Coord.: J PALOS - L.M. GARCÍA - C CREMADES
La Iglesia en Europa, en todos sus estamentos, ha de proponer con fidelidad la verdad sobre el matrimonio y la familia. Es una necesidad que siente de manera apremiante, porque sabe que dicha tarea le compete por la misión evangelizadora que su Esposo y Señor le ha confiado y que hoy se plantea con especial urgencia.
El matrimonio y la familia, claves de la nueva evangelización
A. Cuestiones generales
1. - Con la fuerza de la familia. Naturaleza primordial del amor. Tomás Melendo
Con la fuerza de la familia (I)
Con la fuerza de la familia (y II)
2. - El ser y el obrar conyugal. Javier Escrivá Ivars
3. - El directorio de pastoral familiar de la Conferencia Episcopal Española y la renovación de la preparación pastoral para el matrimonio. Mons. Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Segorbe-Castellón.
4. - El pansexualismo y su incidencia en el matrimonio y la familia. Juan José Pérez-Soba Diez del Corral, Facultad de Teología de S. Dámaso.
5. - Aprender a amar. En diálogo con Mons. Juan Antonio Reig y Juan Pérez Soba
6. - Amor conyugal y don del Espíritu, José Noriega Bastos
7. - Los derechos sexuales y reproductivos. José Alfredo Peris.
8. - El problema moral de la procreación asistida; primacía del argumento antropológico. Ignacio Carrasco de Paula
9. - Anticoncepción y métodos naturales. Punto de no retorno en la Nueva Evangelización. Juan Andrés Taléns
10. - Aprender a perdonar. Jutta Burggraf
11. - Familia y nueva Evangelización. Miguel Villalba
La familia, una cuestión de perenne actualidad, ha sido el tema analizado en los VI Diálogos de Teología que, entre los meses de enero y abril, se han desarrollado en la Biblioteca Sacerdotal Almudí, teniendo como horizonte la próxima celebración del Encuentro mundial de las familias en el año 2006. Reconocidos expertos de ámbito internacional han participado en estos coloquios teológicos, intentado responder al reto planteado por Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Ecclesia in Europa, y a su petición de que «la Iglesia anuncie con renovado vigor lo que el Evangelio dice sobre el matrimonio y la familia, para comprender su sentido y su valor en el designio salvador de Dios. En particular, es preciso reafirmar dichas instituciones como provenientes de la voluntad de Dios. Hay que descubrir la verdad de la familia como íntima comunión de vida y de amor, abierta a la procreación de nuevas personas, así como su dignidad de iglesia doméstica y su participación en la misión de la Iglesia y en la vida de la sociedad».
1. Ejes que deben estar siempre presentes al profundizar en la familia.
No cabe reducir el estudio de la familia a determinados esquemas racionales: hay un plan de Dios sobre la familia que es preciso descubrir y en el que es preciso profundizar (Mons. Juan Antonio Reig). No hacerlo así, supondría plantear una pastoral muy sectorial e individualizada. Dios ha proyectado que la familia tenga un origen matrimonial, sea fundada por un hombre y una mujer, y esté abierta a la vida. La comunidad cristiana debe acoger ese proyecto de forma que la familia se convierta en una comunidad de amor.
La familia sólo pude revitalizarse descubriendo la vocación al amor que la constituye. Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad en el amor y en la comunión. «El amor es, por tanto, la vocación fundamental e innata de todo ser humano» (Juan Pablo II, Familiaris consortio, 11). Sólo con este fundamento se logrará dar un significado profundo en nuestra cultura actual a cuestiones tan esenciales como la sexualidad, que sólo cabe concebir como amor hecho carne y vigor creador y que nada tiene que ver con la especie de algarabía ramplona y genital a la que, en ocasiones, se pretende reducir.
Como consecuencia de lo anterior, cuando hablamos de familia hacemos referencia necesariamente a una comunión de personas en el amor.De ahí que tengamos todavía una gran tarea por delante: redescubrir el valor de la persona. El ser humano no puede contentarse con unas relaciones simplemente funcionales; necesita y busca relaciones interpersonales, llenas de interioridad, gratuidad y espíritu de oblación. Entre estas, resultan primarias y fundamentales las que se verifican en el seno de la familia. Toda la gran red de las relaciones humanas nace, se desarrolla y se regenera continuamente a partir de una relación básica: aquella por virtud de la cual un hombre y una mujer se reconocen hechos el uno para el otro y deciden unir sus existencias en un proyecto único de vida.
Cuando esa comunión de personas en el amor integra también a los hijos, éstos, más allá del derecho a recibir atenciones que satisfagan sus necesidades de educación y cuidado, a lo que tienen verdaderamente derecho es a la propia persona de los padres, a los padres en sí mismos. Les es debida la propia relación interpersonal en que se basa la familia.
La cultura dominante plantea importantes desafíos a esta concepción de la familia (cfr. Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España, 10-21). Ante ellos, cabe adoptar dos posturas fundamentales. Una primera de corte conformista, que identifica los males de la familia con los mismos males que afligen a la sociedad. Poca luz puede extraerse de esto. La segunda, más constructiva, sin olvidar que los males existen, evita buscar culpabilidades y pretende tomar conciencia de que todo ataque o desafío es inocuo o epidérmico, si no existe una voluntaria complicidad de parte. Debemos recordar siempre que el compromiso, la renuncia y la capacidad de entrega están en nuestras manos y no pueden ser sustituidas por las legislaciones estatales o por los medios de comunicación. Ninguna de esas instancias tiene fuerza sin nuestra complicidad. Por tanto, la familia será la alternativa del futuro, posiblemente la única alternativa del futuro, si sabe responder a su verdadera esencia con la libertad de la que es maestra, y esa capacidad de respuesta está en nuestras manos.
2. La familia, institución natural
La reflexión sobre la familia requiere de un fundamento ontológico. Juan Pablo II lo ha subrayado con claridad: «Se requiere una visión metafísica de la persona humana y de la relación conyugal» (Discurso a la Rota Romana, enero 2004). He ahí un presupuesto irrenunciable para quienes se ocupan de las cuestiones familiares. Sin ese fundamento ontológico, la institución matrimonial se convierte en mera superestructura extrínseca, fruto de la legalidad y del condicionamiento social, que limita a la persona en su libre desarrollo y realización. Sin embargo, es preciso redescubrir la verdad, la bondad y la belleza de la institución matrimonial que, al ser obra de Dios mismo a través de la naturaleza humana y del libre consenso de los cónyuges, permanece como realidad personal indisoluble, como vínculo de justicia y de amor, unido desde siempre al designio de la salvación y elevado en la plenitud de los tiempos a la dignidad de sacramento cristiano. Esta es la realidad que la Iglesia y el mundo deben favorecer.
Sin familia no hay persona ni posibilidad de crecimiento en cuanto persona. Considerando la cuestión en su más estricta radicalidad, la familia no sólo es necesaria para que la persona se perfeccione, para que acrezca su condición personal, antes bien, la familia resulta imprescindible para que la propia persona sea en cuanto persona; para que encarne su propio ser personal, como señalará el Prof. Escrivá.
3. Claves para una revitalización de la familia
a) Amar al otro... en cuanto otro
La regeneración definitiva de la persona, de la familia y de la entera civilización actual tiene una clave: el robustecimiento del amor entre los hombres. El ser humano cuando actúa cabalmente como persona, es capaz de reconocer, aceptar y amar al otro en cuanto otro, recordará una y otra vez muy acertadamente el Prof. Melendo. Como tantas veces se ha recordado, la médula constitutiva del amor consiste en la corroboración en el ser de la persona querida: ¡es maravilloso que tú existas! Por contraste, el objetivo radical al que apunta el desamor es, en definitiva, la aniquilación de lo que no se aprecia: «El infierno son los otros», dirá Jean Paul Sartre. En el extremo opuesto al odio, el amor ratifica al otro en su calidad de otro, se complace en la diferencia. Y de ahí que las personas que sienten con más vigorosa pujanza el influjo gozosamente afirmativo del amor, experimentan también, de forma paralela, la valía insustituible de la singularidad del otro, del tú: el hecho de que el otro sea, con todas sus consecuencias: el que constituya algo firme y estable, consistente y enérgico, distinto de mí.
b) Seres irrepetibles
Lo que tiene mayor entidad, lo que entitativamente es más noble, resulta también más singular, único e irrepetible. Una silla, por ejemplo, vale lo que otra silla: no cabe decir exactamente lo mismo de una planta o un animal; cada ser humano resulta ya del todo inconfundible; y Dios es el absolutamente Otro. Por desgracia, buena parte de las estructuras contemporáneas, lejos de contribuir a la singularización perfectiva, tiende a ahogar la individualidad, propiciando una masificación despersonalizante y unificadora. Miguel de Unamuno lo había advertido con nitidez. En su epistolario, aconseja a un escritor novel, preocupado hasta la desmesura por el impacto de su producción en el público: «No te creas más, ni menos, ni igual que otro cualquiera, que no somos los hombres cantidades. Cada cual es único e insustituible; en serlo a conciencia pon todo tu empeño». Sin singularidad, la entrega pierde todo su contenido y significado. La clave de la singularidad es, pues, el amor. Dios nos ha hecho irrepetibles para que nos transformemos en don, en dádiva: para que amemos y, al hacerlo, engrandezcamos de veras al objeto de nuestro cariño. Y también es el amor lo que permite descubrir y fomentar la singularidad de quienes nos circundan.
c) Necesitados de perdón
«No se entiende el matrimonio sin perdonar y ser perdonados», señalará la profesora Jutta Burggraf en una intervención especialmente práctica. El arrepentimiento es, según Guardini, «una de las más poderosas formas de expresión de nuestra libertad». Cuando dejamos caer las máscaras y «deponemos las armas», cuando pedimos perdón con un corazón humilde, entonces se empiezan a deshacer los nudos del pasado. Nos sanamos mutuamente las heridas que nos hemos causados. Somos liberados de nuestras faltas y errores y también de nuestra indiferencia- y podemos trabajar con una nueva ilusión en la civilización del amor. Al perdonar decimos: «para mí tú eres tan valioso, que olvido todo lo anterior, te desligo de los lazos de tus ofensas, para quedarme con tu persona».
4. La castidad como orientadora de la libertad y del amor
Cuando se llega al momento de contraer matrimonio y tomar una decisión que afecta a la vida entera, hasta la muerte, con frecuencia nos hallamos ante un sujeto incapaz de un autogobierno sensato y fuerte. Se pretende edificar la familia una realidad fundamental en la vida de cualquier persona- sobre una base muy débil: personas que, muchas veces, sólo reaccionan ante los estímulos de una sociedad potentemente consumista, que cautiva su libertad y la atrapa con cualquier incentivo. Para salir de esta situación el presupuesto es la castidad. La castidad es la virtud que custodia el amor, la que enseña a amar de verdad y a sortear los falsos amores que pueden presentarse en la vida. De esta manera, la castidad hace posible que el individuo llegue a ser persona humana. Que su espíritu, sus dinamismos superiores, inteligencia y voluntad, con la luz de la fe una vez sanado el corazón por la gracia-, pueda tomar decisiones firmes y coherentes. Y sea, luego, capaz de sostener de modo permanente esos compromisos durante toda su vida, a pesar de los inevitables obstáculos. Han sido muchos los ponentes que han insistido en el papel de la castidad como custodia del amor: los profesores Pérez Soba, Noriega, Peris, Taléns insistirán en este tema, enfocando la cuestión desde diferentes puntos de vista, pero llegando siempre a conclusiones similares
El n.22 del Directorio de la pastoral familiar de la Iglesia en España describe como eje de toda pastoral familiar la «llamada personal de Dios al amor». Es preciso descubrir la profundidad de esta verdad y empaparse de ella para, luego, enseñar a las personas a aprender a amar. He ahí una tarea de planteamiento muy sencillo, pero de ejecución tremendamente ardua y delicada: enseñar a las personas a aprender a amar.
5. Dimensión esencial de toda evangelización
Hay mucho terreno que conquistar en la tarea evangelizadora. Familia y matrimonio constituyen una dimensión básica de toda evangelización. La pastoral de la familia y la preparación al matrimonio, en consecuencia, acompañan transversal y constantemente al resto de acciones de la Iglesia, que tienen como finalidad formar a los fieles para vivir en Cristo; es decir, para sentir su pertenencia a la comunidad, alimentarse de su Palabra, orar y celebrar los sacramentos, vivir la comunión en el amor, y salir a evangelizar al mundo. Tal es el designio de Dios sobre cada persona. La intervención del Dr. Villalba pone de relieve de forma clara, apoyándose en los distintos textos del magisterio reciente, esta cuestión
Cabría afirmar, finalmente, el protagonismo de las familias en la sociedad civil. Desde la comunidad cristiana y desde el sacramento del matrimonio, la familia debe intervenir decisivamente en la construcción de la sociedad entera: de las costumbres, de las leyes, de las relaciones internacionales, etc.
Estamos ante una gran aventura, porque la mudanza radical que nos puede conducir hasta esa civilización del amor o será familia o simplemente no será. No se puede esperar otro motor ajeno a la familia, a nuestra familia, porque no lo hay. Estamos seguros de que la publicación de estas ponencias supondrá una contribución importante para que todos seamos un poco más conscientes de la fuerza que tiene la familia considerada dentro del proyecto divino para el hombre.
Biblioteca Almudí
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
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