A ser leales, a no ceder ante las dificultades, a atreverse a emprender proyectos ilusionantes, a ver personas detrás de las tragedias que nos cuentan los periódicos, a gastar el tiempo libre alegrando la vida a los demás se aprende viviéndolo en la propia familia
− Papá, hoy he entendido por qué es imposible que yo estudie.
− ¿?
− Sí, porque siempre me estáis diciendo, en casa y en el cole, que tengo que adquirir hábito de estudio para poder estudiar una buena carrera. Y que el hábito de estudio se consigue estudiando. Así que he pensado que para poder estudiar ahora necesito ser estudioso, pero para ser estudioso necesito estudiar antes, así que al final es imposible que estudie.
− Me parece muy bien, hijo. Y ahora estudia un rato si no quieres quedarte sin ir al cine.
Aunque parezca un sofisma, a este chico no le faltaba algo de razón. Para obrar bien es necesario ser virtuoso, pero la virtud se adquiere actuando rectamente. Por este motivo, si un financiero codicioso o un vago redomado deciden ser generosos o trabajadores, no lo tienen fácil para cambiar de vida. ¿Cuál es la salida, entonces?
Alejandro Llano, en su libro La vida lograda, tras reconocer la seriedad del dilema, da una solución inesperada: la respuesta es la familia. A ser leales, a no ceder ante las dificultades, a atreverse a emprender proyectos ilusionantes, a ver personas detrás de las tragedias que nos cuentan los periódicos, a gastar el tiempo libre alegrando la vida a los demás se aprende viviéndolo en la propia familia. Como decían aquellos anuncios del Ministerio de Cultura: “Si tu lees, ellos leen”. A ser una gran persona no se aprende en los libros: se mama desde niño en casa.