EL INFORME KINSEY:
"INVESTIGACIONES SOBRE LA SEXUALIDAD HUMANA" [1] .
Belén Vendrell
La Dra. en Bioética Marta Tarasco [2] , en su revisión sobre las consecuencias del informe Kinsey, fue concluyente. Hace 50 años, entre 1948 y 1950, Alfred Kinsey, un biólogo norteamericano publicó dos libros sobre el comportamiento sexual de hombres y mujeres, cuyos resultados contribuyeron a desatar la llamada “revolución sexual”. Kinsey, defendió que todos los comportamientos sexuales que se consideraban desviados son normales, mientras que propuso que el ser exclusivamente heterosexual es anormal y producto de inhibiciones culturales y de condicionamientos sociales. Kinsey, compartió la visión sobre el hecho de que los cristianos habían heredado la aproximación casi paranoide del comportamiento sexual de los judíos.
Después de 40 años, en los cuales se había dado credibilidad absoluta a dichos datos, con las terribles consecuencias que conllevaron para la sociedad a nivel moral e intelectual, científicos de varios países junto con el F.B.I. demostraron la falsedad de tales conclusiones y el poco rigor científico en las mismas. Los datos habían sido estadísticamente manipulados porque la muestra era manifiestamente sesgada, con un número importante de presos, exhibicionistas, paidófilos y vejadores sexuales, incluyendo en la metodología vejaciones y estimulación sexual de adultos a niños de meses. Kinsey y sus colaboradores, se propusieron cambiar los valores morales tradicionales, con la siguiente estrategia:
a) Defender el establecimiento de que la bisexualidad es la orientación sexual para gente normal y sin inhibiciones.
Esto alentaría a las personas heterosexuales a tener prácticas homosexuales, ya que la heterosexualidad sería solo una opción en un rango de múltiples conductas sexuales.
Cambiaría la norma de sexualidad heterosexual, con su estructura familiar tradicional y los valores y roles del comportamiento sexual convencional.
b) Propuso un plan para que en la sociedad los niños fueran educados en la bisexualidad y entrenados por miembros de generaciones superiores.
La influencia de sus teorías alcanzaron a la sociedad y a la ciencia, contribuyendo decisivamente a la desaparición en el catálogo de enfermedades mentales [3] de la homosexualidad como patología, a menos que sea egodistónica, es decir, (que la persona con inclinación homosexual no se encuentre cómoda con dicha inclinación) Sin embargo, es importante señalar que, incluso científicos de la escuela de Kinsey que opinaban claramente que la conducta homosexual es normal y plenamente aceptable, afirmaran: “Es de vital importancia que todos los profesionales en el campo de la salud mental tengan presente que el hombre o mujer homosexuales son fundamentalmente un hombre y una mujer por determinación genética y que tienen tendencias homosexuales por preferencia aprendida” [4] . Esto corroboraría la hipótesis de que las inclinaciones homosexuales, no son innatas al individuo. Cada día hay mayor número de especialistas que no han renunciado a la terapia de restauración de la identidad sexual, considerando la inclinación homosexual como un trastorno psíquico de tipo neurótico desarrollado durante la infancia-adolescencia y susceptible de ser tratado [5] . Kinsey, utilizó, además, el término adicción para referirse a las relaciones maritales, que preservan la fidelidad de la unión conyugal. Desgraciadamente sus conclusiones se siguen tomando en cuenta para las decisiones sobre política de salud sexual y/o reproductiva, y son en gran medida el contenido de los planes educativos en materia de sexualidad en todo el mundo”.
Las consecuencias más directas de tales divulgaciones científicas para la persona, fueron separar y justificar éticamente, la actividad sexual y la procreación (sexo sin procreación), el ejercicio de la sexualidad fuera del matrimonio (amor libre), y la separación entre la actividad sexual y el amor.
Con la rápida aparición en los años 60 de los primeros métodos contraceptivos, y el desarrollo del concepto de Planificación Familiar por los organismos oficiales de salud pública, la fertilidad, (entendida como la dimensión constitutiva de la sexualidad y capacidad de procreación), empezó a verse como una amenaza para el hombre.
Ante esta crítica situación, en 1968 el Papa Pablo VI presentó su profética encíclica sobre el Amor Humano y la Paternidad Responsable (Humane Vitae), donde se oponía valientemente a dicha concepción deformada de la sexualidad y a la utilización de métodos contraceptivos que impidieran la recta regulación de la fertilidad. Pablo VI desarrolla un hermoso proyecto sobre la decisión y ejecución de la procreación, que respeta la dignidad de los esposos y la vocación a la donación del amor esponsal. Pablo VI, exhortó a los científicos a que desde su ámbito y competencia se esforzaran para encontrar soluciones, convencidos de que no puede darse contradicción entre la ciencia y la fe [6] .
A finales de los años 70, abogando por los derechos de decidir sobre la capacidad de procreación, se desarrollaron e implantaron las técnicas de Reproducción Asistida con la separación entre procreación y sexualidad (procreación sin actividad sexual) En 1978, se logra el nacimiento del primer niño probeta, (con la FIVET) y en los 80 se perfecciona la técnica. La clonación llegaría más tarde en los 90.
El padre aparece como inexistente cuando se pretende que el hijo pueda depender de la elección única e individual de la mujer, a veces incluso de modo homosexual, en nombre de una biologización solitaria de la filiación. El padre, en resumen es desposeído de su hijo y de su propia función. La consecuencia directa de todo esto entra directamente en el campo de la ética y por lo tanto de la bioética, porque hablamos de la vida del hombre.
No es suficiente fabricar carne humana, dice el profesor Anatrella [7] : la filiación debe establecerse partiendo de la diferencia de los sexos y la sucesión de las generaciones entre el padre y la madre, e instituirse para que se desarrolle y se reproduzca en la historia. Una antropología que niegue esta realidad construye una ética similar y por descontado ejecuta una bioética distorsionada y que contradice la verdad sobre la vida del hombre. Las palabras del Papa Juan Pablo II [8] en la Familiaris Consortio, hace casi 20 años, han sido proféticas “es necesario esforzarse para que se recupere socialmente la convicción de que el puesto y la función del padre en y por la familia son de una importancia única e insustituible”.
[ Resumen de la ponencia de Belén Vendrell en el Congreso de El Escorial, 2001 ]
[1] Reisman, J. Kinsey: Crimes and Consequences. Institute for Media Education. http//www.rsvpamerica.org.
[2] C.f.r.Tarasco, M. Consideraciones sobre la Influencia del Reporte Kinsey. En Cuadernos de Bioética.4º. 1997.
[3] Hatterer, L.J. Changing Homosexuality in the Male.“Los psiquiatras han llegado por fin a, la conclusión de que los factores genéticos, hereditarios, constitucionales, glandulares u hormonales no tienen ninguna importancia como causas de la homosexualidad”. New York: McGraw-Hill, 1970. ( En Van den Aarweg, G. Homosexualidad y Esperanza. Ed. Eunsa. 1997).
[4] Masters, W.H. - Johnson, V.E. Homosexuality in Perspective. ( En Van den Aarweg, G. Homosexualidad y Esperanza. pag.48 Ed. Eunsa. 1997)
[5] Van den Aarweg, G. Homosexualidad y Esperanza. “La homoxesualidad es un tipo de neurosis. La persona con este complejo de inferioridad abriga una compasión infantil específica”. Ed. Eunsa. 1997.
[6] Humanae Vitae. Pablo VI. Nº 24.
[7] Anatrella, T. Las consecuencias psicológicas de la disfunción del sentido de la paternidad en la sociedad actual. (En Familia et Vita. Ed. Española. Año IV, Nº 2-3/1999)
[8] FC. nº 25.
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