El trabajo educativo en el ámbito de la interioridad produce resultados inmediatos, tanto en la vivencia personal de los jóvenes como en sus relaciones interpersonales
Tanto desde la familia como desde los centros docentes, es importante recuperar esa visión de la necesidad de educar la interioridad, la intimidad, la capacidad del autoconocimiento y la meditación personal de nuestros jóvenes. El trabajo educativo en este ámbito produce resultados inmediatos tanto en la vivencia personal de los alumnos como en sus relaciones interpersonales, tal y como experimentan los profesores de los centros educativos en los que se trabaja esta "educación de la interioridad".
Una vez que se comienza con el empleo de estas dinámicas, son los propios alumnos los que terminan demandando la práctica de la meditación personal, como modo de silenciar el ruido interior y aprender a vivir en las situaciones presentes con sentido humano y profundidad. En el ámbito educativo anglosajón ya se ha bautizado a esta tarea como educación "mindfulness", desarrollo de la "atención plena", o capacidad de vivir de manera humana y profunda el aquí y el ahora.
De todo ello, me gustaría concluir que la educación de la interioridad y el espacio de meditación personal como educación en el ámbito del encuentro con el misterio de la Creación y del Creador es necesaria si queremos que nuestros hijos, en un orden meramente humano, luchen durante toda su vida por:
● No faltar nunca a la palabra dada.
● Saber dominarse en todas las circunstancias: el enfado, el miedo, los nervios.
● Responder de sus propios actos (dar la cara).
● No hacer trampas: ni en el juego, ni en los negocios.
● Nunca traicionar a los amigos, ni hablando mal de ellos ni abandonándolos.
● Ser espléndidos al agradecer los servicios prestados.
● No doblegarse a la prepotencia de otros.
● No tolerar abusos contra los más débiles.
● Emplearse con generosidad en los grandes valores de la humanidad.
● Tener miras elevadas y no buscar el propio interés,
● Ser magnánimos, con un alma grande para querer y emprender.
Eloy Olabarri
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