Las madres de los grandes héroes
Ya hemos hablado de la gran importancia que tenía la maternidad entre los judíos con respecto a la mujer. La situación existencial de una mujer judía sin hijos era desoladora. La descendencia jugaba un papel de enorme relieve entre los judíos. Era el objeto de las bendiciones de Dios y, sobre todo, al esperarse el nacimiento del Mesías. Por lo tanto, la fecundidad de las mujeres era una alegría y un motivo de honor y respeto. En caso. de ser estériles, las mujeres recurrían a todos los ardides puestos a su alcance para salvar la situación de· desprecio que les envolvía. La historia de algunas mujeres estériles durante varios años da a conocer la importancia de la fecundidad en Israel.
En el primer libro de Samuel se nos narra la historia de Ana, que revela el estado humillante y terriblemente penoso por el que pasaba debido a su esterilidad. El libro empieza hablando de un hombre llamado Elcana que vivía en el pueblo de Rama con sus dos mujeres, Ana y Penena; estéril la primera y con hijos la segunda. Por aquel entonces era tolerada la poligamia en Israel (Dt 21, 15-17) por la dureza del pueblo. En una de las tres grandes fiestas del año subió, como de costumbre, Ana con su marido al Tabernáculo, en Silo. Su marido celebró con ella el banquete del sacrificio y distribuyó entre sus esposas la parte que le correspondía.
El hecho de ser la preferida de Elcana aumentaba las afrentas que recibía de Penena que le echaba en cara su esterilidad, presentándola como castigo de Dios. Por esta causa, Ana se puso a llorar y no quiso probar bocado. Díjole entonces Elcana: "lNo say yo para ti mejor que diez hijos que tuvieses?" (lSam 1,8). Mas ella fue al Tabernáculo en una hora en que Hélí, sacerdote, estaba sentado a la puerta del mismo, y con muchas lágrimas suplicó a Yahvé y le hizo un voto diciendo: "iOh Yahvé! Si te acordaras de mí.y dieses a tu esclava un hijo varón, te lo consagraré por todos los días de su vida, y no pasará jamás navaja, por su cabeza" (1S 1, 11). Se encontraba en este estado de gran desolación cuando elsacerdote Helí la encontró en elSantuario y la consideró borracha, porque movía sus labios pero no se oía su voz y la insultó. Mas ella respondió humildemente: "No es así, señor mio; soy una mujer desgraciada, no he bebido vino ni cosa que pueda embriagar, sino que estoy desahogando mi corazón ante Yahvé" (1S 1, 15). Reconfortada por Helí, Ana volvió a su casa, se unió a Elcana y concibió a Samuel.
La concepción de Samuel se atribuye al efecto de la bendición de Yahvé sobre Ana. Por eso ella, cuando llegó el tiempo convenido, lo llevó con su esposo al Santuario y se los entregó Helí. Allí adoraron a Yahvé y Ana oró con el famoso cántico que encierra mucho más de lo que podía llenar en aquellos felices momentos el corazón de la venturosa madre de Samuel (1S 2, 1-1O). Es un himno triunfal de acción de gracias en boca de una sencilla mujer del pueblo. Dada la composición literaria, cabe dudar de que saliera de la boca de Ana.
Los críticos llegan a opinar que la madre de Samuel debió tomar, para expresar su plegaria, las palabras de alguna canción que ya existía, o que esta oración fuese más tarde ampliada y compuesta en la forma tan perfecta que hoy tiene. Verdad es que suelen los autores bíblicos entonar un canto de acción de gracias a Yahvé-Dios cuando reciben algún beneficio (2S 23, 1). Parecido es el proceder en los cantos del Magnifi.cat (con notables semejanzas al de Ana) y del Benedictus, expresándose en todos la expectación mesiánica.
Helí bendijo a Elcana y a su mujer Ana, que regresaron a casa con la alegría en su corazón. Tres hijos y dos hijas dio Yahvé a Ana por el que había consagrado a El. Y Samuel servía en la presencia de Yahvé, e iba creciendo y era grato a Dios y a los hombres.
Es interesante, también, el libro de Rut, que abarca sólo cuatro capítulos, siendo una preciosa historia de un suceso que se desarrolló entre Rut, Noemí y Booz en tiempos de losJueces. En élse nosdescribe a los nobles ascendientes de David y nos enseña cómo una mujer, natural de Moab, por la fe en el verdadero Dios y por su amor al pueblo escogido fue incorporada a Israel, llegando a ser madre de la estirpe del gran rey David y por tanto del Mesías.
Dios permite grandes males para purificar a los hombres. Así le sucedió a la familia de Elimelec. Numerosas fueron las desgracias familiares, pero Dios recompensó abundantemente la piedad y virtud de Noemí, por medio de su nuera Rut. En Dios no hay acepción de personas y protege no sólo a los que forman parte de su pueblo elegido, sino a todos aquellos que se acogen bajo su providencia. Es la idea ecuménica y universalista que aparece en el libro de Rut. Noemí, muerto su esposo y sus dos hijos, decidió regresar a Belén, su patria, para olvidar sus penas. Al comunicárselo a sus dos·nueras, Orfa y Rut, la primera decidió no ir a la tierra de Judá y volvió a su pueblo; más Rut se quedó con ella y le dijo: "Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios" (Rt 1, 16). Juntas siguieron camino de Belén y entraron en la ciudad cuando comenzaba la siega de la cebada, es decir, en un tiempo que Isaías describe como tiempo de alegría y de cantos (Is 9, 2).
Rut, dada la extrema indigencia de su suegra Noemí y de ella, decide ir por los campos a recoger espigas que dejan los segadores. Era un derecho que la Ley de Moisés permitía a los pobres, si el dueño lo consentía (Dt 24, 19-22). Fue precisamente a dar con el campo de Booz, hombre rico, pariente de Elimelec, marido de Noemí. Booz, al ver a Rut, se informó de quién era y de lo que había hecho con su suegra Noemí. Booz comprende que es de su parentela y tiene con ellas muchas delicadezas, superiores a las que mandaba la Ley. Ante el agradecimientode Rut, Booz alega que es debido todo a la fiel conducta que ella ha tenido con Noemí desde los campos de Moab. Termi, nada la jornada, Rut regresaba ante sil suegra con un abundante provisión de grano (Rt 2, 18); también le lleva parte de la comida que le había guardado. Bendice Noemí al generoso propietario y, conocido el nombre, revela a su nuera el parentesco que existe entre ellos y los consiguientes derechos. Le descubre el secreto del matrimonio "levirático" entre Booz y Rut, según el cual cuando se queda viuda una joven no se casará con un extraño, sino que lo hará con su cuñado, para dar descendencia a su marido ya muerto. Noemí refiere a Rut el plan que ha pensado para llevar a cabo el matrimonio. Todo sucede según lo previsto por Noemí (Rt 3, 6-15). Booz está dispuesto a cumplir con sus obligaciones de pariente, no reprocha a Rut, sino que la bendice por su extraordinaria conducta y por el deseo legítimo y justo de querer asegurar una descendencia legal a Elimelec, prefiriendo casarse con un viejo que buscar a un marido joven. Tomó, pues, Booz por mujer a Rut. El fruto de esta unión fue un niño, a quien ponen por nombre Obed, y que ha de ser el abuelo de David, de cuyo linaje tendría que nacer el Mesías.
Las mujeres que se sentían angustiadas por la esterilidad o que se habían quedado viudas sin tener descendencia, llegan a ser madres de héroes que perpetuaron su nombre. Samuel vale por diez hijos, Rutes para Noemí como siete hijos (Rt 4, 15). Rut se presenta, además, como un ejemplo de cumpli, miento de obligaciones familiares, con abnegación y sin egoísmo por una parte, y por otra, con una sencillez encantadora y sin ostentación de cumplir con su deber.
Dentro de esta serie de mujeres destacadas en la Biblia, no podemos olvidar a una mujer intrépida: la madre de los siete hermanos Macabeos en tiempo de Antíoco Epifanes. Este rey había atacado a los judíos en lo más sagrado que tenían: el Templo. Introdujo dentro del Templo el culto a Zeus colocando un altar y ofreciendo sobre él carne de cerdo. La reacción judía no se hizo esperar. Muchos fueron condenados a muerte por no querer tocar alimentos impuros y les amenazaban con crueles torturas.
Así les sucedió a siete hermanos que fueron apresados con su madre y azotados por no querer comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Parecen increíbles y aún imposibles las crueldades a las que se vieron sometidos, uno detrás de otro, los siete hermanos. Pero sobremanera admirable fue la madre que, viendo morir a sus hijos en un día, lo soportaba con ánimo constante, por la esperanza que tenía en Dios. Exhortaba con valor en su lengua nativa a cada uno de ellos, uniendo un ánimo varonil a la ternura de mujer. Su fidelidad a la Ley estaba cimentada en la futura resurrección: el Dios que nos creó -les dijo- nos devolverá la vida que entregamos por amor de su santa Ley. Y con esa esperanza murió la intrépida madre (2M 7, 20-23).
Las heroínas
La acción heroica de una piadosa viuda, llamada Judit, consiguió la liberación de su pueblo de la opresión de los ejércitos de Asiria. Judit, con astucia y osadía, libró a Israel de un peligro de invasión. Invasión que además de política pretendía ser religiosa, pues el ejército conquistador no sólo intentaba extender su dominio, sino también imponer su religión. Nabuco donosor quería ser proclamado como único dios por las naciones conquista das. Un peligro se cernía sobre Israel, no sólo contra su independencia, sino contra el culto de Yahvé, su único Dios. No tenían esperanzas de triunfo. Era una nación sin ejército frente a un poderoso ejército invasor. Los jefes del pueblo elegido sienten la necesidad de rendirse para no sucumbir. Y es entonces cuando interviene una heroína, Judit, que movida por un impulso divino organiza una estrategia singular que la lleva a una increíble victoria.
Enterada Judit que los habitantes de Betulia iban a entregar la ciudad al enemigo, si no les llegaba algún socorro en el término de cinco días, hizo llamar a Odas y a los ancianos a su casa. Ella, a pesar de su mucha riqueza y hermosura, llevaba una vida retirada y austera.Todos la tenían en gran estima y no había quien hablase una solo palabra contra ella debido a su temor de Dios. Gran prestigio debía tener Judit entre los dirigentes del pueblo, ya que llegaron pronto a casa de Judit al conocer su deseo. Les increpa por haber exigido a Yahvé que intervenga en un plazo determinado y les insta a humillarse ante EL Declaróles Judit que ella abrigaba un plan secreto para salvar la ciudad y que confiaba salir con éxito por el poder de la oración.
Decidida a llevar a cabo su obra, se retiró a orar, esparció ceniza sobre su cabeza, postróse en tierra y pidió a Yahvé su ayuda. No es la venganza lo que impele a obrar a Judit, sino un interés religioso. Ella es débil ante la potencia de un imperio pagano. Uno de los motivos que le mueven a depositar su esperanza en Yahvé lo encuentra en las promesas que ha recibido su pueblo. Yahvé es el protector de los humildes y de los pobres, refugio de los desamparados y salvador de los que no tienen apoyo humano. Pide "una palabra seductora", contra el general Holofemes, que amenaza destruir todo lo que Israel considera como santo. Confortada con la oración, adorna su cuerpo para seducir a Holofemes, que prendado de su belleza accedió a la petición de la heroína, dejándola andar libremente por el campamento asirio.
El cuarto día, Holofemes dio un gran banquete e invitó a Judit. Acudió ella, pero comió sólo de sus viandas. Holofemes se alegró mucho con la presencia de Judit y bebió vino en demasía, por lo que tuvo que acostarse y se durmió. Todos dormían profundamente en el campamento. Entonces Judit, que estaba todavía en la tienda de Holofemes, se acercó al lecho de éste, y con lágrimas en los ojos oró a Yahvé diciendo: "Dios de Israel, fortaléceme en esta hora" (Jdt 13, 7). Y tomando en sus manos la espada de Holofemes, que estaba colgada de uno de los pilares de la cama del general, le cortó la cabeza. Se la entregó a su doncella, que estaba aguardando en la puerta, y le mandó meterla en el saco qµe había traído para sus manjares. Como de costumbre, salieron las dos mujeres para hacer la oración.
La alegría que produjo su llegada a Betulia fue indescriptible. A pesar de la hora intempestiva, todos corrieron a recibirla. Judit reclama para Yahvé toda la gloria de haber triunfado sobre los enemigos. La cabeza de Holofemes atestigua su victoria sobre el general asirio.
La historia de Judit es una narración preferentemente didáctica. La hazaña victoriosa de Judit aparece como la victoria de todo un pueblo. El riesgo afrontado por una mujer, su valor, su fe en Dios y su sabiduría, han salvado al pueblo de Israel de sus poderosos enemigos. No se trataba de una lucha política solamente, sino preferentemente religiosa. Dios es aliado de Israel y los imperios impíos van contra Dios. Dios dará la plena victoria a su pueblo y esa victoria iniciará el Reino de Dios. Esta esperanza escatológica constituye el fondo del género apocalíptico que se puede observar en el libro de Judit. En él, como en los Apocalipsis, se da la intervención de Yahvé de una manera inesperada conduciendo a su pueblo a una gran victoria. Judit, al frente de su pueblo, triunfa de sus enemigos y abre una era de paz, la paz característica de los ansiados tiempos mesiánicos.
La heroína Judit demostró cómo una mujer decidida puede llevar a cabo acciones sorprendentes que hubieran resultado muy difíciles a los hombres. Yahvé busca personas sensatas para sus hechos de salvación, sin tener en cuenta su sexo o conducción. Así eligió a Judit para tan gran obra y ella la realizó con una enorme sagacidad, una esperanza fuerte en Yahvé y una valentía intrépida.
Otra de las grandes heroínas mencionadas en el Antiguo Testamento fue Esther, una reina judía en el imperio persa. En este imperio, regido por el rey Asuero, se habían establecido muchos judíos que prosperaban económica mente. Su situación social era bastante aceptable, como lo prueba el hecho de que una mujer judía ocupe el trono real. El libro de Esther, llamado así por su protagonista, refleja el triunfo clamoroso de los judíos sobre los gentiles. Se escribió para que fuera leído en la fiesta de los Purim, instituida para conmemorar tan fausto acontecimiento.
Esther vivía en Susa y, por ser huérfana de padres, estaba bajo el cuidado del tío, por nombre Mardoqueo. En aquel entonces, el rey Asuero había dado grandes banquetes a los habitantes de Susa y, en el hervor del vino, mandó a la reina Vasti que se presentase ante los comensaks para que todos contemplasen su hermosura. Vasti rehusó a obedecer la orden del rey e irritado Asuero la repudió y, en su lugar, elevó a Esther, que fue la que más le agradó entre todas las doncellas escogidas del país. Por consejo de Mardo queo, ocultó Esther su origen judío.
Algún tiempo después, el rey ensalzó a Amán a la más alta dignidad del reino. Todos los súbditos del rey doblaban la rodilla en su presencia y le honraban; sólo Mardoqueo no lo hacía, porque no podía dar a un hombre el honor y adoración que sólo se debe a Dios. Cuando Amán vio esto y se enteró que Mardoqueo era judío, se irritó sobremanera y, con el pretexto de una conspiración atribuída por él a los judíos, indujo al rey a dar la orden de matar a todos los judíos que hubiese en su reino. La orden se tenía que cumplir en un solo día, el trece del mes duodécimo. Mardoqueo comunicó a Esther lo que Amán había urdido, para que fuese al rey e intercediese por su pueblo.
Era costumbre en la corte que nadie, bajo pena de muerte, entrase a ver al rey sin ser llamado. A petición de su tío, Esther se arriesgó, no sin antes pedir a todos los judíos de Susa que ayunasen y orasen por la salvación del pueblo. Ella se vistió de cilicio, cubrió de polvo y ceniza su cabeza, ayunó y oró: "Dame valor y palabras discretas en la presencia del león (Asuero), y cambia su corazón" (Est 14, 13). Acto seguido se quitó los vestidos de penitencia, se vistió sus mejores galas de reina y, acompañada de dossier.vas, fue a presencia del rey. Se echó Esther a sus pies y Asuero, alzando la vista, manifestó en s ojos el colmo de su ira, por lo que la reina cayó desmayada. El rey se siente turbado y afectado, y saltando presuroso del trono, la tomó en sus brazos y le dijo: "No temas, Esther, no morirás; porque esta ley no fue puesta para ti, sino para todos los demás" (Est 15, 13). Le confiesa que está dispuesto a concederle cuanto le pida, aunque sea la mitad de su reino.
Ella, aprovechando la ocasión, invita al rey para que vaya con Amán a un banquete que ella ha preparado. Repite la estratagema y, la segunda vez, da a conocer al rey su petición: "Si he hallado gracia a tus ojos, oh rey, y si el rey lo cree bueno, concédeme la vida mía: he ah{ mi petición, y salva a mi pueblo; he ah{ mi deseo" (Est 7, 3).Seguidamente, Esther resume el contenido deldecreto, dado por Amán, y que ella conocía a través de Mardoqueo. Asuero montó en cólera al saber quién se había atrevido a semejante despropósito. Esther le había descubierto y Amán es colgado de la horca que él había mandado preparar para Mardoqueo.
La mujer ideal
El libro de los Proverbios hace un elogio a la mujer fuerte, como esposa, como madre, como reina de su casa y gloria de su marido y de sus hijos, presentándola como el tipo de mujer ideal: sabia y prudente, temerosa de Dios, fiel cumplidora de sus deberes, amante del trabajo, hábil y previsora, noble y con gran amor para con todos los que la necesitan. Este poema sobre la mujer perfecta (Pr 31, 10-31) ensalza de una forma especial las numerosas cualidades que tiene la mujer virtuosa y pone su valor por encima de las más preciosas perlas. Es un tesoro de inestimable valor y un regalo de Dios a los hombres.
El primero que se alegra de este don es su marido. Puede confiar en ella y dejar en sus manos el gobierno de la casa cuando tenga que salir a sus negocios, porque ella cuidará del hogar y no faltará nada; antes al contrario, sólo proporcionará alegrías y satisfacciones a su esposo. La mujer ideal es trabajadora: siempre tendrá lana y lino para confeccionar los vestidos. Y con su trabajo es una fuente de riqueza para su casa, porque es activa y diligente y tiene a punto la comida para su familia, ya que se levanta muy temprano. No sólo trabaja dedía, sino que cuando ya ha dado fin asus tareas domésticas, ella prolonga la jornada con la rueca y el hilo para seguir sus labores. Es inteligente en sus negocios, procurando sacar partido én sus ventas para poder atender a los pobres y a cuantos acudan a ella. Por eso, tampoco descuidará a los suyos que no pasarán frío en el invierno porque les ha confeccionado vestidos de lana y de lino. A su marido le aclaman por haber encontrado tal mujer y todos celebran su dicha.
La mujer fuerte que nos describe la literatura sapiencial cumple a la perfección con sus deberes, de modo que no come el pan de balde, sino ganado con su trabajo y sus desvelos. Sus hijos la proclaman bienaventurada y su esposo hizo de ella el más cumplido elogio. La prefirió a todas las mujeres y bendijo el momento en que Dios le proporcionó tan excelente compañera. Al final del poema, se ensalza a la mujer que prefiere el temor de Dios, que es la práctica de todas las virtudes, a su propia belleza corporal, que pronto se marchita y suele ser peligrosa.
El escritor sagrado alabó y elogió las virtudes de la mujer dentro de sus deberes de esposa y madre de un hogar feliz. No fue a buscar su modelo entre las mujeres que viven en palacios suntuosos, en mansiones señoriales o que dirigen acciones extraordinarias; la buscó, más bien, en su condición sencilla y corriente de mujer de su casa, misión de esposa y madre feliz de hijos, llevando adelante todo el peso del hogar. Allí es donde ella se muestra fuerte, inteligente, activa, previsora y entregada hasta el extremo de contribuir a la felicidad de los suyos con empeño. No son las acciones deslumbrantes las más valiosas, sino las que en ellas se ha puesto el amor por encima de todo lo demás.
Los libros sapienciales, además, personifican la sabiduría sirviéndose de los atributos femeninos. La conducta sabia y virtuosa de la mujer le hace dar consejos con sabiduría y sus palabras están llenas de bondad. Otros pasajes de los escritos sapienciales celebran a la mujer prudente (Pr 18, 22), haciendo de ella un elogio cumplido, considerándola corrío un tesoro conce dido por Yahvé a su esposo para mantener la paz dentro desu casa y contribuir a la prosperidad de sus bienes. Ben Sirac va a exaltar también los beneficios que reporta al marido una mujer virtuosa. Enumera una serie de valores: su habilidad, su discreción, la modestia y el gozo y alegría que proporcionan a la casa los encantos de una mujer sabia (Si 26, 1-4).
Maria Eugenia Iriarte, en repositorio.uca.edu.ni/
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