La fecundidad conyugal y la cuestión demográfica
Antonio Fernández Madero
Un verdadero desafío que se nos presenta al comienzo de un nuevo milenio, es restablecer el respeto que merece la institución matrimonial y la grandeza de la fecundidad humana, como verdadera *procreación+. A la llamada cultura de la muerte ha de oponerse con fuerza la cultura de la vida con argumentos válidos, profundos y sencillos, que calen en las conciencias de los cristianos y los hagan fuertes ante los ataques hedonistas de los que viven *ut si Deus non esset+. Recordemos el texto de Juan Pablo II en la Tertio millennio adveniente: *El Jubileo podrá además ofrecer la oportunidad de meditar sobre otros desafíos del momento como, por ejemplo, (...) las problemáticas relacionadas con el respeto de los derechos de la mujer y con la promoción de la familia y del matrimonio+ (TMA, 51).
El Magisterio de la Iglesia, con una visión muy positiva y optimista de la realidad humana, como criatura de Dios y santificada por la gracia, expone que *la fecundidad humana es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. Un amor Chumano o sobrenaturalC que no es fecundo, o es falso o está enfermo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que está a favor de la vida (cfr FC, 30), enseña que todo Aacto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida@ (HV, 11). Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador (cfr HV 12; Pío XII, Casti connubii; CEC, 2366).
No es cristiana Cni siquiera "humana"C la visión de la paternidad-maternidad como un "riesgo" (y se habla con frivolidad de "riesgo de embarazo") o como un "mal" posible que hay que evitar en el uso de la sexualidad (y se habla con descaro de "sexo seguro" cuando se emplean medios anticonceptivos). La doctrina de la Iglesia contrasta con estos planteamientos paganizantes: *Llamados a dar la vida, los esposos participan del poder creador y de la paternidad de Dios (cfr Ef 3,14; Mt 23, 9). AEn el deber de transmitir la vida humana y educarla, que han de considerar como su misión propia, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por ello cumplirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana@ (GS, 50,2)+ (CEC, 2367).
Las razones por las que se pretende una sexualidad desligada de la procreación son muchas, pero se pueden resumir en dos: hedonismo Cno se está dispuesto a prescindir del placerC y economicismo: es más fácil controlar la economía con una población que no crezca demasiado deprisa (para los cálculos de algunos). Así se fomentan los slogans demográficos para asustar a los timoratos o para justificar la falta de generosidad de los egoístas.
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Otro fenómeno actual, en el que confluyen frecuentemente amenazas y atentados contra la vida, es el demográfico. Ese presenta modalidades diversas en las diferentes partes del mundo: en los países ricos y desarrollados se registra una preocupante reducción o caída de los nacimientos; los países pobres, por el contrario, presentan en general una elevada tasa de aumento de la población, difícilmente soportable en un contexto de menor desarrollo económico y social, o incluso grave subdesarrollo. Ante la superpoblación de los países pobres faltan, a nivel internacional, medidas globales Cserias políticas familiares y sociales, programas de desarrollo cultural y de justa producción y distribución de los recursosC mientras se continúan realizando políticas antinatalistas+ (EV, 16).A veces, como es sabido, se hace un verdadero chantaje a esos países, pues, si quieren ayuda internacional, han de reducir la natalidad usando anticonceptivos, o han de someterse a la esterilización o, incluso, han de practicar el aborto: *La anticoncepción, la esterilización y el aborto están ciertamente entre las causas que contribuyen a crear situaciones de fuerte descenso de la natalidad. Puede ser fácil la tentación de recurrir también a los mismos métodos y atentados contra la vida en las situaciones de Aexplosión demográfica@+ (EV,16). Igual que el Faraón, en tiempos de Moisés, creyó un "peligro" el crecimiento del pueblo de Israel y mandó matar a los varones que nacieran, hoy día los poderosos de la tierra *consideran también como una pesadilla el crecimiento demográfico actual y temen que los pueblos más prolíficos y más pobres representen una amenaza para el bienestar y la tranquilidad de sus países+ (cfr EV, 16).
Sin juzgar las intenciones Cque muchas veces se presentan como llamadas a la solidaridadC *estamos en realidad ante una objetiva Aconjura contra la vida@, que ve implicadas incluso a instituciones internacionales, dedicadas a alentar y programar auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto+ (EV,17), con la complicidad manifiesta de los Amass media@ que presenta esos ataques a la vida como signos *de progreso y conquista de la libertad, mientras muestran como ene-migas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida+ (EV, 17).
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que, siendo el Estado responsable del bienestar de los ciudadanos, *es legitimo que intervenga para orientar la demografía de la población. Puede hacerlo mediante una información objetiva y respetuosa, pero no mediante una decisión autoritaria y coaccionante. No puede legítimamente suplantar la iniciativa de los esposos+. Y concluye diciendo: *El Estado no está autorizado a favorecer los medios de regulación demográfica contrarios a la moral+ (CEC, 2372). La misma doctrina se expone en la Evangelium vitae: *es moralmente inaceptable que, para regular la natalidad, se favorezca o se imponga el uso de medios como la anticoncepción, la esterilización y el aborto+ (EV, 91).
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Por dónde tendrían que ir las soluciones? El Magisterio de la Iglesia no dará nunca una respuesta apodíctica y unilateral, sino que fomentará la iniciativa de los ciudadanos y de los responsables del bien común, pero, eso sí, advirtiendo de lo que sería contrario a la dignidad del hombre y de la institución matrimonial. *Los Gobiernos y las distintas instituciones internacionales deben mirar ante todo la creación de las condiciones económicas sociales, médico-sanitarias y culturales que permitan a los esposos tomar sus opciones procreativas con plena libertad y con verdadera responsabilidad; deben además esforzarse en Aaumentar los medios y distribuir con mayor justicia la riqueza para que todos puedan participar equitativamente de los bienes de la creación. Hay que buscar soluciones a nivel mundial, instaurando una verdadera economía de comunión y de participación de bienes, tanto en el orden internacional como nacional@ (Juan Pablo II, AAS 85 [1993], 819). Este es el único camino que respeta la dignidad de las personas y de las familias, además de ser el auténtico_ patrimonio cultural de los pueblos+ (EV, 91).Como se puede comprobar, el Magisterio, sin dar soluciones concretas, apunta una vías de solución muy interesantes y muy evangélicas: generosidad, austeridad personal, preocupación por los más débiles, aceptación de todos, dignidad de la personal, respeto al plan divino, responsabilidad de todos y de cada uno. Ciertamente estos planteamientos se encontrarán con los obstáculos de las miserias humanas y de las llamadas "estructuras de pecado" que hay que empeñarse en superar con la ayuda de la gracia y con garbo humano.
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Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
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El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
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