En su Carta pastoral de este mes, iniciada ya la Semana Santa, las primeras palabras de Mons. Javier Echevarría se dirigen a la Santísima Virgen, manifestando un ruego: que el año mariano que recorremos en su honor, avive nuestro deseo personal de meternos a fondo en las escenas de la pasión, muerte y resurrección del Señor, en el próximo triduo pascual.
Después de referirse a los sacramentos de la iniciación cristiana –el bautismo, la confirmación y la Eucaristía−, que la Iglesia administra en el curso de la Vigilia pascual, en la que se nos invita a renovar los compromisos que, en nuestro nombre, profesaron entonces nuestros padres y padrinos, o quizá nosotros mismos, propone considerar la importancia de estos sacramentos en el caminar de las familias cristianas, y que brote nuestra gratitud diaria a la Trinidad Beatísima por estos misterios salvíficos, que hacen posible que participemos en las riquezas divinas, afirmando que todos podemos y debemos ayudar en la tarea de evangelización de la familia, del modo más apropiado a nuestras circunstancias individuales.
Manifiesta el Prelado que, al escribir esta Carta, se me va el pensamiento a quienes trabajan en escuelas −públicas o privadas−, en contacto inmediato con padres y madres, con tantas y tantos jóvenes que frecuentan esas aulas, con profesores con quienes comparten la responsabilidad educativa. A todos os recuerdo que vuestra tarea, de primordial importancia, no ha de limitarse a transmitir unos conocimientos que prepararán a los alumnos para el futuro; ocupaos −ya sé que lo hacéis− de la formación integral de los niños y de los adolescentes en los diferentes aspectos −humanos, espirituales, religiosos−, tan propios de la educación cristiana, y hace especial hincapié en elpapel de los padres y de las madres y, en cierto modo, también de los demás componentes de la familia, a los que el Papa Francisco se refiere en un Discurso de finales del año 2014.
Después de afirmar: ¡Cuánto bien aportan los padres que se toman en serio esta misión! Por eso, la primera necesidad se concreta en la presencia habitual del matrimonio y de los hijos en el hogar, con la persuasión de que esa casa puede y debe ser "antesala" del Cielo y escuela de caridad, porque las alegrías y las penas de uno son penas y alegrías de los otros miembros de la familia, rememora algunos ejemplos de la experiencia personal de San Josemaría, quien en la casa de sus padre aprendió a llevar una auténtica conducta cristiana, acomodada en cada momento a las circunstancias de su edad; y lo agradecía profundamente a Dios al final de sus años, cuando acudían a su memoria sucesos, grandes y pequeños, de aquellos primeros tiempos de infancia y de juventud. De su propia situación, y de su amplia experiencia sacerdotal, provenían los consejos que ofrecía a los padres y madres de familia.
Pide el Prelado a todos continuar muy unidos a mis intenciones, de modo especial el próximo día 20, aniversario de mi nombramiento como Prelado de la Obra, y aumentar la oración por el Papa y sus colaboradores, y para concluir, insisto en que tratemos de participar muy a fondo en los ritos litúrgicos del triduo sacro y luego en el tiempo de Pascua. Animad a vuestros amigos, parientes y colegas a obtener mucho provecho de estos días santos. Y empeñémonos en llenar las calles y nuestros hogares de acciones de gracias, de actos de reparación, de comuniones espirituales, manifestando de este modo al Señor y a su Santísima Madre los sentimientos más profundos de nuestro corazón.