3 Cómo mirar el fenómeno de la vitalidad
Esta investigación pretende arrojar luz sobre aquellos aspectos del espacio público que escapan muchas veces a los ojos de políticos y diseñadores, y que rara vez aparecen en los planos, pero que en el día a día de todos nosotros, proporcionan calidad de vida. Para ello, se discuten a continuación, distintas dialécticas a la hora de entender la vitalidad del espacio publico, la del diseñador, el político y el ciudadano (punto 3.1) así como la perspectiva que compartimos cada uno como persona individual (punto 3.2) y como miembro de un colectivo (punto 3.3).
3.1. Tensiones entre la perspectiva del diseñador, del político y del ciudadano
La Cecla, en su libro «Against Architecture» discute muchos de los errores que los arquitectos han cometido en las últimas décadas, sobre todo en lo que al diseño de la ciudad se refiere, y la falta de empatía con la sociedad, con los ciudadanos.
“On the one hand, there has never been a more propitious moment than now to revisit the question of architecture’s social responsibilities, but on the other hand, the gap that exists between the specialized discourses of planning, architecture, political process, and the public has never been so great.” [3] (La Cecla, 2012, p. 17).
Augé (1995) en una línea parecida, critica cómo muchos arquitectos pioneros o líderes intelectuales, se han convertido en estrellas de fama internacional, más preocupados por figurar en la red mundial de “arquitectura estrella” que de realizar obras y crear una ciudad mejor adaptada y más adecuada para sus ciudadanos. [4]
Hay una problemática evidente en los procesos de toma de decisión para valorar cómo se debe tener en cuenta la opinión y la necesidad de los ciudadanos. El diseñador, con su propia opinión formada sobre cómo deben ser las cosas, debe enfrentarse a la dura cuestión de que al fin y al cabo está diseñando para otros, y más aún en la escala de ciudad, para un grupo colectivo de ciudadanos. Y he aquí la dificultad de la cuestión: cómo incorporar la sabiduría u opinión ciudadana, de forma que no debilite lo que como expertos consideramos la solución ideal. Cómo deshacernos de nuestro ego de “expertos” para crear espacios que verdaderamente se adapten a los gustos y necesidades de los que los van a utilizar.
Un reto o dificultad añadida a la dualidad diseñador-ciudadano, es la de encontrar un equilibrio entre los intereses del empresario/político y los de la ciudadanía, encontrar un equilibrio entre diseñar un espacio vital desde el punto de vista de la rentabilidad económica pero también de la integridad social. Zukin (2010) critica cómo los responsables políticos se han olvidado de los “orígenes” reales de la ciudad. Cuando habla de “orígenes” no hace referencia al grupo que se instaló primero en un barrio, que sería difícil de probar, ya que la ciudad se construye de capas de migraciones históricas; sino de “origen” como derecho moral a la ciudad, como posibilidad de echar raíces en un barrio. Zukin enfatiza el derecho a “habitar” un espacio y no sólo a “consumirlo” como experiencia. Critica las políticas de muchos gobiernos que utilizan la supuesta “autenticidad” de un lugar como estrategia de marketing y el estilo de vida de algunos como un producto con el que lucrarse. “Autenticidad”, continúa Zukin, no es una escenografía de edificios históricos, como en el SoHo, ni un espectáculo de luces, como en Times Square; “it’s a continuous process of living and working, a gradual building of everyday experience, the expectation that neighbors and buildings that are here today will be here tomorrow.” [5] (Zukin, 2010, p. 6).
Vemos por tanto que la definición de qué es un espacio vital puede variar dependiendo de con qué gremio o clase de persona se trate. Un empresario como Amancio Ortega, por ejemplo, podría considerar vital una calle que esté siempre llena de personas, y, a poder ser, personas con cierto nivel económico que puedan
permitirse consumir los productos que él ofrece. Éste será el indicador que él utilice para hacer un estudio de mercado y tomar la decisión de abrir una nueva tienda en un sitio u otro [6]. A Ortega por ejemplo, no le importaría si su tienda hace que la interacción entre vecinos mejore. Pero una socióloga, como Jane Jacobs, te diría que una calle vital es aquélla que, no sólo no está desolada y vacía, sino que es aquélla en la que cualquiera se puede sentir incluido, se puede sentir integrado; por lo tanto medirá la vitalidad no por el número de personas y su nivel socioeconómico, sino por la variedad de personas, y la percepción que éstas tengan sobre aspectos como “seguridad”, “comunidad”, etc.
Ambas definiciones son importantes y necesarias. Un lugar, un espacio público, en un sistema capitalista y democrático, debe saber combinar ambas. Necesitamos de la economía, de las tiendas, de los negocios, para mantener parques y plazas; pero las grandes corporativas no pueden regir la forma en la que se van a utilizar y quién tiene derecho a utilizarlas. A continuación se explicarán dos enfoques en el estudio del espacio urbano: el individual (3.2), que concierne a la percepción individual de cada uno, más asociado con el rol del diseñador o del promotor; y el cívico (3.3), más relacionado con el conjunto de ciudadanos.
La visión individual, asociada al diseñador o experto en un área, que toma las decisiones sin considerar la opinión general, sin mirar más allá de su propio conocimiento, se puede asociar también con una forma determinada no sólo de toma de decisiones, sino de factores o elementos que se estudian para tomar esas decisiones. El principal desacuerdo entre los estudiosos que abogan por un “planeamiento urbano democrático”, es si el factor “democracia” debería ser inherente al proceso de toma de decisiones o a los resultados que son producto de ese proceso. Podríamos argumentar que la democracia como resultado –enfoque individual– tiende a seguir un modelo en el que el que más sabe o el que está en una posición de poder (el urbanista, el arquitecto, el político), está tomando “supuestamente” la mejor decisión, la más adecuada y justa para todo el mundo [7]. Por otro lado, la democracia inherente al proceso de planificación urbana –enfoque cívico– implica que las decisiones se toman mediante la interacción y la puesta en común de distintas personas [8]. Por supuesto, aquí se están polarizando dos situaciones, para su mejor comprensión, a pesar de que en la realidad, y sobre todo en los últimos años, por suerte se dan simultáneamente.
3.2. El acercamiento individual al espacio
Un enfoque individual a la hora de entender la vitalidad del espacio público, hace referencia a la percepción individual que tiene cada individuo del espacio. Aunque todos, como individuos, hacemos nuestra propia interpretación del espacio que nos rodea, este punto de vista es más relevante cuando pensamos en el rol que cumple normalmente el diseñador de un espacio público o de un barrio, el arquitecto o urbanista, puesto que normalmente es él quien tiene la responsabilidad final de diseñar un espacio de una forma u otra. Según este enfoque esta investigación distingue 3 pasos en el acercamiento individual a un lugar: “espacial”, “sensorial” y “social” [9].
Entender un espacio desde el punto de vista “espacial”, es ver su ocupación y sus límites, ver lo tangible. El espacio tiene un significado o existe, cuando tiene un límite, un perímetro, cuando está “ocupado”. Entre otros pensadores, el pensamiento de Rafael Alberti –medida y escala–, se enmarcaría dentro de este nivel de comprensión. “His definition of spatial occupation is closely related to the limits of things in space” [10] (Argan & Moore, 1973). Por su parte Leibnitz define el espacio como algo que no puede ser limitado, algo que es infinito a menos que se ocupe (Weyl, 1952). Es la expresión física de la acumulación de cosas o adiciones. Una de sus principales conclusiones es mostrar que la imagen es especular, y puede convertirse en un potente generador de espacio real.
Si vamos más allá de la forma o la ocupación de un espacio, estaremos hablando de un punto de vista “sensorial”, de los sentidos: ser perceptivo a lo que va más allá de lo físico. Nuestros sentidos y sus funciones tienen un papel importante en la forma en que experimentamos el medio ambiente y la forma en que percibimos los espacios. Edward T. Hall (1961) en «The Hidden Dimension» describe las dimensiones subjetivas que rodean a cada individuo, como por ejemplo las distancias físicas que uno mantiene en el trato con otras personas, de acuerdo a normas culturales muy sutiles. Hall afirma que el espacio personal, aunque se pueda considerar universal, tiene dimensiones particulares determinadas por la cultura y el territorio. Proximidad razonable a una cultura puede ser considerada intrusión en otra. Nishida Kitaro (1987) va más allá y utiliza el término “basho” [11], que en japonés significa tierra o casa, no desde un punto de vista patriótico o de procedencia, sino desde la propia experiencia individual, la casa interior de cada uno. Sólo después de la adquisición de esa experiencia individual y personal, el observador puede tener una comprensión global del espacio. Esto es indudablemente algo a tener en cuenta al planificar las ciudades y los espacios públicos. Madanipour (1998), cuando habla sobre la exclusión social en el espacio urbano, habla de un tipo de espacio, el mental, equivalente a este nivel, el sensorial, y ejemplifica cómo puede moldear el comportamiento de las personas: alguien que no puede permitirse comprar en determinada tienda, lo más probable es que al verla, al ver sus características físicas, perciba inconscientemente que está por encima de sus posibilidades, y esto se traducirá en una reticencia automática a entrar en dicha tienda, al sentirse incómodo socialmente.
Finalmente, la aproximación a un lugar de forma “social” es interactuar con lo que ya hay, una vez se ha percibido, para transformarlo e interiorizarlo. Este es el nivel (entendiendo que los otros dos quedan superados y comprendidos dentro de este tercer nivel) que se considera idóneo para enfrentarnos a la complejidad de lo social en las ciudades actuales. Los límites del espacio y la percepción que tenemos de él son dos aspectos importantes a tener en cuenta, pero sólo en el nivel de comprensión a través de lo social, se puede tener verdaderamente empatía con los futuros usuarios que van a utilizar el espacio que nos disponemos a diseñar. Michel de Certeau, en «L’invention du quotidien», habla de “trucos en las artes del hacer” que permiten a los individuos sometidos a las restricciones globales modernas –especialmente urbanas– de la sociedad para desviarse de ellas, a través del ingenio propio de las acciones cotidianas, para establecer su propia decoración y trazar sus propios itinerarios personales. Este tipo de acciones cotidianas son las que un buen diseñador debe incorporar en su toma de decisiones. Debe estar alerta, para verlas, para hacer que cuando su diseño esté acabado, verdaderamente complemente la vida cotidiana de los vecinos, e incluso la mejore.
Esta investigación defiende la aproximación al espacio público no sólo como algo que tiene límites, o algo que produce sensaciones, sino algo que puede llegar a estar compuesto de relaciones sociales, de acciones, de forma impredecible y cambiante, y estos aspectos son precisamente los que lo hacen vital. “The intimate and unceasing interaction between people and the forms they inhabit is a fundamental and fascinating aspect of built environment. We are all players: agents who inhabit the environment, transforming it to our liking …” [12] (Habraken, 2000, p. 7). Henri Lefevbre en «La producción del espacio» estudia la naturaleza social del espacio público. El espacio mental nunca surge del aislamiento, siempre tiene un origen social. Lefevbre investiga la relación entre el espacio (el contenedor, lo volumétrico y su límite) y el contenido social (forma, el uso, la materia). Georg Simmel es incluso más radical cuando habla de acciones sociales en el espacio: “When a number of people live isolated within spatial limits, each one of them fills with its substance and activity (…) only the immediate place, and the remainder between that place and their neighbors, is empty space.” [13] (Simmel, 1986, pp. 644-655).
El diseñador o estudioso que se queda superficialmente en el nivel espacial, se servirá sólo de mapas y números para diseñar un lugar. Aquel que mira, que va al lugar, al menos se deja llevar por sus sensaciones del lugar, y su diseño del lugar será un poco más válido. Sin embargo, sólo aquel que interactúa con las personas que habitan o van a habitar ese espacio, que conecta empáticamente con ellos, está de verdad ejerciendo su trabajo correctamente. El último es el menos habitual ¡pero hoy en día, muy necesario! Como profesionales o estudiosos de la ciudad, debemos analizar espacios en relación a la gente. Debemos aprender a ser conscientes de que una cosa es cómo percibimos nosotros los espacios como diseñadores (o políticos o empresarios) y otra muy distinta cómo los pueden percibir aquellos que los van a utilizar, aquellos que viven en el barrio (ver ejemplo en Hester, 1984, pp. 45-46).
Si el problema en las disciplinas como arquitectura, diseño urbano o paisajismo, es que prime sólo la forma o el diseño, en planeamiento urbano el problema es que primen sólo los números. En urbanismo muchas decisiones de la ciudad se toman respaldadas tan sólo por cifras, datos cuantitativos, que hacen una simplificación de la realidad, no teniendo en cuenta todas las dimensiones de ésta. Poco a poco, algunos estudios urbanos e investigadores empiezan a incorporar los métodos y datos cualitativos, más frecuentes en disciplinas como la sociología o la antropología (Mehta, 2013; Zukin, 2010; Morales, 2009; Ewing y Handy, 2009; Ewing et al., 2006). La literatura reciente en teoría del diseño urbano destaca cualidades más sutiles y precisas que influyen en los patrones de movimiento y uso del espacio público. Se las denomina cualidades de percepción del entorno urbano o cualidades de diseño urbano, y se presume que intervienen entre las características físicas y de comportamiento social, animando a la gente a caminar, permanecer en la calle, etc. Probar estas presunciones requiere métodos fiables de medición de calidades de diseño urbano, lo que permite la comparación de estas cualidades con el comportamiento social (Ewing & Clemente, 2013).
3.3. La perspectiva colectiva del espacio
Un enfoque ciudadano a la hora de entender la vitalidad del espacio público, hace referencia a la perspectiva ciudadana, aquélla que todos tenemos debido a la historia de nuestras ciudades, las políticas y los comportamientos culturales a los que pertenecemos como parte de una sociedad. Este segundo punto de vista adquiere mayor relevancia cuando hablamos del usuario, del residente, del conjunto de personas que van a utilizar el espacio diseñado. Bajo este enfoque, esta investigación distingue otros 3 niveles de perspectiva colectiva del espacio: “idear”, “construir” y “mantener”.
Soja (2000) defiende que el tratamiento del espacio está inevitablemente ligado a los procesos históricos y sociales. En definitiva, que el espacio social del que nos rodeamos nos influye como personas. ¿Quiere esto decir que el que vive en un entorno falto de vitalidad, inerte socialmente, está condenado a acostumbrarse y que su personalidad se desarrollará de una forma completamente distinta a la de aquel individuo que viva en un entorno vital y socialmente rico? Esta definición de Soja del espacio como algo que va más allá de lo físico, está en la misma línea de estudiosos de la ciudad que Jane Jacobs, para quien un espacio vital tiene más que ver con la diversidad y la justicia social, con el derecho a acceder a un espacio, que con el número de personas que lo frecuentan. Leonie Sandercock (2003) comparte también el mismo punto de vista: parte de tener una voz propia en los procesos ciudadanos, pasa por tener la posibilidad de participar en procesos democráticos, pero también pasa por poder formar parte en la creación de ciudad.
A la hora de “diseñar” o idear el espacio público, según la perspectiva colectiva, se deberían incluir un mayor número de actores, que incluya al colectivo de ciudadanos. Todo el mundo va a habitar ese espacio, y por lo tanto no puede ser sólo el sueño de un político o un urbanista. El sistema de planificación debería ser por tanto, flexible y no rígido, para poder anticiparse al futuro y adaptarse a cada ocasión y condición. Las barreras rígidas de la ciudad, tanto físicas como sociales, deben ser cuestionadas. Se deben crear relaciones híbridas, con una circulación más fluida entre lo público y privado. Muchos no-lugares y terrain-vagues (espacios carentes de vitalidad) son indicadores del grado de deterioro o abandono de un barrio. En ocasiones éstos se utilizan por los residentes locales para diversas actividades, que difieren de las específicamente planeadas o designadas legalmente para ese lugar. Estas ideas deberían tenerse en cuenta a la hora de idear el espacio público cotidiano. Hester describe estrategias y técnicas que pueden ayudar al diseñador a identificar las variables sociales que influyen en el uso del espacio público de un barrio. Algunas de ellas son: reuniones con los organismos políticos del barrio y los residentes, foros de barrio, comités de dialogo, brainstorming, buzz session [14] synectics o juegos de rol, juegos [15], entrevistas, cuestionarios, observación interactiva, etc. (Hester, 1984, pp. 81-129).
A la hora de “construir” un espacio colectivo, se debe involucrar a la gente. Si la gente se siente involucrada en el proceso de construcción, si hace un esfuerzo por construir algo con sus propias manos, inconscientemente, se estará apoderando de ese objeto, de ese espacio, y en futuro, lo verá como algo suyo, algo que respetar, cuidar y por supuesto, utilizar (Hester, 1984). El place-making debe fortalecerse por encima de lo puramente estético o permanente. La capacidad de los arquitectos y diseñadores urbanos para producir una imagen integradora y equilibrada de la ciudad está estrechamente relacionada con la capacidad que tienen de hacer que la gente imagine su espacio público y se sienten representados en él.
Para “mantener” un espacio colectivo, una vez diseñado y construido, se deben tener en cuenta las acciones cotidianas de los residentes. No debemos olvidar que los espacios públicos de un barrio no están únicamente conectados a actividades comerciales y de restauración (como las terrazas, fenómeno tan explotado hoy en día) o al transporte. Dado que la gestión normalmente va asociada al agente financiador, el verdadero reto para arquitectos y urbanistas es crear funcionalidad e integración ciudadana. Una ciudad verdaderamente democrática y justa es aquélla en la que existe un equilibrio y un tamiz social heterogéneo, y no aquélla llena de islotes, o fronteras. Las ordenanzas no deben estar sólo a disposición de los propietarios, políticos y demás fuerzas del poder, sino que deben ser por y para el bien ciudadano, y desarrolladas entre todos. Doreen Massey habla de cómo los lugares nos cambian, no por un sentimiento visceral de pertenencia, sino por la práctica o el practicing de un lugar, entendiendo éste como la arena donde la negociación se puede llevar a cabo (Massey, 2005).
4 Conclusión: acercamiento al estudio de la vitalidad
El fin último de la investigación es modificar, aunque sea mínimamente, la forma de mirar de los distintos grupos que tienen que ver con la ciudad. El trabajo de investigación del que forma parte este artículo, pretende abrir el debate, e indicar qué aspectos debemos mirar o evaluar para revertir la situación, de un espacio público cotidiano desconectado de la gente, a uno que forme parte del día a día, y que además traiga beneficios para la salud y el bienestar. El trabajo bibliográfico y crítico, resumido en los puntos anteriores de este trabajo, da como resultado una propuesta para el estudio de la vitalidad. Dicho procedimiento se apoya en tres condiciones fundamentales: la multiescalar (ME), lo multidisciplinar (MD), y los múltiples agentes (MA). Esto se puede ver reflejado en el esquema de la Fig. 4, donde se ilustran las ideas principales a tener en cuenta para el estudio de la vitalidad.
La condición de lo multiescalar (ME) –en la banda superior del esquema de la Fig. 4– tiene como fin recordar que la vitalidad, al ser un fenómeno urbano, debe estudiarse desde distintas escalas: de ciudad (XL), de barrio (L), de calle (M) y de peatón (S). Las distintas escalas están interconectadas, ya que las decisiones a escala de toda la ciudad, por ejemplo, tienen un impacto también a la escala del peatón. La condición de lo multidisciplinar (MD) –en la banda intermedia del esquema de la Fig. 4– respalda cuatro dimensiones principales a tener en cuenta a la hora de estudiar la vitalidad: la física, social, económica y legal. Por último, la condición de múltiples agentes (MA) –en la banda inferior del esquema de la Fig. 4–, hace referencia a tres grupos de actores o agentes urbanos, que intervienen a la hora de hacer ciudad: las administraciones (izquierda) –los que deciden a priori qué hacer–, los arquitectos y urbanistas (centro) –los que ejecutan e idean soluciones–, y los usuarios (derecha) –los que habitan en su día a día esos espacios y en muchos casos los gestionan–.
La vitalidad urbana es transversal a estas tres condiciones. No es algo que se pueda cultivar desde un solo frente. La realidad de las ciudades, así como el comportamiento de las personas en ella, son profundamente complejos, y por tanto, la vitalidad es un fenómeno que convive con esa complejidad, que depende de múltiples factores. En conclusión, y resumiendo las ideas principales de esta investigación, no puede entenderse sólo desde lo particular, con una sola lente ni en un solo lugar. Sólo mediante un acercamiento en la línea transversal del que este trabajo propone, podría ahondarse en la complejidad de la vitalidad, para poder mejorar los espacios que nos rodean y mejorar nuestro bienestar social y nuestra salud.
María Beltrán Rodríguez*, en dianet.unirioja.es
* María Beltrán Rodríguez ([email protected]) es doctor arquitecto por la Escuela Politécnica Superior de la Universidad CEU San Pablo (Madrid, España) y M.Sc. en Urban Planning & Design por el KTH Royal Institute of Technology, Estocolmo (Suecia).
Notas:
3 “[Por un lado,] nunca ha habido un momento más propicio que ahora para examinar la cuestión de las responsabilidades sociales de la arquitectura, [pero, por otro lado], la brecha que existe entre los discursos especializados de planeamiento urbano, arquitectura, política, y el público nunca ha sido tan grande.” (traducción al castellano realizada por la autora).
4 Augé nos recuerda la famosa frase de Rem Koolhas, fuck the context!, prueba de que a los que lideran el discurso de la teoría y la práctica arquitectónica y urbana, muchas veces les importa más “colocar” su monumento de fama internacional, que resolver el lugar de la mejor forma posible para ese contexto específico y los futuros usuarios o residentes de la zona.
5 “Se trata de un proceso continuo de forma de vida y de trabajo, una construcción gradual de las experiencias cotidiana; la expectativa de que los vecinos y edificios de hoy, estarán aquí también mañana.” (Traducción al castellano realizada por la autora).
6 Mirar el Losch’s Model de location theory. http://prezi.com/ovgknb9ypxgx/loschs-model/
7 “An intellectually guided society” (where) “information, scientific inquiry, analysis and theory are conclusive […] in discovering the correct form of organization for society.” (Lindblom, 1977, p. 250).
8 “Where everyone knows himself to be fallible, […] many needs cannot be known, […] institutions and policies cannot always be tested by reference to them. Instead the volitions of ‘the people’ are taken as the best indicator of needs and wants.” (Lindblom, 1977, p. 250)
9 Estas se inspiran en Soja (2000) y sus “trialécticas” espaciales, a las que define como Firstspace, Secondspace y Thirdspace, que a su vez guardan relación con los conceptos de Lefebvre de espacio percibido, concebido y vivido. “The production of cityspace in its combined expression of contextualizing form-and-process can be studied in at least three different but interrelated ways.” (2005 [2000], p. 10).
10 “Su definición de la ocupación del espacio está estrechamente relacionado con los límites de las cosas en el espacio.”
11 “Basho” se define como la re-comprensión de las raíces de uno mismo como ser humano, mediante el re-descubrimiento de nuestra experiencia.
12 “La interacción íntima e incesante entre las personas y las formas en que habitan es un aspecto fundamental y fascinante del entorno construido. Somos todos los jugadores: agentes que habitan el entorno, transformando a nuestro gusto.”
13 “Cuando un número de personas viven aisladas espacialmente dentro de ciertos límites, cada una de ellas se impregna de sustancia y actividad (…) sólo el lugar adyacente y el que queda entre ese lugar y su vecinos, es considerado espacio vacío.” (Simmel, 1986).
14 Similar a brainstorming, también con poca gente, grupos de menos de 5, que generan ideas informalmente. Pero esta técnica es menos definida en cuanto a los objetivos, con lo cual deja más libertad a los participantes y facilita la interacción entre ellos. (Hester, 1974, p. 104).
15 No olvidemos que los juegos suelen ser modelos de la realidad.
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |