Algunos pretenden que el lenguaje no transmita ya una Realidad que tiene vida propia, sino una “realidad” que el hombre puede modificar a su antojo
Transmitir un mensaje claro y preciso se hace cada vez más apremiante en el mundo cultural en el que vivimos, si realmente queremos convencer a alguien con nuestras palabras. Y esta exigencia se hace más patente en la transmisión de la Fe en Cristo Nuestro Señor, y en su Doctrina.
La batalla para el dominio del lenguaje se está dando a todos los niveles. Algunos pretenden que el lenguaje no transmita ya una Realidad que tiene vida propia, sino una “realidad” que el hombre puede modificar a su antojo. La ideología de género es una buena muestra: cada uno entiende a su manera lo que habla, más que lo que dice, si es que quiere “decir” algo.
En un discurso para una reunión de estudio sobre la “complementariedad del hombre y de la mujer”, en Roma, Papa Francisco ha dicho: “La familia es una realidad antropológica y, en consecuencia, una realidad social, cultural, etc. No podemos calificarla con conceptos de naturaleza ideológica, que tienen fuerza sólo en un momento de la historia y después decaen. No se puede hablar de familia conservadora o progresista: la familia es familia. No os dejéis calificar por este o por otros conceptos de naturaleza ideológica. La familia tiene una fuerza en sí misma”.
El lenguaje es claro: la familia es familia fundada en un hombre y una mujer.
Los Obispos españoles han redactado una nota al final de la Asamblea n. 104 de la Conferencia episcopal, y han incluido este párrafo: “También es necesario para ello el aprecio y fortalecimiento de la verdadera institución familiar, escuela de humanidad y núcleo de la sociedad, además de “iglesia-doméstica”. La unidad y amor de los esposos, la apertura a la vida y su defensa irrenunciable desde la concepción hasta su fin natural, la educación y amor de los hijos, el afecto y respeto a los ancianos, serán siempre una de las mayores garantías para una sociedad justa y la convivencia humana en paz y libertad”
El lenguaje es desvaído. Con las leyes vigentes “verdadera institución familiar” puede ser cualquier cosa. “La unidad y amor de los esposos”, lo mismo; porque según las “leyes” caben “esposos” de lo más variado. Y lo mismo con la “concepción”, cuando algunos “fabrican” y “compran” los hijos. Por eso, la palabra “aborto”, “No al aborto”, se hace imprescindible cuando se quiere defender la “Vida”. Y no digamos “hombre y mujer”, y hablar de “esposo y esposa”; lo mismo que “padre y madre”.
Y una referencia explícita al problema central de la situación moral de la sociedad española −a la falta de Fe en Dios, en Cristo− quizá hubiera sido muy necesaria. La moral sin Fe no se sostiene.
Jessa, una mujer baptista, con 18 hermanos en su familia, y dos padres vivos y con plena saludad, que participa en un programa de televisión americano con bastante acogida, ha levantado una polémica dirigida por los defensores de la “ideología de género” después de una visita con su novio al Memorial del Holocausto de Washington. Se le ocurrió comparar aquella tragedia con el aborto, y señalar que las dos tragedias coinciden en:
“Negar que nuestro Creador (Dios) nos hizo hombres desde el principio, de una sola sangre y una sola raza, descendientes de Adán. La creencia de que algunos seres humanos ‘no merecen vivir’, por lo que son asesinados. Masacrados. Niños con síndrome Down u otras discapacidades. Los enfermos. Los ancianos”. Y subrayar que: “La santidad de la vida humana no varía por la enfermedad o a la salud, por la riqueza o por la pobreza, por llegar al estado de ancianidad o aún no haber nacido fuera del vientre materno, por un poco o un mucho de melanina o cualquier otro factor”.
Lenguaje claro, preciso, que no admite interpretaciones para todo los gustos.
“La angustia de la Iglesia ante la miseria de las muchedumbres oscurece su conciencia de Dios”, señala Gómez Dávila en uno de sus escolios.
Y el Papa Francisco recordó a los voluntarios del Año de la Fe: “Abrirse a quienes son más podres de fe y de esperanza en su vida. Hablamos mucho de pobreza, pero no siempre pensamos en los pobres de Fe: hay muchos. Son numerosas las personas que necesitan un gesto humano, una sonrisa, una palabra auténtica, un testimonio a través del cual lleguen a percibir la cercanía de Jesucristo”.
Termino como empecé: La necesidad, y la urgencia, de hablar claro.
Ernesto Juliá
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