ADA (Asociación de Acólitos)
Si bien el concurso de catecismo logró que la sana doctrina llegara a toda la gente del territorio de la Prelatura, se vio la conveniencia de ahondar más en su formación cristiana y, en especial, de conseguir que los campesinos dispersos en las alturas, sin una atención sacerdotal constante y fluida, pudieran recibir un impulso fuerte en la enseñanza de la religión y en la recepción de los sacramentos. El seminario menor ocupaba –como se ha dicho– el lugar central de toda esta tarea, pues si los padres de familia poseían más conocimiento de las verdades cristianas y los maestros impulsaban la instrucción de los alumnos, la semilla de la vocación al sacerdocio comenzaría a brotar y madurar en sazón para la cosecha.
En un principio ostentaría el nombre de colegio-seminario (seminario menor). El que fuera, a la vez, colegio, no deformaba la figura de seminario.
Al contrario. Esto serviría para que varios alumnos competentes y de escasos recursos económicos, pudieran realizar estudios con valor oficial en un colegio que, además, prepararía profesionales capaces que constituirían hogares cristianos. La visión de futuro la había señalado Orbegozo en una expresiva carta: «Algunos de ellos –los menos– sentirían la llamada del Señor y llegarían a ser con el tiempo los futuros sacerdotes de nuestros Pueblos, verdaderos guías espirituales de las almas, sembradores del bien en la Prelatura y en todo el Perú. Otros –la gran mayoría– bien formados en el colegio, serían en sus distintas profesiones y carreras los futuros líderes del avance y progreso humano, social y cultural de nuestras Provincias» [44].
Desde Yauyos, el 19 de marzo de 1959, escribía a los sacerdotes unas orientaciones llenas de afecto, de interés, de apreciaciones prácticas en el fomento de las vocaciones sacerdotales:
Este proyecto se dirige a todos los sacerdotes de la Prelatura, con el ruego encarecido de que lo consideréis en la presencia de Dios, lo llevéis a vuestra oración diaria y fielmente lo pongáis en práctica. Dios os bendiga particularmente por ello, y la Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso.
Tened presente que se trata de un trabajo profundo, netamente sobrenatural y directo con los niños [...]. Dedicaos afanosamente en hacerlos piadosos, y veréis cómo el Señor promueve de entre ellos abundantes y selectas vocaciones.
–La Familia. Trabajad incesantemente con las familias y veréis el fruto.
–La Escuela. Procurad con tacto y caridad –cariño sincero– ganaros la amistad y sincera colaboración de los maestros. ¡Qué buenos servicios os prestan ya!
–Los Niños. Dedicadles mucho tiempo y paciencia. Tratadles con mucha bondad y comprensión. ¡Qué guapa lección de Jesús en el Evangelio! Y nunca olvidéis que los niños llevan también la tara del pecado original; no son ángeles, pero también están hechos «a imagen y semejanza de Dios» y «sus ángeles están siempre en la presencia del altísimo»; llevan en su alma en gracia, el germen poderosísimo de una fuerza formadora –harto olvidada– con la que deberéis contar. Esto os ayudará a no desanimaros nunca por nada.
–La Parroquia. Sólo puedo deciros que lo hacéis muy bien; que me dais grandísima alegría con vuestra abnegada labor parroquial. Así, creando poco a poco y sin desmayo un clima de piedad –que va prendiendo primero en pocos, pero que se extiende y propaga pronto entre los otros– se prepara el clima adecuado, el ambiente –del que no es ajeno, por cierto, la presencia edificante del sacerdote fiel–, donde germinarán vocaciones en abundancia.
A crear este clima llegáis por la instauración en las almas de la práctica de la frecuencia sacramental a través de los actos y funciones litúrgicas, hechas con sencillez y dignidad, de modo que resulten formativas y edificantes. Y por medio de vuestros abundantes recursos pastorales. ¡Siempre, en cualquier oportunidad, dad doctrina! [45].
Los párrocos y sacerdotes se abocaron a poner en marcha las indicaciones del Prelado. Todos coincidieron en que se debía dar capital importancia a la atención personal y cristiana de los niños acólitos. Con objeto de poner en práctica las orientaciones de mons. Orbegozo, se fundó la Asociación de Acólitos (ADA) en todas las parroquias con el fin de seleccionar, formar y orientar a los posibles alumnos del futuro seminario menor. Los niños se afanaban por ser acólitos. Paralelamente no se descuidarían las visitas a las familias de los mismos, y se preguntaría a los maestros cómo iba el comportamiento de sus alumnos acólitos [46]. El trabajo empezó así a dar su fruto.
Cuando el 14 de abril de 1964 el colegio-seminario abrió sus puertas, cuarenta muchachos entraron, jubilosos, para iniciar los estudios de primaria [47].
Misiones populares
La finalidad que se perseguía con las misiones populares era proporcionar unos días de evangelización masiva e intensiva para todos pero, sobre todo, visitar los pueblos más alejados, donde los párrocos no tenían residencia fija y que sólo eran atendidos una vez al mes.
De un modo permanente y rotativo se establecieron las misiones populares en toda la Prelatura. En 1961 tuvo lugar la primera, en el pueblo de San Lorenzo de Quinti en Huarochirí. Un equipo de sacerdotes, como mínimo tres, y el párroco, visitaban, durante diez días intensos, las capitales de distrito, los pueblos, caseríos, aldeas y villorrios o cualquier sitio donde estuviera reunido un grupo considerable de personas. Los temas fundamentales se centraban en la Santa Misa, los Mandamientos y Sacramentos, haciendo hincapié en la Eucaristía, la Confesión y la regularización de los matrimonios, la devoción a la Virgen María, la vida de piedad y, consecuentemente, la erradicación de las malas costumbres que se habían afincado en los pueblos por falta de una adecuada formación cristiana. La misión contaba con los medios audiovisuales existentes en aquel entonces: altoparlantes, cintas magnetofónicas, proyección de filminas y un motor para producir luz eléctrica, de la que carecían casi todas las poblaciones.
No se pueden silenciar las mil y una peripecias y percances por los que pasaban los sacerdotes encargados de las misiones. El traslado de los equipos, los medios de transporte a caballo o en mula, los cientos de kilómetros y las horas empleadas en los recorridos por las alturas inhóspitas, los contratiempos cuando fallaba alguno de los aparatos eléctricos, cosa por demás frecuente, no amilanaban el ánimo, la ilusión y el buen humor por la labor de almas que se estaba realizando.
Al final de la misión se entregaba en una cartela la relación de los deberes y virtudes que todo buen cristiano debe practicar. Salió la Hoja Dominical, una publicación sencilla, pero muy completa, que publicaba el Evangelio del domingo, contenía puntos doctrinales, noticias de la marcha de las parroquias y del seminario con temas y anécdotas aleccionadoras. Dibujos y viñetas hacían muy atractiva la lectura. Cada semana salían de la imprenta miles de ejemplares, que los párrocos distribuían por toda la Prelatura [48].
Más adelante, como una extensión de la Emisora Radio ERPA (Escuelas Radiofónicas Populares Americanas) que impartía, desde Cañete ciudad, enseñanzas doctrinales, educativas y de ayuda técnica a los campesinos, salió la revista con el mismo nombre: ERPA. Después se amplió y mejoró el formato, con profusión de fotos y de buenos artículos escritos por profesionales con la intención de que sirviera de orientación para la familia y los maestros. Se cambió el nombre y pasó a denominarse Informe [49].
Casa de Formación Lunahuaná
Las misiones populares habían enfervorizado y adoctrinado a muchas personas. Se necesitaba mantener la continuidad de las enseñanzas impartidas. Las parroquias de la Prelatura habían formado grupos de hombres y mujeres (Legión de María, cursillos de cristiandad, agrupaciones juveniles, catequistas, grupos parroquiales, clases doctrinales, etc.) que deseaban saber más y vivir mejor la vida cristiana. Convenía tener una casa de formación en
la que, por unos días, pudieran reunirse. Una actividad esencial era formar
catequistas que enseñaran la doctrina cristiana a sus compatriotas y –donde habitualmente no podía llegar el sacerdote– dirigieran la Liturgia dominical de la Palabra en sus pueblos [50].
En Lunahuaná, provincia de Cañete, al lado de la parroquia, existían unos ambientes que, debidamente reconstruidos, podrían suplir la falta de un edificio adecuado. Se dispuso así de una casa con oratorio, dormitorios, comedor, cocina y salas de reuniones. Funcionaba todo el año. Llegaban de todas partes de la Prelatura y de otros lugares. El rendimiento era alentador, pues se constataba que los grupos que llegaban recibían una formación profunda en lo personal, en lo profesional, hogareña y en la tarea específica como catequistas, maestros, profesionales, jóvenes seminaristas, además de vigorizar la piedad y robustecer las creencias un tanto venidas a menos por la falta de la debida atención espiritual. Las iniciativas pastorales de la Prelatura se extendieron a más campos. Se aprovecharon todos los recursos disponibles para llegar a más personas y a más ambientes y así echar más semilla a voleo.
Desde la primera evangelización se empleaban diversos instrumentos pastorales para dar doctrina a la gente, que los misioneros aplicaban con buenos resultados. La Prelatura no desaprovechó ninguno de los medios aptos, con tal de dar doctrina y fundamentar la vida cristiana. Las manifestaciones populares, arraigadas en lo profundo de la conciencia del indio, conformada por su cultura específica y por sus tradiciones ancestrales, constituían una gleba fértil. En las grandes fiestas patronales, se celebraban deslumbrantes y devotas ceremonias junto a variadas representaciones escénicas, parecidas a autos sacramentales, acompañados de danzas, cantos y música autóctona que llegaban profundamente al alma de los feligreses. En la ciudad de Cañete, durante la Semana Santa del año 1965, ante un público que llenaba la Plaza de Armas, se representó por primera vez La Pasión de Cañete. Los actores no eran profesionales, sino gentes del pueblo que escenificaban, con gran realismo, las secuencias de la Pasión. Desde esta fecha hasta la actualidad, han tenido lugar más de cuarenta escenificaciones [51]. El entusiasmo por las funciones teatrales, por la música, el canto y la danza que hermanaban a hombres y mujeres, jóvenes y niños, promovió la creación del ACAR (Asociación Cañetana Artística Recreativa). El local donde posteriormente se construyó el escenario para la Pasión fue, a la vez, lugar de descanso y solaz para los miembros del ACAR, familiares y amigos [52].
Colegio-Seminario Nuestra Señora del Valle
Desde los inicios de la Prelatura, mons. Orbegozo y los sacerdotes deseaban con ahínco contar pronto con el seminario, donde se formarían las futuras vocaciones sacerdotales nacidas de entre los jóvenes de las tres provincias. Era ese el deseo de la Santa Sede cuando creaba una prelatura nullius. El fundador del Opus Dei lo tenía muy presente en su corazón, en su oración y en su mortificación [53]. Ignacio María de Orbegozo, con los vicarios y algunos sacerdotes que se encargarían de la marcha del futuro seminario, fueron preparando un borrador con anotaciones generales sobre la ubicación, aspectos financieros, selección de los futuros candidatos, etc.
La preocupación y las ansias de contar con el seminario menor de la Prelatura no eran una quimera ni una obsesión enfermiza. La crisis postconciliar del Vaticano II en lo referente a las vocaciones sacerdotales se dejaba sentir también en el Perú. Se cerraban los seminarios y, en particular, se tenía cierta «aversión» a los seminarios menores como algo desfasado y sin futuro, además de antipedagógico [54]. Favorecía estas apreciaciones el desaliento de algunos sacerdotes que vivían pesimistas y desencantados por el cariz negativo, según ellos, que tomaban los sucesos eclesiásticos con respecto a los seminarios.
Se descartó la posibilidad de edificar el seminario en la sede de la Prelatura, la ciudad de Yauyos; los centros de abastecimiento de materiales estaban tan alejados de la ciudad que resultaba imposible toda construcción de un edificio que no fuera con adobe. Aparte de esto, los futuros alumnos del colegio-seminario que vinieran de la provincia de Huarochirí, tendrían que dar un rodeo de varios días para llegar a Yauyos o cabalgar doce horas o más por los Andes, con alturas de 4.000 m. Ignacio de Orbegozo pensó en una solución más asequible y hacedera: trasladar la sede de Yauyos a la ciudad de Matucana, de la Provincia de Huarochirí, ciudad a 30 km de Lima, que pertenecía a la jurisdicción de la Prelatura, lo que haría más viable la construcción, y además permitiría mantener un contacto fluido con la Arquidiócesis de Lima [55].
A la entrada de la ciudad de Matucana, cerca del río, había un terreno de propiedad de la parroquia. Se pensó que serviría para el efecto. Llegaron las lluvias abundantes, desbordó el río y arrasó con el terreno, que dejó lleno de barro y piedras grandes. Nadie, pasado el primer infortunio, se inquietó ni se desazonó. La Providencia divina tenía otros caminos.
Mons. Orbegozo no cejaba en el empeño. Al poco tiempo se le presentó una oportunidad inmejorable: solicitar la modificación de los límites territoriales, anexionando la Provincia civil de Cañete a la Prelatura de Yauyos y trasladando la sede a San Vicente de Cañete; esta ciudad ofrecía todas las ventajas y garantías deseadas para el futuro seminario, tanto menor como mayor.
Mons. Orbegozo veía satisfechos sus deseos: cercanía con Lima, floreciente agricultura en un valle generoso, estupenda ubicación y clima benigno.
El día 15 de agosto de 1961, Orbegozo envió, a través de la nunciatura, una «Memoria sobre la conveniencia de la modificación de los límites territoriales de esta Prelatura nullius de Yauyos, incluyendo dentro de su territorio y jurisdicción la Provincia civil de Cañete». El 17 de febrero del año 1962, mons. Romolo Carboni, nuncio apostólico del Perú, notificaba a mons. Orbegozo que el Santo Padre Juan XXXIII se había dignado modificar los confines entre la Arquidiócesis de Lima y la Prelatura nullius de Yauyos [56]. Mientras tanto, la Sagrada Congregación Consistorial, por decreto Ad tutius consulendum, del 24 de marzo de 1962, cambiaba los límites de la circunscripción eclesiástica uniendo la Provincia de Cañete a la Prelatura de Yauyos [57]. La sede estaría radicada en la ciudad de San Vicente de Cañete. La iglesia matriz pasó a ser la catedral.
Con motivo del traslado de la sede de Yauyos a Cañete, el nuncio apostólico manifestaba a Ignacio María de Orbegozo lo siguiente:
Considero oportuno hacer presente desde ahora la necesidad de que se tomen las medidas pertinentes, una vez ejecutada la presente disposición, a fin de que las finalidades con la nueva organización de la Prelatura, sean llevadas a la práctica, sobre todo, por lo que se refiere a la atención espiritual del valle de Cañete, que Vuestra Excelencia tan precisamente ha puesto de relieve. Tengo motivos para suponer que el Revmo. Prelado proveerá, entre otras cosas, a traer del extranjero los sacerdotes, con que contaba, y afrontará, igualmente, a la brevedad posible, el problema del seminario, fomentando convenientemente, las vocaciones sacerdotales locales. Es de esperar, además, que el traslado a la nueva Sede de Cañete sea el comienzo, dada la menor dificultad de las comunicaciones, de un incremento de las obras de apostolado en los pueblos de la Prelatura [58].
Mons. Orbegozo no echó en saco roto las disposiciones de la nunciatura. Entre los años 1962 y 1968, llegaron más sacerdotes, y otros, residentes de tiempo en Yauyos y Huarochirí, se trasladaron a Cañete [59]. Así se continuaron los trabajos ya iniciados: catequesis, misiones populares, atención a los acólitos, desarrollo comunal de los pueblos, asistencia médica, ayuda de ropa y comida a los más necesitados [60] y, muy en especial e intensivamente, la construcción del seminario menor de la Prelatura.
A mediados del mes de marzo del año 1962, Orbegozo celebraba en la inacabada catedral de Cañete los Oficios de la Semana Santa. A los dos años aproximadamente de residir en la sede de Cañete, el 25 de enero de 1964, fue consagrado obispo [61].
Una vez establecidos en la sede de Cañete, en el año 1962, mons. Orbegozo convocó a sus vicarios y a los sacerdotes y les expuso las prioridades apostólicas que había que tener en cuenta:
Lo referente al Culto divino, preparación, dignidad… Y, junto con esto, la administración (llamémosla «burocracia», aunque él no dijo esta palabra): los libros, las cuentas, etc. 2. Toda la dedicación posible a la promoción de Vocaciones Sacerdotales: padres, maestros, alumnos acólitos, Pre-seminario, Seminario… 3. La administración transparente de la Ayuda de Cáritas. Después de esto, si os queda tiempo y ganas, todo lo que a vosotros se os ocurra [62].
Una de las primeras solicitudes de Ignacio Orbegozo fue organizar la curia, creando las oficinas eclesiásticas correspondientes; simultáneamente, terminar las obras en la catedral, su remodelación y ornato y, sin cansancio ni descanso, levantar el edificio del seminario menor de la Prelatura, pues en todas las parroquias estaban madurando ya las posibles vocaciones al sacerdocio, «salidas de entre esos inditos» [63].
El Concilio Vaticano II (1962-1965) había dado inicio a sus sesiones. Mons. Orbegozo intervino en una de ellas, hablando del matrimonio y de la santidad de la familia, con gran atención por parte de la asamblea, por la brevedad y precisión con que expuso el tema. Escribía al respecto a los sacerdotes de Yauyos: «Ayer intervino el Prelado de Yauyos sobre el asuntillo del matrimonio y la santidad de la familia… ¡Esta vez, deprisa y todo, se sopló los diez minutos de ley! Y si me hubieran dejado decir en castellano y sin reloj… ¡aún estaría allí y no se hubieran aburrido los más!» [64]. Siguiendo las fechas de las cartas que enviaba desde Roma, Orbegozo no paraba de notificar a sus sacerdotes los sucesos del Concilio, los encuentros con san Josemaría y, también, las gestiones que estaba realizando con el fin de conseguir los medios económicos necesarios para terminar las obras de la catedral y del seminario menor de Cañete.
La Prelatura estaba atendida en lo espiritual y en lo pastoral [65]. Ahora, había que abocarse, urgentemente, a edificar el seminario. Había niños seleccionados ypreparados…; sólo faltaba el edificio [66]. Un arquitecto tenía listos los planos y la empresa constructora estaba dispuesta a dar inicio el trabajo. Pero todavía no se había encontrado el terreno apto para levantar el seminario menor en el Valle de Cañete.
El sueño del seminario hecho realidad
El prelado, con el vicario general y un ingeniero, se lanzaron a recorrer el Valle de Cañete inspeccionando todas las ofertas. No hubo manera de encontrar una adecuada. Empezaban las dificultades y contratiempos, cosa por demás connatural en tareas de esta índole cuando se está en busca de terrenos para una construcción de la magnitud de un seminario. No se desanimaron. Siguieron indagando. Examinaron un terreno que un hacendado del Valle les había ofrecido. Vieron el terreno… Se descartó, tanto por la proximidad de la pista, como por los ruidos del tránsito vehicular por donde pasaban, constantemente, ómnibus de pasajeros, camiones repletos de productos agrícolas, automóviles que emitían ruidos constantes y ensordecedores… La prudencia aconsejaba renunciar a la oferta.
La hacienda Montalbán, situada a las afueras de la ciudad de Cañete, disponía de un terreno que parecía apto. Mas al realizar las perforaciones para comprobar el estado del subsuelo, apareció agua. A empezar otra vez.
Viajando en el ómnibus de San Vicente a la ciudad de Yauyos, entre la ciudad de Imperial y Nuevo Imperial, los hacendados del valle habían construido un colegio para sus hijos, tan imponente y bien ubicado que se llevaba las miradas de los que por allí transitaban. El colegio se denominaba San Patricio.
Llevaba años abandonado, pues los hijos de los hacendados habían crecido y estaban viviendo en la ciudad de Lima. El colegio, en sus tiempos, gozaba de prestigio. Algunos aspectos llamaban la atención. El director y algunos profesores procedían de Inglaterra y hablaban exclusivamente el inglés, y entre los implementos educativos no faltaba una sala de ballet con barras y espejos en abundancia. Toda una novedad educativa en los años cincuenta.
Mons. Orbegozo con sus acompañantes verificaron el buen estado del colegio. Construyendo dos pabellones para dormitorio –se decían–, un comedor, cocina y la casa para las religiosas que, en un principio, atenderían la manutención, el lavado de ropa y la limpieza de las zonas de la dirección, serviría de maravilla para el caso. En una reunión con los hacendados dueños del colegio, Orbegozo, con audacia, ante la sorpresa de algunos un poco renuentes a conceder gratuitamente el plantel, pidió que cedieran el edificio en cuestión para el futuro seminario menor, pues, además de demostrar su buen talante y disponibilidad en bien de la Prelatura, contribuirían al resurgimiento de las vocaciones sacerdotales y, en consecuencia, al bien espiritual de la Prelatura. En estas condiciones, él se encargaría de edificar todo lo demás. Lo dieron desinteresadamente.
Comenzaron las obras y el 14 de abril de 1964, el flamante ColegioSeminario Nuestra Señora del Valle abría sus puertas a cuarenta muchachos procedentes de las parroquias de las tres Provincias. Se puede imaginar la alegría de mons. Ignacio María de Orbegozo y de los sacerdotes. Por fin el seminario, con la ayuda de la oración, la mortificación y el aliento constante de san Josemaría, de los sacerdotes, de los fieles y de tantas personas que rezaban por tal intención, se había hecho realidad [67].
En años sucesivos el número de alumnos fue creciendo. Se construyeron nuevos edificios, se implantaron los estudios de secundaria completos.
En los cinco primeros años de funcionamiento (1964-1968), siendo obispo de Yauyos mons. Orbegozo, pasaron por el seminario menor ciento cincuenta alumnos. Cuando se abrió el Seminario Mayor Academia San José, en Cañete, el 4 de abril de 1971, los cinco únicos alumnos que pasaron a estudiar en él habían salido del pre-seminario. El 28 de Junio de 1978 tuvo lugar la primera ordenación de sacerdotes y diáconos [68].
Actividades de promoción y desarrollo
Todo el conjunto de la labor realizada en la Prelatura tenía amplia incidencia en la promoción y desarrollo de la zona y sus gentes. Además se promovieron actividades específicamente dirigidas a este fin.
Durante el tiempo en que Orbegozo asistía a las sesiones del Concilio Vaticano II, tuvo ocasión de conversar con el fundador del Opus Dei, como era lógico, sobre diversos aspectos de las tareas que se desarrollaban en la Prelatura territorial confiada al Opus Dei [69]. La incorporación de la Provincia de Cañete, valle predominantemente agrícola, a ciento ochenta km de Lima, ofrecía la oportunidad de realizar tareas específicas: la escuela radiofónica, que llegaría a todos los pueblos de las alturas andinas, posibilitando la formación humana y técnica de los campesinos y de las mujeres. San Josemaría tenía mucho interés en que fieles del Opus Dei, en ejercicio de su profesión, acometieran obras para el desarrollo espiritual y humano de la gente. Evidentemente, no serían actividades sacerdotales ni labores propias de la Prelatura nullius. Serían iniciativas profesionales de carácter civil, cuya atención sacerdotal estaría encomendada al Opus Dei, que garantizaba la rectitud doctrinal de las enseñanzas que se impartían en ellas. Para el desarrollo económico, social, cultural y también cristiano de la Prelatura de Yauyos, estos proyectos llevados por laicos profesionales fueron de gran ayuda.
Escuela Hogar Condoray
Tres mujeres peruanas pertenecientes al Opus Dei, llegaron a Cañete con un propósito muy claro: llevar a cabo un proyecto de promoción social, en el ámbito civil, que revalorizara el trabajo de la mujer de esas tierras e incrementara su progreso en todos los terrenos, desde el más humano hasta el espiritual. Era el 23 de mayo de 1963. Se instalaron en una casa muy rústica a pocos metros de la Plaza de Armas, y desde entonces dio inicio el proyecto a favor de los sectores más necesitados del Valle de Cañete, con atención preponderante a la mujer. Condoray empezó como escuela-hogar, comenzando por las mujeres campesinas del valle de Cañete. Después, su actividad se extendió a las jóvenes de San Vicente, Imperial, Nuevo Imperial, Boca Río, Cochahuasí y a las obreras de las haciendas del contorno de la ciudad de Cañete. Recibían clases de artesanía, costura y cocina, para mejorar la atención de sus familias y dar la posibilidad de crear pequeñas empresas con las que potenciar la economía doméstica. La mujer de las haciendas del valle de Cañete, procedente en su mayoría de la serranía, vivía con su esposo e hijos en forma muy precaria y rudimentaria, aislada de la formación que gozaba la que vivía en la costa, con instituciones y colegios que brindaban una educación consistente y duradera. La mujer de la sierra, en general, asistía poco a la escuela de su pueblo, pues desde pequeña debía apoyar a sus padres en las labores de la casa –cocinar, lavar, barrer, cuidar de los hermanitos– y, a la vez, recoger leña, cortar pasto para los animales domésticos y llevar las ovejas a pacer, mientras no dejaba de hilar el copo de lana para la confección de prendas de vestir. Se explica la obnubilación que sufría y la reducida capacidad profesional que poseía. «Comenzar esta tarea sin medios humanos ni materiales, no fue fácil –afirma Bibiana Ingar, educadora familiar–. Tuvimos que buscar una a una a las campesinas en sus pueblos. Debimos romper su desconfianza y la mentalidad de que capacitarse era perder el tiempo» [70].
A partir de la Reforma Agraria (1970), al afectarse las haciendas y convertirse en cooperativas agrarias de producción, Condoray realizó una intensa actividad entre las mujeres de las nuevas unidades agrícolas del Valle.
Son miles las mujeres que adquirieron capacitación en Condoray. La Escuela Hogar se transformó primero en un centro de formación para la mujer, para dar lugar, más tarde, a un centro de educación ocupacional, que facilitaría seguir las carreras técnicas con valor oficial, y a un instituto de educación superior. No se desatendió, sin embargo, el ámbito rural; por medio del Centro de Formación Profesional para la Mujer, se han formado Promotoras rurales, conscientes de que son ellas las que tienen un rol importante en el hogar, en la formación de los hijos y en la promoción social. Además, el Centro de Formación Empresarial para la Mujer (CEFEM) ha impulsado actividades productivas, como Secretariado Ejecutivo, Contabilidad y Administración de Servicios de Hostelería, que impulsan las mismas mujeres de Cañete en beneficio de sus familias [71].
Instituto Rural Valle Grande
El Instituto Rural Valle Grande tiene en sus inicios una historia un tanto singular. Se había regalado a la Prelatura una emisora de radio para reforzar la tarea de evangelización –humana y espiritual–, que la Prelatura de Yauyos venía desarrollando desde el año 1957. Ignacio María de Orbegozo encargó a Enrique Pélach que pusiera en marcha este medio de comunicación y que viajara a Colombia para conocer la labor que desarrollaban en este sentido las Escuelas Radiofónicas Populares Americanas (ERPA), que allí funcionaban para toda América Latina con resultados muy halagüeños [72].
De manera provisional, se instaló el equipo de la emisora en un ambiente adecuado del seminario menor. Emitía en onda corta con una potencia de 1 kw, denominada Onda Corta Tropical, la más adecuada para penetrar en lo más profundo de las quebradas de Yauyos y Huarochirí.
Mons. Orbegozo, estando en Roma, habló del asunto con el fundador del Opus Dei y éste le aseguró, con el afecto que tenía por los asuntos de la Prelatura, que mandaría tres seglares profesionales y quizá más, lo que Orbegozo manifestaba con alegría en una carta a sus sacerdotes, informándoles de que había hecho ya contacto con tres seglares entendidos en los asuntos de emisoras y megafonía [73].
En el año 1965 llegaron tres ingenieros procedentes de España para sacar adelante un proyecto social de promoción del pequeño agricultor de la Prelatura de Yauyos, Cañete y Huarochirí. La emisora se denominó Radio ERPA (Escuela Radiofónica Popular Americana). ERPA inició sus trabajos, preparando materiales didácticos, grabando programas radiales y tomando contacto con las diversas comunidades de Yauyos y Huarochirí. Después, Cañete se añadiría a esta red. Se instalaron los receptores de radio en las poblaciones campesinas, conjuntamente con una pequeña biblioteca que contenía las conocidas y prácticas cartillas que trataban de temas agrícolas y ganaderos, salud e higiene, economía y matemática elemental, que posteriormente se ampliaron a temas de cocina, repostería, hogar y familia. En las visitas que se hacían en cada comunidad se solían dejar herramientas de trabajo, como lampas –azadas– y rastrillos e implementos para otras prácticas, como colmenas de abejas para la apicultura [74]. Estas visitas técnicas se fueron complementando con clases demostrativas, lo cual fue enriqueciendo la enseñanza presencial; por ello, las diversas escuelas radiofónicas –más de trescientas–, instaladas en los diversas zonas agrarias de la Prelatura, cambiaron su nombre por el de Instituto Rural de Formación Acelerada (IRFA). Empezaron a aplicarse mejores métodos de enseñanza agrícola, como reuniones de demostración y cursos de capacitación de tres días. Ayudó a esta tarea en gran manera la construcción de la primera residencia de alumnos en la ciudad de Cañete.
Al poner en función la emisora de radio, se buscó la colaboración de los auxiliares de ERPA, denominados profesores radiofónicos, los cuales tenían la misión de reunir a los pobladores del lugar y apoyar el ejercicio de lo que se dictaba por la emisora de radio desde Cañete. Por lo general este auxiliar de ERPA era el profesor/a del pueblo o alguien de cierto nivel cultural. Estos auxiliares fueron gravitantes para el éxito de ERPA y se vio necesario capacitarlos para mejorar su labor. Para tal fin, en 1966 se organizó el Congreso de Escuelas Radiofónicas en Cañete, con la asistencia de cien colaboradores, hecho que permitió recopilar experiencias para mejorar los perfiles de formación. Por lo complicado de las distancias y vías de acceso, se visitaba cada escuela radiofónica tres o cuatro veces por año; la afluencia de alumnos era variable según el lugar y las circunstancias [75].
Adjuntamente a las clases radiales y las visitas a las escuelas radiofónicas, se planificaron campañas de visitas a granjas avícolas de Cañete, que tenían entre mil y cinco mil aves de corral. Los lugares visitados fueron Quilmaná, Buenos Aires, Roma y Cerro Alegre. Hubo visitas de asistencia técnica a agricultores de Cañete, a los cuales se les brindó asesoramiento sobre la utilidad del abono orgánico. El promedio de agricultores atendidos por hacienda fue de seis en los pueblos de Cuiva, Boca del Río, Cerro Azul, Roldán, Quilmaná, Cantagallo, Imperial, La Florida, Mala, Asia y Lunahuaná. En el año 1972, el IRFA se rebautizó como ERPA y se convirtió en Radio Estrella del Sur, una emisora local en manos de una empresa radial, con programas de formación humana y religiosa, noticieros agrícolas, asesoramiento. Tuvo buena y dilatada aceptación.
El Instituto Rural Valle Grande delineó sus fines y objetivos: «Desarrollar la capacidad, estimular la creatividad y potenciar el liderazgo de las personas del campo, de modo que asuman el rol de promotores del verdadero desarrollo de su comunidad. Con este fin realiza actividades de investigación y transferencia de tecnologías productivas y favorece la organización solidaria de los productores agropecuarios logrando que obtengan ventajas competitivas en una economía de libre mercado» [76]. A los treinta años de su creación, el Instituto Rural Valle Grande ha desarrollado varios programas: crea los departamentos de Extensión Agraria, Extensión Pecuaria y Capacitación por medio de diversos ciclos zonales, orientados a pequeños agricultores; abre un laboratorio de análisis de suelos, aguas y foliares; da origen, en 1977, al Servicio de Cooperación a la Asistencia Técnica (SECAT). Pocos años después, en 1984, surge el Programa de Asistencia Técnica Ligada al Crédito, como respuesta del pedido del Banco Agrario del Perú de evaluar más de dos mil solicitudes de crédito de pequeños agricultores.
No sólo se trabaja en el Instituto de Cañete. Una de sus más caras iniciativas es el trabajo y la capacitación de los campesinos en los mismos lugares donde viven y trabajan. Se crea el Instituto Técnico de Educación Superior que da el título de Técnico en Producción Agraria a jóvenes hijos de agricultores de Cañete y Provincias aledañas. Establece un Programa de Formación de Técnicos Comunales, y se preocupa de gestionar la sanidad agraria en el Valle de Cañete. La instrucción que imparte Valle Grande no sólo se reduce a los campesinos de la Prelatura, sino que su influencia educativa de formación y promoción se extiende directamente por áreas de Lima e Ica y, a través del empuje de sus egresados, llega a las regiones de Piura, Lambayeque, la Libertad, Ancash, Junín, Cusco, Apurimac y Arequipa.
Madre del Amor Hermoso
San Josemaría solía decir que si en algo debían imitarle los fieles del Opus Dei era en el amor a Santa María. Llevado por estos afanes y quereres propios del amor, quiso regalar una imagen de la Virgen Madre del Amor Hermoso a la Prelatura de Yauyos para que mucha gente acudiera al amparo maternal y efectivo de María. Estos eran también los deseos de mons. Ignacio María de Orbegozo. En el oratorio de la casa prelaticia de Yauyos, en los inicios de la Prelatura, se encontraba en una artística hornacina una imagen de la Inmaculada, muy bella. Desde los inicios recibía las oraciones, anhelos y deseos de la labor sacerdotal en la Prelatura de Yauyos. Allí se tenían los retiros mensuales con los sacerdotes y allí se pedía ya a la Virgen María por las futuras vocaciones sacerdotales [77].
Estando en Roma, en el año 1962, Orbegozo conversó con el fundador del Opus Dei y le contó su ilusión por tener una iglesia, amplia y digna, dedicada a la Madre de Dios, donde pudiera ir mucha gente a rezar [78].
En diciembre de 1963, los sacerdotes de la Prelatura recibían una carta de Ignacio María de Orbegozo en la que les contaba del avance de la imagen, e incluía una foto del negativo en barro, que llevaba escrito al reverso de puño y letra de san Josemaría: Sancta Maria Mater Pulchrae Dilectionis, filios tuos adiuva!, die 1 decembris, 1963 [79].
Junto al seminario menor, adyacente a la carretera que va a Lunahuaná, se levantó una ermita pequeña y galana. Una amplia verja de hierro forjado impide que la gente, devota, pueda acercarse a tocar la imagen. Una torre con una campana remata el conjunto[80]. Muchas personas comenzaron a ir diariamente a rezar a la Virgen y a depositarle flores, especialmente en sus festividades y en el llamado Día de la Ermita.
El 25 de noviembre de 1965, se bendijo la imagen de la Madre del Amor Hermoso. Fue un día inefable. Los sacerdotes de la Prelatura concelebraron la Misa. Miles de personas acudieron a la bendición y, la imagen, en una anda adornada de flores, era sostenida por los fieles, que, felices, rezaban y cantaban, llenos de júbilo, a su Madre. La banda de músicos tocaba lo mejor de su repertorio. Chalanes, tocados con poncho de lino y sombrero de jipijapa, abrían la marcha montados en airosos y bizarros caballos de paso.
Mons. Javier Echevarría, actual Prelado del Opus Dei, en una entrevista afirmaba a propósito de la imagen:
Fue una prueba más del cariño de predilección con que san Josemaría miraba a las gentes de esos lugares. Se la encargó a un hijo suyo del Opus Dei, pintor y escultor, que ha trabajado mucho en el terreno del arte sacro. El artista hizo un modelo de barro, siguiendo todas las indicaciones de San Josemaría, que siguió muy de cerca la elaboración. Por ejemplo, quiso que se representara a nuestra Madre con los rasgos típicos de las personas de esos lugares, con el deseo de que las gentes de la Sierra la sintieran muy cercana y acudieran confiadas a su intercesión.
La advocación Madre del Amor Hermoso testimonia lo que principalmente deseaba San Josemaría: que la Santísima Virgen custodie a todos los cristianos, de modo que se santifiquen siguiendo fielmente la llamada de Dios: formando un hogar cristiano, alegre y luminoso, en el que los cónyuges se amen fielmente entre sí y acojan generosamente todos los hijos que el Señor les mande, o en el celibato apostólico, aquellos a los que Dios lleve por este magnífico camino [81].
Mons. Orbegozo estaba exultante con el regalo de san Josemaría. Escribía:
¡Me hace muchísima ilusión! Y me hace feliz ver, por vuestras cartas, la que a vosotros os hace. «Mater Pulchrae Dilectionis»! Ya veo el santuario, y todo el bien que haremos, y sobre todo, que hará la Santísima Virgen entre nuestras gentes. Y, mientras tanto, nuestros seminaristas se formarán en el amor a la Señora del Dulce Nombre, María, y ella los acompañará y querrá hacerlos especialmente buenos y fieles, y, porque se formaron a su lado, bajo su protección maternal, bendecirá muy especialmente sus labores y las llenará de frutos permanentes. Si todos los seres vivos necesitan un corazón, ahí lo tendrá puesto nuestra guapa Prelatura [82].
En el año 1968 se dieron una serie de acontecimientos remarcables. Ignacio María de Orbegozo fue nombrado obispo de la Diócesis de Chiclayo, y el 26 de mayo, en la iglesia prelaticia de San Vicente Mártir, tomaba posesión, como prelado electo de Yauyos, Luis Sánchez-Moreno Lira [83]. Habían transcurrido once años desde aquel memorable 2 de octubre de 1957 en que dio inicio la aventura pastoral de la Prelatura de Yauyos, que seguía la singladura en sus tareas apostólicas con el afecto, la atención y la plegaria constante de san Josemaría.
La historia de la Prelatura de Yauyos continúa. Lo hasta aquí presentado, desde 1957 hasta 1968, constituye una pequeña parte de esa historia.
Los cimientos se han solidificado y las labores, dentro de su continuidad, siguen creciendo. Son cuatro los obispos prelados que han alentado los trabajos y esperanzas de los sacerdotes –la mayoría salidos de estas tierras–, y de la gente de la Prelatura de Yauyos. Sus nombres y logros son de todos conocidos: Ignacio María de Orbegozo y Goicoechea, Luis Sánchez-Moreno Lira, Juan Antonio Ugarte y, por último, Ricardo García García, actual prelado, a quien cupo organizar y dar realce al cincuenta aniversario de la Prelatura.
La historia de las bondades y maravillas de Dios prosigue. En una carta, mons. Orbegozo transcribía estas palabras de san Josemaría para sus «queridos hijos de Yauyos»: «¡Cuánto os quiero, cuánto os deseo, qué hambres siento de seros útil! Si me queréis de verdad cuando estéis por esos cuatro rincones del mundo, sabed siempre ser la prenda de este cariño mío por mis hijos» [84].
Esteban Puig Tarra, unirioja.es/
Notas:
44 Exhortación de mons. Ignacio María de Orbegozo a los párrocos y sacerdotes de la Prelatura, diciembre de 1963, APY, sec. B, carp. 1, doc. 3/63. Las indicaciones propuestas por mons. Orbegozo van dirigidas en tres sentidos bien definidos: la familia, la escuela y la parroquia, fomentando la práctica de la frecuencia sacramental, por la liturgia y por los abundantes recursos pastorales de los párrocos y sacerdotes.
45 Documento-carta de Ignacio María de Orbegozo a los sacerdotes de Yauyos, 19 de marzo de 1959, APY, sec. B, carp. 2, doc. 2/59.
46 El párroco se reunía semanalmente con los acólitos. Después de los cantos, se les daba una charla de formación humana y cristiana. No faltaban el deporte y las excursiones por los alrededores. Se juntaban los acólitos de las diversas parroquias en alegres concentraciones en una parroquia determinada. Causaba grata impresión entre los moradores ver estos numerosos grupos de acólitos, jóvenes y alegres, reunidos en su pueblo. El párroco escogía cada año como mínimo a dos de ellos y –con la conformidad familiar– los enviaba al seminario menor.
47 La estadística existente en el Archivo de la Prelatura referente a la Asociación ADA, recoge los siguientes datos: 13 parroquias contaban con la ADA; 419 niños estaban inscritos en la Asociación, APY, sec. B, carp. 4, doc. 4/1.
48 En poco menos de cinco años se repartieron en la Prelatura un millón seiscientos cuarenta mil ejemplares. Gracias al esfuerzo de los sacerdotes, llegaba hasta todos y cada uno de los pueblos de sus comarcas parroquiales. Llegó a ser la mejor publicación en su género, editada en el Perú. Cfr. Resumen de la labor realizada en la Prelatura nullíus de Yauyos, Huarochirí y Cañete, septiembre de 1967, APY, sec. B, carp. 4, doc. 9/67.
49 Tuvo una duración efímera. Pero Informe, por un tiempo, ofreció un valioso servicio informativo a las familias, tanto de la Prelatura como de las que residían en Lima.
50 Los habitantes de esos lugares se reunían en las iglesias y capillas, y el catequista encargado leía los textos de la Sagrada Escritura del domingo correspondiente. Rezaban con el devocionario que había editado la Prelatura, cantaban y seguían con atención las indicaciones y avisos de la Hoja Dominical.
51 La Pasión de Cañete seguía la tradición de la obra de teatro sagrado al modo de las grandes representaciones de la Pasión de Oberammergau en los Alpes Bávaros o las tradicionales y conocidas como la de Cervera (España), y la Pasión de Ixtapalapa, en la localidad de ese nombre en México.
52 El ambiente donde se representaba la Pasión, se aprovechó, en el año 1991, para levantar un espléndido santuario dedicado a Santa María Madre del Amor Hermoso, trasladando la imagen de su ermita situada al lado del seminario menor, al nuevo edificio mucho más apto para las celebraciones multitudinarias y la acogida de peregrinos. El proscenio mayor se ha transformado en un gran presbiterio, amplio y efectivo, con un espléndido retablo de madera con la hornacina para la imagen de Nuestra Señora Madre del Amor Hermoso. Los dos proscenios laterales, convertidos en sendas capillas, están dedicadas, una a San José Obrero y la otra, a san Josemaría. Cfr. Héctor Francia Cuya, Breve reseña histórica de la Prelatura de Yauyos (1968-2007), en Apuntes para la historia de la Prelatura de Yauyos y grandes temas de la Teología Latinoamericana (1500-1899). Curso Teológico Conmemorativo en las Bodas de Oro de la Prelatura de Yauyos. VIII Curso Teológico. Lunahuaná, 17 al 20 de Julio de 2007, San Vicente de Cañete, Publicaciones Prelatura de Yauyos, 2007, p. 162.
53 Mons. Herranz manifiesta: «Yo vi partir a Ignacio de Roma en 1957, con la bendición y el abrazo del Padre, quien añadió una afectuosa consideración que recuerdo más o menos resumida en estas palabras: –Tú sabes cómo gobernar. Pero yo, en tu lugar, me preocuparía sobre todo de tener cuanto antes un seminario». Herranz, En las afueras, p. 394. Desde los primeros días de haber tomado posesión de la Prelatura, los sacerdotes se movieron en este sentido. Su deseo y su trabajo era contar con sacerdotes nativos, salidos de la Prelatura, bien formados en el estudio, en la piedad y en el apostolado, que aseguraran la continuidad de la atención sacerdotal.
54 Cfr. relación testimonial del promotor de las vocaciones sacerdotales de la Prelatura, en una reunión en Lima, convocada por la Conferencia Episcopal peruana sobre los jóvenes procedentes de la sierra que ingresaron en el Colegio-Seminario Nuestra Señora del Valle en régimen de internado, APY, sec. B, carp. 10, doc. 5/65.
55 En diciembre del año 1959, Orbegozo enviaba al nuncio apostólico de Lima, Romolo Carboni, una Memoria sobre la conveniencia del traslado de la Sede de la Prelatura de Yauyos a la ciudad de Matucana, en la que escribía: «Son muchas las razones –de orden apostólico y de orden económico– que aconsejan dicho traslado. Y estoy convencido de que, si se considera procedente, será para mucho bien de la Santa Iglesia y de las almas que tengo confiadas en esta Prelatura». La respuesta afirmativa por parte de la Santa Sede llegó el 23 de mayo de 1960 con el decreto de la S. Congregación Consistorial Quo munera nº 479/60, APY, sec. A, carp. 6, doc. 6/62.
56 Protocolo 617/62, APY, sec. A, carp. 6, doc. 7/62.
57 APY, sec. A, carp. 6, doc. 8/62.
58 Carta del nuncio apostólico en el Perú, Romolo Carboni a Ignacio María de Orbegozo, 7 de febrero de 1962, Prot. No. 617/62. Al pie de la misma, de puño y letra, decía el nuncio: «P.S. Querido Monseñor, la Santa Sede desea que Usted traiga al Perú muchos sacerdotes del Opus Dei de otros Países. R.C.», APY, sec. A, carp. 6, doc. 9/62.
59 En la Provincia de Cañete, en Cerro Alegre, trabajaron los sacerdotes y hermanos de los Clérigos de San Viator, procedentes de Canadá. En las parroquias de Imperial, Mala y San Antonio, estaban sacerdotes diocesanos de la Arquidiócesis de Lima que, al agregarse la Provincia de Cañete a la Prelatura de Yauyos, prefirieron quedarse en ella. En la Provincia de Huarochirí había tan sólo tres sacerdotes: Francis Kennard, estadounidense, en la ciudad de Huarochirí; Marcelo de la Cruz, en Matucana y Rómulo del Águila, en San Mateo de Huanchor. Relación testimonial de Alfonso Fernández Galiana, Vigo, 22 de abril de 2006, APY, sec. B, carp. 3, doc. 3/60.
60 Cfr. Puig Tarrats, Inicios, pp. 117ss. Vid. nota 45.
61 Cfr. Vázquez de Prada, El Fundador, p. 388, nota 214. San Josemaría, el mismo día de la ordenación episcopal de Orbegozo, mandó el siguiente telegrama lleno de gozo y alegría: «Mons. Orbegozo Pardo 298 Miraflores Lima Perú. Gran cariño encomiéndote hoy pidiendo al Señor Mediación Santísima Virgen, haga de ti Obispo santo Fecundísimo Apostolado Stop Unido alegría todos esos hijos míos sacerdotes Prelatura os envío a todos Efusiva Paternal Bendición Ad Multos Annos Mariano», APY, sec. B, carp. 1, doc. 11/64.
62 Relación testimonial de Alfonso Fernández Galiana, vicario general de la Provincia de Huarochirí, quien transcribe, el 6 de septiembre de 2006, los puntos que les señaló mons. Orbegozo, APY, sec. C, carp. 7, doc. 2/62.
63 «Os encomiendo cada día, y pido especialmente por esos niños que estáis preparando: ya sueño con las vocaciones sacerdotales para la Prelatura de Yauyos, salidas de entre esos inditos. El trabajo quizá no será fácil, pero veo que es acertadísimo y, al fin, fecundo para el porvenir religioso de esas tierras». Carta de san Josemaría a Ignacio María de Orbegozo, Roma, 16 de febrero de 1960, APY, sec. C, carp. 1, doc. 2/60.
64 Carta de Ignacio María de Orbegozo a los sacerdotes de la Prelatura, Roma, 1 de octubre de 1965, APY, sec. C, carp. 5, doc. 1/65.
65 Impresiona la actividad que desarrollaron los sacerdotes en todos los órdenes. No es posible aquí y ahora presentar los escritos testimoniales guardados en el Archivo de la Prelatura de todos y cada uno de los sacerdotes; he incluido, tan sólo y concentrados en este artículo, los de cuatro sacerdotes que trabajaron en las Provincias de Yauyos, Huarochirí y Cañete, que escriben en sus respectivas parroquias y que son, en general, manifestación de lo mismo que realizaban los párrocos en toda la Prelatura, APY, sec. C, carp. 7, doc. 2/58-68.
66 «El Pre-Seminario va marchando, con apuros de dinero por cierto; aún así espero que con la ayuda del Señor podamos inaugurarlo en abril [...]. Tenemos un montón de niños matriculados esperando». Carta de mons. Ignacio María de Orbegozo a su hermana Rosario Orbegozo, Cañete, 28 de enero de 1964, APY, sec. B, carp. 10, doc. 12/4.
67 Mons. Orbegozo preparó un pequeño Reglamento, que es un dechado de normas factibles, estimulantes, muy humanas y muy divinas. Está estructurado en tres apartados: Piedad, Estudio y Vida de Familia, APY, sec. B, carp. 10, doc. 1/64. Desde Roma, el 26 de octubre de 1964, a los seis meses de la inauguración del pre-seminario, mons. Ignacio María de Orbegozo escribía al vicario general Enrique Pélach: «Las noticias –tuyas y de Esteban– acerca del colegio y de los críos y de las obras, me hacen feliz. ¡Qué ganas tengo de veros! Decid a los peques cuanto queráis de mi parte, siempre os quedaréis cortos: son las niñas de mis ojos. ¡Cuánto pido por ellos, con cuánta ilusión les encomiendo a la Santísima Virgen Madre de Amor Hermoso, cuánta ilusión tiene el Padre en esa tarea vuestra y de todos!», APY, sec. B, carp. 10, doc. 2/64.
68 Los presbíteros son: José María Ortega Trinidad, actual obispo de Juli;. Ángel Ortega Trinidad, canónigo de la catedral de Lima; Víctor Luis Huapaya Quispe, canciller de la Prelatura y miembro del Tribunal Eclesiástico del arzobispado de Lima, y Luis Miguel Ubillús Pasco, ya fallecido. Los tres primeros fueron alumnos del seminario menor. Orbegozo fue trasladado en el año 1968 a la Diócesis de Chiclayo, donde impulsó las vocaciones sacerdotales y ordenó a varios sacerdotes. Mirando sin apasionamiento hay que reconocer que, en la Prelatura y desde la Prelatura, se dio un renacer de vocaciones sacerdotales en el Perú. Cfr. Vicente Pazos, San Josemaría Escrivá y el renacer de vocaciones sacerdotales en el Perú, en Apuntes para la historia, pp. 217-244. Hay que destacar el número de sacerdotes, hasta el momento cincuenta y seis, que han salido de la Prelatura y ocupan cargos de importancia en diócesis de otros países: Ecuador, Argentina, Estados Unidos; y en varias del Perú: Piura, Camaná, Juli, Ayacucho, Chosica, Lima y Arequipa. Un buen número de ellos han seguido estudios en universidades eclesiásticas de Roma y de España, regresando con títulos de doctor y licenciado en las diversas disciplinas eclesiásticas. Han sido consagrados obispos: Enrique Pélach i Feliu nombrado obispo de la Diócesis de Abancay; Mario Busquets Jordá, obispo de la Prelatura de Chuquibambilla, con sede en Camaná, y José María Ortega Trinidad, obispo de Juli, ya citado. Luis Sánchez-Moreno Lira, Prelado de Yauyos (1968-1996), en una conversación sostenida con él el 21 de Junio de 2007 en la residencia Olivares, en Lima, comentó que san Josemaría había dicho, en los inicios de la Prelatura, que al cabo de veinte años tendrían las primeras vocaciones sacerdotales. Cfr. Francia Cuya Breve reseña, p. 176.
69 Son elocuentes, en este sentido, las cartas que Orbegozo escribía desde Roma a los sacerdotes de la Prelatura en tiempos del Concilio, para dar cuenta de las inquietudes y el afecto con que san Josemaría se interesaba por todas las cosas de la Prelatura. Cfr, APY, sec. C, carp. 5, doc. 12/65.
70 Marisa Aguirre – Diana Celi, Condoray 35 años, 1963-1998, Cañete, Oficina de Relaciones Públicas de Condoray, p. 8.
71 Cfr. Aguirre – Celi, Condoray, pp. 1-24.
72 «Encantado con las noticias [...] –escribía al vicario general de la Prelatura–, acerca de la emisora. Con esto y un dinerillo –poco sin duda– que estoy intentando sacar para nuestras escuelitas radiofónicas, para instalarlas o ayudar algo a ello en las parroquias, también haremos “ruido” y del bueno. ¡Está claro que el Señor y su Santísima Madre están descaradamente de nuestra parte!». Carta de Ignacio María de Orbegozo al vicario general de la Prelatura, Roma, 26 de octubre de 1964, APY, sec. B, carp. 4, doc. 5/64.
73 Carta de Ignacio María de Orbegozo a los sacerdotes de la Prelatura, Roma, 12 de noviembre de 1963, APY, sec. C, carp. 5, doc. 12/63; Carta de Ignacio María de Orbegozo al vicario general Enrique Pélach, Roma, 19 de octubre de 1963, APY, sec. B, carp. 4, doc. 11/63.
74 Yauyos comprende cincuenta y siete comunidades donde, en sus precarios y reducidos campos de cultivo, se siembran papas, olluco (papa lisa), mashca (harina de cebada tostada), oca (tubérculo comestible), maíz miláceo, cebada, trigo, alfalfa y frutales. Predominan en la región la crianza de llamas, alpacas, ovejas y ganado vacuno. Los campesinos reciben capacitación en aspectos básicos de ganadería, agricultura y aplicación de plantas aromáticas y medicinales, que les ayudan a proporcionar mejores ingresos a sus familias. También en Yauyos se inició el Programa de Cultivos Andinos, con el que se busca recuperar la biodiversidad y el consumo de productos autóctonos. A la vez, entre los agricultores del Valle, a través de la Escuela Agraria de Cañete, surgió la producción de espárrago, algodón orgánico, camote (boniato), papa, vid, manzano, melocotón y mandarina.
75 En Yauyos acudían un promedio de trece alumnos por sesión radial; además se llegó a tener empadronados a quinientos alumnos (entre hombres y mujeres) en zonas como Tomas, Alis, Miraflores, Omas, Pilas, Huantán, Cusi, Pampas y Cachuy. En Huarochirí hubo once alumnos por sesión radial procedentes de zonas como Lahuaytambo, San Pedro de Matará, Callahuanca, Carampoma, Huachupampa, Chatacancha, Langa, San Damián, Huillaque y Canlle. En Cañete asistían un promedio de diez alumnos por sesión radial provenientes de zonas como Coallo, Calango, Catas, Aspitia, Socsi, San Jerónimo, Caltopa, Paullo, La Encañada, Asia y San Antonio de Mala.
76 El Instituto Rural Valle Grande es una iniciativa de PROSIP (Promotora de Obras Sociales y de Instrucción Popular). Cfr. Valle Grande Instituto Rural, Cañete, Valle Grande, 2002.
77 Actualmente la imagen se halla en el oratorio de Santa María Reina en el Pre-Seminario Nuestra Señora del Valle de Cañete. Es muy significativo el hecho de poner la imagen en el seminario menor de la Prelatura, donde se forman los futuros sacerdotes.
78 «Pide, –decía en una carta– y haz que pidan muchas personas particularmente por el PreSeminario; y por otra intención nueva: una iglesia remaja que queremos hacer para dedicarla a Santa María Madre del Amor Hermoso y que presidirá una imagen regia que por encargo del Padre me está haciendo Manolo Caballero en Roma». Carta de Ignacio María de Orbegozo a su hermana Rosario Orbegozo, Cañete, 28 de enero de 1964, APY, sec. C, carp. 6, doc. 14/64.
79 APY, sec. B, carp. 4, doc. 12/63.
80 El tan deseado proyecto de mons. Orbegozo de levantar un santuario grande y digno a la Madre del Amor Hermoso correspondió llevarlo a cabo a Luis Sánchez-Moreno Lira, segundo Prelado de Yauyos, quien, en el año 1991, trasladó la imagen al nuevo santuario, ubicado en la ciudad de San Vicente de Cañete. Cfr. Francia Cuya, Breve reseña, p. 162.
81 Entrevista a Mons. Javier Echevarría, en «La Capellanía Informa», Piura, Universidad de Piura, n. 207, junio de 2004.
82 Carta de Ignacio María de Orbegozo a los sacerdotes de la Prelatura, Roma, 21 de noviembre de 1965, APY, sec. C, carp. 5, doc. 15/65.
83 Cfr. Acta de toma de posesión de la Prelatura de Yauyos por el Excmo. y Rvdmo. Mons. Luis Sánchez-Moreno Lira, Obispo Titular de Nilópolis, APY, sec B, carp. 2, doc. 2/68.
84 Palabras de san Josemaría en una carta de Ignacio María de Orbegozo a los sacerdotes de Yauyos, 12 de octubre de 1963, APY, sec. C, carp. 5, doc. 1/63.
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