El Papa Francisco reflexionó en su catequesis sobre los dramas de la infancia. Con tono dolorido dijo que es "vergonzoso” que muchos niños sean rechazados y que no es justo que carguen con las culpas de los adultos. "Con los niños no se juega”, subrayó
También denunció la pobreza y el hambre en la que viven muchos de ellos y dijo que es culpa del sistema "que nosotros hemos creado”
Vídeo: Francisco en la audiencia general: Es vergonzoso que los niños sean rechazados
Resumen de la catequesis del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
Retomamos hoy las catequesis sobre la familia, hablando de los niños, muchos de los cuales sufren, desgraciadamente, auténticas "historias de pasión”.
Pensemos en los hijos no deseados o abandonados, en los niños de la calle, sin educación ni atención sanitaria, en los chicos maltratados, a los que les roban su infancia y su juventud… Es una vergüenza para la sociedad y un grito de dolor dirigido directamente al corazón del Padre.
Un niño nunca puede ser considerado un error. El error es del mundo de los adultos, del sistema que nosotros hemos construido, que genera bolsas de pobreza y violencia, en las que los más débiles son los más perjudicados. Los niños son responsabilidad de todos: los padres no deberían sentirse solos en su tarea. La estabilidad social y la promoción de la familia, la ausencia de delincuencia y la posibilidad de un trabajo digno… contribuyen, sin duda, a asegurarles un hogar. Tratándose de los niños, ningún sacrificio es demasiado costoso. Entendámonos bien: con los chicos no se juega.
Podemos estar seguros de que Dios no se olvida de ninguno de sus hijos más pequeños: sus ángeles están viendo continuamente su rostro en el cielo. Jesús los trató con especial predilección, imponiéndoles las manos y bendiciéndolos; además dijo que, de ellos y de los que se hacen como ellos, es el Reino de los cielos. La Iglesia, por su parte, siempre ha transmitido a los niños y a sus familias la bendición del Señor, poniéndose a su servicio con solicitud maternal y defendiendo con decisión sus derechos.
Saludo a los peregrinos de lengua española venidos de España, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Queridos hermanos, pidamos para que nunca más tengan que sufrir los niños la violencia y la prepotencia de los mayores. Muchas gracias.
Texto completo de la catequesis del Papa traducida al español
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las catequesis sobre la familia completamos hoy la reflexión sobre los niños, que son el fruto más hermoso de la bendición que el Creador ha dado al hombre y a la mujer. Ya hemos hablado del gran don que son los niños, hoy debemos hablar, desgraciadamente, de las “historias de pasión” que viven muchos de ellos.
Muchos niños, desde el principio, son rechazados, abandonados, se les roba su infancia y su futuro. Alguno hasta se atreve a decir−como para justificarse− que ha sido un error traerlos al mundo. ¡Esto es vergonzoso! ¡No descarguemos sobre los niños nuestras culpas, por favor! Los niños nunca son “un error”. Su hambre no es un error, como no lo es su pobreza, su fragilidad, su abandono −tantos niños abandonados por las calles−; y tampoco lo es su ignorancia o su incapacidad −tantos niños que no saben lo que es una escuela−. Si acaso, esas cosas son motivo para quererlos más, con mayor generosidad. ¿Para qué sirven tantas declaraciones solemnes sobre los derechos del hombre y los derechos del niño, si luego castigamos a los niños por los errores de los adultos?
Los que tienen la tarea de gobernar, de educar −diría que todos los adultos−, somos responsables de los niños y de hacer cada uno lo que pueda para cambiar esta situación. Me refiero a la “pasión” de los niños. Cada niño marginado, abandonado, que vive en la calle mendigando y con todo tipo de situaciones, sin escuela, sin curas médicas, es un grito que sube a Dios y que acusa el sistema que los adultos hemos construido. Y desgraciadamente estos niños son presa de los delincuentes, que los explotan por indignos tráficos o comercios, o adiestrándolos para la guerra y la violencia. Y también en países llamados ricos muchos niños viven dramas que les marcan de modo pesado, a causa de la crisis de la familia, de vacíos educativos y condiciones de vida a veces deshumanas. En cada caso son infancias violadas en el cuerpo y en el alma. ¡Pero ninguno de esos niños es olvidado por el Padre que está en los cielos! ¡Ninguna de sus lágrimas se pierde! Como tampoco se pierde nuestra responsabilidad, la responsabilidad social de las personas, de cada uno de nosotros, y de los países.
Una vez Jesús regañó a sus discípulos porque alejaban a los niños que los padres le traían para que los bendijese. Es emocionante la narración evangélica: Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí (Mt 19,13-15). ¡Qué hermosa la confianza de los padres y la respuesta de Jesús! ¡Cómo me gustaría que esta página fuese la historia normal de todos los niños! Es verdad que, gracias a Dios, los niños con graves dificultades encuentran frecuentemente padres extraordinarios, dispuestos a todo sacrificio y a toda generosidad. ¡Pero a esos padres no los podemos dejar solos! Tenemos que acompañarles en su cansancio, y ofrecer sus momentos de alegría compartida y desinteresada, para que no sean presa de la rutina terapéutica.
Cuando se trata de niños, en todo caso, no se deberían sentir esas fórmulas de defensa legal de oficio, del tipo: “después de todo, no somos la beneficencia”; o: “en lo privado, cada uno es libre de hacer lo que quiera”; o también: “lo sentimos, pero no podemos hacer nada”. Estas palabras no sirven cuando se trata de niños.
Frecuentemente en los niños recaen los efectos de vidas gastadas por un trabajo precario y mal pagado, por horarios insostenibles, por transportes ineficientes… Y los niños también pagan el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables: son las primeras víctimas; padecen los resultados de la cultura de los derechos subjetivos exasperados, y se vuelven un poco hijos más precoces. A menudo absorben violencia que no son capaces de “asimilar” y, a los ojos de los grandes se ven obligados a acostumbrarse a la degradación.
También en esta época nuestra, como en el pasado, la Iglesia pone su maternidad al servicio de los niños y de sus familias. A los padres y a los hijos de este mundo nuestro les trae la bendición de Dios, la ternura materna, el reproche firme y la condena decisiva. ¡Con los niños no se juega!
Pensad qué sería una sociedad que decidiera, de una vez por todas, establecer este principio: “Es verdad que no somos perfectos y que cometemos muchos errores. Pero cuando se trata de niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será juzgado demasiado costoso o demasiado grande, con tal de evitar que un niño piense que es un error, no valer nada y ser abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres”. ¡Qué hermosa sería una sociedad así! Yo digo que a esa sociedad, mucho le sería perdonado, de sus innumerables errores. Mucho, de verdad.
El Señor juzga nuestra vida escuchando lo que le cuentan los ángeles de los niños, ángeles que ven siempre el rostro del Padre que está en los cielos (cfr. Mt 18,10). Preguntémonos siempre: ¿qué contarán a Dios, de nosotros, los ángeles de los niños?
(Traducción de Luis Montoya).
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