Cuando se quiere de veras lo importante es querer, con todo lo que ello conlleva
Cuando se quiere de veras, se ama, se acepta y se actúa, tres verbos que nos apartan de nuestro egoísmo y nos catapultan hacia los demás: hacia nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros amigos…
Cuando se quiere de veras lo importante es querer, no que te quieran. El amor inmaduro se escribe en pasiva, y dice “Soy amado”; el amor enamorado busca la correspondencia, y dice “Nos amamos”; el amor maduro simplemente ama, y dice “Te amo”. La madurez llega después de mucho amar, cuando el querer de veras es capaz de superar todas las limitaciones, todas las trabas, todas las reticencias y de quedarse cara a cara con su esencia.
Un ejemplo real de ese amor maduro lo cuenta Susanna Gallego Mira en la revista de distribución gratuita Tot Sant Cugat (núm. 1428, p. 67). Explica que una mañana asistió en el hospital a un anciano de unos ochenta años, el cual tenía mucha prisa por salir de allí. Ella pensaba que tendría hora con otro médico y que por eso estaba intranquilo, pero no era esa la razón de sus prisas, sino que estaba preocupado porque se le hacía tarde y tenía que ir al geriátrico a estar con su esposa que padecía de alzheimer. Susanna Gallego le preguntó si su esposa se enfadaría por llegar un poco tarde y el anciano le dijo que no, porque hacía ya cinco años que no lo reconocía. Sorprendida, volvió a preguntarle: “¿Y sigue yendo cada mañana aunque ella no sabe quién es usted?”, a lo que él contestó: “Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé quién es ella”.
Estas palabras tienen tal profundidad que lo dicen todo del amor. No se puede explicar de mejor manera. Esas palabras lo contienen todo. Primero, porque hay un yo, que es sujeto activo, no pasivo, que toma la iniciativa, que no se queda esperando a ser amado, que va hacia él. Segundo, porque ese yo descubre un quién, que, aunque lo ignore, lo sigue siendo para él; lo cual supone, como dice Susanna Gallego, la plena aceptación de lo que el otro es, fue, será y no será. Tercero, porque el amor no se pierde en vacuos sentimentalismos, sino que pone manos a la obra, toma el autobús y va puntual cada día al geriátrico a hacer compañía a quien ni siquiera sabe quién es el que la acompaña. Obras son amores y amores son obras.
Cuando se quiere de veras, se ama, se acepta y se actúa, tres verbos que nos apartan de nuestro egoísmo y nos catapultan hacia los demás: hacia nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros amigos. Cuando se quiere de veras lo importante es querer, con todo lo que ello conlleva.