales que están en juego en el Oriente Medio desde 2003. El debate nuclear de Irán, la reconstrucción de Egipto, la paz entre Israel y Palestina y, el más importante, la evolución en Irak, son todos asuntos que hacen que el tema Oriente Medio sea propenso a un futuro desconocido, debido a que todos ellos no solo necesitan un esfuerzo concentrado por parte de los países, sino que también requieren mucho tiempo para su resolución. Las instituciones en el Oriente Medio están influenciadas con estos nuevos desarrollos y se remodelarán en los próximos años como consecuencia de los mismos.
Mehmet Ozkan, en scielo.org.co/
Notas:
1 Esta es la definición del ex Secretario de Estado estadounidense, Dulles. Como reconoce Davision, se trata de “una definición bastante exacta del Oriente Medio” (1960, p. 665).
2 La formación de la OCI fue en respuesta a un ataque incendiario a la Mezquita Al-Aqsa en Al-Quds (Jerusalén). Se podría decir que incluso la formación fue defensiva (Cf. Akbarzadeh y Connor, 2005, p. 80).
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