El Prof. Pedro Rodríguez es de la Universidad de Navarra. Conferencia dictada en la Feria del Libro Ricardo Palma, Lima, 8 de diciembre de 2009.
La historia de la redacción de Camino tiene una fecha simbólica: "Diciembre de 1932' [1]. La estampó el Autor en un pequeño fascículo de tamaño cuartilla, apaisado que es la primera expresión del libro célebre que estamos conmemorando de manera tan brillante. Ese manojo de cuartillas constituye, como digo, el germen «público» de Camino.
I. Los «Cuadernos de Apuntes íntimos»
Como algunos de Vds. bien saben, he tenido la fortuna de ocuparme a fondo de este libro al preparar la edición crítico-histórica del mismo. Puedo comunicarles que la información archivística relativa a Camino y a su proceso redaccional es extraordinariamente abundante: en cierto sentido debe ser calificada de excepcional, también en relación con otras obras del Autor. Y, sin embargo, será difícil encontrar un autor que haya hablado menos del libro que prepara que Josemaría Escrivá de Balaguer. Apenas queda un papel en el que nos comente su proyecto, sus ideas acerca del futuro libro, su temática. Esto que digo resulta llamativo, sobre todo si se tiene en cuenta que, durante todo el período redaccional, san Josemaría escribía unos Cuadernos de apuntes personales que, sin ser un diario en el sentido clásico, recogían numerosas noticias de su vida cotidiana: espiritual, intelectual, familiar, pastoral y apostólica. Pues bien, quien sólo leyera dichos Cuadernos no podría concluir que el autor de los mismos había proyectado, preparado y escrito el libro que aquí nos reúne.
Y, a la vez, debo decirles que en tales Cuadernos ¡fíjense qué paradoja! está la matriz del libro que terminará publicándose el año 1939 en una hermosa edición, que ésta, no menos hermosa, conmemora en su 70 aniversario: Valencia 1939, Lima 2009.
Digamos, pues, unas palabras sobre estos Cuadernos que son la fuente principal Camino. Son nueve y abarcan desde 1928 y quizá antes hasta los primeros años cuarenta. Hoy disponemos sólo de ocho: el Cuaderno I fue destruido por el Autor y desconocemos su texto; no figura en consecuencia en los Apuntes íntimos.
En la base de los Apuntes intimos encontramos, siempre, una vida metida en Dios. Tomaba notas en cualquier sitio, con frecuencia por la calle. La interacción entre la "cuartilla" así llamaba al papel en que tomaba sus notas y el Cuaderno en que las transcribe refleja la extremada atención que san Josemaría prestaba a las mociones de Dios en su vida; ese trasiego entre sus notas y el Cuaderno es una manifestación de su fe en la presencia y en la providencia de Dios; una fe que le llevaba a la lectura sobrenatural de los acontecimientos, pequeños y grandes, de su alma y del mundo.
En los años 1932-33, cuando se forja Camino, los Cuadernos de Apuntes íntimos estaban rebosando doctrina espiritual y experiencia de almas, que clamaba por ser transmitida a otros. La historia de la redacción de Camino es en gran parte fruto de esta riqueza espiritual: primero, la edición a velógrafo de Consideraciones Espirituales en dos fascículos (1932 y 1933); luego, el opúsculo del mismo título (1934); finalmente, el libro que nos ocupa [2].
Pero una cosa ha de quedar clara: el Fundador del Opus Dei no anota sus Cuadernos decía ya en febrero de 1931 para escribir un libro, sino porque se siente «impulsado a conservar, no sólo las inspiraciones de Dios creo firmísimamente que son divinas inspiraciones sino cosas de la vida que han servido y pueden servir para mi aprovechamiento espiritual y para que mi padre confesor me conozca mejor» [3].
De este patrimonio, como dije, procede la totalidad del contenido de Consideraciones Espirituales. Lo contaba años después el propio Autor: «Camino está tomado, en parte, de una especie de diario no, no, no es diario: me revientan los diarios hecho en honor de Santa Catalina. Cada una de esas cosas recuerda un suceso o es un hecho de alguna persona. Esas fichas las ordené en el treinta y tres y las llevé a imprenta en el treinta y cuatro» [4].
El clima de Camino, como antes el de Consideraciones Espirituales, es el de los Apuntes íntimos de Josemaría Escrivá. Ésta es la vivencia que tuvieron muchos de los que le conocieron en los primeros años treinta y perdieron contacto con él por los avatares de la vida. Cuando leyeron Camino, se les puso ante los ojos aquel modesto fascículo a multicopista que les había repartido a finales de 1932 y que es, como dije al empezar, la primera expresión pública de lo que será Camino.
Camino está escrito al filo de la vida cotidiana, al filo de la experiencia apostólica del autor. Nada, pues, más lejano que Camino a un libro de gabinete, fruto de una elucubración raciocinante. La poderosa inspiración doctrinal que recorre todo el libro el tiempo mostraría su carácter profético refleja un modo de mirar a Dios, la Iglesia y el mundo que no se puede explicar a partir de las "lecciones teológicas" que escuchara Mons. Escrivá de Balaguer en los centros eclesiásticos españoles de los años 20 ¡y el alumno era una inteligencia egregia!, sino por una claridad de ideas, por una luz nueva, mejor, por unos "resplandores nuevos, para mis ojos, de esa Luz Eterna que es el Santo Evangelio" (Camino, 416), que han de ponerse necesariamente en relación con la fundación del Opus Dei el 2 de octubre de 1928.
II. La redacción de Camino
Digamos ya una palabra sobre este manojo de cuartillas. Porque eso son: 17 cuartillas mecanografiadas, apaisadas, escritas con una máquina de mala calidad y por un mecanógrafo o mecanógrafa no muy hábil y después multicopiadas a velógrafo. El fascículo contiene 246 consideraciones numeradas. Lleva por título CONSEJOS ESPIRITUALES- CONSIDERACIONES ESPIRITUALES [5]. Fecha: Diciembre de 1932. En la última cuartilla en blanco, sin numerar, este colofón: DEO OMNIS GLORIA! N o consta en parte alguna el nombre del autor: el fascículo es anónimo.
Al comenzar el verano de 1933 Escrivá daba al velógrafo un nuevo fascículo, un segundo bloque de consideraciones. Más breve que el anterior- Son siete cuartillas, de las mismas características. La primera se encabeza así: «CONSEJOS ESPIRITUALES CONSIDERACIONES ESPIRITUALES (Continuación)». Son, los de este fascículo, 87 nuevos textos con numeración consecutiva respecto al fascículo anterior: es decir, al llegar al 333 el Autor paró. Este fascículo era desconocido en la literatura biográfica. Lo encontré en 1999 entre los papeles del AGP. Este pequeño descubrimiento ha permitido establecer que la edición a velógrafo tiene, como hemos visto 333 puntos, un tercio de lo que será Camino, lo que adelanta a 1933 el deseo de Josemaría Escrivá de expresar en "clave trinitaria" las consideraciones de su libro.
Al año siguiente, el contenido de los fascículos más otros 110 textos de Apuntes Íntimos pasaron a la imprenta: es la edición de Cuenca. Sus dimensiones son 15 x 10'5 cm. En la cubierta anterior, que hace también de portada, se lee: "CONSIDERACIONES ESPIRITUALES / por / José María / Cuenca.-Imp. Moderna /1934".
El Autor, como vemos, continúa en el anonimato. En 1939 aparecerá la edición definitiva con el título definitivo Camino y con el nombre de su autor. Es la que conocemos, con sus 999 puntos. La edición príncipe aparecerá en Valencia en septiembre de ese año, en formato amplio y 336 páginas, con la famosa greca de nueves abarcando de arriba abajo ambas cubiertas. El Autor había preparado el texto durante la guerra civil española, primero durante su refugio en la Legación de Honduras (Madrid, 1937), y luego, en Burgos, a lo largo de 1938. Se conserva una colección de casi 550 octavillas autógrafas con las que completó, hasta alcanzar el número de 999, los puntos publicados en la edición de Cuenca. El libro lo terminó de pasar a máquina él, personalmente en la madrugada del día 2 de febrero de 1939. Se conserva también este original mecanografiado. Son piezas de extraordinario valor.
III. Camino: finalidad y destinatarios
¿Por qué decide Josemaría Escrivá publicar esos fascículos, y luego prolongarlos en Consideraciones Espirituales y, finalmente, en Camino? ¿Qué busca, qué le mueve a escribir y editar este libro, que ahora es ya un clásico en la literatura cristiana? Mi respuesta es: no estamos ante la decisión de un "autor" que quiere escribir un "libro", sino ante la responsabilidad de un sacerdote que se sabe portador de una misión y de un mensaje y busca llegar a un número creciente de almas; que trata de convocarlas a la misión que él recibió el 2 de octubre de 1928 y de darles la formación espiritual adecuada, y ve que con la palabra hablada no llega, y se siente urgido a prolongarla por escrito. Esta clara y sencilla finalidad es la que, según se me alcanza, va a determinar la génesis tanto histórica como teológica de este libro célebre. Detengámonos en ella.
Antes de decidirse a preparar los fascículos citados, san Josemaría dejaba a otros sus cuartillas, que les abrían "insospechados horizontes" (punto 973), o reunía a veces a sus jóvenes amigos y les leía páginas espirituales "de un Cuaderno que llevaba consigo" [6]. Pero al ir creciendo su irradiación espiritual y apostólica, esto ya no era materialmente posible ni suficiente. Aquellos textos, por otra parte, no eran para una lectura ocasional: había que rumiarlos en el alma y meditarlos ante el Señor. No daba a basto. Se decidió a entresacar de los Cuadernos los pasajes que le parecieron más oportunos, multicopiarlos y repartirlos. Se trataba de intensificar la formación "a distancia" de los que tenían con el Autor su dirección espiritual [7].
Fue haciendo llegar los "consejos", como llamaba el Autor a estos fascículos, a las personas sacerdotes y laicos, hombres y mujeres más implicadas en su proyecto espiritual y apostólico. Cuando el año anterior el Autor se propuso difundir, también a multicopista, el primer esbozo del Santo Rosario, explicó de manera nítida a su confesor la finalidad de aquellas notas: "Le entrego estas cuartillas para que haga el favor de decirme si vería conveniente tirarlas al velógrafo, con el fin de empujar a nuestros amigos por el camino de la contemplación" [8].
N o tenemos ninguna declaración equivalente a propósito de los fascículos. Pero de su lectura se infiere que la finalidad es muy próxima, por no decir la misma, que la de Santo Rosario (como terminará explicando el Autor en el prólogo de Camino). También leer y meditar los puntos de estas hojas a velógrafo era imbuirse del espíritu contemplativo que el Autor difundía en su labor apostólica.
Estos textos multicopiados eran algo que le permitiría llegar a más gente, es cierto. Pero no era lo cuantitativo, sino lo cualitativo lo que movía a Josemaría Escrivá. Él veía en las cuartillas un instrumento para avanzar y profundizar en la formación de aquellos a los que ya había llegado o estaba llegando: a nuestros amigos, como dice familiarmente. En otras palabras: con esta iniciativa, lo que deseaba era empujar hacia la plenitud de vida cristiana a los que ya habían tomado contacto con el "proyecto" que les proponía.
Esta finalidad y estos destinatarios se mantienen cuando decide pasar ¡de la multicopista a la imprenta. En Consideraciones Espirituales y en torno a ellas encontramos declaraciones del Autor interesantes sobre nuestro tema. La primera se lee en la "Advertencia preliminar" con la que comienza el libro. Allí concreta quiénes son esos amigos de los que hablaba: son "jóvenes seglares universitarios dirigidos por el autor". El libro se escribe "respondiendo a [sus] necesidades". A continuación, pero ya en el prólogo, dice al lector, en prosa poética, que esas páginas son palabras de sacerdote, «confidencia de amigo, de hermano, de padre», para meditarlas en la presencia de Dios, que las escucha. Sigue, pues, san Josemaría "empujando" hacia la vida de oración.
En el prólogo de Camino recoge y prolonga lo manifestado en el de Consideraciones Espirituales. Lo que el Autor se propone recibe una formulación próxima a la de Santo Rosario, pero personalista y especialmente bella. El libro se ha escrito dice para que: "te metas por caminos de oración y de Amor".
En Camino, y esto contrasta con Consideraciones Espirituales, no habla para nada de los destinatarios. Entiendo que la razón es ésta: lo que nació para el círculo de amigos, para los jóvenes universitarios del entorno de la Academia DYA y la residencia de estudiantes de la calle Ferraz las incipientes labores apostólicas que entonces tenía el Opus Dei; eso, ahora, con la edición comercial, lo abre el Autor a todo tipo de lectores. Pero el libro que es literalmente el mismo, ampliado con nuevas consideraciones no perderá en ningún momento la impronta juvenil de su autor y de sus lectores más originarios.
En síntesis: al escribir sucesivamente los fascículos, Consideraciones Espirituales, Camino, el Autor quiso ofrecer a los lectores del libro cuyo primer destinatario era la juventud universitaria un instrumento para adentrarse "por caminos de oración y de Amor", El "término del camino" tiene en el prólogo esta formulación inhabitual es la única vez que aparece en el libro-: "alma de criterio", "llegar a ser alma de criterio".
Para ahondar en la finalidad del libro debemos ahora echar mano de un texto escrito muchos años después, que es la más acabada y madura declaración del Autor de Camino acerca del "objetivo" que se propuso al escribirlo, Es una carta de 1966 y en ella San Josemaría está hablando de cómo cada uno debe ,buscar la santidad dentro del estado en el que ha sido llamado por Dios. Esto se hace posible dice gracias a la "unidad de vida", "en la que se une la contemplación a la acción, y en la que el trabajo santificado y santificante es como el quicio sobre el que gira toda nuestra actividad, interna y externa" [9]. El trabajo continúa, convertido en medio de santificación propia y de apostolado, se entreteje con. la práctica de las virtudes cristianas, en sus diversas manifestaciones de devoción «a la Trinidad Beatísima, a Cristo en la Eucaristía, a la Virgen» que componen el entramado de la vida espiritual.
Es en este momento cuando el Autor viene a nuestro asunto: "Yo escribí una buena parte de Camino en los años comprendidos entre 1928 y 1933, y la publiqué en 1934: y, con esa publicación, traté de preparar un plano inclinado muy largo, para que fueran subiendo poco a poco las almas, hasta alcanzar a comprender la llamada divina, llegando a ser almas contemplativas en medio de la calle" [10].
Encontramos aquí, reunidos y explicados veinte años después, los elementos del propósito del Autor que hemos ido encontrando en los documentos simultáneos al libro: contemplación, oración, acción, trabajo, vida interior, y que ahora resume en esta nueva fórmula: llegar a ser "almas contemplativas en medio de la calle" [11]. Pero fíjense que, antes de venir a esto, el Autor nos dice que el final del plano inclinado es, propiamente, "comprender la llamada divina" (a esa unidad de vida, a esa santificación del trabajo, a ese vivir la vida ordinaria en el mundo secular), y de esa vital comprensión surge la oración contemplativa en las diversas encrucijadas de la cotidiano.
Ya se dan cuenta Vds. de que el Autor, con ocasión de formular la intentio de su libro, nos hace una importante declaración hasta ahora la única acerca de la "interna" estructura del libro. Tomemos nota. Su ordo está concebido:
a) como la ascensión por un plano inclinado hasta llegar a esa "comprensión" de la que habla,
b) comprensión que para el Autor es entrega plena a la vocación así comprendida,
c) vocación que lleva a la contemplación en medio del mundo.
Pero sigamos acopiando datos sobre los destinatarios del libro.
La historia de la redacción muestra cómo el libro pasa del pequeño círculo de allegados (los fascículos) a la juventud universitaria de Madrid (las Consideraciones de Cuenca) y a la generalidad de los lectores (texto definitivo: Camino) sin apenas modificaciones en su texto [12]. El Autor pudo decir un año antes de su muerte en un encuentro con gentes del Opus Dei: "Lo he escrito para todas las almas..., no para nosotros" [13]. Unos años antes se lo había explicado a un periodista francés: "No es un libro para los socios del Opus Dei solamente; es para todos, aun para los no cristianos"[14].
Esta última afirmación debe ser retenida. Andando el tiempo, la repitió con frecuencia y la estampó de su puño y letra en la Nota que mandó para la 26ª edición de Camino (1965). Escribe dice desde "la experiencia ya no corta de gentes de todas las razas, de tan diversas lenguas y de tan variadas mentalidades". Habla de "millones de almas que se han acercado más a Dios Nuestro Señor", a las que califica de "amigos queridísimos" y que son "católicos y no católicos, cristianos y no cristianos" [15]. El Autor constata que los lectores del libro han trascendido todo tipo de fronteras.
Por otra parte, como dice en otro momento el propio Autor, "es evidente que [el libro] está impregnado del espíritu del Opus Dei " [16] y presupone, en su lógica interna, la catequesis de la fe católica, que lo llena por los cuatro costados, y una experiencia consciente de la vida sacramental de la Iglesia. En 1934 había explicado a don Francisco Morán, Vicario General de la Diócesis de Madrid, que Camino sólo es útil para una persona que quiera tener vida interior [17]. Es una gran verdad que, con otra expresión, repitió treinta años después al periodista francés Guillemé-Brulon: que "Camino se debe leer con un mínimo de espíritu sobrenatural, de vida interior y de afán apostólico " [18].
De todo esto parecen deducirse dos cosas: primera, que esos requisitos eclesiales se dan de alguna manera -según la experiencia del Autor- más allá de las fronteras visibles de la Iglesia Católica [19]; segunda, que un libro tan profundamente intra-cristiano ha demostrado una paradójica capacidad de ser instrumento para el anuncio ad extra del Evangelio. Me parece que esta gigantesca e insospechada expansión del círculo de lectores de Camino tiene lugar sin que se altere lo que le pareció verificar al Prof. Garrido Gallardo: que una lectura auténtica del libro sólo la puede realizar "quien goce de lo que San Juan de la Cruz llama 'sencillez de espíritu' [20], quien ofrezca la acogida que el autor reclama para sus palabras' como confidencia de amigo, de hermano, de padre"' [21].
IV. El contenido y la estructura de Camino
Yo diría es mi interpretación personal después de meditar mucho tiempo Camino que Josemaría Escrivá de Balaguer, al escribir estas páginas, trata de recoger el "tesoro histórico" del Cristianismo y entregarlo al hombre contemporáneo. Precisamente su modo de entregar el tesoro le lleva a delinear un concepto de vida cristiana en el mundo, que siendo propio de la tradición de la Iglesia «No te contaré nada nuevo», dice humildemente en el prólogo aparecía en su época a los ojos de muchos como algo que se descubría por primera vez. La gran proyección social de estas ideas otros han contribuido al fenómeno desde ángulos distintos hace que, al cabo de los 70 años de la edición príncipe, pueda ya estudiarse pacíficamente el mensaje de Camino sin provocar el escándalo de los "bien pensantes". La Constitución Dogmática sobre la Iglesia, y el Decreto sobre el apostolado de los laicos del Concilio Vaticano II excusan la exposición polémica de una doctrina que, en días no tan lejanos, algunos consideraban como "peligrosa innovación modernista".
Aun sabiendo que dejo muchas cosas en el tintero rasgos y aspectos de la espiritualidad de Camino querría yo decir una palabra sobre lo que, a mi modo de ver, constituye el núcleo teológico de su mensaje, de su imagen de Dios y del hombre.
a) Dos series de textos.- Me parece que en los 999 puntos de Camino hay como una doble serie de textos. Por una parte está todo un conjunto de pensamientos que entroncan con algo que a mí me gusta denominar la "vocación cristiana radical": no se contempla en ellos la variedad de vocaciones, estados y carismas que se dan en la vida del Pueblo de Dios. Es algo así como el común denominador cristiano, cualquiera que sea el numerador de la persona que los lea. Aquí no hay soltero o casado, clérigo o laico, religioso o secular. Estamos, desde el punto de vista de la espiritualidad, en el nivel que se corresponde con el cap. II de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, "De populo Dei": «Este pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo..., como fundamento la dignidad y libertad de los hijos de Dios..., como ley, el mandato del amor..., como fin, el crecimiento del Reino...» [22].
Cuando leemos, por ejemplo, el brevísimo punto 5 de Camino «Acostúmbrate a decir que no» o aquel otro, también muy breve, el 278 «Ten presencia de Dios y tendrás vida sobrenatural» es evidente que nos encontramos ante una manifestación concreta de la fortaleza cristiana y ante un principio esencial que arranca del Sermón de la Montaña. Estamos ante la espiritualidad cristiana, sin más matices. Es algo que debe darse en cualquier "imagen del cristiano" que quiera trazarse con fidelidad al Evangelio custodiado por la Iglesia. Es pura transmisión del mensaje cristiano.
En este sentido, Camino entronca recibe y entrega con todas las empresas santas que históricamente han enriquecido, al vivido, ese tesoro cristiano: "Pero. .. ¿y los medios? -Son los mismos de Pedro y de Pablo, de Domingo y Francisco, de Ignacio y Javier: el Crucifijo y el Evangelio... -¿Acaso te parecen pequeños?" (Camino, 470).
En este plano esencial, la experiencia espiritual de una religiosa santa se presenta a hombres de mundo para animarles a una dedicación a Dios: «...que Jesús no tenga que decir por ti aquello que cuentan que dijo por otros a la Madre Teresa: 'Teresa, yo quise... Pero los hombres no han querido'» (Camino, 761).
Y la anécdota del "fraile mostén" (Camino, 704) da pie al diálogo con el hombre de la calle: "Esto, que gozosamente oí decir a ese santo varón, tengo que decírtelo a ti con pena, cuando me cuentas que no eres feliz".
Y todo ello en un libro que no se dirige primariamente a monjas y frailes, sino a los cristianos corrientes: "Sed hombres y mujeres del mundo, pero no seáis hombres o mujeres mundanos" (Camino, 939). Sin embargo, es ese contenido de cristianismo esencial al que me estoy refiriendo, el que hace posible que almas apartadas del mundo puedan sacar también inspiración de muchos lugares del libro, como se deduce de la nota del autor a la tercera edición castellana: "Tenemos datos' consoladores cartas de sacerdotes, de religiosos y, sobre todo, de jóvenes del fruto sobrenatural que estas páginas han hecho en las almas" [23.
Camino, como antes dije, es un libro que quiere despertar y encauzar la responsabilidad cristiana de los laicos, introducidos en una vida seriamente cristiana, católica. Por eso se les entrega, en esta primera serie de textos, esa doctrina necesaria y esencial en cualquier condición de la vida cristiana y cualquiera que sea su experiencia espiritual concreta; un decantado de la tradición cristiana, del tesoro histórico del Cristianismo, que arranca de la Sagrada Escritura y que se enriquece a lo largo de los siglos por la experiencia de la Iglesia y de las almas santas.
Sin embargo, como toda esta doctrina está pensada por el autor para entregada al hombre de la calle, al fiel corriente, inmerso en las tareas mundanal es, ese cristianismo esencial, siendo viejo, queda matizado, adquiere un nuevo estilo, un nuevo espíritu que ya de por sí configuraría una nueva espiritualidad, si no fuera porque ésta queda dibujada en otra serie de textos, dispersos y mezclados aquí y allá con los otros, que dan al libro su sugestiva personalidad y constituyen la "novedad" de Camino en la vida espiritual católica. Es aquí, principalmente, donde el autor traza la "imagen del cristiano" peculiar a la espiritualidad del Opus Dei: aquí vemos al fiel corriente, al laico, al cristiano seglar, que, sin ser mundano, es del mundo, ama al mundo, vive y se santifica en el mundo, solidario de todo lo bueno, verdadero y bello que en el mundo se encuentra, y penetrando a la vez en sus fibras más profundas de la verdad y la gracia de Jesucristo.
Precisamente porque los rasgos cristianos de Camino están sacados del contacto más profundo con la intimidad de Dios y, a la vez, de la más cotidiana experiencia apostólica trato con el hombre de carne y hueso pueden encontrarse en el libro, junto a pensamientos arrancados de la oración contemplativa, pequeños consejos prácticos que sirven, por ejemplo, para vivir la fraternidad o aprovechar el tiempo en el estudio.
b) Tres líneas estructurantes.- Camino es, por otra parte, un libro que se resiste a la lectura "informativa" y "crítica", cuando ésta aparece como actitud primaria. En cambio, es un libro que ha demostrado una extraordinaria capacidad para desencadenar valga la expresión las manifestaciones vitales del Cristianismo entre las personas de mentalidad más diversa: lo mismo universitarios japoneses que madres de familia peruanas. Y a partir de ahí se pueden ir descubriendo las "líneas de fuerza" que vertebran Camino, los trazos que describen el lugar geométrico de la santidad laical o, lo que es lo mismo para el Fundador del Opus Dei, de la presencia de los cristianos en el mundo.
Aparecen, ante todo, como dos grandes líneas que recorren el pequeño gran libro y lo convierten en "manual de la santidad de los laicos": la primera es el mundo, la situación mundanal del hombre y, sobre todo, su dinamismo creador el trabajo afirmados positivamente y contemplados en la economía de la gracia (santificación del trabajo, santificación de las actividades humanas); la segunda constituye como el eje sobrenatural de la tarea santificadora y podríamos calificada como "primacía de la gracia", de la oración, de la interioridad, que en el libro se expresa, ante todo, como vivencia y sentido de la filiación divina, lo que configura la espiritualidad de los laicos como "espiritualidad bautismal".
De la confluencia de ambas líneas estructurantes brota una tercera, que confiere a la vocación cristiana del laico los rasgos de una vocación esencialmente apostólica: esa fuerza santificadora del Bautismo y esa presencia en el mundo del trabajo y de la cultura son para "la misión", para la misión apostólica de la Iglesia, es decir, para la misión que esos hombres y esa mujeres que Dios llama a santificarse en medio del mundo deben realizar y que sólo ellos pueden y deben realizar.
Me parece que es en torno a estos tres ejes como deben situarse todas las demás características de la espiritualidad de san Josemaría Escrivá tal como se manifiesta en Camino. Hace ya muchos años que las llamé (precisamente en una revista de Valencia: "Teología Espiritual", 1965) "las tres líneas estructuraste de la espiritualidad de Camino" .
Termino y me despido. Quiero felicitarles por esta imponente edición de Camino que ha sido realizada en Perú... a setenta años de la primera. Muchas gracias.
Notas
[1] Una información más detenida y documentada sobre la temática de mi intervención puede encontrarse en la edición crítica de Camino, Pedro RODRÍGUEZ, Edición critico-histórica de «Camino», de Josemaría ESCRIVÁ DE BALAGUER, prólogo de Javier ECHEVARRÍA, vol. I de la Serie I de la «Colección de Obras Completas», Rialp, 3" ed. corregida y aumentada, Madrid 2004, LXII + 1240.
[2] Un dato sobre este crescendo. De los 246 (en realidad 247) puntos que contiene el primer fascículo, 6 proceden del Cuaderno II, 10 del III, 44 del IV, 112 del V, 8 del Apéndice I (las notas de su retiro espiritual en Segovia) y 61 del Cuaderno VI, que era en el que iba escribiendo cuando puso punto final y encargó mecanografiar el texto. Hay 6 textos de Consideraciones Espirituales que no he podido identificar. Todo hace pensar que proceden del Cuaderno I de Apuntes íntimos (el que quemó).
[3] Apuntes íntimos, n? 167, 23-II-1931.
[4] Notas de una tertulia, Roma 22-III-66.
[5] En esta época el Autor se referirá con frecuencia a este fascículo (y al siguiente) llamándoles así: Consejos.
[6] "El cuaderno en que había empezado a escribir sus pensamientos no tenía la cruz en la tapa sino dentro, en un ángulo de la primera página. Era una cruz formada por cuatro flechas disparadas hacia los cuatro puntos cardinales. No había copia que yo sepa de aquel cuaderno. Estaba escrito a mano de su puño y letra. Lo llevaba consigo. A veces en el quiosco de la Castellana que había cerca de la esquina de la calle de Riscal, donde íbamos algunas tardes al anochecer, nos leía páginas enteras, o a veces tan solo dos o tres pensamientos" (Pedro Rocamora, Testimonio, Madrid 12-XI-1977). La "Castellana" es una de las Avenidas más clásicas de Madrid. Pedro Rocamora Valls (19111993), natural de Madrid, que sería un conocido abogado y periodista, trataba con el Fundador del Opus Dei desde 1928.
[7] En las "Normas provisionales" a velógrafo (1933) que san Josemaría entregaba a los que se acercaban al apostolado del Opus Dei se nombra, como una "norma del plan de vida espiritual", la diaria "lectura de un capítulo de los Santos Evangelios y si pueden de algún libro espiritual". En nota a pie de página está escrito: «Conviene que lean con frecuencia los Consejos o Consideraciones espirituales».
[8] Nota de Josemaría Escrivá al P. Valentín Sánchez Ruiz, Madrid XII-1931; escrita sobre el ejemplar autógrafo de Santo Rosario que envió a su confesor y éste le devolvió. La cursiva es del Autor. -Es inmediata la publicación de la edición crítica de Santo Rosario en Rialp, a cargo de Pedro Rodríguez, Constantino Ánchel y Javier Sesé.
[9] Carta 29-XII-1947; 14-11-1966, n. 92.
[10] Ibidem.
[11] Como vemos, el Autor vuelve a sus palabras de 1931 sobre el fin que se propuso al escribir Santo Rosario: "empujar por el camino de la contemplación", subrayando "en medio de la calle", pues en el espíritu de san Josemaría, la contemplación o la vida de oración (ser "almas de oración") es siempre oración en medio de la calle, en medio del mundo, en medio de la actividad secular, y compenetrada con ella en "unidad de vida". Esto hace que, incluso en fecha posterior al documento que hemos glosado, pueda volver a la sencilla fórmula de 1931. En 1971 le preguntaban: ¿Cuál es el principal mensaje de Camino? Y respondía de manera nítida: "Llevar a las almas a hacer oración, que es llevadas a hablar con Dios y a tener vida interior" (Notas de un coloquio, Roma 8-IV-1971). Y radicalmente es eso, y si el que tome a Camino como guía de oración es un laico, la meditación del libro y su enseñanza le empujará desde dentro a la santificación del trabajo y de la vida secular.
[12] Hay, por supuesto, adición de nuevos textos y nueva configuración del ordo.
[13] Notas de una tertulia, Sao Paulo 29-V-1974.
[14] Entrevista concedida a Jacques Guillemé-Brûlon y publicada en Le Figaro (París), el 16-V-1966; texto en Conversaciones, 36.
[15] Había dicho en la citada entrevista: "Entre las personas que por propia iniciativa lo han traducido, hay ortodoxos, protestantes y no cristianos".
[16] Notas de una tertulia, 29-V-1974. Un estudio sobre el espíritu del Opus Dei, parece cosa clara, no puede limitarse a Camino.
[17] "(Estas Consideraciones Espirituales) sólo son útiles para determinadas almas, que quieren de veras 1) tener vida interior 2) y sobresalir en su profesión, porque esto es obligación grave" (Carta de Josemaría Escrivá a Francisco Morán, Madrid 26-IV-1934).
[18] Texto en Conversaciones, 36. El Autor dijo también al periodista, a propósito de Camino: "No es un código del hombre de acción".
[19] Cfr. CONC. VATICANO II, Const. Lumen Gentium, nº 8; Decr. Unitatis redintegratio, nº 3. Vid. a este propósito las agudas observaciones de Álvaro del PORTILLO, "Significado teológico-espiritual de Camino", en Estudios sobre 'Camino', cit. en nota 1, pp. 48s.
[20] Cántico espiritual, prólogo, 1.
[21] Miguel A. GARRIDO GALLARDO, "Literatura espiritual española del siglo XX. Sobre la obra escrita de san José María Escrivá de Balaguer", en Homenaje al Prof. José Fradejas Lebrero, Ed. UNED, vol. II, Madrid 1993, pp. 629-642; cita en p. 634. La cita de Camino es del prólogo.
[22] Const. Lumen Gentium, n. 9.
[23] Aparte de este impacto personal de Camino, muchos religiosos han estudiado y meditado el libro para orientar a los laicos por el Camino de una auténtica espiritualidad laical.
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