El Papa explica el significado de este primer domingo de Cuaresma
“Retomar decididamente el camino de Jesús, el camino que conduce a la vida. Mirar a Jesús −lo que hizo Jesús− e ir con Él”, es según el Papa Francisco el significado de este primer domingo de Cuaresma
Palabras del Papa a la hora del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El miércoles pasado, con el rito de la ceniza, comenzó la Cuaresma, y hoy es el primer domingo de este tiempo litúrgico que hace referencia a los cuarenta días pasados por Jesús en el desierto, después del bautismo en el río Jordán. Escribe san Marcos en el Evangelio de hoy: El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían (1,12-13). Con estas sencillas palabras el evangelista describe la prueba afrontada voluntariamente por Jesús, antes de comenzar su misión mesiánica. Es una prueba de la que el Señor sale victorioso y que le prepara para anunciar el Evangelio del Reino de Dios. En esos cuarenta días de soledad, se enfrentó a Satanás cuerpo a cuerpo, desenmascaró sus tentaciones y le venció. Y, en Él, todos hemos vencido, pero ahora nos toca a nosotros proteger esa victoria en la vida ordinaria.
La Iglesia nos hace recordar ese misterio al comienzo de la Cuaresma, porque nos proporciona la perspectiva y el sentido de este tiempo, que es un tiempo de combate −¡en Cuaresma hay que pelear!−, un tiempo de combate espiritual contra el espíritu del mal (cfr. Oración colecta del Miércoles de Ceniza). Y, mientras atravesamos el desierto Cuaresmal, mantenemos la mirada en la Pascua, que es la victoria definitiva de Jesús contra el Maligno, contra el pecado y contra la muerte. Aquí tenemos, pues, el significado de este primer domingo de Cuaresma: retomar decididamente el camino de Jesús, el camino que conduce a la vida. Mirar a Jesús −lo que hizo Jesús− e ir con Él.
Y el camino de Jesús pasa a través del desierto. El desierto es el lugar donde se puede escuchar la voz de Dios y la voz del tentador. En el ruido, en la confusión, no se puede hacer: solo se escuchan las voces superficiales. En cambio, en el desierto podemos ir al fondo, adonde se juega de verdad nuestro destino: la vida o la muerte. ¿Y cómo podemos escuchar la voz de Dios? La oímos en su Palabra. Por eso es importante conocer las Escrituras, porque, de lo contrario, no sabremos responder a las insidias del maligno. Y aquí quisiera volver a mi consejo de leer el Evangelio cada día: leerlo cada día, meditarlo un poco, diez minutos; y llevarlo siempre encima: en el bolsillo, en el bolso. Tener el Evangelio a mano. El desierto Cuaresmal nos ayuda a decir no a la mundanidad, a los ídolos, nos ayuda a tomar decisiones valientes, conformes al Evangelio, y a reforzar la solidaridad con los hermanos.
Así pues, entremos en el desierto sin miedo, porque no estamos solos: estamos con Jesús, con el Padre y con el Espíritu Santo. Es más, igual que a Jesús, es precisamente el Espíritu Santo quien nos guía en el camino Cuaresmal, el mismo Espíritu que bajó sobre Jesús y que nos fue dado en el Bautismo. La Cuaresma, por eso, es un tiempo propicio que debe conducirnos a ser cada vez más conscientes de lo mucho que el Espíritu Santo −desde el Bautismo− ha hecho y puede hacer en nosotros. Y al final del itinerario Cuaresmal, en la Vigilia Pascual, podremos renovar más conscientemente la alianza bautismal y los compromisos que de ella derivan.
Que la Virgen Santa, modelo de docilidad al Espíritu, nos ayude a dejarnos conducir por Él, que quiere hacer de cada uno de nosotros una nueva criatura. A Ella le confío, en concreto, esta semana de Ejercicios Espirituales, que comienza esta tarde, y en la que participaré con mis colaboradores de la Curia Romana. Rezad para que, en ese desierto que son los Ejercicios, podamos escuchar la voz de Jesús y corregir tantos defectos que todos tenemos, y también hacer frente a las tentaciones que cada día nos atacan. Os pido que nos acompañéis con vuestra oración.
Después del Ángelus
La Cuaresma es un camino de conversión que tiene como centro el corazón. Nuestro corazón debe convertirse al Señor. Por eso, en este primer domingo, he pensado regalar a los que estáis en la Plaza un pequeño folleto de bolsillo titulado Protege el corazón. Este librito recoge algunas enseñanzas de Jesús y los contenidos esenciales de nuestra fe, como por ejemplo los siete Sacramentos, los dones del Espíritu Santo, los diez mandamientos, las virtudes, las obras de misericordia, etc. Ahora lo distribuirán los voluntarios, entre los cuales hay muchas personas sin techo, que han venido de peregrinación.
Y, como siempre, hoy también aquí en la Plaza, los que pasan necesidad son los mismos que os darán una gran riqueza: la riqueza de nuestra doctrina, para proteger el corazón. Coged un folleto cada uno y llevadlo encima, como ayuda para la conversión y el crecimiento espiritual, que parte siempre del corazón: ahí donde se juega la partida de las decisiones diarias entre bien y mal, entre mundanidad y Evangelio, entre indiferencia y compartir. La humanidad necesita justicia, paz, amor, y solo podrá tenerlas volviendo de todo corazón a Dios, que es la fuente de todo eso. Tomad el librito, y leedlo todos. Y, por favor, especialmente esta semana de Ejercicios, no os olvidéis de rezar por mí.