Miles de personas arriesgan su vida por acudir a la Misa dominical en Maiduguri (Noroeste de Nigeria) ante los ataques de los islamistas radicales de Boko Haram. El padre John Bakeni relata la heroicidad de sus feligreses.
El grupo extremista de Boko Haram no cesa en sus campañas armadas para someter a poblaciones bajo el autoproclamado Estado Islámico, sembrando a su paso la destrucción de millares de vidas inocentes, casas e iglesias.
El padre John Bakeni cuenta cómo fue uno de los asaltos del grupo radical islámico a Maiduguri (ciudad de medio millón de habitantes al Noroeste del país y de las más afectadas por estos ataques de la secta islamista). «Nos despertamos con el ruido ensordecedor de bombas, granadas y tiros. Por todos lados se extendió la confusión y el caos». Sus feligreses le habían confiado que, si los ataques arreciaban, preferían morir en la iglesia antes que en otro lugar.
«Las continuas detonaciones no impidieron que la gente acudiera a la catedral el domingo, fue una lección de humildad y una experiencia edificadora el ver a tanta gente en la Eucaristía, la iglesia estaba abarrotada», relata.
«Ante tan gran aforo y piedad, cuando llegó el momento de la homilía, vi que no había necesidad de predicar, y les dije: “La presencia tan numerosa de ustedes, es una homilía en sí misma”».«Boko Haram ha declarado enemigos suyos al Gobierno nigeriano, a los centros educativos, a la Iglesia y también a los musulmanes moderados», explica. Este sacerdote lanza una llamada para invitar al resto del mundo a rezar por los nigerianos: «Por favor, recen para que esta violencia cese».
Las Conferencias Episcopales de Nigeria y Camerún invitan a los fieles a no olvidar el sufrimiento de los desplazados y refugiados que huyen de la violencia de la secta islamista.