La edad puede facilitar en nosotros un cierto repliegue, con su reata de manías, impaciencias, egoísmos…
La edad puede facilitar en nosotros un cierto repliegue, con su reata de manías, impaciencias, egoísmos…, inconvenientes que se pueden ir superando si se derrocha cariño, se cumplen las promesas y se tienen proyectos que mantengan el corazón joven
¡No se la pierdan! Ya sé que esta frase debería ir al final del artículo, pero Quédate conmigo (Still Mine, 2014) es una de esas “pequeñas películas con encanto” que conviene ver pronto, antes de que desaparezca de la cartelera… o precisamente para que se mantenga.
Se trata de una producción canadiense, que se estrenó en España el viernes 9 de enero y que da más de lo que promete. El atractivo cartel es casi una sinopsis del filme: un matrimonio de la “tercera edad” avanza sobre la hierba verde; sus cabezas iluminadas por el sol entre un cielo azul con nubes; ella le mira a él y los dos sonríen; la casa −el hogar− al fondo…
Naturalmente, la película trata sobre el amor. Pero lejos de los sombríos planteamientos de la oscarizada Amor de Michael Haneke, el director y guionista de Quédate conmigo (Michael McGowan) elige un enfoque luminoso y positivo, bien distante de la amargura que desprenden los filmes de Haneke. No es que McGowan eluda en su película las inevitables penas que se presentan en el devenir de cualquier familia, pero su tratamiento es siempre esperanzador, y nos regala un final feliz que el espectador agradece.
El argumento se podría resumir así: Irene (Geneviève Bujold) y Craig (James Cromwell) llevan 61 años casados. Tienen 7 hijos y un puñado de nietos. Han sacado adelante a su familia con el duro trabajo diario en el rancho de su propiedad. A sus 87 años, Craig tendría derecho a tomarse la vida con más calma, pero los problemas de salud de Irene le deciden a construir una casa nueva, adaptada a las limitaciones de su mujer. Su proyecto se topa entonces con las nuevas leyes que regulan la construcción, y deberá decidir entre desafiarlas o desistir de su empeño.
Los veteranos Cromwell (nominado al Oscar por Babe, el cerdito valiente) y Bujold (también nominada al Oscar por Ana de los mil días), realizan un trabajo extraordinario, de los mejores de sus respectivas carreras. Su experiencia profesional se nota de manera especial en las miradas, las caricias, las sonrisas, los diálogos íntimos…, que trasmiten una emoción natural, nada sensiblera.
El inteligente montaje dota a la cinta de un ritmo ágil, que se vuelve reposado en los pasajes más entrañables, para disfrute del espectador: la escena de la mesa, con las huellas de muchos recuerdos familiares (si el lector ve la película, la reconocerá), es realmente conmovedora y un prodigio de sensibilidad.
Es cierto que la edad puede facilitar en nosotros un cierto repliegue, con su reata de manías, impaciencias, egoísmos… Quédate conmigo nos plantea que todos esos inconvenientes se pueden ir superando si se derrocha cariño, se cumplen las promesas y se tienen proyectos que mantengan el corazón joven. De todo eso y mucho más (también de la necesidad que tiene el ser humano de rezar) se habla en el filme, que está inspirado en la verdadera historia de Craig Morrison">After the storm, del grupo británico Mumford & Sons: la guinda del pastel.