La protección de Dios y de su ángel Custodio se hace cada vez más evidente: el Señor cuida de don Josemaría de un modo especial. Una mañana camina por Madrid. Un hombre se le acerca de frente y le mira irritado, hace el gesto de pegarle y le amenaza.
Pero, inesperadamente, otro hombre sujeta al descarado. El agresor se aleja. El que le ha defendido se acerca y le dice al oído: —¡Burrito! ¡Burrito!
Es el nombre que él mismo se da, cuando habla con elSeñor. Se siente como un borrico porque ese simpático animal le recuerda eltrabajo duro y la obediencia.
No se queja, aguanta la carga que se le echa y se contenta con muy poco: un simple puñado de paja para comer. Los buenos borricos conocen a su dueño y hacen lo que les pide sin rechistar.
Pero es éste un pequeño secreto que nadie sabe. Poco después, su protector desaparece entre la gente. Josemaría piensa que ha sido su ángel Custodio.
Días más tarde habla con el Señor en la oración y le dice:
—Aquí tienes a tu borrico.
Entonces oye estas palabras de Jesús:
—Un borrico fue mi trono en Jerusalén.
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