Reflexión sobre las reacción suscitada en Europa ante el ataque yihadista en París
De Estados Unidos, y en concreto de uno de sus intelectuales más interesantes y sugerentes −George Weigel−, nos llega esta reflexión sobre las reacción suscitada en Europa ante el ataque yihadista en París
A raíz del horrible ataque yihadista en la revista con sede en París Charlie Hebdo, el tópico “revista satírica” se extendió de manera general para explicar el carácter y el contenido de Charlie. Pero esa calificación no es correcta. Y lo que hay de erróneo en ella −vinculado con el sentimiento expresado en las pancartas en las que se leía “Todos somos Charlie Hebdo”− viene a sugerir la cantidad de problemas que afectan a Europa al enfrentarse a esta nueva forma de guerra.
Sin duda, los estándares franceses de la caricatura y la “sátira” son diferentes a los de otros países, como demuestra una simple ojeada a las portadas de Charlie Hebdo (especialmente a las relacionadas con la Iglesia Católica, sus fieles y sus creencias). Sin embargo, no creo que sea una cuestión de puritanismo norteamericano el hacer ver que el calificativo de “sátira” no define la clase predominante de mentalidad que se muestra en Charlie Hebdo, que siempre me ha parecido mucho más nihilista que satírica.
Mi venerado Webster’s Seventh New Collegiate Dictionary define “sátira” como “una obra literaria que exhibe los vicios humanos y lo disparatado para su burla o desprecio”, siendo la definición secundaria “mordaz ingenio, ironía o sarcasmo utilizados para exponer y desacreditar el vicio o lo disparatado”. Eso no es lo que hace Charlie Hebdo. Número tras número, Charlie Hebdo se burla, no del vicio y lo disparatado (que sería juego limpio), sino de las creencias más profundamente arraigadas y valoradas de muchas personas, incluyendo sus convicciones religiosas. No voy a describir la caricatura de la portada en la que se mofa de la doctrina de la Trinidad después de que los obispos católicos de Francia se opusieran al llamado “matrimonio gay”; si esa portada no era pornográfica es que la palabra “pornográfico” ha dejado de tener significado alguno.
En el mundo de Charlie Hebdo, lamentablemente, todas las convicciones religiosas (sin duda todas las convicciones serias sobre la verdad moral) son, por definición, fanatismo −y por lo tanto susceptibles de la burla de los “iluminados”. Pero esa grosera caricatura de las creencias religiosas y de las convicciones morales es falsa; es adolescente, o, más bien, francamente infantil; se presenta a sí misma inevitablemente como el tipo de zafiedad que tiene la intención de herir, no de divertir; y, en el largo plazo, es tan corrosiva de los cimientos de una sociedad decente como la furia demencial de los yihadistas que asesinaron a los miembros del equipo de Charlie Hebdo.
La pueril malicia que se publica regularmente en Charlie Hebdo con toda seguridad no constituye ninguna invitación al homicidio; la incapacidad de algunos musulmanes para vivir en sociedades pluralistas y la rabia a la que lleva esa incapacidad es una grave amenaza para Occidente. La pregunta es: ¿por qué esas dos verdades tienen que ver la una con la otra?
Esta es la contestación que propongo: no se puede vencer a algo con nada −quizá mejor, no se puede vencer a algo con la nada.
Si todo lo que Europa puede decir para condenar los despreciables asesinatos de los dibujantes y editores de Charlie Hebdo es “Todos somos Charlie Hebdo“, entonces lo que Europa está diciendo es, de hecho, “Todos somos nihilistas” ¿Y cómo, pregunto, se supone que el nihilismo −la nada elevada a primer principio, el escepticismo llevado hasta su último extremo− va a derrotar a la convicción ignorando lo que es esa convicción? Si todo lo que Europa puede decir al criminal yihadismo es “¿por qué no podemos llevarnos todos bien?”, su irresponsabilidad hará que sea un objetivo aún más vulnerable para el tipo de letal fanatismo que recientemente convirtió París en zona de guerra.
Hay otro aspecto de este asunto enmarañado y sangriento que vale la pena señalar, y es el alto precio que Europa, y Francia en particular, está pagando por el arraigo cultural (a veces forzado legalmente) de lo políticamente correcto. Proscribiendo prácticamente del debate público la amenaza que suponen los islamistas radicales para la civilización y el orden europeos, se ha hecho mucho más difícil la respuesta a esa amenaza: para los ciudadanos, para los servicios de seguridad, y para las autoridades públicas. En los años transcurridos desde el 11 de septiembre, el espacio público francés ha estado dominado por los yihadistas y los xenófobos; y en ese entorno social volátil, algo muy malo tenía que suceder. Ahora que ha ocurrido, tal vez se pueden dar pasos para devolver el debate a los ciudadanos adultos y a las verdaderas cuestiones.
“Libertad, igualdad, fraternidad” puede ser un lema noble o revelador de nobles aspiraciones. Pero la libertad, la justicia y la solidaridad humana no pueden asentarse en el nihilismo. Si toda Europa es Charlie Hebdo, entonces Europa está condenada.
George Weigel es un reconocido miembro senior del Ethics and Public Policy Center, en Washington, D.C.