Historia y significado de un lema poético en la vida del fundador del Opus Dei
El significado espiritual de «Cada caminante, siga su camino»
Vaya por delante que la aproximación al sentido espiritual de esta frase en la vida del Beato Josemaría es algo que excede con mucho la amplitud de este artículo. Un estudio completo requeriría, cuando menos, un trabajo más amplio para poder explicitar todo su sentido. Por tanto, aquí nos limitaremos a subrayar tan solo tres o cuatro líneas de fuerza que están íntimamente implicadas en el uso que de esa expresión hizo el Fundador del Opus Dei. Esas líneas de fuerza son: la libertad, la fidelidad, la novedad y la universalidad.
Pero, antes, será conveniente escuchar cuál es la interpretación que han dado a ese pasaje los biógrafos del Fundador de la Obra. La única nota común a esos comentarios es la brevedad. Quizás por temor a aventurar hipótesis sin excesivo fun damento, o quizás por respeto a un pasaje tan íntimo, lo cierto es que nadie se atre ve a dibujar más que un posible indicio del sentido implícito en esas palabras. Ahora bien; también es cierto que ninguno de ellos ha renunciado a una interpretación.
En sus Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei, Salvador Bernal narra escuetamente el episodio de Burjasot; y comenta, acerca de la frase: «venía a ser todo un lema del espíritu abierto que caracterizaba a su acción apostólica» [68].
Años más tarde, Vázquez de Prada retomaría la anécdota sin precisar claramente el sentido de esas palabras; tan solo indicaría que fueron importantes en su vida: que «el Fundador tomaría ocasión del consejo para aplicarlo a la vida interior» [69]. Después, Ana Sastre relataría con amplitud todo lo acontecido en aquel curso de retiro; y como pauta para entender el sentido de esa frase, alude a otro texto del Fundador -centrado en la libertad- que ya hemos citado: «Se puede andar por el camino de muchas maneras. Se puede andar por la derecha, por la izquierda, en zig-zag, caminando con los pies, a caballo. Hay cien mil maneras de ir por el camino divino» [70]. Finalmente, José Orlandis ha sido el último en referirse al pasaje de Burjasot. Des pués de relatar el encuentro del Fundador con ese cartel, señala: «Aquella máxima le pareció apropiada para expresar un rasgo muy característico del espíritu de la Obra: el del carácter universal de la vocación cristiana a la santidad, esto es, la llamada al seguimiento de Jesucristo dirigida a todos, a cada uno en el lugar que ocupa en el mundo, en la propia profesión u oficio, sin salirse de su sitio» [71].
Espíritu abierto, andar el mismo camino de forma diversa, carácter universal de la vocación cristiana. Como podemos ver, los biógrafos han apuntado dos significados espirituales que ya antes hemos señalado: la libertad y la universalidad del camino. En los párrafos siguientes intentaré desarrollar esas dos ideas e igualmente otras dos más que parecen también estar implícitas en ese lema: la novedad y la fidelidad.
De estos cuatro significados, el primero y más claro es, sin duda, el de la libertad. Y aquí no cabe discusión posible, porque el propio Fundador de la Obra nos ofreció esa clave de interpretación en la ya citada Carta del 9 de enero de 1959. Después de relatar el suceso -fragmento que hemos reproducido en las páginas iniciales-, el Beato Josemaría prosigue:
«Quisieron quitarlo, pero yo les detuve: dejadlo -les dije-, me gusta: "del enemigo, el consejo" . Especialmente desde entonces, esas palabras me han servido muchas veces de motivo de predicación.
Libertad: cada caminante siga su camino . Es absurdo e injusto tratar de imponer a todos los hombres un único criterio, en materias en las que la doctrina de Cristo no señala límites» [72].
Esta afirmación enlaza con el pasaje antes mencionado de Conversaciones: «en este campo (se refiere a las materias económicas o políticas) todos los sociosson libres, y por tanto cada uno va por su propio camino» [73]. Y también con otros
Libertad, por tanto, en las materias opinables. Pero libertad también en el camino espiritual. El lema de Burjasot admite esa doble interpretación y, de alguna forma, la exige. Es la otra cara de la moneda que también defendió, con uñas y dientes, el Fundador:
«A los sacerdotes se nos pide la humildad de aprender a no estar de moda, de ser realmente siervos de los siervos de Dios(...). Esta nueva pastoral es muy exigente, pero, a mi juicio, absolutamente necesaria. Requiere el don sobrenatural de discernimiento de espíritus(...). En una palabra: el amor a la legítima libertad de los hijos de Dios, que encuentran a Cristo, recorriendo caminos entre sí diversos, pero todos igualmente divinos» [75].
El segundo significado del lema tiene que ver con la fidelidad. Que «cada caminante, siga su camino» implica que cada uno debe ser fiel a la propia llamada, al propio carisma: a su camino. Es una idea nuclear del Beato Josemaría, que aletea en bastantes puntos de Camino: «Si ves claramente tu camino, síguelo. -¿Cómo no desechas la cobardía que te detiene?». «Y pensar que por una satisfacción de un momento, que dejó en ti posos de hiel y acíbar, me has perdido "el camino"» [76].
Pero la infidelidad al propio camino reviste muchas otras formas además de la falta de decisión -o de entrega-; es decir, del abandono por motivos egoístas del camino al que uno está llamado. Está también la infidelidad provocada por la añoranza de otros caminos o por su imitación indebida. Lo que en el caso de los laicos o cristianos corrientes -a los que San Josemaría se dirigió de manera especial podría manifestarse en actitudes de separación de las realidades terrenas, buscando a Dios sólo en las plegarias y oraciones, y olvidando que es el mundo, la multiforme y riquísima vida profesional, familiar y social, lo que han de santificar. Por eso el Fundador calificaba de «tentación» el intento de acotar espacios neutros en la propia vida:
«Yo solía decir a aquellos universitarios y a aquellos obreros que solían venir junto a mí por los años treinta, que tenían que saber materializar la vida espiritual. Quería apartarlos así de la tentación, tan frecuente entonces y ahora, de llevar como una doble vida: la vida interior , la vida de relación con Dios de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas.
¡Que no, hijos míos! Que no puede haber una doble vida, que no podemos ser esquizofrénicos , si queremos ser cristianos(...): a ese Dios invisible lo encontramos en las cosas más visibles y mate riales» [77].
Estamos ante una clase de «infidelidad» que puede insinuarse muy sutilmente. Es la tentación de abandonar la propia responsabilidad y la propia misión en el mundo: desde la pasividad culpable al lamento triste y estéril (¡Qué mal están las cosas!) que esconde el apocamiento o a la cobardía de no querer comprometerse; en definitiva, la comodidad de considerarse incapaz de cambiar las cosas. No. Debemos mantenemos fieles -cada uno siguiendo su camino- [78] , proclamando sin ambages la fe en la vida cotidiana con una conducta coherente: «Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo» [79].
El tercer significado es el que apuntaba el profesor Orlandis: la universalidad. Que «cada caminante, siga su camino» implica que la llamada a la santidad es para todos; que hay caminos para todos y no sólo para unos pocos. Quizás por eso al Fundador le gustaba este vocablo especialmente en plural; y desde sus más antiguos apuntes íntimos, habla con frecuencia de «ir por caminos de oración», o de «abrir los caminos de la tierra».
Ya hemos señalado antes esa luz arrolladora que supone el primer punto de Camino: «...Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón». Esa aspiración, que más tarde se convertirá en el mensaje permanente de San Josemaría, era una idea nuclear desde los comienzos de la Obra:
«Desde 1928 mi predicación ha sido que la santidad no es cosa de privilegiados, que pueden ser divinos todos los caminos de la tierra» [80]. Todos los caminos. Todos los proyectos. Todas las situaciones humanas:
«Debéis comprender ahora -con una nueva claridad- que Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria , en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las cosas más comunes que toca a cada uno de vosotros descubrir» [81].
Por eso en el Opus Dei caben todos: de todas las razas, de todos los colores, de todas las condiciones sociales. Y por eso, también, toda la actividad de la Obra se sintetiza en dar formación a sus miembros; la misión principal del Opus Dei no es la promoción de iniciativas apostólicas concretas, sino la de formar a los fieles de la Prelatura para que puedan, como subrayaba el Beato Escrivá, «santificar todos los caminos de los hombres, que todos tienen el aroma del paso de Dios» [82].
El cuarto y último significado es el de la novedad . Pienso que cuando el Beato Josemaría vio aquel cartel de Burjasot, no pudo menos que recordar lo difícil que es taba resultando abrir el camino de la Obra. «Cada caminante, siga su camino» significa aquí que el caminante siga no cualquier camino, sino el suyo, el que le pide Dios; aunque esté por abrir. Es bueno recordar que, por aquel entonces -1939- la llamada universal a la santidad, que años más tarde proclamó el Concilio Vaticano II, toda vía no estaba amplia y plenamente asimilada. Y que tampoco había en el Derecho Canónico vigente un cauce jurídico apropiado para una realidad como el Opus Dei. Su carácter de institución de ámbito universal, que agrupaba tanto a sacerdotes como a laicos -hombres y mujeres- con un compromiso vocacional pleno, excedía el marco jurídico-canónico de la época. Fue también en el Vaticano II -cuando secreó la figura de las Prelaturas personales (Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965)- el momento en el que la solución jurídica de la Obra empezó a vislumbrarse; si bien aún faltaban diecisiete años para que, en 1982, el Opus Dei fuese erigido en Prelatura personal.
Mientras tanto , el Beato Josemaría se esforzaba por abrir un camino que parecía imposible a los ojos humanos . Porque todo estaba sin hacer: en el plano teológico, en el ascético , y en el jurídico. Así lo explica a sus hijos en una meditación que predicó el dos de octubre de 1962:
«Me puse a trabajar, y no era fácil: se escapaban las almas como se escapan las anguilas en el agua. Además , había la incomprensión más brutal : porque lo que hoy ya es doctrina corriente en el mundo, entonces no lo era. Y si alguno afirma lo contrario, desconoce la verdad(...). Había que crear toda la doctrina teológica y ascética, y toda la doctrina jurídica. Me encontré con una solución de continuidad de siglos: no había nada. La Obra entera, a los ojos humanos, era un disparatón. Por eso algunos dijeron que yo estaba loco y que era un hereje, y tantas cosas más» [83].
Ciertamente, la Obra era -en los años treinta y cuarenta- una realidad absolutamente innova dora: demasiado avanzada para los tiempos. Por eso, cuando en 1946 planteó en Roma la necesidad de nuevos pasos jurídicos adecuados a la realidad de la vida y del apostolado del Opus Dei, un destacado eclesiástico de la Curia les dijo: «Ustedes han llegado con un siglo de anticipación». Sin embargo, muchas veces señaló el Fundador del Opus Dei que el mensaje de la Obra resultaba novedoso porque se había olvidado lo que vivieron los primeros cristianos; por eso afirmaba -con clara intención paradójica- que «la Obra es una novedad, antigua como el Evangelio» [84]; o, también, que «el Opus Dei es viejo como el Evangelio y como el Evangelio nuevo» [85] Por eso no había en esa novedad Uurídica, teológica y ascética) nada extraño u oscuro: se trataba de una «novedad bien sencilla, como son las nuevas del Señor» [86].
No obstante, resultaba una novedad difícilmente asimilable para la mentalidad de quienes, en aquella época, no veían llegado el tiempo para semejante innovación. Por eso los obstáculos eran poco menos que insuperables. Pero más fuerte aún que las dificultades fue el deseo del Fundador del Opus Dei por ser fiel a lo que Dios le pedía. Hubiera sido más fácil ceder, claudicar ante la presión de las barreras e impedimentos y haber acomodado su mensaje a la realidad existente. Pero no: lo que Dios le pedía era otra cosa; y ante quien debería dar cuentas al término de su existencia no era ante los hombres sino ante Dios. A pesar de las contradicciones, se exigió una entrega total y permanente, para abrir un nuevo camino en el Derecho Canónico: un camino que reflejara y tutelara con absoluta claridad la condición secular de los fieles del Opus Dei y la de sus apostolados [87].
Buscaba, en definitiva, que «cada caminante, siga su camino»: el suyo propio, aunque hubiera que abrirlo dejando jirones de carne en el trayecto. Es la misma idea que había grabado a fuego en un punto de Camino: «Es preciso atravesar el mundo. Pero no hay caminos hechos para vosotros... Los haréis, a través de las montañas, al golpe de vuestras pisadas» [88].
* * *
Ha caído la noche. Los asistentes al curso de retiro de Burjasot han enfilado la puerta del comedor y se disponen a comenzar la cena. El Beato Josemaría está todavía recordando lo que ha leído en el cartel. Y de nuevo dirige su vista a esas palabras. Quizás entonces se acordó de este punto de Camino: «Los haréis... al golpe de vuestras pisadas». Y, quizás también, recordó algo que probablemente había leído antes de la guerra: unos versos de Antonio Machado, plasmados en Campos de Castilla, que parecían enlazar perfectamente con el lema poético de Burjasot:
«Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino,
se hace camino al andar...» [89].
Alfonso Méndiz Noguera, en dadun.unav.edu/
Notas:
68 S. BERNAL, Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei p. 204.
69 A. VÁZQUEZ DE PRADA, El Fundador del Opus Dei..., 1983, p. 202.
70 A. SASTRE, Tiempo de caminar..., p. 252. La cita: JOSEMARlA ESCRIVÁ DE BALAGUER de febrero de 1945 , nº 19 . El subrayado es mío.
71 José ORLANDIS, Años de juventud en el Opus Dei..., p. 43.
72 JOSEMARlA ESCRIVÁ DE BALAGUER, Carta 9 de enero de 1959 , nº 35.
75Ibídem. nº 59. El subrayado es mío.
76 Camino. nº 903 y nº 137. Los subrayados son míos.
77 «Amar al mundo apasion adamente», en Conversaciones. nº 114 . El subrayado es mío.
<![if !supportLists]>78 <![endif]>El Beato Josemaría se refirió en varias ocasiones a diversas formas que puede adoptar esa tenta ción de abandonar el propio camino: «¡Galopar, galopar. ¡Hace hacer!... Fiebre. locura de moverse ( ...). Quietud. Paz. Vida intensa dentro de ti. Sin galopar. Sin la locura de cambiar de sitio. desde el lugar que en la vida te corresponde» (Camino, nº 837). Y en otro lugar: «Vivir santamente la vida ordinaria(...). Dejaos. pues. de sueños , de falsos idealismos. de fantasías. de eso que suelo llamar mísrica ojalarera -¡ojalá no me hubiera casado. ojalá no tuviera esta profesión. ojalá tuviera más salud. ojalá fuera joven , ojalá fuera viejo!...-y ateneos en cambio, sobriamente, a la realidad más material e inmediata. que es donde está el Señor » (Conversaciones, nº 116).
81 «Amar al mundo apasionadamente», en Conversaciones. nº 114 .
83 «En un dos de octubre». Meditación 2.X.1962: cit. en A. DE FUENMAYOR, GóMEZ IGLESIAS, J.L. ILLANES, El itinerario jurídico del Opus Dei. EUNSA, Pamplona 1989, p. 66.
84 JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER, Carta 25 de enero de 1961, nº 4.
86 JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER. Carra 25 de enero de 1961. nº 4.
87 «La Obra aparecía. al mundo y a la Iglesia. corno una novedad. La solución jurídica que buscaba, como imposible. Pero. hijas e hijos míos, no podía esperar a que las cosas fueran posibles. " Ustedes han llegado -dijo un alto personaje de la Curia Romana-con un siglo de anticipación". Y, no obstante, había que intentar lo imposible. Me urgían millares de almas que se entregaban a Dios en su Obra. con esa plenitud de nuestra dedicación. para hacer apostolado en medio del mundo» (Carta 25-1-1 961. nº 19). Y en otro lugar: «Estoy seguro. hijos míos, que ha de salir. Ahora o dentro de uno o veinte años: pero saldrá. Es la última etapa de la Fundación. Saldrá porque el Señor nos escuchará: ¡tantos años rezando por esto. Y miles de Misas. y tantas mortificaciones. y la rectitud de intención que nos mueve -su gloria. su servicio. la mayor eficacia de la Obra y la confianza que tenernos en Él» (Tertulia, Roma, 1962).
88 Camino. nº 928. El subrayado es mío.
89 Campos de Castilla. «Proverbios y cantares» (CXXXVI). nº XXIX. El subrayado es mí.
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