Este Viernes Santo por la noche, el Papa Francisco presidió el Via Crucis en el Coliseo romano
Los textos de las meditaciones de este año fueron escritas por el obispo emérito italiano, monseñor Renato Corti
Palabras del Santo Padre
Cristo crucificado y victorioso, tu Vía Crucis es la síntesis de tu vida e icono de tu obediencia a la voluntad del Padre y la realización de tu infinito amor por nosotros pecadores y la prueba de tu misión y el cumplimiento definitivo de la revelación y de la historia de la salvación. El peso de tu Cruz nos libera de todas nuestras cargas.
En tu obediencia a la voluntad del Padre nos damos cuenta de nuestra rebelión y desobediencia. En ti, vendido, traicionado y crucificado por tu gente y tus seres queridos, vemos nuestras diarias traiciones y nuestras habituales infidelidades. En tu inocencia, Cordero inmaculado, vemos nuestra culpabilidad. En tu rostro abofeteado, escupido, desfigurado, vemos la brutalidad de nuestros pecados. En la crueldad de tu Pasión vemos la crueldad de nuestro corazón y de nuestras acciones. En tu sentirte abandonado vemos todos los abandonados por los familiares, por la sociedad, abandonados de atención y de solidaridad. En tu cuerpo sacrificado, destrozado y desgarrado vemos los cuerpos de nuestros hermanos abandonados por las calles, desfigurados por nuestra negligencia y nuestra indiferencia. En tu sed, Señor, vemos la sed de tu Padre misericordioso que en ti quiso abrazar, perdonar y salvar a toda la humanidad. En ti, Divino Amor, vemos aún hoy a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en ti, bajo nuestros ojos o a menudo con nuestro silencio cómplice.
Imprime, Señor, en nuestros corazones sentimientos de fe, esperanza, caridad, de dolor por nuestros pecados, y llévanos a arrepentirnos de nuestros pecados que te han crucificado. Llévanos a trasformar nuestra conversión hecha de palabras, en conversión de vida y de obras. Llévanos a conservar en nosotros un recuerdo vivo de tu rostro desfigurado para no olvidar nunca el enorme precio que has pagado por liberarnos. Jesús crucificado, refuerza en nosotros una fe que no ceda ante las tentaciones. Reaviva en nosotros una esperanza que no se pierda siguiendo las seducciones del mundo. Conserva en nosotros una caridad que no se deje engañar por la corrupción ni la mundanidad. Enséñanos que la Cruz es camino a la Resurrección. Enséñanos que el Viernes Santo es camino hacia la Pascua de la luz. Enséñanos que Dios nunca olvida a ninguno de sus hijos y nunca se cansa de perdonarnos ni de abrazarnos con su infinita misericordia, pero enséñanos también a no cansarnos jamás de pedir perdón y de creer en la misericordia sin límites del Padre.
Anima Christi, sanctifica me. Corpus Christi, salva me. Sanguis Christi, inebria me. Aqua lateris Christi, lava me. Passio Christi, conforta me. O bone Jesu, exaudi me. Intra tua vulnera absconde me. Ne permittas me separari a te. Ab hoste maligno defende me. In hora mortis meae voca me, et iube me venire ad te, ut cum Sanctis tuis laudem te, in saecula saeculorum. Amen.
Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh, buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame, y mándame ir a Ti para que con tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén.
Después de impartir la bendición, el Santo Padre añadió:
Ahora volvamos a casa con el recuerdo de Jesús, de su Pasión y de su gran amor y también con la esperanza de su gloriosa resurrección.