La paternidad de Dios en la Sagrada Escritura
La paternidad divina tiene una característica importante. En el discurso inaugural de este año en la Facultad de Teología, el profesor Sebastián Fuster nos habló de los equívocos que origina el llamar a Dios Padre; es decir, podemos malentender la paternidad de Dios, porque casi sin darnos cuenta cometemos un error, y es querer comprender a Dios por las cosas humanas y por tanto miramos la paternidad humana, para ver si desde ahí podemos entender la paternidad de Dios. Cuando debe ser al revés, ¡es al revés!
Nosotros tenemos que cargar de sentido a la paternidad humana desde el conocimiento de la paternidad de Dios. Y Dios se manifiesta como Padre en la primera manifestación antes de que supiéramos llamarle así; se manifiesta en la creación, en el designio creador de Dios; El es origen y fuente de todo. Y allí ya es donde queda claro que Dios es todopoderoso, con lo cual ya parece que la paternidad es omnipotente pero al mismo tiempo la omnipotencia es paternal, porque una omnipotencia que no sea paternal, puede hacernos sentirnos mal, mientras que una omnipotencia que es paternal nos hace sentirnos bien. Pero además una paternidad que no fuera omnipotente, puede hacernos sentirnos mal, porque no podemos apoyarnos en nuestro padre que no puede, mientras que si nuestro padre lo puede todo nos sentimos bien con nuestro padre.
Estos dos conceptos, Omnipotencia y Paternidad, diríamos que se están buscando uno al otro, y en ese origen de la creación, Dios Todopoderoso va a poner en marcha su designio. Y lo va a poner, no desde una omnipotencia abrumadora, sino desde una omnipotencia paternal, y por eso toda la creación va a ser obra de las manos de Dios Padre.
Esto sería la primera manifestación de la voluntad de Dios, es decir, de la realidad de Dios quien en su designio, es decir, en esa manifestación original de su querer, de su propio querer. Nos damos cuenta que el origen de todas las cosas es la pura dádiva, el puro don, el regalo más desinteresado que Dios hace saliendo de sí mismo, para darnos lo más de sí mismo, su propio querer. La creación es más bien la expresión de la donación ad extra; la filiación es el propio amor de Dios a quien sólo conoceremos en la revelación de su Hijo.
Por eso en la paternidad de Dios, su manifestación intrínseca, la que nosotros no conocemos, la conocemos sólo por revelación, pero esa paternidad es eterna, desde siempre, (en la eternidad no hay comienzo ni fin, no hay antes ni después). Diríamos que el Padre saliendo de sí mismo, por su espíritu de paternidad engendra al Hijo, que es eterno como el Padre. Y el Hijo viviendo siempre el espíritu de filiación, está confesando al Padre. Esto sería un intento de explicación del misterio de la Trinidad como una especie de círculo cuyo principio está donde nosotros comenzamos a considerarlo y allí donde está el principio está la fuente y origen de la Trinidad: el Padre que por Amor engendra al Hijo.
Pero esa paternidad divina comienza a manifestarse a lo largo del Antiguo Testamento primero por la filiación y después por otro elemento también importante, y es que el Dios Padre, se va a manifestar como el Padre del colectivo, que es toda la creación, y se manifiesta como el Padre de alguna manera modificando aquellas expresiones del Padre de todos los dioses, o el Padre de todas las realidades humanas que luego son divinizadas. El Padre, diríamos, es el de todo lo creado, de todo, absolutamente, es origen y fuente de todo, pero, comienza el Padre a querer manifestar a lo largo del Antiguo Testamento esta felicidad que nosotros nos permite llamarlo y sentirle ahora Padre, pero que antes no lo conocíamos.
Ya en el Antiguo Testamento aparecerá el término "padre" muy limitado, referido a Dios. En primer lugar aparecerá como padre del pueblo, como un colectivo. Con una redacción que además es bonita les quiero citar algo en torno a eso de que el "hijo", el pueblo, es considerado de tal forma hijo de Dios, y es entendido así cuando el autor del libro del Éxodo, nos dice que el Padre actúa en defensa de su hijo, que es el pueblo de Israel. Y así le dice al faraón : "Ojo, ojo que es mi hijo", como si le dijera: "Llévate cuidado con lo que haces con mi hijo"; el Padre está actuando, por tanto, ahí aparece el término Padre, como Dios que tiene al pueblo como su hijo: "Yo pondré cerco al faraón, -le dice para animar a Moisés cuando tiene que ir de cara a él-, y él no dejará salir al pueblo, pero tú le dirás: Así dice Yawhe ‘Israel es mi hijo primogénito, yo te ordeno que dejes salir a mi hijo, para que me sirva. Si te niegas a soltarle, yo daré muerte a tu primogénito’ ".
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El padre es el que sale en defensa de su hijo. Es por tanto una primera actividad de la paternidad de Dios que se manifiesta en el Antiguo Testamento. Es su acción en favor del hijo. No se trata de la generación del hijo, tampoco de la creación del hijo, la primera es eterna y constituye la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, mientras que en la segunda acción no se trata del verdadero hijo sino de aquel a quien Dios trata como a un hijo, es decir al pueblo a quien ha elegido como su hijo, y lo ha constituido parte de su heredad, dándole la máxima dignidad posible.
Como hijo primogénito de Dios, el pueblo tiene que ser libre, y si alguien es hijo, tiene que ser libre, si no, no sería hijo, sería su esclavo. A veces nosotros en nuestra pedagogía religiosa, o en nuestras instrucciones, o en el aprendizaje, hemos insistido excesivamente en nuestra supeditación a Dios, hemos hablado muchas veces de que tenemos obligación de obedecer a Dios, y hemos insistido mucho en eso, y eso es contrario a la revelación, en la que Dios nos invita a quererle y nos ha tratado más como hijos que como esclavos.
¿Cuál es el primer mandamiento de la ley de Dios? Amar a Dios sobre todas las cosas. ¿Hay alguno que pueda amar sin querer? Entonces o lo hemos entendido mal o algo no está bien. Lo que nos dice el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas, o sea, sentir, sentir que Dios, no solamente nos quiere (y allí es donde viene, yo creo, la gran revelación), sino que además nos ha hecho a nosotros querer suyo, y nosotros cumplimos el designio de Dios, cuando queremos, si somos además hijos, que veremos después asimilado y hecho verdad a lo largo de toda la historia de la revelación, entonces nosotros querremos como hijos. ¿Hay algún hijo que lo sea rebelándose contra su padre?
Hombre, fisiológicamente sí, porque seguiría siendo hijo; jurídicamente hasta puede que no pierda sus derechos; ¿pero es eso ser hijo?, o ¿ser hijo es cumplir la voluntad del padre? En la revelación es bien claro, es bien manifiesto, y además el hijo, se siente orgulloso de su padre y el padre se siente orgulloso de su hijo. Así es en la revelación, miren, en el libro de la Sabiduria, donde se reflexiona entorno a ese tema de la filiación hay algunos que dicen: "La vida es corta, es triste, y por tanto vivamos y bebamos, que mañana moriremos". Y afirman: «vamos a vivir la vida con toda prepotencia, porque ese es el único futuro; yo me voy a morir, pues entonces vamos a aprovechar el tiempo lo más posible».
Pero nos dice la introducción a este texto, que eso lo dicen, razonando equivocadamente, y observando la realidad humana, esa que van viviendo día a día y lo afirman: "Apresemos al justo que nos resulta incómodo, se opone a nuestras acciones, nos echa en cara las faltas contra la ley, nos reprende las faltas contra la educación que nos dieron, declara que conoce a Dios, y dice que él es hijo del Señor". Y más tarde lo dice todavía más claro, "lleva una vida distinta de los demás, va por un camino aparte, nos considera de mala vida, y se aparta de nuestras sendas como si contaminasen. Proclama dichoso el destino de los justos y se gloría de tener por padre a Dios".
Ya está dicho en uno de los textos sapienciales cercano a la revelación en el Nuevo Testamento que el fiel se gloría por tener por padre a Dios. Lean para mayor inteligencia todo el capítulo 2º del libro de la Sabiduría.
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Otra actividad que el padre ejerce es la educación, es algo que el padre hace con su hijo, el padre educa a su hijo, y le educa en verdad, y lo educa en libertad, eso no quiere decir que el padre no corrija al hijo. No sería buen padre si no corrigiese al hijo. Y en esa educación, que el padre hace sobre el hijo, aparece con frecuencia la corrección paterna.
El padre no adopta nunca, absolutamente nunca, una actitud permisiva; él no permite, el padre quiere y educa al hijo para que el hijo quiera, no le permite las tropelías o las cosas que hace mal el hijo, no, ¡no!; el padre no le urge y exige al hijo, si no que ha hecho al hijo de tal forma, que el hijo, si es buen hijo, tendrá que hacer lo que su padre quiere y le re-quiere. Y ahí es donde viene la libertad, ahí es donde viene la gran libertad, frente a la corrección, que no tiene ese aspecto negativo, sino que tiene el aspecto de co-rigere, que como todos saben en latín es cum-regere, le va rigiendo, el padre está rigiendo la vida del hijo, pero el hijo va a regir junto con el padre su vida, y lleva el mismo régimen que el padre. Es curioso hasta qué punto el Padre, tal como aparece como Padre del pueblo, cuando corrige a su hijo, dice: "Recuerda el camino que Yahve, tu Dios, te ha hecho recorrer estos 40 años por el desierto, para regirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones". O sea que la aflicción, la prueba, son voluntad del padre que quiere a su hijo, y este es el camino como Dios va corrigiendo.
"Él te afligió haciéndote pasar hambre y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres para enseñarte, que no sólo de pan vive el hombre, si no de todo lo que sale de la boca de Dios. Tus vestidos no se han gastado ni se te han hinchado los pies en estos 40 años para que reconozcas que Yahve, tu Dios, te ha educado como un padre educa a sus hijos". Para que así aprendas que el cumplimiento, es decir, la realización del designio de Dios es tu bien.
Si entendemos perfectamente que el padre quiere al hijo y que el hijo es consecuencia del querer del padre, esa es la verdadera filiación; si es consecuencia del querer del padre, el padre quiere al hijo, y no podemos entender un padre que enseñe al hijo a no quererle, es más, a no querer, a no desear el bien; luego, el padre en la Sagrada Escritura, está apareciendo, buscando siempre, el bien del hijo. Lo que nosotros llamamos mal, a veces lo hemos exagerado como algo negativo que se desprende de la corrección, y ciertamente no me está buscando Dios para eso, si no que me está buscando para que como hijo me sienta vivo queriendo, que eso es lo que nos asemeja al padre.
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Es curioso que en esa historia, interviene, se hace urgente, incluso lo que se llama el perdón del padre, el padre perdona, y el padre perdona porque ama. Aquí, ya casi habría que entrar dentro del Nuevo Testamento para dejarlo bien claro; lo que sería la imagen clara, ya la tienen ustedes: el Padre da al hijo todo para que el hijo sea, y se lo da todo, y no se reserva nada, el padre no es egoísta, porque en su misma razón de ser, el Padre es donación dadivosa, sin ningún interés. El Padre no engendra al hijo para que el hijo le venere y se someta a su voluntad. Ya hemos advertido del riesgo de entender la paternidad de Dios desde la paternidad humana.
Que el Padre no hace al hijo para que el hijo luego le devuelva al Padre la gloria, eso sería una falsa concepción. No, el Padre hace al hijo, el hijo dará la gloria, pero la finalidad del Padre no es estar mirando que el hijo le dé gloria, sino qué es el bien del hijo. El Padre hace al hijo por amor, y hace al hijo con amor. Entonces el objetivo no es que nosotros demos gloria a Dios. Evidentemente vamos a dar gloria a Dios, pero dar gloria a Dios siendo nosotros la realidad que él nos ha dado, que eso es dar gloria al Padre, pues su voluntad es que nosotros seamos, porque si no, nos deja confusos la otra formulación. ¿Cómo voy yo a dar gloria a Dios si no puedo cumplir la voluntad del que me creó libre para que sea yo quien quiera cumplir la voluntad del Padre?
Los hijos, con nuestra infidelidad, podemos no corresponder a esa bondad que el Padre ha depositado en nosotros; esto tiene una explicación desde el misterio del mal, desde el misterio del adversario de Dios, o del confundidor (diabolos). Cuando nosotros jugamos a no vivir, a no ser, a no gozar, a no participar de la vida, de la bondad de Dios, del bien, cuando esto se produce, el Padre es «celoso» de su hijo, en el sentido de celo, no de celos, el Padre es celoso de su hijo, y busca a su hijo.
Y cuando el hijo, a quien el Padre le ha dado todo, absolutamente todo, el hijo lo haya pedido, se revela contra el Padre, y dice "esto es mío" (dentro de la Teología del Nuevo Testamento, lo tienen Vds. bien claro que el Padre y Dios son uno mismo), y se quiere independizar del Padre, puede romper la relación paternidad-filiación. Entonces, podemos repetir, aprendamos en el modelo de Dios la paternidad y la filiación, y no al revés. El hijo se desarrolla, crece, en la sombra del Padre, mejor, en la figura del Padre. Cuando tratamos de Dios, es difícil hacer una figura del Padre, pero me gustaría poner un ejemplo: todos utilizan más o menos un ordenador, y saben lo que es configurar; a veces para poder trabajar tienen que configurar el ordenador, y todo está de acuerdo, todo funciona, se desarrolla con esta configuración, con la imagen y semejanza que Dios ha puesto en el hijo.
Cuando el hijo trabaja de acuerdo con esa figura, con esa configuración que le ha dado el Padre que es su voluntad y que es su designio, e intenta revelarse contra el Padre, pierde el sentido del don, y el don ya no es don, ya soy yo que se rebela. Y esta es la imagen del hijo pródigo, recibe lo suyo, se va, lo malgasta, y sin embargo ¿qué pasa?; pues que al hijo pródigo le queda todavía una cosa, todo lo que él ha recibido del padre, se lo ha malgastado, lo ha deshecho, pero le queda algo, y es su padre.
Entonces él piensa volver. No tiene nada, no tiene ni siquiera el título de hijo, piensa que ya lo ha perdido: "porque no soy digno de llamarme hijo tuyo", pero sin embargo, no duda, ¿no duda de qué?, de algo que el padre no solamente ha depositado, si no que el espíritu paternal está siendo vivo en el hijo, y es que se siente todavía algo en relación con el padre. Ya no se siente capaz de llamarse hijo, pero quiere volver al padre. En ese movimiento, todo eso lo hace ese espíritu que hemos dicho antes que del Padre pasa al hijo y del hijo pasa al Padre, que ese es el Espíritu Santo ciertamente como persona de la Santísima Trinidad y como actividad que a lo largo de la historia se va revelando. Tanto en la formación de los conceptos, como en la expresión vital que es nuestra vida personal, nosotros entendemos así nuestra relación con el Padre. El Padre es amoroso con el hijo, es afectivo con el hijo a pesar de que el hijo se haya revelado contra el Padre, porque el Padre quiere al hijo, y lo que quiere es corregirle, quiere devolverle a ese régimen, y entonces el hijo, cuando acepta, cuando cumple la voluntad del Padre, cuando quiere como el Padre, entonces el hijo ya tiene el camino libre para Dios.
Pueden entender perfectamente que esto se realiza en su plenitud total en el Nuevo Testamento, que es donde nosotros conocemos cuál es la imagen y semejanza de Dios, cuál es el hijo de Dios. Es más, a esa pregunta, ¿qué es el hombre? que se hace el Salmo 8, la respuesta nos la da el hijo. ¿Qué es el hombre? Nosotros sabíamos del hombre desgraciadamente muchas menos cosas.
Después de nuestra experiencia cristiana todavía continuamos escuchando más todas las antropologías que salen, no de una teología sino de esa experiencia, de esos conocimientos, de esa sublimación, de esos esfuerzos que el hombre va haciendo. Pero hasta que Dios no se ha hecho hombre, nosotros no hemos tenido conciencia plena de que Dios es nuestro Padre. Como relación filial, como relación personal, como relación que nos ha constituido en miembros de la familia de Dios. Los cristianos podemos responder que el hombre no es sólo el hijo de Adán, ni su existencia es algo triste, corta, que pasa, como dice el libro de la Sabiduría que algunos afirman equivocadamente. ¡No!; el hombre no es eso, el hombre es hijo de Dios. Esa es la solución, esa es la respuesta a lo que es el hombre, lo cual no quita dignidad al hecho de la autonomía del hombre, sino todo lo contrario, porque nada teníamos para ser hijos suyos, lo ha hecho por amor, porque nos ha querido y ha querido darnos esa dignidad noble y abundante.
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