El cardenal Robert Sarah analiza la ideología de género y sus repercusiones, en la conferencia organizada por la Universidad Católica de Ávila, el 24 de mayo de 2016
El Cardenal Carlo Caffara, arzobispo emérito de Bolonia, y primer presidente del Instituto de estudios Juan Pablo II sobre el matrimonio y la familia, ha declarado lo siguiente durante una entrevista que se remonta al 16 de febrero de 2008: «Cuando fui nombrado por el Santo Padre primer Presidente del Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, recibí una carta de Sor Lúcia de Fátima, que se puede comprobar en los archivos del Instituto. En ella me decía, sin ambigüedades: "La batalla final entre el Señor y el reino de Satán atañerá al matrimonio y la familia". Sin embargo, agregó, "no tema, pues los que actúan a favor de la santidad del matrimonio y la familia siempre encontrarán oposición; la combatiremos con todos los medios posibles, porque lo que está en juego es crucial. En todo caso, la Virgen ya aplastó la cabeza de Satanás"»[1].
Por su parte, a la vuelta de su viaje apostólico a Fátima, el Papa Benedicto XVI, en una entrevista del 11 de mayo de 2010, no dudó en afirmar: «También esto se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de modo realmente tremendo: que la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia y que la Iglesia, por tanto, tiene una profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificación…»[2].
Las familias cristianas padecen diariamente ataques en el mundo entero. Como veremos, la ideología de género es sostenida, promovida y practicada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que depende de las Naciones Unidas (ONU), y por numerosas instituciones de educación y de sanidad que tienen su sede en los Estados occidentales (Norteamérica, Europa occidental y Australia-Nueva Zelanda). Todo país que rechace unirse a esta ideología viene sancionado: por ejemplo, los Estados débiles y pobres son penalizados a nivel de ayudas para el desarrollo. Se ven condicionados a aceptar la ideología de género. Esta verdadera colonización afecta al conjunto del continente africano, en particular al África subsahariana, pero también a Asia y América latina.
El Papa Francisco, durante su viaje apostólico a Manila, no dudó en denunciar con fuerza una «colonización ideológica contra la familia»[3], que intenta destruirla introduciéndose y difundiéndose en las sociedades y culturas de los países en vías de desarrollo. En el n. 56 de su Exhortación apostólica post-sinodal Amoris Lætitia, critica fuertemente la ideología mortífera de género «que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer. Presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer»[4]. El Cardenal Francis Arinze, comentando estas palabras del Papa Francisco, dijo que «los medios se han acostumbrado a desfigurar, secularizar e incluso comercializar el matrimonio y la familia»[5]. Esto es muy evidente en los programas impregnados de erotismo y de pornografía, que se dirigen también a los niños: en muchos países occidentales, después del jardín de infancia, los niños son reeducados, es decir, que se manipula y contamina sus conciencias con la ideología de género. En ciertos países, las familias no tienen elección. Así, en 2006, en Alemania, quisieron obligar a una familia cristiana protestante de ocho hijos a participar en experiencias escandalosas en virtud de la educación sexual. Los padres decidieron no volver a enviar a sus hijos a esas clases; ¡y fueron condenados a pena de prisión!
Yo mismo, en el libro Dios o nada6[6], he denunciado con fuerza la teoría de género como un ataque frontal a la familia y su voluntad de destruirla, insistiendo en su aspecto particularmente nefasto para los países africanos, que son sometidos a un nuevo colonialismo por parte de los países occidentales, bien directamente o a través de organizaciones internacionales que esos Estados dominan sin piedad y sin vergüenza.
El género –«gender» en inglés– nació en el ambiente de las ciencias humanas de inspiración freudiana. Apareció en 1955 en los Estados Unidos: John Money, psiquiatra de Harvard, ante unos casos de hermafrodismo, introdujo el concepto de «gender role» que definió: «son todas las cosas que una persona dice o hace para demostrar que tiene estatuto de hombre o de mujer». Así, esa nueva noción del papel social como fuente de la identidad sexual contenía en germen todo el proyecto ideológico del género, tal y como se desarrolló en los siguientes decenios.
Treinta y cinco años más tarde, en los años 1990, Judith Butler, que sigue siendo el líder de la revolución del género, declaró que las palabras «sexo» y «género» ya no son sustantivos, sino… verbos. Eso significa que el individuo, hombre o mujer, será lo que él o ella decidan decir y hacer. Afirmó que «ser hombre o mujer no es algo que se es, sino algo que se hace».
La teoría aberrante y delirante del género, que se presenta –y es el colmo– como «científica», demuestra en realidad la superchería pseudo-científica. Echa sus raíces en un humus que se puede calificar de particularmente problemático, y a propósito del cual no dudaría en decir que veo ahí la «mano del mismo diablo». ¿De qué se trata? ¿Cuál es el fundamento de esta ideología y cómo podemos combatirla? Sabemos, por la Sagrada Biblia, que Satanás es «homicida» desde el origen[8]. ¿Por qué homicida? ¿A quién quiere matar el diablo con una furia que no terminará hasta la batalla final contemplada en el Apocalipsis?[9] Satanás quiere mater, quiere destruir a Dios en nosotros, es decir, la persona humana creada a imagen de Dios[10], quiere hacer de nosotros individuos, que yo llamo «zombis» sin alma y dotados de un cuerpo convertido en una especie de maquinaria sometida a las manipulaciones genéticas y al transhumanismo. Sí, es lo que quiere el Adversario: quiere someternos e él, el Príncipe de este mundo, para manipularnos mejor, cortando el «cordón umbilical» que nos une a Dios, en primer término, y luego, en un segundo tiempo, con la ilusión ─una verdadera cortina de humo─ de que no somos más que un conjunto de células condenadas a sobrevivir gracias a una tecnología cada vez más sofisticada[11], emanciparnos de nuestra condición humana para hacer de nosotros nuestros propios dioses[12].
La pseudo-liberación del hombre se inscribe en la historia de los tres últimos siglos, siendo la ideología de género su último avatar lamentable. Me explico: la emancipación de Dios-Padre ya se produjo hace mucho tiempo, cuando las democracias occidentales se formaron en un contexto deísta. Los maestros del pensamiento racionalista (de Voltaire a Diderot, pasando por d’Alembert) van a provocar la famosa Revolución francesa, que será presentada por la corriente laica como la génesis de la liberación del hombre respecto al Dios de los cristianos[13], y, en consecuencia, respecto a la Iglesia y a su Magisterio, calificado de «opresivo». O, para los racionalistas, Dios es el arquitecto supremo del universo que se desinteresa totalmente de sus criaturas. El deísmo de los enciclopedistas mató, pues, la paternidad en Dios. J.J. Rousseau dijo incluso que la paternidad es un privilegio social[14]. A eso es lo que yo llamo «cortar el cordón umbilical», y esa etapa, crucial, va a generar otras que, progresivamente harán de la persona un individuo, y luego un «zombi».
De hecho, si Dios deja de ser Padre, el ciudadano deja de ser hijo. Y, en consecuencia, deja de ser persona que recibe todo de su Padre; se vuelve un individuo, dejado a su aire para la organización del mundo y su propio destino. Si ya no recibe su identidad, tiene que construirla por sí mismo apoyándose solo en su razón. Como decían san Juan Pablo II y Benedicto XVI, las dos alas que nos permiten elevarnos a la contemplación de la verdad son la fe y la razón[15]. Cortando el ala de la fe, el hombre está desequilibrado, y harán falta efectivamente tres siglos para que se estrelle en la tierra de sus falsas convicciones, para que camine como un insecto, empezando por los campos de concentración nazis y los goulags comunistas, y siguiendo, de una manera aséptica, por el fango de la ideología de género.
Entregado a su sola razón, el hombre pierde poco a poco contacto con la Fuente, la paternidad de Dios, que ilumina su conciencia. Ciertamente, las Declaraciones de los Derechos Humanos, los preámbulos de las Constituciones, y los primeros Capítulos de la Sociedad de Naciones (SDN) y de las Naciones Unidas (ONU), en los siglos XIX y XX son todavía en gran parte reflejo de las normas del derecho natural, pero el derecho positivo, que reina ya a sus anchas, se alarga poco a poco, obligando al legislador, en los mejores casos a callarse, en los peores a negarse a sí mismo[16]. Pongamos solo un ejemplo, el más grave y más significativo: los Estados occidentales, como las instancias internacionales que ellos controlan, como la Unión europea, son incapaces de definir claramente el embrión humano, afirmando lo que toda conciencia humana sabe de sobra ─apoyándose en la sola razón y también… en la ciencia[17]─ y que constituye una norma esencial, fundamental, de derecho natural[18], a saber que, desde su concepción, el embrión humano es un ser humana que, en consecuencia, tiene un derecho imprescriptible y absoluto a la vida. Entonces, para evitar contradecir el pseudo «derecho al aborto» y atraer los rayos de la casta mediático-política dominante, el legislador «marea la perdiz», si me permitís esta expresión un poco trivial: o se calla, y ese Poncio Pilato contemporáneo rechaza pronunciarse, como hace la Unión europea, que deja a cada Estado miembro la regulación de esta cuestión[19]; o entonces, se esfuerza por encontrar una expresión susceptible de no ofender a nadie, como esta definición para los menos alambicados que la Comisión Consultiva Nacional de Ética francesa se inventó en 1984: «el embrión es una persona humana potencial». Hay que entender «potencial» evidentemente como sinónimo de «llegar a ser» y, por tanto, «que no es todavía». Lo que demuestra que la muerte de la ontología pasó por allí…
Así, por ese divorcio entre individuo y persona, Occidente y, tras él, el mundo entero, por las conocidas vías de la colonización, y luego de la dominación económico-financiera de los países en vías de desarrollo, ha caído en el individualismo y las ideologías. La historia nos muestra ampliamente que el deísmo desencadenó un proceso que ha llevado a la civilización occidental, es decir, judeo-cristiana, de la muerte de Dios y del nihilismo del siglo XIX, a la muerte del hombre, durante el siglo XX, para llegar a un colapso sin precedentes de la institución familiar, vector de la persona humana, en la segunda mitad del siglo XX. Friedrich Nietzsche, con su teoría del superhombre, que presentaba como remedio a la desesperación provocada por la muerte de Dios[20], Sigmund Freud con su nueva antropología basada en los impulsos primarios, como motivación exclusiva del obrar humano, Jean-Paul Sartre[21] y su nihilismo libertario, aparentemente genial, acabaron de inocular en la conciencia colectiva y también individual, la idea de que la «liberación» del individuo pasa por el asesinato del padre, y realizaron su plan diabólico a través de los célebres sucesos del Mayo del 68, un movimiento libertario cuyas ideas se han propagado más allá del Telón de Acero, a partir de la Caída del Muro de Berlín, en 1989[22].
En seguida, del asesinato del padre, se ha pasado al asesinato de la madre, con el feminismo radical que opone los derechos de las mujeres, su libertad y su igualdad, por una parte, y la identidad femenina en el marco de la complementariedad de los sexos, y la maternidad, por otra parte. Margaret Sanger (1879-1966), fundadora de Planning familial international y figura emblemática del feminismo occidental, ¿no quería el acceso libre y gratuito a la contracepción, para «liberar a la mujer de la esclavitud de la reproducción»? Así, hemos sofocado el sentido de la feminidad y la maternidad en la cultura occidental, pues sabemos bien que entre la contracepción y el aborto legalizado y pagado, no había más que un paso que el legislador se apresuró a dar en los años 1970-1990[23].
Al final del siglo XX, el padre, la madre, los esposos, el hijo y la hija, todos perdieron el estatuto que les es debido en una sociedad digna de ese nombre: la «familia» ha sido sacudida en sus cimientos[24]. En nuestros días, se ha vuelto un concepto abstracto e inestable, sujeto de interpretaciones diversas y contradictorias, de ahí el malestar del legislador cuando se trata de definirla, y de ahí también esta reciente decisión del gobierno francés de remplazar el «ministerio de la familia» por el «ministerio de las familias», para, ha afirmado, «tener en cuenta las diversas realidades de la sociedad contemporánea»… en la indiferencia casi general de la opinión pública, y con la aprobación bulliciosa del medio político-mediático dominante.
Hay que comprender que este largo proceso que se puede calificar de «revolucionario», que va de la muerte de Dios-Padre, en el siglo XVIII, a la muerte del hombre convertido en simple «individuo» al final del siglo XX, conduce directamente a la ideología de género. ¿Por qué medios? En este comienzo del siglo XXI, las sociedades occidentales son desiertos espirituales y demográficos: basta pasear por una calle de Londres, de París, de Berlín, de Madrid o de Roma para darse cuenta de esto: poco niños, menos carritos de niños, familias reducidas a la más simple expresión: señor y señora (que son a menudo «compañeros» que cohabitan cierto tiempo) con a veces uno, incluso dos hijos, cuando éstos no son sustituidos por animales de compañía, y también parejas de homosexuales del brazo que señalan así cada vez más su «diferencia»; y luego, la presencia masiva de una población extranjera que, en Europa occidental, sumerge a los autóctonos paralizados, viniendo de otros continentes, los del hambre y la opresión política, y de culturas y religiones diferentes; en fin, un laicismo y un indiferentismo generalizados y alimentados por el famoso díptico del Imperio romano en su apogeo, y al mismo tiempo abocado al declive inevitable: «panem et circenses» o, si se prefiere, utilizando un vocabulario de nuestra época: «bienes de consumo y de ocio» en exceso… en lugar del esfuerzo y del trabajo. Estos ciudadanos-individuos, y por tanto «individualistas», condenados en el mejor de los casos a la soledad, en el peor al suicidio, a veces «asistido» (y legalizado), son radicalmente indiferenciados: no son más que consumidores con los que internet hace negocio a partir de evaluaciones estadísticas de sus deseos. Acabamos de dibujar la imagen de la sociedad occidental del vacío, que es una sociedad deprimida y adolescente[25]. De ahí al bricolaje del «género», no había más que un paso, y es ese vacío el que ha permitido a los Mefistófeles occidentales, en particular americanos, poner en marcha su proyecto de reconstrucción social sobre las bases pseudo-científicas y laicistas propiamente diabólicas. Sí, el terreno ya está preparado para la revolución final, que corresponde también al «último combate» mencionado en el Apocalipsis, la revolución del género, que hace del individuo un «zombi». Es el nihilismo total, radical, absoluto, el fin de la humanidad. Es la Hora del combate entre esas tinieblas donde una sombría humanidad lucha con los demonios del nihilismo libertario, y la Luz que la Iglesia, ella sola, lleva como una antorcha, tan a menudo parecida a esa pequeña llama de la Esperanza que ya cantaba Charles Péguy hace un siglo, y que ninguna tormenta podrá apagar. Pues nuestra fe en Cristo, que funda nuestra esperanza, es decir, nuestra fe en Jesús resucitado, el hombre Nuevo, Dios hecho hombre, es la antorcha que ilumina nuestras vidas y conciencias de hombres y mujeres creados "a imagen Dios". La Iglesia es la última y única defensa contra la nueva barbarie del "género", de donde se desprende que incluso los hunos de Atila, en el siglo V, eran una amenaza insignificante; sí, esos bárbaros que, en el ocaso del Imperio se convirtieron en cristianos, el Papa san León I consiguió detener a las puertas de Roma a fuerza de persuasión, fueron capaces de detener sus malas acciones. ¿Será lo mismo con nuestros «doctores Faustos» contemporáneos? ¿Aceptaran romper su pacto diabólico con el Adversario que les dijo, como a nuestros primeros padres: «Seréis como dioses»? Sí, hoy la Iglesia es la última y única defensa contra la nueva barbarie, pero teniendo en cuenta las costumbres paganas del mundo que es el nuestro, la palabra de la Iglesia debe ser clara, límpida, sin ambigüedades, lo suficientemente fuerte como para arrancar a los creyentes lo que les impide la alianza con Cristo y su enseñanza.
Si se quiere resumir en una sola frase el núcleo ideológico de la revolución del género, yo diría: «Para el género, la masculinidad y la feminidad con la complementariedad de los sexos, la paternidad y la maternidad, y por tanto la filiación, evidentemente la nupcialidad y el matrimonio entre un hombre y una mujer y, en consecuencia, la familia, con la vocación educativa del padre y de la madre, todo eso no es más que… viento, vacío… no existe en sí, pues son construcciones sociales que han sido elaboradas a lo largo de los siglos, en particular bajo la presión de las religiones, como el judeo-cristianismo, para evitar el acceso individual a la verdadera libertad e igualdad de los ciudadanos. Son estereotipos discriminatorios de los que hay que liberarse (de ahí el proceso revolucionario), y que hay que deconstruir y demoler por todos los medios: financieros, políticos, culturales (artes, medios de comunicación, lenguaje, modas…), educativos, y también legislativos»[26]. Esto significa claramente, pero no solo, que la individualidad no se recibe; sí, lo que hace de una persona un «hombre» o una «mujer» ya ni se recibe ni es innata, sino que está en permanente construcción, lo que tiene como consecuencia la indiferenciación de los sexos. Notemos que, sobre esas barricadas del nuevo género, como son los medios dominantes, las artes subvencionadas, ciertas cátedras universitarias, los laboratorios y oficinas de investigadores de todo género, y también en las manifestaciones y foros de «Podemos» en Madrid y de «Nuit Debout» en París, se juntan dos grupos, el de las feministas y el de LGBT[27], que se reúnen con la misma voluntad de deconstrucción antropológica.
Tomemos un ejemplo de deconstrucción debida al género, el del lenguaje. Hemos pasado:
─ de los esposos o del marido y la mujer, únicos y sujeto de un don total de sí para la vida, a los compañeros, múltiples y temporales;
─ de la maternidad al derecho de la mujer a disponer libremente de su cuerpo;
─ del matrimonio entre un hombre y una mujer como institución estable, a la celebración cultural del amor libre hetero u homosexual sin compromisos;
─ de la familia a las familias, o a la familia en todas sus formas;
─ de la procreación a la reproducción…[28]
Es interesante constatar que el nuevo lenguaje del género sustituye las palabras que expresaban realidades universales, que el cristianismo ha magnificado. Así, los términos siguientes, que se presentan en el himno a la Caridad de san Pablo (1Co 13), son borrados en el lenguaje de género, y cada vez más del gobierno mundial y estatal: son las palabras don, plenitud, servicio, mal, envidia, alegría, verdad, esperanza, perfección… En revancha, he aquí las palabras y expresiones que derivan de la ideología de género; constituyen como una base de datos informáticos, que corresponden a un nuevo corpus linguae muy raro de tipo sociológico-científico; citemos un puñado: perspectiva de género, papel del género, integración de la perspectiva de género, violencia de género, análisis de género, neutro en cuanto al género, discriminación de sexo, especialistas en género, sexo-especificidad, estereotipos sexuales…[29]
El género ha entrado en los modales, y sigue su camino de «deconstrucción», es decir, de destrucción de la familia y de la sociedad, ante una indiferencia casi general. Es preciso tomar conciencia urgentemente para resistirnos, sea cual sea el precio que debamos pagar: de la burla a la marginación, y de la cárcel al martirio. El veneno ya está inoculado tanto a nivel de las naciones, como a nivel de las instancias internacionales, de las que la más notoria e influyente es la ONU (las Naciones Unidas), como vamos a demostrar ahora.
La ideología de género está sostenida, promovida y practicada por la Organización Mundial de la Salud, que depende de las Naciones Unidas (ONU), y por numerosas organizaciones no-gubernamentales (ONG), en particular instituciones educativas y sanitarias que tienen su sede en Estados occidentales. Para medir hasta qué punto de aberración antropológica han llegado los países occidentales, he aquí dos ejemplos significativos en Francia:
Todo país que rechaza unirse a la ideología de género viene por lo general sancionado: por ejemplo, esos Estados son penalizados a nivel de las ayudas al desarrollo. Están condicionados a aceptar la ideología de género. Esta auténtica colonización afecta a todo el continente africano, en particular el África sub-sahariana, y también Asia y América latina. En esos países, muchos se han visto obligados a crear ministerios de «género». En efecto, solo en África, una quincena de Estados han adoptado ya políticas nacionales de tendencia de «género» en diversos ministerios (educación, mujer, familia, juventud, sanidad, trabajo, desarrollo social, o incluso cultura)[32]. Y definen el género así (cito uno entre otros): «un conjunto de funciones y de relaciones entre el hombre y la mujer, que no son determinados por la biología, sino que dependen del contexto social, cultural, político y económico». Los países africanos, y más en general, los países en vías de desarrollo, que intentan resistirse a la ola homosexual, tienden a abrir sus puertas a la perspectiva de género en su acepción feminista, sin darse cuenta de que llevará inmediatamente a la homosexualidad legalizada, porque está incluida en lo que podría llamarse el «paquete de regalo» envenenado.
En las instancias intergubernamentales e internacionales, que inspiran la legislación y el comportamiento de los diversos Estados, la utilización de la teoría de género representa una ruptura con el lenguaje de los instrumentos jurídicos vinculantes adoptados antes de los años 90. Tomemos el ejemplo de la ONU. Hasta los años 90, los diferentes documentos jurídicos se refieren a los «hombres y mujeres», a los «esposos» o «marido» y «mujer», a los «padres», cuando abordaban la igualdad de todos los seres humanos, en dignidad y en derechos, o en cuestiones relativas a la familia, al matrimonio, a la educación de los hijos[34]. Del mismo modo, se refieren explícitamente a uno u otro sexo al tratar la cuestión de la no discriminación[35]. La Carta de la ONU de 1945 afirma «los derechos iguales de los hombres y de las mujeres» (preámbulo, 2)[36]. Los instrumentos jurídicos de la ONU de esa época reconocían también la familia (en singular) como base natural y fundamental de la sociedad[37], con derecho a la protección de la sociedad y del Estado, y fundada en el matrimonio contraído libremente entre un hombre y una mujer[38].
El cambio comenzó a fraguarse en la 4ª Conferencia Mundial sobre las mujeres de Pekín (4-15 de septiembre de 1995), caracterizada por la intervención más notable de una feminista muy célebre, Hillary Clinton, entonces Primera Dama, que declaró, en un contexto sorprendente: «los derechos de las mujeres son derechos del hombre»[39]. A pesar de las oposiciones virulentas de los países como Estados Unidos y Francia, la Santa Sede no ha dudado en indicar alto y fuerte sus puntos de desacuerdo presentes en el documento preparatorio de la Conferencia, donde se pudo notar que, por ejemplo, las palabras «madre» o la expresión «la familia es la unidad básica» se mencionaban entre paréntesis. El género avanzaba todavía enmascarado, porque no se definió explícitamente en la Plataforma de Acción de Pekín. De hecho, sus promotores, la mayoría occidentales, que había logrado meterlo a escondidas en el documento, evitaron definirlo, si bien muchos tendían a interpretarlo en su sentido gramatical tradicional. Sin embargo, el malestar era palpable.
Después de la Conferencia de Pekín, la agenda oculta comenzó a salir. Los órganos de la ONU se aplicaron a definir el «género». Estas llamadas definiciones difusas llevaron su tiempo, cambiando continuamente y permitiendo una interpretación que incluye la orientación sexual e identidad de género. La definición más «notable» es la de la ONU Mujeres: afirma que el género corresponde «a los atributos sociales y a las oportunidades asociadas a hacer de hombre o mujer y a las relaciones entre mujeres y hombres, así como a las relaciones entre mujeres y a las relaciones entre hombres», añadiendo que «esos atributos, oportunidades y relaciones son específicas de ciertos contextos y épocas, y sometidos al cambio». ONU Mujeres hace presión para que «la igualdad de género y los derechos de las mujeres» se integren en los tratados «mundiales», en particular en la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW). Recordemos que ONU Mujeres no utiliza a propósito el término de «tratados internacionales», sino «tratados mundiales» para dar a entender su voluntad de imponer a todos los países sin excepción la ideología de género. Después, ONU Mujeres considera que el documento titulado Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) omite ciertos componentes esenciales del género, como «la salud y los derechos sexuales y reproductivos» (SDSR). Estos tienen como objetivo un acceso «universal» (o «mundial») a la «gama completa» de contraceptivos cualquiera que sea la edad y estatuto marital, al aborto «sin riesgos», a una «educación sexual completa» puramente «técnica»… Y ONU Mujeres concluye: «El marco para el desarrollo después de 2015 debe reconocer que la falta de control de las mujeres y las adolescentes sobre sus cuerpos y su sexualidad es una enorme violación de sus derechos».
Según la ideología de género, la familia se ha convertido en un lugar donde se negocia el poder; ya no es la célula básica de la sociedad, y mucho menos un lugar de amor y de comunión interpersonal. La familia siendo una fuente de desigualdades, según los teóricos del género, hay que cambiar las relaciones de poder entre hombres y mujeres, y entre chicos y chicas, desde la escuela primaria. Se sabe que en muchos países occidentales esos objetivos han pasado a los hechos: así, en Francia, «El ABC de la igualdad» es un programa de enseñanza francesa, que había sido propuesto por Najat Vallaud-Belkacem, entonces ministra de los Derechos de las mujeres, con el objetivo de luchar contra «el sexismo y los estereotipos de género». Ese programa fue enseñado de manera experimental a partir de 2013 en unas seiscientas clases de maternal e infantil. Cara a la oposición que suscitó esa iniciativa pedagógica, el 25 de noviembre de 2014, Najat Vallaud-Belkacem, nombrada ministra de Educación nacional, cambió los «ABC» por un plan de acción, que… tomaba las grandes líneas de su proyecto anterior. Los partidarios de la ideología de género quieren políticos que socaven lo que ellos llaman "estructuras coercitivas", es decir, todas las fuerzas políticas, culturales y religiosas que atribuyen roles de género estereotipado a las mujeres y a los hombres, restringiendo las opciones de vida de mujeres y niñas, y obligando a los homosexuales a entrar en «roles heterosexuales» que rechazan. Nos encontramos aquí los dos afluentes envenenados, que producen el río llamado «género»: el feminismo y los grupos homosexuales y transexuales LGBT.
En su libro, que acaba de publicarse: Religion, l’heure de vérité[40], Mons. Roland Minnerath, arzobispo de Dijon, afirma: «La modernidad ha querido apartar al hombre de Dios… Ahora bien, si Dios ha creado el mundo y los seres, ha imprimido en ellos un orden de su sabiduría y de su razón, un orden inteligible para nosotros». En otras palabras, la ideología de género arraiga en el relativismo, según el cual todo es posible y aceptable. Benedicto XVI[41], y luego el Papa Francisco[42], dijeron que nuestras sociedades van hacia una dictadura del relativismo, que no reconoce más que el propio ego y sus deseos. Esta ideología, que ha penetrado la sociedad, se mete en la iglesia desde fuera y desde dentro. El Arzobispo emérito de Chicago, fallecido en abril de 2015, Cardenal Francis George declaró, el 12 de noviembre de 2012, que si bien pensaba que «moriría en su cama ─como así fue─, es muy posible que su sucesor muriese en la cárcel, y que el siguiente sucesor podría morir como mártir en la plaza pública por denunciar la decadencia de una sociedad, y esforzarse en reconstruir pacientemente la civilización, como la Iglesia ha hecho siempre en la historia de la humanidad»[43]. Hay, pues, grupos de presión (o «lobbies») que quieren imponer la ideología de género y el relativismo moral. Y si la familia está en peligro, es la sociedad la que está en peligro, y también la misma fe. En efecto, los obispos (y también los sacerdotes, cooperadores suyos) está llamado a defender la santidad del matrimonio y de la familia. Si fracasan en su misión, nuestro porvenir, el de la humanidad, está en grave peligro, porque la fe siempre está amenazada de dos modos: o por la voluntad de cambiar la doctrina inmutable, o dando mal ejemplo.
En nuestros días, asistimos muy especialmente a un combate frontal y violento entre «el espíritu del mundo» y «el Espíritu Santo». Me explico. En los primeros tiempos de la Iglesia, por ejemplo en Roma, sabemos por san Pablo (Rm 1) que el contexto cultural era bastante parecido al que conocemos hoy con la banalización del adulterio, la poligamia, la homosexualidad, el aborto… Los cristianos de esa época no aceptaron componendas, sino que permanecieron fieles al Evangelio, incluso si su testimonio iba a contracorriente de la cultura dominante. Gracias a su ejemplo, creíble, fueron el fermento en la masa pagana de la época, del que habla Jesús[44], y poco a poco vieron la conversión de pueblos enteros. Así fue como Europa se hizo cristiana y vio florecer una civilización marcada por el cristianismo, donde el matrimonio, en particular la dignidad de la mujer, y la familia, con respeto a los hijos después de su concepción, se pusieron en evidencia. Nuestros antepasados en la fe escogieron «al Espíritu Santo» y no «el espíritu del mundo»… costase lo que costase… es decir, desde la burla a la discriminación e incluso el martirio. Ahora bien, durante los dos recientes Sínodos sobre la familia de 2014 y 2015, en un contexto social y cultural muy parecido al de la Roma antigua, al menos en Occidente (banalización y legalización del divorcio por consentimiento mutuo[45], de la unión civil provisional[46], de la contracepción y del aborto, de las manipulaciones genéticas y la fecundación «in vitro» que comporta la masacre de los fetos indeseables, la legalización del «matrimonio» homosexual[47]…), la tentación de dejarse llevar por el espíritu del mundo dominante hoy surge por una coartada teológico-pastoral errónea: adaptar la enseñanza de la Iglesia a las realidades del mundo contemporáneo o, si se prefiere en un lenguaje más teológico, adaptar la doctrina de la Iglesia a los casos particulares que caen en la pastoral. La manía caprichosa de ese modelo, que no es en absoluto un descubrimiento reciente (cfr. las teorías desviadas de Hans Küng), retransmitida por los medios de comunicación complacientes, católicos incluidos, ha ganado a cierto número de obispos, alguno de los cuales no dudó en describir este paradigma como «fuente de la revelación».
A modo de conclusión, me gustaría citar este extracto de la Carta a las Familias del Papa san Juan Pablo II, del 2 de febrero de 1994[48]. Veréis que no ha perdido vigencia:
«¡Que Cristo, que es el mismo «ayer, hoy y siempre» (cfr. Hb 13,8), esté con nosotros mientras doblamos las rodillas ante el Padre, de quien procede toda paternidad y maternidad y toda familia humana (cfr. Ef 3,14-15) y, con las mismas palabras de la oración al Padre, que él mismo nos enseñó, ofrezca una vez más el testimonio del amor con que nos «amó hasta el extremo» (Jn 13,1)! Hablo con la fuerza de su verdad al hombre de nuestro tiempo, para que comprenda qué grandes bienes son el matrimonio, la familia y la vida; y qué gran peligro constituye el no respetar estas realidades y una menor consideración de los valores supremos en los que se fundamentan la familia y la dignidad del ser humano. Que el Señor Jesús nos recuerde estas cosas con la fuerza y la sabiduría de la cruz (cfr. 1Co 1,17-24), para que la humanidad no ceda a la tentación del «padre de la mentira» (Jn 8,44), que la empuja constantemente por caminos anchos y espaciosos, aparentemente fáciles y agradables, pero llenos realmente de asechanzas y peligros. Que se nos conceda seguir siempre a Aquel que es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6)».
San Juan Pablo II dijo muchas veces que «el futuro de la humanidad pasa por la familia»[49]. Sí, si la batalla final entre Dios y el reino de Satanás concierne al matrimonio y a la familia, es preciso asumir con urgencia de que debemos ponernos ya en medio de esa batalla espiritual, pues depende el futuro de la sociedad humana, y sabemos que la familia, fundada en el matrimonio de amor, monógama, libre, fiel e indisoluble, es su célula básica. Nuestras familias cristianas son como esas múltiples celdas de cera, tan frágiles pero siempre fuertes, que constituyen la colmena donde todos están llamados a probar la miel de la Verdad, es decir, las Palabras salvíficas del Señor Jesús y de su Esposa la santa Iglesia. En este año jubilar de la Misericordia, ponemos encontrar refugio, como María, Madre del Redentor y Madre nuestra, en el Corazón de Jesús, en su Sagrado Corazón traspasado por amor a nosotros… antes de que sea demasiado tarde.
Cardenal Robert Sarah
Prefecto de la Congregación para el Culto y la Disciplina de los Sacramentos
Fuente: ucavila.es.
Traducción de Luis Montoya.
[1]C. Caffarra, “Voce di Padre Pio”, Marzo 2008.
[2]Benedicto XVI, Entrevista con los periodistas en el vuelo a Portugal. En nuestro caso, los pecados que se cometen en la Iglesia son el silencio, las componendas y la cobardía de un número de clérigos que tienen miedo a declarar a favor de la verdad sobre el matrimonio y la familia.
[3]Francisco, Encuentro Mundial de las Familias en Manila, 16-I-2015.
[4]Cfr. Exhortación apostólica post-sinodal Amoris Lætitia, 19-III-2016, n. 56.
[5]Prefacio de Christ’s new Homeland-Africa. Contribution to the Synod on the Family by African Pastors, San Francisco 2015, 8.
[6]Dios o nada, Madrid, Palabra, enero 20163.
[7]Sobre la cuestión de “género” en general, me refiero mucho a los trabajos más conocidos de Marguerite A. Peteers. Aquí, sobre el tema de su origen, Cfr. la Conferencia de Marguerite A. Peteers La perspective du genre: origines idéologiques lointaines d’une norme prioritaire de la gouvernance mondiale en el Coloquio organizado por Pétrusse con ocasión del 20º aniversario del Año internacional de la Familia (24-V-2014), Luxemburgo, pp. 4-5. Cfr. también en la bibliografía de esta autora: La mondialisation de la révolution culturelle occidentale, Dialogue Dynamics, 2011. Le gender, une norme mondiale?, Mame, 2013. La nouvelle éthique mondiale: défis pour l’Eglise, Dialogue Dynamics, 2006. Le citoyen et la personne. Rébellion et réconciliation, Dialogue Dynamics, 2014.
[8]Cfr. 1Jn 3,8; 1Jn 5,19; Jn 8,44.
[9]Ap 12 ,7ss; cap. 16-19. Cfr. también Dn 12,1; Mt 24,21; Mc 13,19.
[10]Gen 1,27.
[11]Con la manipulación del genoma humano, el transhumanismo…
[12]Gen 3,5: «Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal».
[13]Los filósofos racionalistas, luego revolucionarios, califican la fe católica de «superstición medieval». Era una de las imputaciones que, en el régimen del terror, justificaba la pena de muerte pronunciada por los tribunales revolucionarios contra los católicos fieles a su fe.
[14]Cfr. Marguerite A. Peteers, La vocation filiale de la femme: mondialisation et signes des temps. Colloque: La vocation de la femme dans l’Eglise – Curie Patriarcale Maronite-Bureau de la Pastorale de la Femme-Ghazir, 25-X-2014, p.3.
[15]Cfr. Juan Pablo II, Fides et ratio,14-IX-1998, introducción.
[16]Marguerite A. Peteers, Traitement de termes tels que «gender» et «sexe» et de formulations plus récentes telles que «orientations sexuelles» et «identité sexuelle» dans le discours ordinaire et dans le contexte des documents onusiens. Congreso Paralelo organizado por la Misión del Observador Permanente de la Santa Sede «Para preservar la universalidad de los derechos humanos», Ginebra, Palacio de las Naciones, 9-III-2012, pp. 2-3.
[17]Es decir, la radiografía que sucedió al estetoscopio: éste permitía a los padres escuchar el latido del corazón de sus hijos.
[18]«Derecho natural», no de una interpretación naturalista como la de J.J. Rousseau, sino como la define santo Tomás de Aquino, como un derecho querido por Dios y aprehendido por la razón humana; está inscrito en la naturaleza del hombre.
[19]A pesar de que, en una resolución del 3 de julio de 2002, el Parlamente europeo recomendó a los Estados miembros legalizar el aborto.
[20]Las feministas retomaron la teoría del superhombre para justificar su propia teoría del «poder masculino» que hay que arrancar de las manos de los hombres.
[21]Su compañera, Simone de Beauvoir pronunció un día esta frase, que ha sido proverbial en los medios feministas: «no se nace mujer, se llega a ser».
[22]Cfr. Marguerite A. Peteers, La vocation filiale de la femme… p. 4.
[23]Cfr. Ibidem.
[24]Cfr. Ibidem.
[25]Cfr. Gilles Lipovetsky, L’ère du vide, Paris, Gallimard, 1983; Tony Anatrella, Non à la société dépressive, Paris, Flammarion, 1997.
[26]Cfr. Marguerite A. Peeters, La définition des nouveaux concepts de base pour le mariage et la famille. Colloque: La famille et les défis actuels au Moyen-Orient-Centre mondial pour le dialogue entre les civilisations, «Liqaa» Rabweh, 7-8-XI-2014, p. 4.
[27]LGBT: lesbianas, homosexuales, bisexuales y transexuales.
[28]Cfr. Marguerite A. Peeters, La définition des nouveaux concepts…, p. 4.
[29]Cfr. Ibid, pp. 4-5.
[30]Cfr. web de la «Fondation Jérôme Lejeune». En la presentación de su libro Les premières victimes du transhumanisme (Paris, Ed. Pierre Guillaume de Roux, 2016), Jean-Marie Le Méné, Presidente de la Fundación Jérôme Lejeune declaró: «El logro de la ideología transhumanista es haber conseguido reciclar un eugenismo detestable ─condenado tras el nazismo─ en un eugenismo aceptable. El orden establecido es la eliminación de las personas discapacitadas por compasión. El 5 de marzo de 2016, la periodista Anne Sinclair declaró, a propósito del aborto por las trisomías diagnosticadas, que se trata de un «eugenismo protector para evitar dramas». Los políticos han cedido a las empresas farmacéuticas. Con el 96% de niños diagnosticados con trisomía que son abortados, nuestra sociedad ha hecho mortal una patología que no lo es. Es un cataclismo inédito en la historia de la medicina» (Cfr. L’homme Nouveau, n° 1611, 26-III-2016, p. 4).
[31]Cfr. «Famille Chrétienne», n° 1994, 2-8-IV-2016, p. 18.
[32]Entre esos países, citamos Burkina Faso, Burundi, República democrática del Congo, Guinea ecuatorial, Kenia, Lesoto, Islas Mauricio, Ruanda, Sudán del Sur, Tanzania, Uganda, Zambia, Zimbabue…
[33]Cfr. Marguerite A. Peteers, Traitement de termes tels que «gender» et «sexe» et de formulations plus récentes telles que «orientations sexuelles» et «identité sexuelle» dans le discours ordinaire, pp. 3-6.
[34]Así, la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) de 1948, art. 16 y art. 26/3; el Pacto Internacional de los Derechos Cívicos y Políticos (CIDCP) de 1966, art. 23/3; el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CIDESC) de 1966, art. 10/1; y la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) de 1979, preámbulo, art. 9.
[35]Cfr. por ejemplo DUDH, art. 2; CIDCP, art. 1, 4, 24/1; CIDSEC, art. 2/2; CEDAW, preámbulo, art. 1; Convención sobre los Derechos del Niño (CDE) de 1979, preámbulo, art. 2.
[36]Se encuentra la misma expresión en: DUDH (preámbulo, 5); CIDCP (art. 3); CIDESC (art. 3); CEDAW (preámbulo) et CDE (art. 29).
[37]DUDH, art. 16/3, CIDCP, art. 23; CIDESC, art. 10.
[38]DUDH, art. 16/1 y 2; CIDCP, art. 23/3.
[39]Recordemos que Hillary Clinton será sin duda la candidata del partido demócrata en las próximas elecciones presidenciales americanas de noviembre de 2016, y que podría salir elegida.
[40]Paris, Artège, 2016 (Religión, la hora de la verdad, ndt).
[41]Cfr. J. Ratzinger, Homilía de la Misa pro eligendo Romano Pontifice, 18-IV-2005.
[42]Cfr. Francisco, Discurso al cuerpo diplomático, 22-III-2013.
[43]Cfr. Monde et Vie, n° 868 de diciembre de 2012.
[44]Mt 13,33.
[45]En Francia, una sentencia del Tribunal de Casación del 17-XII-2015 estimó que el adulterio ya no es contrario a la moral. En efecto, en el litigio puesto por Patrick Devidjan a la revista Point de Vue, acusándola de difamación por haber revelado una relación extraconyugal, el Tribunal consideró que «la evolución de costumbres como los conceptos morales ya no permiten considerar que la imputación de una infidelidad conyugal sea por sí sola suficiente para atentar al honor o a la consideración». Por tanto, a pesar de la ley del 11-VII-1975, que despenaliza el adulterio, la fidelidad sigue todavía inscrita en el Código Civil francés (art. 212).
[46]Llamada “pacto civil de solidaridad” en Francia, o «pacto de unión civil» en Italia.
[47]13 países europeos (11 de ellos miembros de la Unión europea) reconocen el matrimonio homosexual: Holanda (desde 2001), Bélgica (2003), España (2005), Suecia (2009, con una disposición obligando a la Iglesia a encontrar un pastor para celebrar los matrimonios religiosos), Noruega (2009), Portugal (2010), Islandia (2010), Dinamarca (2012), Francia (2013), Gran Bretaña (Inglaterra y País de Gales en 2013, Escocia en 2014), Finlandia (2014) Luxemburgo y finalmente Irlanda (2015).
[48]S. Juan Pablo II, Carta a las Familias (2-II-1994), 23.
[49]Cfr. S. Juan Pablo II, Familiaris Consortio (22-XI-1981), 86 (ndt).
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