A la basílica de San Eugenio, de forma provisional, para facilitar la afluencia de fieles
Del 29 de septiembre al 2 de octubre, numerosos romanos y quienes han llegado a Roma desde otros países acuden a rezar ante el nuevo beato en la basílica de San Eugenio, donde se han colocado provisionalmente sus restos mortales para facilitar la afluencia de fieles
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A las seis de la tarde, el féretro con los restos mortales del beato Álvaro fue transportado desde la cripta de la Iglesia prelaticia de Santa María de la Paz, donde reposa habitualmente, hasta la cercana basílica de san Eugenio.
Fieles venidos de todo el mundo recibieron al beato, que fue llevado en procesión hasta el presbiterio, con un largo aplauso. Tras una liturgia de la Palabra, el Prelado del Opus Dei dirigió unas palabras a los asistentes.
“Pienso −ha dicho Mons. Javier Echevarría− que todos hubiéramos querido llevar el féretro para agradecer al beato Álvaro su vida de entrega y servicio a la Iglesia, su interés por cada uno de nosotros, y por su amor diario a la voluntad de Dios”.
El Prelado ha señalado que “estamos ante los restos de un hombre, de un sacerdote, de un amigo, que supo dejar todo en las manos de Dios, y por eso vivía siempre tranquilo, feliz. Era un gran comunicador de paz. Pidámosle con sinceridad: ayúdanos a ser testigos del amor que Dios tiene por nosotros”.
Al finalizar la homilía, Mons. Echevarría bendijo a los asistentes con una reliquia del nuevo beato. A continuación, numerosos fieles se acercaron a la urna donde se encuentra, y pasaron por ella estampas, rosarios, fotografías, papeles con peticiones, etc.
Desde entonces, se han sucedido concelebraciones eucarísticas junto a los restos mortales de Álvaro del Portillo. Según Mara Celani, portavoz de los actos romanos para la beatificación, el 29 por la tarde acudieron a esta basílica unas 20.000 personas.