Premio Nobel de la Paz 2010
Un fragmento de las palabras que Liu Xiaobo pronunció ante la justicia china el 23 de diciembre de 2009
Junio de 1989 representó un importantísimo punto de inflexión en los 50 años de la trayectoria de mi vida. Hasta entonces, yo había sido uno más de aquel primer grupo de estudiantes que, tras la Revolución Cultural (en 1977), había entrado en la universidad después de que se restableciera el examen de ingreso; mi carrera había sido un tranquilo paseo desde la etapa de estudiante hasta que conseguí mi título de doctorado.
Después del doctorado, me quedé en la Universidad Normal de Pekín como profesor adjunto. Desde la altura de la tarima, yo era un profesor popular y bien acogido por los alumnos. Al mismo tiempo, era un intelectual con proyección pública. En los años ochenta había publicado artículos y libros que habían causado impacto, me invitaban frecuentemente a dar conferencias en lugares muy diversos y me habían llamado incluso para ir al extranjero, a Europa y a los Estados Unidos, como profesor visitante. Lo que yo me exigía a mí mismo era que, ya fuera como persona o como profesor, tenía que vivir con honradez, con responsabilidad y con dignidad.
Posteriormente, al regresar de los Estados Unidos para tomar parte en el movimiento de 1989, fui encarcelado por "propaganda antirrevolucionaria e instigación de delitos", con lo que perdí la plataforma que había constituido mi pasión; ya nunca más me han permitido publicar nada o hablar en público en China. Simplemente por haber expresado puntos de vista divergentes en política y por haber tomado parte en un movimiento pacífico y democrático, un profesor pierde su cátedra, un escritor pierde el derecho a publicar y un intelectual público pierde la oportunidad de hablar en público, lo que resulta triste, no sólo para mí mismo como persona sino también para China después de tres décadas de reformas y apertura.
Si reflexiono sobre ello, mis experiencias más dramáticas a partir del 4 de junio han estado ligadas todas ellas a los tribunales; las dos oportunidades de las que he dispuesto para hablar en público se han debido a procesos judiciales celebrados ante el Tribunal Popular de Segunda Instancia de Pekín, una de ellas, en enero de 1991 y otra, ahora. Aunque en una y en otra ocasión las acusaciones han sido diferentes, en esencia han sido la misma: las dos han sido delitos de expresión.
Transcurridos veinte años, los espíritus inocentes del 4 de junio todavía no descansan en paz y yo me he visto arrastrado a la vía de la disidencia por mi identificación apasionada con el 4 de julio. Tras abandonar la prisión de Qincheng en 1991, perdí mi derecho a hablar con franqueza en mi propio país y sólo he podido expresarme así en medios de comunicación del extranjero y, por lo tanto, he estado sujeto a un estricto control durante años; me han tenido bajo vigilancia (desde mayo de 1995 a enero de 1996); me han sometido a reeducación mediante trabajos forzados (de octubre de 1996 a octubre de 1999) y ahora, una vez más, los enemigos del régimen me han vuelto a sentar en el banquillo de los acusados.
Sin embargo, aún así quiero aclararle a ese régimen que me priva de mi libertad que todavía sigo fiel a la convicción que expresé hace veinte años en mi declaración con motivo de mi segunda huelga de hambre, esto es, que no tengo enemigos, que no albergo odio contra nadie. Ninguno de los policías que me han estado vigilando, ninguno de los fiscales que me han perseguido, ninguno de los jueces que me han sentenciado son mis enemigos. Aunque yo no pueda aceptar de buen grado su vigilancia, sus detenciones, su persecución o sus sentencias, yo respeto su profesionalidad y su personalidad, incluso las de Zhang Rongge y Pan Xueqing, que en la actualidad están actuando en nombre de la fiscalía. He podido apreciar su respeto y su sinceridad en el interrogatorio que me hicieron el 3 de diciembre.
El odio actúa como un corrosivo para la sabiduría y la conciencia de una persona; la animosidad como actitud mental es capaz de envenenar el espíritu de una nación, de instigar enfrentamientos brutales a vida o muerte, de destruir la tolerancia y la humanidad de una sociedad y de paralizar la marcha de una nación hacia la libertad y la democracia. En consecuencia, espero ser capaz de trascender mis vicisitudes personales para comprender el desarrollo del estado y los cambios de la sociedad, para hacer frente a la hostilidad del régimen con la mejor de las intenciones y para desactivar el odio con amor.
Como bien sabemos todos, las reformas y la apertura pusieron en marcha el desarrollo del estado y los cambios de la sociedad. Desde mi punto de vista, el fenómeno empezó cuando se abandonó "la idea de la lucha de clases como vínculo fundamental", que fue el principio imperante en la época de Mao. En su lugar, nos comprometimos con el desarrollo económico y la armonía social. El proceso de abandono de "la filosofía del enfrentamiento" consistía en ir diluyendo gradualmente la actitud mental de animosidad, ir eliminando la psicología del odio y ahuyentar "la purga" de la que nuestra sociedad se había impregnado. Fue este proceso el que proporcionó un ambiente relajado para las reformas y la apertura, tanto en el interior de la nación como en el extranjero, y para la restauración del amor mutuo entre las personas, y un terreno humano propicio para la coexistencia de valores diferentes e intereses diferentes, y el que, por tanto, facilitó la explosión de creatividad popular y la rehabilitación del afecto mediante incentivos coherentes con la naturaleza humana.
El abandono del "anti imperialismo y anti revisionismo" en el plano externo y de la "lucha de clases" en el interno puede considerarse la premisa básica de la continuidad de las reformas y la apertura de China hasta el día de hoy. La orientación de la economía al mercado, la tendencia cultural hacia la diversidad y el cambio gradual desde el orden hasta el imperio de la ley son conceptos que se han beneficiado de la disolución de la animosidad como actitud mental. Incluso en el ámbito político, donde los avances son lentísimos, la disolución de la animosidad como actitud mental ha conseguido que el poder político sea más tolerante con la diversidad de la sociedad; la intensidad de la persecución de los disidentes ha disminuido de manera muy importante y la caracterización del movimiento de 1989 ha cambiado de "rebelión instigada" a "agitación política".
La disolución de la animosidad como actitud mental ha conseguido que el poder político haya ido aceptando poco a poco la universalidad de los derechos humanos. En 1998, el gobierno chino prometió al mundo que firmaría las dos convenciones internacionales de derechos humanos de las Naciones Unidas, lo que supondría el reconocimiento de las pautas universales de los derechos humanos por China; en el año 2004, el Congreso Nacional del Pueblo incorporó por primera vez a la constitución que "el estado respeta y protege los derechos humanos", lo que significaba que los derechos humanos habían pasado a ser uno de los principios fundamentales del imperio de la ley. Mientras tanto, el régimen actual proponía asimismo "colocar a las personas en primer lugar" y "crear una sociedad armoniosa", lo que indica un avance en el concepto de gobierno que tiene el Partido [Comunista de China].
Este avance a nivel general ha sido perceptible asimismo en mi propia experiencia personal desde que fui detenido.
Sin dejar de insistir en mi inocencia y en que las acusaciones contra mí son inconstitucionales, en el año y pico transcurrido desde que perdí la libertad he pasado por dos lugares de detención, cuatro jefes de policía antes de ser procesado, tres fiscales y dos jueces. En la tramitación de mi caso no se ha producido ninguna falta de respeto, ni dilaciones injustificadas, ni confesiones a la fuerza. Su actitud desapasionada y racional ha demostrado siempre y en todo caso buena voluntad. El 23 de junio pasé de la situación de vigilancia domiciliaria al Centro de Detención número 1 de la Oficina Municipal de Seguridad Pública de Pekín, el conocido como Beikan. He comprobado personalmente los progresos que se han registrado en el régimen de vigilancia en los seis meses que he pasado en él.
Estuve un tiempo en el antiguo Beikan (Banbuqiao) en 1996 y, comparado con el de hace una década, el Beikan de la actualidad ha experimentado una mejora sustancial de las instalaciones en el aspecto material y de la administración en el aspecto inmaterial.
En particular, la innovadora gestión humana de Beikan, basada en el respeto a los derechos y a la dignidad de los presos y en la aplicación de un régimen de gobierno más flexible tanto en lo que pueden decir como hacer los detenidos, ha tomado cuerpo en detalles como la música que suena antes de las comidas y a la hora de despertarse y acostarse, lo que ha infundido a los presos una sensación de dignidad y buen trato y ha estimulado la concienciación de que deben mantener el orden en sus celdas, al mismo tiempo que ha combatido la idea que los guardianes tenían de sí mismos como amos de la cárcel y de los reclusos, que ha redundado no sólo en un estilo de vida más humanizado sino que ha mejorado enormemente el ambiente entre los internos y su actitud peleona. Yo he mantenido un estrecho contacto con Liu Zhen, que era el responsable de mi celda. La gente se ha sentido bien tratada debido a su respeto y su atención a los presos, que se han reflejado en el cuidado de cada detalle y que han impregnado sus palabras y sus actos sin excepción. Haber conocido a una persona sincera, honesta, responsable y de buen corazón como Liu Zhen ha sido realmente un golpe de buena suerte durante mi estancia en Beikan.
Las creencias políticas se basan en convicciones como éstas y en experiencias personales; yo estoy firmemente convencido de que nunca se va a detener el progreso político de China y me siento totalmente imbuido de un optimismo esperanzado en que la libertad va a llegar a China en el futuro, porque no hay fuerza alguna que pueda contener el deseo humano de libertad. Al final, China llegará a convertirse en un país en el que impere la ley y en el que los derechos humanos estén por encima de todo. Espero ilusionado que ese progreso se refleje en este proceso judicial y estoy deseando asimismo que llegue el veredicto justo del tribunal, un veredicto capaz de superar el examen de la historia.
Pregúntenme cuál ha sido mi experiencia más feliz de las dos últimas décadas y les responderé que ha sido el haber recibido el amor desinteresado de mi esposa, Liu Xia. Ella no puede estar presente hoy en la sala de justicia, pero quiero decirte, amor mío, que estoy seguro de que tu amor hacia mí seguirá siendo el mismo de siempre. A lo largo de los años, durante mi vida privado de libertad, nuestro amor ha sufrido las amarguras impuestas desde fuera, pero no ha conocido límites. A mí me han condenado a una prisión material mientras que tú estás esperando a una inmaterial. Tu amor es la luz del sol que traspasa los muros y los barrotes de la prisión, que acaricia cada milímetro de mi piel, que calienta toda mi celda, que me hace mantenerme interiormente tranquilo, generoso y alegre, hasta el punto de que cada minuto en la cárcel está lleno de significado. Sin embargo, mi amor por ti está ensombrecido por sentimientos de culpa y remordimiento, lo bastante intensos, a veces, como para hacerme vacilar. Soy una roca inconmovible en el desierto, que se yergue desafiante, azotada por las tormentas más violentas, demasiado fría como para que nadie se atreva a tocarla. Sin embargo, mi amor es fuerte y penetrante y puede abrirse paso en cualquier obstáculo. Aunque me machacaran hasta reducirme a polvo, te abrazaría con mis cenizas.
Con nuestro amor, cariño mío, voy a afrontar con toda tranquilidad este nuevo proceso, sin arrepentirme en absoluto de la opción que he elegido y mirando al futuro con optimismo. Espero con todas mis fuerzas el momento en que mi país sea la tierra de la libertad de expresión; en la que las opiniones de todos los ciudadanos sean tratadas de la misma manera; en la que los valores, las ideas, las convicciones, las opiniones políticas diferentes compitan entre sí y coexistan pacíficamente; en la que las opiniones de la mayoría y de las minorías reciban idénticas garantías y en la que, muy en particular, las opiniones políticas diferentes de las de quienes ostentan el poder sean respetadas y protegidas en toda su integridad; en la que todos los ciudadanos tengan la posibilidad de expresar sus opiniones políticas sin miedo y en la que nadie sea perseguido políticamente por expresar en voz alta su disidencia. Espero ser la última víctima de la interminable inquisición china y que a partir de ahora nadie más vaya nunca a la cárcel por decir lo que piensa.
La libertad de expresión es el fundamento de los derechos humanos, el origen de la condición humana y la madre de la verdad. Impedir la libertad de expresión es lo mismo que pisotear los derechos humanos, estrangular la condición humana y silenciar la verdad.
No me siento culpable por haber ejercido mi derecho constitucional a la libertad de expresión, por haber cumplido plenamente con mi responsabilidad social como ciudadano chino. Si me acusaran de eso, no tendría ninguna queja. ¡Gracias!
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