Anales Valentinos, Año XXIV (1998) nº 488, pp. 363ss
La figura de San Vicente Ferrer es sobradamente conocida, y ha sido objeto, en los últimos años, de abundantes estudios, desde los ángulos más diversos(1). A lo largo de su vida (1350-1419), este ilustre dominico tuvo una gran pasión por la predicación, tanto hacia los cristianos, como hacia los judíos y musulmanes. El núcleo esencial de su mensaje es el Evangelio --con la guía segura de Santo Tomás de Aquino--, y como tal, no dudaba en afirmar, que el problema de la salud espiritual del pueblo estaba en la falta de predicadores(2).
La predicación de S. Vicente, como ha sido tradicional en la Iglesia, buscaba prioritariamente remover el alma del oyente, para que el Espíritu Santo, provocase la gracia de la conversión. Al concepto de conversión vamos a dedicar estas líneas. Tomaremos como base de nuestro trabajo los sermones del santo valenciano, recientemente editados por el Padre Adolfo Robles(3). Se trata de 53 Sermones, que al centrarse, en su mayoría, en el tiempo litúrgico de la Cuaresma, tienen como objetivo principal propiciar la conversión de los oyentes, y llevarles a una vida más cristiana(4).
S. Vicente Ferrer dedicó su vida, a partir de 1399, a la predicación itinerante, buscando la conversión no sólo de los cristianos, sino también de los judíos y los musulmanes. Convencido de encontrarse en el único camino de salvación, dedicó sus mejores esfuerzos a propiciar esas conversiones(5). La disputa de Tortosa celebrada en 1413(6), representa un estilo muy coherente con el modo de pensar del dominico valenciano. Con la convicción de que la gracia de Dios era abundante, el objetivo de la disputa era argumentar lo mejor posible, seguros de que habría muchas conversiones. Con ese convencimiento tuvieron lugar esas disputas públicas. El mejor rabino, y el mejor teólogo católico, frente a frente. En lugar público, con un notario que recogía fielmente la discusión, y rubricada posteriormente por los protagonistas. La consecuencia fue las abundantes conversiones de importantes judíos.
Ese método de actuación es fruto de las posturas de S. Vicente Ferrer sobre la capacidad de conversión del pueblo judío. Una conversión fruto de la fe, pero ayudada por la mejor explicación.
Es bien conocida la carta de Joshua Halorki, rabino de Alcañiz, uno de los principales judíos, preguntando a Pablo de Santa María los motivos de su conversión. Poderosos habían de ser, puesto que la categoría del jefe de los judíos de Burgos era indiscutida(7). En ese mundo de las conversiones se movía S. Vicente, con gran convicción y con abundantes argumentos. En concreto para ayudar a la conversión de judíos escribió un importante tratado, con finos argumentos escriturísticos, intentando removerles a abrazar la fe católica(8).
El término conversión, es habitualmente usado en la Sagrada Escritura para explicitar el paso de la vida antigua a la vida nueva. Sólo puede comenzarse a vivir en Cristo, cuando se abandona el pecado(9). Un nuevo nacimiento, con proyección de eternidad: "Renati estis, non ex semine corruptibili, sed incorruptibi per verbum Dei et permanentis in aeternum"(10).
La posibilidad de la conversión deriva de la fuerza intrínseca de la palabra de Dios, pues como dice el Santo valenciano: "Dico quod Verbum Dei est semen in baptismali generatione. Nam tanta est virtus et effìcacia verbi Dei, quod de filio hominis facit filium Dei"(11). En esa conversión no hay mérito por nuestra parte, sino puro don de Dios(12), en todo caso la disposición del alma, para recibir esa gracia. La Palabra de Dios actúa sobre nuestras almas, con tanto poder y fuerza, que logra la conversión, por honda que haya sido la fractura: "Si aliqui haberent animam ligatam mil milia ligaminibus seu cathenis, virtute verbi absolutionis, scilicet dicendo: Ego absolvo te, omnia vinculo rumperentur"(13). No en vano está escrito en la Epístola a los Hebreos que la Palabra de Dios "vivus est sermo Dei et effìcax et penetrabilior omni gladio ancipiti et pertingens usque ad divisionem animae et spiritus"(14). Por tanto, predicado el Evangelio, se ha sembrado en el corazón de los hombres, la semilla de la conversión.
La conversión que la Iglesia pide es radical, tan radical como el primer mandamiento de la ley de Dios. De ahí que no baste la conversión externa, se precisa la conversión del corazón(15), como dice S. Vicente, la contrición del corazón: "scilicet quando persona habet dolorem in corde et displicitum de peccatis commissis "(16).
Pero no basta una conversión. Por el pecado original el hombre está proni ad peccatum(17), de ahí que deba acudir a la conversión, mediante el sacramento de la penitencia, frecuentemente(18). Sólo así podrá volver a la Casa del Padre. Ahora bien, es preciso que esa confesión sea completa, después de un diligente examen(19).
Por otra parte el cristianismo es camino de amor. La conversión implica nuevas ascensiones del alma. A este respecto añade S. Vicente unas expresivas palabras:
«Quartus stimulus est maior aliis, scilicet amor spiritualis urgent. Quando es que facit ex caritate Dei et proximi, solo puro amore facit, adhuc quod non infernus, nec aliqua alia pena. Sed sicut philocapti de Deo, quod amore eius perdunt sompnum vigilando in oracionibus, perdunt cibum et potum ieiunando, et laborant per bona opera. Isto stimulo perurgebantur Apostoli et Christi Discipuli, quia non timore, nam 'perfecta caritas foris mittit timorem'(20). Immo exponebant se periculis et adversitatibus predicando fidem Christi in honorem Dei et salvacionem animarum, dicentes: 'Caritas Dei urget nos'(21)»(22).
La conversión es un don de Dios, por tanto hemos de poner oración y penitencia, para disponer el alma, de modo que Dios nos la eleve. Son muchas las llamadas a la penitencia en los Sermones de Cuaresma(23), pues como dice S. Vicente: "quia per penitentiam oportet intrare in regnum Dei"(24). No deja de recordar el Santo que Dios quiere nuestro crecimiento, pero hemos de poner los medios. Pues igual que podemos ascender en el amor, podemos descender. Así dirá: "Ideo semper debemus ascendere et bonam vitam augmentare". Y añade algo de gran interés:
«Hoc non debet intellegi per operum multiplicacionem, sed per augmentum fervoris et continuacionem. Et isto modo ascendit, verbi gracia qui vult bonam vitam tenere, secundum suam qualitatem et compleccionem, debet recipere certas oraciones et iuinia, et ista continuare cum fervore spiritus»(25).
No es una mera acumulación de devociones, sino el aumento de la caridad: virtud sobrenatural que Dios concede al que la pide con obras. Y concluye con la conocida afirmación de S. Bernardo: "In via Dei, non progredi, regredi est"(26). Es interesante resaltar, como Dios mismo nos ayuda en ese esfuerzo. Por eso añade S. Vicente:
«Nam ascendens cum magnis laboribus ascendunt dolorem et temptacionum, et ne ergo difficiant in via, stat Dominus in capite scala vocans et suscipiens fideles suos, dicendo "venite ad me, omnes qui laboratis, et onerati estis, et ego reffciam vos"(27)»(28).
Que es posible la conversión, lo señala el santo en muchas ocasiones. Por ejemplo cuando dice:
«quod aliqui moriuntur en grácia spiritual purament, sicut sunt homines vel mulieres qui vitam apostolicam seu spiritualem, qui licet fecerint peccata mortalia, tamen fecerunt condignam penitenciam, confitentur sepe, et comunicat, et plorant sua peccata, et faciunt magnas penitencias, et lucrantur indulgencias, etc Item, quod si eorum bona ponerentur in statera divine iusticie, et mala in alia, plus ponderarent bona quam mala. Tales quando moriuntur via recta ascendunt ad Paradisum»(29). No sólo es posible la conversión, sino urgente: «Si possibili esset, iam hodie omnes deberetis confiteri, ut haberetis partem de beneficiis ecclesiasticis. Eciam pueri deberent confiteri»(30).
De todas formas, la contrición puede bastar en algunos casos, si no es posible confesarse, pues como dice la Escritura: "Cor contritum et humilatum, Deus, non despiciat"(31). Aunque añadirá nuestro autor: «vos autem dum tempus habetis, et habetis multos Religiosos et Presbiteris, ite ad confitendum»(32).
El hecho de que algunos rechacen el bautismo, pudiendo hacerlo es señal de que no se ha dado la conversión honda. Otros accederán al bautismo de deseo, por ignorancia invencible, o imposibilidad. Otros no se convierten por rechazo de Cristo y su doctrina(33).
Ahora bien, S. Vicente es consciente de la dificultad para convertirse, que proviene del ambiente. Tomando pie de la escena del evangelio del ciego de Jericó(34), que es increpado por los demás mientras suplica "Iesu Fili David, misere mei", comenta: "Iste deffectus est hodie in mundo: quandiu homo es secus viam, scilicet in peccatis mendicans mundana, et temporalia, nullus curat ipsum reprehendere, sed magis aplaudent sibi, sed si se devocioni, et bone vite factum est, statim reprehenditur, et alebatur"(35). De ahí que una vez convertido, deba separarse del ambiente en que vivía para no recaer. Esto es particularmente importante para los que provenían del judaísmo. Así dirá:
«Item dicamus de conversis, non permittatis vos Rectores, nec sustineatis quod stent cum Iudeis, qui corrumpunt illos, et eciam Curati debent illos corrigere et admonere"(36).
En uno de sus sermones, dedicado al hijo pródigo, resume el camino de la conversión en los siguientes pasos:
a) Reversus est ad seipsum(37), es decir, "quando peccator se recognoscit, et est quando aliguis cognoseit se male feccise"(38). Reconocer el pecado como tal.
b) Quanti mercenarii (...) abundant panibus, etc., et ego fame pereo. "Ecce dolorem. Tercio, venit contriccio, quia filius Regis Christi et Regum, et mater mea virgo Maria, quod illis serviunt, omnes abundant, et ego fame pereo! Et ideo recognicio debet esset semper cum dolore, et contriccione". Constatación del mal del pecado, con la contrición necesaria.
c) Vado ad patrem. Ecce hic bonum propositum. Et ideo parum esset cogitare et dolere de peccatis, nisi haberet propositum corrigendi. Propósito de la enmienda.
d) Pater peccavi: Ecce hic confessio, guia confiteris peccata. Nam debes confileri, alias contriccio non sufficeret ubi habes opportunitatem, alias secus, ut si quis est vulneralus, et non potest logui. Confesión de los pecados al sacerdote.
e) Fac me sicut unun de mercenarüs tuis. Ecce penitencie exceptacionem, quia complere debet. Satisfacción de los pecados mediante una prudente penitencia.
Respecto a los judíos, e infieles, desenmascara la falta de honradez en sus argumentaciones. Es interesante el siguiente texto:
«Nam dicunt hodie Iudaei et Infideles, si non sciremus certe legem christianarn fore veram, inmediate effciremur Christiani. Videte ideo nescire possunt, quia non faciunt voluntatem Dei. Hoc est si moraliter viverent non comittendo avariciam, nec usuram, sicut iam eis mandavit Moyses, nec faciendo luxuriam, non superbiam. Et ideo dicit David in Psalmo: Illumina, Domine, oculos meos. Ps XII 4. Tunc cognoscerent, nam tanta conformacio doctrine Dei, vel coniuncto cum intellectu humano, quod i moraliter viverent, inmediate essent illuminati et scirent de doctrina Dei»(39).
Cuando hay una disposición verdadera del alma, Dios no deja de iluminarla y conducirla a la recta doctrina.
Finalmente, nos referiremos, brevemente, a dos excusas para la conversión, comunes a todo tiempo. La primera es la del exceso de confianza en la misericordia de Dios, retrasando el momento de decidirse a entrar por caminos de verdadero arrepentimiento. San Vicente lo explica de modo muy gráfico:
«Quando peccatores volentes penitere sperant misericordiam Dei, confìtendo de ea, bonum est, sed isto modo potes de eo confidere quod est satis, quod quantumcumque peccaveris, et postea te peniteat, et confitearis, parcet tibi Deus; secus ubi nollis penitere. O, quomodo sunt multi decepti propter istam bonam spem!, et sic vadunt ad Infernum. Sciatis ergo servi, quod ipse est infinite misericordie penitentibus, et infinite duricie nolentibus penitere. Nec dicas: "He, Dominus habuit misericordiam". Non dicas tu nec sumas exemplum de illo, quia casus fuit specialis et singularis. Nam comuniter ad bonam vitam, bonum finem, et ad malam vitam, malem finem, et multi decipiuntur propter hoc»(40).
La segunda es la de los jóvenes, que dilatan la vuelta a la vida de la gracia, hasta haber gozado de la vida, para después convertirse.
«In senectute me convertam, et ieiunabo, et faciam penitenciam. Et habes tu cartam, quod cras sis vivus? Credo quod non (...) Omnes stulti sunt, quia incerti, et non habent timorem de pena Inferni. Statim ergo sume voluntatem et contriccionem».
Es importante recordar que el cristianismo es para San Vicente, no sólo un camino de salvación, sino el camino de salvación, por tanto es urgente la conversión del alma.
Conmueve el final de uno de sus sermones, y bien puede servimos para terminar estas líneas:
«Placeat Deo sic de peccatis nostris possimus resurgere, abiciendo malas consuetudines, et societates, malam spem, et stultam confidenciam, ut per eum visitari, possimus pervenire ad gloriam Paradisi»(41).
Notas
1. Una completa biografía y bibliografía, puede encontrarse en los volúmenes editados por el Ayuntamiento de Valencia, bajo la dirección del Padre Adolfo Robles o.p. Cfr Llop Catalá, Miguel, San Vicente Ferrer y los aspectos socioeconómicos del mundo medieval, ediciones del Ayuntamiento de Valencia, Valencia 1995. Beuchot, Mauricio, Pensamiento filosófico de San Vicente Ferrer, ediciones del Ayuntamiento de Valencia, Valencia 1995, Robles, Adolfo, Obras y escritos de San Vicente Ferrer, ediciones del Ayuntamiento de Valencia, Valencia 1996.
2. «La causa principal que hallé en ellos de sus herejías y errores era la falta de predicación. Pues supe con certeza de aquellos moradores, que en treinta años nadie les había predicado, a no ser los herejes valdenses de Puglia que les visitaban por costumbre dos veces al año. Considerad de aquí, reverendo Maestro, cuánta sea la culpa de los Prelados de la Iglesia, y, de otros. a quienes de su oficio o profesión incumbe predicar a estas almas, y desean más bien estarse en grandes ciudades y villas lúcidas y hermosos cuartos viviendo con regalo». Carta de S. Vicente al Maestro General de la Orden de Predicadores, Fray Juan de Puinoix, 17-XII-1403, en Robles, Adolfo, Obras y escritos, o.c., pág. 396.
3. Cfr Robles, Adolfo, San Vicente Ferrer, Colección de Sermones de Cuaresma y otros según el Manuscrito de Ayora, ediciones del Ayuntamiento de Valencia, Valencia 1995. Se citarán: Sermón, seguido de la página correspondiente.
4. En el volumen que acabamos de citar, se publican abundantes cartas de los mandatarios de la ciudad de Valencia, reclamando su presencia, para que, con su predicación se remuevan los pecados de los ciudadanos.
5. Cfr Llop, Miguel, o.c., págs.19-21.
6. Cfr Pacios López, Antonio, La disputa de Tortosa, ed. CSIC, Madrid 1957, págs. 58-85.
7. Cfr Glatzer, Michael, Crisis de fe judía en España a fines del siglo XIV y principios del XV, en Alcalá, Ángel, Judíos, Sefarditas y Conversos, ed. Ámbito, Valladolid 1995, págs. 55-67.
8. Cfr S. Vicente Ferrer, Tratado contra los judíos, en Robles, Adolfo, S. Vicente Ferrer. Obras y escritos, o.c., págs. 459-577.
9. "Antes de comenzar esta nueva vida. es necesario poner fin a la anterior". S. Basilio Magno, Sobre el Espíritu Santo, PG 32, págs.129-130.
10. 1 Pet 1,23.
11. S. Vicente Ferrer, Sermón, pág. 121.
12. "Voluntarie genuit nos verbo veritatis, ut simus inicium aliud creaturae eius" (Iac 1,18).
13. S. Vicente Ferrer, Sermón, pág. 122.
14. Heb 4,12.
15. Cfr Lc 11,5.
16. S. Vicente Ferrer, Sermón, pág. 74.
17. Cfr Concilio de Trento, Sesión sexta, Decreto sobre la Justificación, DS 1515.
18. Cfr S. Vicente Ferrer, Sermón, págs. 63-64.
19. Cfr Ib., pág. 64.
20. Jn 4,18.
21. 2 Cor 5,14.
22. S. Vicente Ferrer, Sermón, pág. 131.
23. Ya desde el primer Sermón de Cuaresma, dedicado al ayuno marca este camino.
24. S. Vicente Ferrer. Sermón, p. 74.
25. Ib. Sermón, pág. 142.
26. S. Bernardo, Sermón II, 3: PL 183,369.
27. Mt 11,28.
28. S. Vicente Ferrer, Sermón, pág. 145.
29. Ib., Sermón, pág,119.
30. Ib., Sermón, pág. 154.
31. Ps 50,10.
32. S. Vicente Ferrer, Sermón, pág. 163.
33. Cfr Ib., Sermón, pág. 162-163.
34. Cfr Lc 18,35-39.
35. S. Vicente Ferrer, Sermón, pág. 137.
36. Ib., Sermón, págs. 300-301.
37. Lc 15,17-19.
38. S. Vicente Ferrer, Sermón, pág. 211.
39. Ib., Sermón, pág. 283.
40. Ib., Sermón, págs. 301-302. Cfr Eccli 5,5-7.
41. Ib., Sermón, pág. 304.
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