Dios aúna en sí paternidad y maternidad
Jutta Burggraf dedicó una parte de sus escritos a abordar la llamada “teología feminista”127 y sus características principales. Examinando los postulados feministas acerca del saber teológico, puso de manifiesto cómo esta ciencia era puesta en tela de juicio por aquellas teólogas debido a que estimaban que se trataba de un conocimiento realizado por varones y destinado a ellos, y al que se referían como “un sistema que se basa únicamente en experiencias masculinas”128. Más aún, tal presunta unilateralidad querían combatirla con otra actitud igual, pero de signo contrario:
“Por lo demás se puede comprobar que la teología feminista hace exactamente lo que reprocha a la teología existente hasta ahora. Las mujeres comparan el hablar sobre Dios con su condición de mujeres, tal y como, supuestamente, lo hicieron los varones durante cientos de años, partiendo de su condición de varones. Entonces, si condenamos lo uno, no es comprensible que se permita lo otro”129.
Ese intento de descalificar a la ciencia teológica por parte de las teólogas feministas más radicales, como Christa Mulack, impulsó a la profesora Burggraf a adentrarse en la Sagrada Escritura, al objeto de resaltar cómo Dios aúna en sí paternidad y maternidad, y demostrar que, por tanto, no existe polarización alguna ni en Él ni en la teología como ciencia.
Lo primero que Burggraf puso en valor fue que “la denominación de padre en la Biblia no quiere legitimar ninguna situación patriarcal”130. La autora afirma que Dios aceptó que, en el contexto veterotestamentario, se le tratara con nombres habitualmente masculinos. Esas formas concretas de llamarle no implicaban una supuesta prevalencia del varón sobre la mujer, sino que cumplían una función didáctica, en el sentido de que se contraponían al ser femenino propio de las diosas de los pueblos paganos, de tal forma que tales apelativos no significan dominio o supremacía, sino más bien protección de los más desfavorecidos ante la tiranía de aquéllos131.
En relación a esta idea de Dios como protector ya se atisba un rasgo típicamente femenino, noción que Burggraf encuentra en Gertrud von Le Fort, quien ya lo apuntaba al escribir que “el límite del hombre es siempre la puerta de entrada de Dios”132, es decir, que la debilidad del hombre es la forma elegida por Dios para adentrarse en su existencia. Esta singular idea fue desarrollada por Jutta Burggraf, no sólo en su línea de investigación de carácter teológico, sino que constituye una clave permanente en la trayectoria vital de la autora (recordemos que su primer Doctorado lo obtuvo en Psicopedagogía, en el año 1979, por la Universidad de Colonia, como fruto de su interés por la debilidad y la necesidad del ser humano)133.
Con apoyo en los escritos bíblicos, la profesora Burggraf hace referencia a ciertos pasajes en los que Dios se distingue por características que son más propias de una madre, como las actitudes de consolar o enjugar lágrimas134. Pero descubre cómo no sólo es que realmente existan esos rasgos, sino que Dios escapa a cualquier tipo de atribución de sexo:
“Se puede decir con toda razón que en Dios hay feminidad, de una forma originaria, ejemplar y eminente. El redescubrimiento de esta verdad no significa ningún desafío a lo masculino en Dios. La paternidad divina, en cambio, se enriquece con connotaciones que se inspiran en la maternidad. Estamos invitados a percibir nuevamente a Dios como el trascendente, que está más allá de los sexos. No es finito ni variable, no corresponde a las categorías de este mundo, no es ni hombre ni mujer. Es más allá de la polaridad sexual, por encima de todos los antropomorfismos. Su vida íntima tiene carácter de misterio. Supera infinitamente toda nuestra imaginación”135.
Esos pasajes son complementados con su pensamiento teológico acerca de la Santísima Trinidad. Para Burggraf, Dios no manifiesta sólo una paternidad, sino que también se acerca máximamente al hombre por medio de la Encarnación de Jesucristo, y hace renacer al hombre a la amistad con Dios, a la vida de la gracia, por medio del Espíritu Santo136. Precisamente, la Tercera Persona de la Trinidad es objeto de su reflexión, de donde extrae una imagen que enlaza con el pensamiento que previamente había escrito Edith Stein, en cuyas tesis profundizó la profesora Burggraf. La filósofa y santa alemana escribió acerca de cómo el Espíritu Santo se refleja, se manifiesta en atributos propiamente femeninos: sanar, limpiar, pero también en lo más propio de la feminidad, en dar vida, propiedades que condensa en la expresión “fertilidad creativa y plenificadora de Dios”137. Y es precisamente en torno a esa idea de fertilidad cómo Burggraf advierte que “Dios no sólo funda y establece la paternidad, sino también la maternidad, tal y como todas las demás perfecciones de las criaturas”138, de donde se concluye consiguientemente que en Dios existe la paternidad, pero también la más genuina maternidad 139, nota que nos sitúa y evoca en la perspectiva del relato de la Creación en el libro del Génesis.
Sin embargo, esta consideración que la profesora Burggraf hace sobre los rasgos maternales divinos, no deja al margen a la Madre por excelencia: a Santa María. Así, en su citado artículo dedicado a la maternidad en Dios, se hace eco del pensamiento que los autores Schillebeeckx y Halkes desarrollaron en su libro acerca de la Virgen María, como figura excelsa de la feminidad, pero que también aúna en sí propiedades del ser masculino:
“En la teología feminista (que se desarrolló abiertamente después del VII), lo normal no es llamar a María “nuestra madre”, sino, más correctamente, “nuestra hermana” (…) Quería basar la peculiaridad de María como mujer en la idea de que lo típico, el amor y bondad redentores de Dios, trasciende el amor humano del hombre y la mujer, y al mismo tiempo contiene en sí, de un modo inmanente, tanto las notas del amor paternal y masculino como las del maternal y femenino”140.
Este aspecto ha sido desarrollado con mayor profundidad en el capítulo sexto, dedicado a Santa María, como referencia máxima para la mujer.
Como resumen, el pensamiento de Burggraf acerca de los rasgos maternales de Dios recoge influencias de autores que ya habían ahondado acerca de las propiedades del ser femenino en Él, pero la originalidad de esta autora reside en el equilibrio y armonización de lo paternal y lo maternal en Dios, fuera de cualquier posible contraposición, nota que es constante en sus escritos y en su razonamiento teológico:
“Se puede decir con toda razón que en Dios hay feminidad, de una forma originaria, ejemplar y eminente. El redescubrimiento de esta verdad no significa ningún desafío a lo masculino en Dios”141.
Al hilo de dicha conjunción armónica, muestra cómo más allá de una cierta tradición en la Sagrada Escritura para referirse a Dios como ser masculino, y del reconocimiento de lo femenino en el Creador, lo determinante es que la persona se puede dirigir a Él; lo verdaderamente relevante, no es que se está tratando con un ser sexuado, sino, como ella afirma, con un tú concreto, en una relación de máxima cercanía y familiaridad, pese a que lo habitual para los límites del razonamiento humano y su forma de relacionarse sea encuadrar al otro según su ser masculino o femenino142.
Mª Dolores Nicolás Muñoz
INFLUENCIAS EN EL PENSAMIENTO DE JUTTA BURGGRAF ACERCA DE LA MUJER. Cap. 7. Los rasgos maternales de Dios. Instituto de Ciencias para la Familia. Máster Universitario en Matrimonio y Familia. Universidad de Navarra
NOTAS
127Sirva como ejemplo su artículo “¿Dios es nuestra Madre?”, en ILLANES, J.L. (dir.), “El Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, XX Simposio Internacional de Teología”, Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2000, 135-150.
128Ibídem, p. 139.
129Ibídem
130Ibídem, p. 143.
131Cfr. Ibídem, p. 140.
132VON LE FORT, G., La mujer eterna, Ed. Rialp, Madrid-1953, p. 138.
133SCHELLENBERGER, B., “La auténtica «humanitas» como camino hacia Dios. Itinerario científico de la Profesora Jutta Burggraf”, en Jutta Burggraf 1952-2010, Acto Académico In memoriam, Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2011, p. 38.
134Cfr. BURGGRAF, J., “¿Dios es nuestra Madre?, pp. 141-142.
135Ibídem, p. 142.
136La autora condensa en una frase la providencia de Dios sobre el género humano: “Dios se nos presenta como un padre amoroso que se interesa mucho más por la felicidad y la libertad de sus hijos que ellos mismos” (Ibídem, p. 143). Al igual que pone de manifiesto cómo la Trinidad de Personas divinas es reflejo de ese cuidado providente de Dios: “La redención es la historia del amor de Dios por el mundo, del amor del Padre unido con el Hijo en el Espíritu Santo, una historia que supera con mucho la capacidad del entendimiento humano” (Ibídem).
137STEIN, E., La mujer: su papel según la naturaleza y la gracia, p. 127.
138BURGGRAF, J. “¿Dios es nuestra Madre?”, p. 141.
139Con gran acierto, Jutta Burggraf recoge una cita de Clemente de Alejandría, en la que se condensa cómo ya en los primeros tiempos del cristianismo, los autores advertían el sentido maternal intrínseco a Dios: “Dios es amor… Lo inexpresable en él es Padre, lo compasivo con nosotros es Madre”. Ibídem.
140SCHILLEBEECKS, E.- HALKES, C., María, ayer, hoy y mañana, p. 44.
141BURGGRAF, J., “¿Dios es nuestra Madre?”, p. 142.
142Para la autora, la Encarnación del Hijo de Dios, marca el inicio de una nueva forma de acercarse Dios al hombre, con una proximidad nunca antes vista: “En el Nuevo Testamento, la autorrevelación divina llegó a su plenitud. Dios se nos dio a conocer como Padre de Jesucristo y de todos los hombres. A partir de entonces puede concebirse sumamente más cerca, más familiar; nos invita, de alguna manera, a tutearle. Los cristianos le tratamos, pues, de tú”. Ibídem, p. 140.
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