Director: Alberto Negrin. Guión: Stefano Rulli, Sandro Petraglia y
Carlo Degli Esposti. Intérpretes: Luca Zingaretti, Amanda
Sandrelli, Franco Castellano, Jerôme Anger, György Cserhalmi,
Marco Bonini. 126 min. Drama Bélico. Contenidos: VS
Esta película recrea la odisea del comerciante italiano Giorgio
Perlasca, tal y como la relata el periodista Enrico Deaglio en
su excelente libro La banalidad del bien (Aceprensa 101/98).
Profundamente católico y anticomunista, Perlasca ayudó en
1944 al embajador español en Budapest, Ángel Sanz Briz,
que había refugiado en las casas dependientes de su embajada
a 5.200 judíos, perseguidos por los nazis y el filofascista
gobierno húngaro. Cuando el embajador y su séquito se trasladaron
a Suiza, Perlasca se hizo pasar por el cónsul español
y siguió liberando judíos hasta la retirada alemana.
La RAI ha convertido este excelente material en una película
de esmerada ambientación, con un reparto desconocido
pero eficaz y una excelente banda sonora del maestro Morricone.
Sólo desentona la realización de Negrin, más bien plana
y demasiado deudora de los subrayados musicales. En todo
caso, la película ofrece un luminoso enfoque de la heroica actitud
de tantos católicos ante el racismo nazi, similar a la que
mantuvieron otros ante la brutal persecución religiosa durante
la guerra civil española.
Sólo desde esta perspectiva se comprende el razonamiento
de Perlasca, que luchó en España como voluntario
italiano en el ejército de Franco: “Viendo a miles de personas
a punto de ser exterminadas por odio racial y religioso,
y teniendo la posibilidad de hacer algo por ellos, confié en
que el gobierno español no me delataría, ya que ellos también
eran contrarios a la actuación abominable de los
nazis”.
A pesar de sus defectos, El cónsul Perlasca es un impresionante
testimonio, que confirma aquel pensamiento de
Deaglio en su libro: “También en la niebla más impenetrable
existe —porque es propio del género humano— una tentación
irreductible, indecible, fabulosa, hacia la banalidad del
bien”. Gustará a quien disfrute con el género. Hay una secuencia -preparada con cierta tensión inicial por el director- de un intento de violación francamente desagradable (además, la secuencia es suficientemente larga y explícita en el contenido para que deba suprimirse)
(Aceprensa / Almudí AI)