Raíces filosóficas de los desafíos de la cultura actual
Mons. Esteban Escudero
Diálogos de Almudí, 2005
Introducción
Señor Director de la Biblioteca Almudí y queridos compañeros y hermanos en el sacerdocio. Voy a remontarme al siglo XVIII para comprender que los desafíos que tiene hoy la Iglesia no son, ni mucho menos, fenómenos recientes. Hay que buscar sus raíces más profundas, que se hunden en la Historia de la Filosofía Moderna. Ahora estamos viviendo las consecuencias de aquellas premisas que pusieron los grandes pensadores de los siglos XVIII y XIX.
No es que todos los desafíos que hoy tiene la Iglesia se deban sólo al terreno de la filosofía —no pensemos que todo se explica por la filosofía—, pero es cierto que ésta ha ejercido una gran influencia, porque la filosofía ha condicionado luego la secularización del derecho, de la política, la secularización —no de la ciencia, que ya lo estaba—, pero sí de la filosofía de la ciencia como negación de toda metafísica. Desechar de la filosofía toda visión global es uno de los graves problemas del mundo actual. Se abandona la visión sintética de la realidad para centrarse en aspectos muy parciales. Situación que el Papa Juan Pablo II denuncia con una clarividencia neta en la Encíclica Fides et Ratio: pérdida de esa visión global del hombre, de la historia y del cosmos por parte de la filosofía para ocuparse de temas mucho más concretos como el lenguaje, la comunicación...
Antes de continuar, interesa mucho diferenciar los términos secularización y laicismo. El proceso de secularización lleva consigo la pérdida de control que tiene la Iglesia sobre ciertas instituciones e ideas, —y puede ser un fenómeno incluso positivo—, mientras que el laicismo supone la negación de lo religioso, de lo trascendente en toda la vida social. Las ideas secularistas —ir quitando control de la Iglesia como institución en el derecho, política, filosofía, ciencia...— se remontan al siglo XVIII.
Orígenes de la separación entre fe y razón
a) La filosofía de Descartes
En el siglo XVIII la ciencia moderna —a partir de Galileo y Descartes— se convierte en un quehacer estrictamente secular, pero apelando inicialmente a razones teológicas. El primero que afirma que una cosa es la razón y otra es la fe, y que hay una separación tajante entre ellas es Descartes. No es que Santo Tomás no supiera que una cosa es la razón y otra la fe pero, para él, la filosofía era un preámbulo que nos llevaba hasta las puertas de la Revelación, de la existencia de Dios. La filosofía nos llevaba a aceptar los motivos de credibilidad por los que podíamos aceptar la revelación de Dios: se daba una continuidad entre ambas.
Descartes es un hombre creyente que quiere buscar la verdad exclusivamente por la razón y, por ello, aceptará como verdad sólo aquello de lo que no pueda tener ninguna duda. Llegará incluso a inventar un genio maligno. Descartes dudaba, y referirse a ese genio maligno era la manera que tenía de encubrir a Dios, que a lo mejor me quiere engañar, y lo que yo veo como una idea clara y distinta es mentira. Sólo aceptaré aquello que no haya nadie, ni siquiera un genio maligno, que me lo contradiga. Sólo me quedaré con aquellas ideas claras y distintas que sean absolutamente ciertas y no haya ninguna posibilidad de error.
Aquí comienza ya la gran aventura filosófica de la modernidad, que postula encontrar la verdad exclusivamente por la razón. Descartes no niega la Teología, él es un filósofo que no pertenece a una orden religiosa y no está en una universidad, es un laico que va haciendo filosofía y trabaja en otras cosas. Quiere buscar la verdad pero con las solas fuerzas naturales, una verdad absolutamente creíble sin la más remota posibilidad de error.
b) La ciencia de Galileo
La ciencia, por su parte, hace algo más modesto. Con Galileo se separa de todo el entramado teológico en el cual nace. Hay que remarcar que los teólogos y filósofos medievales, aunque no se quiera reconocer, hicieron grandes adelantos científicos en los siglos XII y XIII. A partir de Galileo comienza una separación entre ciencia y teología. Él no busca causas últimas, finalidades (teleología) sino causas eficientes (causa-efecto). No busca dar explicaciones, el por qué y el para qué, sino exponer de la manera más sintética posible el fenómeno. Y si se puede cuantificar y expresarlo matemáticamente, mejor todavía. En la fórmula e = v.t (espacio es igual a velocidad por tiempo) no se explica ni cómo se origina el movimiento, ni quién ha fundado el movimiento, ni si el movimiento es eterno o finito, o si viene de un acto creador... Sólo interesa la fórmula matemática.
Esto ha permitido grandes adelantos científicos, pero ha originado una ideología de la ciencia que es el neopositivismo del siglo XX: sólo lo "científico", lo comprobable empíricamente, lo matematizable es verdad. Lo que para Galileo, hombre creyente, era sólo metodología, luego se convierte, en el siglo XIX y XX, en ideología, en positivismo. Sólo lo que se puede contar, medir y pesar es verdad; lo demás es opinión, puro parecer, subjetivismo.
c) Situación socio-política: las guerras de religión
Otro fenómeno concomitante a este comienzo de secularización fueron las tensiones religiosas de los siglos XVI y XVII: las guerras de religión.
Se produce la escisión protestante y siguen las guerras que ensangrentaron Europa, sobre todo en el siglo XVII. Surgió una idea peligrosísima: la religión es fuente de conflicto y divide a los hombres. Entonces no se hablaba de religiones (cristianismo frente al hinduismo, islamismo...) sino del catolicismo frente al protestantismo. El motivo es que en esta época, aunque se redescubre China y comienzan a conocerse las grandes sabidurías del Oriente, aún no se ha difundido el conocimiento de su gran pensamiento místico: esto sucederá durante el s. XVIII.
Se llega a pensar (Cristian Wolf, por ejemplo) en hacer una religión natural poniéndose de acuerdo en unas cuantas verdades, pocas, pero que sean absolutas, en las que todos estuviéramos de acuerdo (existencia de un Dios creador del Universo, un Dios remunerador...). Llegar a un común denominador cristiano.
La Ilustración dará un paso más: esas verdades han de ser demostradas por la razón (deísmo ilustrado) y aceptadas por todas las religiones. Esto es totalmente opuesto al cristianismo. Frente a esto surgirá la figura de Pascal que cuando muere descubren que llevaba cosida a su chaqueta la famosa frase: "Dios de Abraham, Isaac y Jacob y no de los filósofos". Se da cuenta, como hombre creyente, que estamos fabricando un Dios, inventándolo a imagen y semejanza del hombre. El Deísmo no es ateo, pero está llevando a un concepto de Dios que no tiene nada que ver con el cristiano, ni con el Dios "dives in misericordia" del Evangelio. Aquí Dios es puramente creador que da comienzo el mundo y se desentiende, de tal manera que la Historia escapa por completo a la Providencia Divina. Dios es una última explicación filosófica de la existencia del Universo.
Estas ideas de "tolerancia" —que en el fondo es relativismo— son recogidas por los monarcas que están deseosos de paz en Europa. Es el Despotismo Ilustrado: organizar la sociedad, el derecho, la religión y la política de una manera racional. El fin es ordenar la vida racionalmente, incluso la religión.
Las ideas laicistas en los ss. XVIII y XIX
a) La Revolución francesa: intento de eliminar la religión
Junto a este Deísmo o teología racional (una especie de Teodicea de corto alcance) surge otra corriente, la Ilustración, que es crítica con la religión positiva y en especial con el catolicismo (Voltaire y el Barón de Olbach) queriendo quitar poder a la Iglesia. Ésta domina y controla, y el movimiento que surge —sobre todo en Francia— busca quitar influencia a las religiones históricas. Para ello hará una crítica radical al catolicismo. La religión se considera como una gran mentira: los curas engañan al pueblo. A cambio de la salvación, se engaña a la gente para que ceda sus posesiones a la Iglesia. Hay que eliminar el poder de la Iglesia para que no tenga ningún control político y económico. Junto a ese Deísmo de un Dios abstracto, se inicia una crítica acerba a la Iglesia que engaña y sólo busca poder.
La Revolución Francesa atacó el influjo de las instituciones religiosas. La acción política se rodeó de una aureola quasi-religiosa. En la Catedral de Notre Dame se entroniza a la diosa Razón, porque la política se convierte en religión (los precedentes de la actual teología de la liberación, donde el compromiso político sustituye a la práctica religiosa, ya se dieron en la Enciclopedia). El famoso lema "Libertad, Igualdad y Fraternidad" son ideas bíblicas secularizadas. En la Revolución Francesa ya hay un intento de secularizar el cristianismo y convertir la práctica religiosa en praxis política. Ser fiel a ese Dios racional ilustrado, inventado por el hombre, es el compromiso político de hacer una sociedad nueva, con todo el misticismo fanático que eso conlleva —no hay que olvidar que la Revolución Francesa acaba en un baño de sangre.
b) Kant: la religión reducida a moral
No todos los revolucionarios ilustrados fueron tan radicales. Hubo pensadores más serenos sobre la religión, como Kant o Hegel, que abandonan las premisas de una Teología revelada.
Para Kant, Dios no se puede demostrar con la razón pura teórica: es algo desconocido; sólo podemos creer en él como exigencia de la razón práctica (ética). Es inaceptable que una persona malvada reciba el mismo premio o castigo que otra buena o santa. Por tanto, la religión es el cumplimiento de los deberes morales. Con Kant, sobre todo, comienza la reducción de la religión al estricto campo ético, moral. El imperativo categórico supone obrar de tal manera que lo que tú haces lo pueda hacer el otro y no sea perjudicial para los demás. El imperativo categórico es común a todos, es quien te dicta lo que es bueno o malo; por tanto, la religión es el cumplimiento de tus deberes, que has descubierto autónomamente. La moral se convierte en autonomía: tu razón decide lo bueno y lo malo.
Aún no estamos en el relativismo actual. Kant tiene todavía la presunción de que lo que yo creo que es bueno también lo es para el otro, porque la razón es común para todos. Para Kant religión es igual a moral y moral igual a prohibición.
Lo cristiano, según estos pensadores, queda reducido a un plano secundario. El cristianismo, como religión revelada, no es verdad ni mentira, es una creencia popular. Ahora bien, las ideas que comentamos todavía no se han expandido, son patrimonio de los sabios, de los filósofos. El pueblo sigue con sus prácticas religiosas y los sacerdotes siguen celebrando Misa, pero la cultura ya se está secularizando. La filosofía está secularizando la religión, la creencia en Dios; y la práctica religiosa, el culto, se convierte en un puro cumplimiento del deber que te marcas autónomamente. Poco a poco esto irá descendiendo al pueblo y se irá divulgando.
c) El idealismo alemán: la religión convertida en filosofía y praxis política
Hegel da un paso más. El Espíritu, a través de la Historia, va tomando conciencia de sí mismo hasta que, en el ser humano, el Espíritu se hace auto-consciente; es decir, toda una larga Historia en la que, en el hombre, el Espíritu toma conciencia de sí mismo. Entonces la filosofía se convierte en el sustitutivo de la religión.
La última tríada de la Dialéctica hegeliana es el arte, la religión y la filosofía. El arte es el sentimiento de lo absoluto de una manera plástica. La religión —para Hegel el cristianismo es la religión superior— ya no considera ese absoluto como un sentimiento, sino como algo personal, pero todavía es una forma imperfecta, de tipo mitológico, de conocer a Dios. La religión es una manera más objetiva de representarnos lo absoluto, pero que todavía no es definitiva.
¿Cuándo y cómo el Ser absoluto, el Espíritu, toma conciencia de sí mismo? En la filosofía, porque el hombre toma conciencia de que es parte de ese todo, inmenso, eterno. Aquí se da la auténtica autoconciencia de Dios. Aquí la filosofía se entroniza como el saber definitivo; todo lo demás es preparación. La razón es la que conoce de verdad, conceptualmente, el absoluto, que el arte tímidamente insinuaba y que la religión mitológicamente personificaba. La razón ha suplantado a la revelación. Con Kant y Hegel las religiones positivas son sucedáneos, invenciones que deben ceder su puesto al filósofo, que conoce realmente quién es Dios.
Con el idealismo alemán, la razón es la última instancia para lo religioso. La teología no es más que una manera mitológica de conocer a Dios y por eso hay tantas religiones y teologías, porque Dios es tan poliédrico que puede ser representado de varias maneras.
En la primera mitad del siglo XIX la participación en la vida política se convierte en la participación del quehacer histórico del Espíritu. Ese compromiso del Espíritu para crear una sociedad racional es el verdadero culto a Dios. Para Kant el verdadero culto a Dios era el cumplimiento de tu deber, para Hegel es introducir el quehacer histórico en la evolución de la humanidad hacia formas superiores: el Espíritu que va tomando conciencia de sí mismo. Mientras trabajes por un mundo mejor estás colaborando con el Espíritu y por tanto haciendo una obra religiosa.
d) La secularización en el ambiente social y cultural
De pronto, el quehacer cultural se convierte en un quehacer religioso. Lo dicho de la política se aplicará en adelante a toda la cultura. Las manifestaciones del Espíritu se darán en la historia, el derecho, las artes, las ciencias, etc. Se borran así las fronteras entre lo sagrado y lo profano. El resultado final del proceso es que la cultura olvidará sus raíces religiosas y se secularizará. Con el derecho sucederá igual, ya no está basado en el derecho natural y, en último término, en la ley eterna, sino que es independiente. Las ciencias no tienen nada que ver con Dios, tienen un quehacer en sí mismas, igual que la política. Antes la política estaba sacralizada, uno era rey por la gracia de Dios. Ahora, con las ideas incipientes de la democracia de Rousseau —la soberanía reside en el pueblo—, es el pueblo el que deposita la soberanía en el rey o en el presidente de la República. La cultura se populariza.
Vemos que esta situación cultural no es nueva de ahora, empieza a fraguarse a finales del sigo XVIII y comienzos del XIX. Todavía no ha llegado a las masas, está en el dominio de los intelectuales, de las universidades. Los campesinos siguen escuchando la campana que les señala el Ángelus. Pero en las universidades empiezan a entrar estas ideas en las cuales lo religioso es lo racional y el culto a Dios debe ser sustituido por la acción política o la acción cultural. Rezar no tiene sentido, sino sólo el cumplimiento de tus deberes.
Frente a este racionalismo exagerado, hay una reacción: surge el movimiento romántico, que vuelve a los orígenes con el resurgimiento de los viejos mitos de las religiones ancestrales (Wagner, por ejemplo, resucita la mitología germánica). Es pasar del racionalismo al sentimiento. Reacción religiosa que exalta lo medieval, lo antiguo y el cristianismo, porque construyó una sociedad culturalmente uniforme, que fue la cristiandad medieval. Es el momento de la gran efervescencia de las órdenes religiosas, el resurgimiento de la vida monástica.
Vaivenes culturales en el s. XX
a) Los maestros de la sospecha
A mediados y finales del siglo XIX los filósofos se preguntan: ¿La religión no iba a caer por sí misma? ¿No era una forma imperfecta del conocimiento de Dios? ¿No sería la religión una especie de conocimiento para personas poco cultas, mientras que la filosofía y la ética racional sería la verdadera actitud del hombre culto? ¿Por qué existe religión, si es una mentira de los curas, una superchería, una manera de buscar dinero? ¿Cómo siguen creyendo después de dos siglos de Ilustración? ¿Cómo sigue habiendo profesores universitarios, filósofos, que creen en el Dios cristiano?
Comienza la segunda oleada de crítica del cristianismo. Antes, con la Ilustración, aún se creía en un Dios creador (Deísmo), pero ahora aparecen los maestros de la sospecha (Feuerbach, Marx, Nietzche) que realmente —dicen— van a desenmascarar porqué existe la religión, y van a erradicarla. La religión no puede ser sólo engaño, superchería, porque, si no, ya hubiera dejado de existir. Hay algo en el hombre que hace proyectar fuera de sí un paraíso ilusorio, la idea de Dios. Hay religión porque existe desvalimiento o alienación. Para Feuerbach, Dios no es más que la proyección de la humanidad en general. Para Freud hay religión por el desvalimiento del hombre que tiene miedo a la muerte, al infortunio, al terror a las catástrofes de la naturaleza, que en aquella época significó el terremoto de Lisboa. El ser humano se proyecta fuera de sí e inventa un Dios a su medida, que le pueda consolar de la amargura de la vida. La religión no es más que la proyección al exterior de las necesidades del hombre.
Marx también es heredero de este planteamiento, pero le añade un componente económico: Dios se inventa por la miseria real, se inventa para compensar las injusticias de este mundo. Marx sigue a Feuerbach y al desvalimiento añadirá la componente económica. Dios será el consuelo ilusorio de las masas desfavorecidas. El cielo será la vana compensación de las desgracias debidas a la miseria en la tierra.
b) Desilusiones ante el mito del progreso indefinido: el escepticismo reciente
Los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial dieron al traste con todo esto. La creencia en el progreso indefinido, el optimismo basado en la ciencia y en la razón humana, sufren un durísimo golpe con las dos guerras mundiales. Fruto de ello es el existencialismo con su visión pesimista del hombre: el ser para la muerte.
Hay un fenómeno curioso que explica el resurgir de la religión a pesar de esas críticas. El comunismo se sigue expandiendo desde Rusia y los partidos comunistas se hacen fuertes entre las guerras mundiales. La religión resurge como ideología contra el comunismo. Este fenómeno ocurre tras la Segunda Guerra Mundial cuando, el comunismo queda delimitado por el telón de acero. El comunismo está consolidado, todavía no está vencido, pero está delimitado. Hay que vencerlo antes de que se haga dueño del poder en Occidente. La religión puede contribuir a ello.
En el mismo comunismo se da una corriente revisionista representada, por ejemplo, por Roger Garaudy en Francia, que habla de comunistas cristianos (antecedente del movimiento de cristianos por el socialismo). Se ha ido superando ya la ideología del progreso indefinido, el paraíso del proletariado sólo se lo creen unos pocos. La bomba atómica ha eliminado toda esperanza de hacer una sociedad utópica con la ciencia en Occidente, se difumina la idea de la felicidad por la ciencia. Entonces aparecen todas estas filosofías postmodernas, como las que estamos viviendo. Las corrientes filosóficas que han imperado en el siglo XX (neopositivismo, marxismo de "rostro humano", existencialismo...) favorecieron la aparición de un hombre religiosamente indiferente, instalado en lo mundano y asumiendo su finitud. Una figura señera de este movimiento postmoderno es el profesor Tierno Galbán en España.
Hay que aceptar la finitud, el hombre es un ser para la muerte, no hay Dios, hay que conformarse con vivir unos años, Dios no importa. La única verdad la encontramos en la ciencia, y todo lo que no es ciencia es creencia. La religión es algo privado y, por tanto, subjetivo. No se admite que pueda haber procesiones o que se imparta la asignatura de religión en el instituto, porque la verdad se consigue sólo por la razón científica. Los filósofos se han convertido en lingüistas o moralistas (ocaso de la metafísica) porque la filosofía pierde crédito con el pensamiento débil. Cada uno tiene su razón y la verdad es poliédrica.
El relativismo de la verdad y de la moral lleva a la indiferencia religiosa y a la desesperanza. No hay Dios, acepta tu finitud, la muerte, lo absurdo de tu existencia. No hay un sentido último de la vida, te lo tienes que dar tú mismo, eres tú el creador de tu propio sentido y de tu propia moral, sé auténtico porque no existe una moral universal y, menos aún, revelada. Precedente de todo esto es la filosofía de Nietzche, un anticristiano radical. Frente al crucificado, ha propuesto a Dionisos; frente a la idea del sacrificio en el cristianismo, ha propugnado el placer. Exaltemos la vida y matemos a Dios ("nuestros cuchillos todavía están rezumando sangre, hemos matado a Dios, hemos hecho la gran proeza", dice el viejo loco en la "Gaya ciencia"). Quiere arrancar la fe de las masas. Nietzche se considera un filósofo que ha llegado demasiado pronto, porque la secularización de la sociedad vendrá después, tras la Segunda Guerra Mundial. El positivismo, el existencialismo ateo y el marxismo crearán después esa situación de indiferencia ante lo religioso.
c) Insatisfacción ante el vacío
Pero, de nuevo, se producirá una reacción inesperada. La ciudad secular que preconizaban los filósofos del siglo XX no ha aparecido, porque no se cree en Dios, pero se cree en las mitologías, los horóscopos... No se es cristiano, pero se practica el budismo zen. No se admiten dogmas, pero se hace yoga: aparecen sustitutivos de la religión. El hombre tiene un deseo inconformista, que no llena la fría ciencia. Hay una clara descristianización, pero el hombre secular no ha triunfado, porque aparecen otros dioses (la política, el poder, etc.).
Como nota de optimismo, desearía añadir, para terminar, que no sólo ha habido una reacción esotérica, ocultista, sectaria, ante la secularidad de la filosofía del siglo XX, sino que también ha habido una reacción dentro del seno mismo del cristianismo, especialmente en el catolicismo, con los nuevos movimientos de renovación religiosa que han aparecido (focolares, neocatecumenales, etc.).
Hay descristianización, pero también se da el resurgir de una forma más auténtica y vigorosa de vivir la fe cristiana. Y es que, a pesar de las grandes fuerzas intrahistóricas, representadas aquí por las corrientes filosóficas brevemente esbozadas, el Espíritu Santo sigue guiando a su Iglesia hasta la consumación final en el Reino de los cielos. En ello estriba la esperanza de los creyentes en Cristo...
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