En el viaje de regreso de Estrasburgo, donde pronunció sendos discursos ante el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa, el Papa Francisco respondió a las preguntas de los periodistas que lo acompañaban en el avión
Reproducimos a continuación las preguntas de los informadores y las respuestas del Santo Padre.
Santidad, me alegra hacer esta pregunta en nombre de los periodistas franceses. Esta mañana, ante el Parlamento Europeo, ha pronunciado usted un discurso con palabras pastorales, pero que podemos sentir como palabras políticas, y que se acercan −en mi opinión− a un sentimiento socialdemócrata. Puedo mencionar breve un ejemplo, cuando dijo usted que se debe evitar que la fuerza real expresiva de los pueblos sea borrada por los poderes multinacionales. ¿Podemos decir que usted podría ser un Papa socialdemócrata?
Querido, ¡eso es reduccionismo! Yo ahí me siento como si estuviera en una colección de insectos: “Este es un insecto socialdemócrata…”. No, yo diría que no. No me atrevo a calificarme de una u otra parte. Sí me atrevería a decir que viene en el Evangelio y lo asume la Doctrina social de la Iglesia. En eso, en concreto, y en otras cosas −sociales o políticas− que he dicho, no me he separado de la Doctrina social de la Iglesia. La Doctrina social de la Iglesia viene del Evangelio y de la tradición cristiana. Lo que dije −la identidad de los pueblos− es un valor evangélico, ¿no? En ese sentido lo digo. Pero me ha hecho reír, gracias.
Santidad, esta mañana no había casi nadie en las calles de Estrasburgo. La gente parece desilusionada. ¿Se arrepiente usted de no haber ido a la Catedral de Estrasburgo, que celebra este año su milenario? ¿Y cuándo hará su primer viaje a Francia, y dónde? ¿Quizá a Lisieux?
No, todavía no está programado, pero hay que ir a París, ciertamente, ¿no? Además, hay una propuesta para ir a Lourdes. Yo he pedido una ciudad a la que nunca haya ido un Papa, para saludar a sus ciudadanos. Pero el plan no está hecho. Y lo de Estrasburgo se pensó, pero ir a la Catedral ya habría sido hacer una visita en Francia, y ese era el problema.
Santidad, me ha llamado la atención, en el discurso al Consejo de Europa, el concepto de transversalidad que ha mencionado y, en particular, ha hecho referencia a los encuentros que ha tenido usted con jóvenes políticos de diversos países, hablando precisamente de la necesidad de una especie de pacto entre generaciones, de un acuerdo intergeneracional. Además, si me permite una curiosidad personal: ¿es cierto que es usted devoto de San José?
¡Claro que sí!
¿Y que tiene una estatua en su cuarto?
Sí. Y siempre que pido una cosa a san José, me la concede. Lo de la “transversalidad” es importante. He visto en los diálogos con los jóvenes políticos, en el Vaticano, sobre todo de distintos partidos y naciones, que hablan con otra música que tiende a la transversalidad: ¡es un valor! Ellos no tienen miedo de salir de su pertenencia, sin negarla, para dialogar. ¡Y son valientes! Creo que eso deberíamos imitarlo; y también el diálogo intergeneracional. Este salir a buscar personas de otras pertenencias y dialogar: Europa necesita eso, hoy.
Santidad, esta es una pregunta de parte de los periodistas españoles que están interesados. En su segundo discurso, al Consejo de Europa, ha hablado usted de los pecados de los hijos de la Iglesia. Me gustaría saber cómo recibió las noticias del asunto de Granada, que usted, de algún modo, ha sacado a la luz.
Me la envió a mí, la leí, llamé a la persona y le dije: “Tú mañanas vas al obispo”; y escribí al obispo para que empezara el trabajo, que investigara y siguiera adelante. ¿Cómo la recibí? Con gran dolor, con grandísimo dolor. Pero la verdad es la verdad, y no podemos esconderla.
Santidad, tengo el honor de hacer la pregunta para el grupo de los periodistas internacionales. Habla usted frecuentemente, también en los discursos de hoy, tanto de la amenaza terrorista como de la amenaza de la esclavitud: esas son actitudes típicas también del Estado islámico, que amenaza a gran parte del Mediterráneo, amenaza también a Roma y e incluso a usted. ¿Cree que con esos extremistas se puede dialogar o piensa que es una batalla perdida?
Yo no doy nunca una batalla por perdida, jamás. A lo mejor no se puede tener un diálogo, pero nunca cerrar la puerta. Es difícil, puedes decir que casi imposible, pero la puerta siempre abierta. Ha empleado usted dos veces la palabra “amenaza”: es verdad, el terrorismo es una realidad que amenaza. Pero la esclavitud es una realidad metida en el tejido social de hoy, ¡y desde hace tiempo! El trabajo esclavo, la trata de personas, el comercio de niños… ¡es un drama! ¡No cerremos los ojos ante esto! La esclavitud, hoy, es una realidad, la explotación de personas. Y luego está la amenaza de esos terroristas. Pero también hay otra amenaza, y es el terrorismo de Estado. Cuando las cosas suben y suben, y un Estado, por su cuenta, se siente con el derecho de masacrar a los terroristas, y con los terroristas caen tantos que son inocentes… Y es una amenaza de alto nivel que es muy peligrosa. Contra el terrorismo hay que luchar, pero repito lo que dije en el viaje anterior: cuando hay que detener al agresor injusto, hay que hacerlo con el consenso internacional.
Santidad, me gustaría saber si usted, cuando va a Estrasburgo ¿en su corazón va como Sucesor de Pedro, como Obispo de Roma, o como arzobispo de Buenos Aires?
Caroline es muy aguda. No sé, de verdad, no lo sé. Creo que viajo con las tres cosas, porque nunca me he planteado esa pregunta. ¡Me obliga usted a pensar un poco!
Es una pregunta de mujer.
Es verdad. La memoria es de arzobispo de Buenos Aires, pero eso ya no existe. Ahora soy Obispo de Roma y Sucesor de Pedro, y creo que viajo con esa memoria pero con esta realidad: viajo con esas cosas. A mí, Europa, en este momento, me preocupa; es bueno para que yo siga adelante, y esto como Obispo de Roma y Sucesor de Pedro: allí soy romano. Gracias por vuestro trabajo. Ha sido una jornada bastante fuerte, de verdad. Gracias, muchas gracias. No olvidéis rezar por mí.
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