El Papa recibe en audiencia a su enviado personal a Irak apenas llegado de la misión
El cardenal Fernando Filoni fuertemente impresionado por el testimonio de fe de los cristianos en Irak
Incluso en la dura prueba que están afrontando, los cristianos iraquíes ofrecen a la Iglesia y al mundo un extraordinario testimonio de fe. Testimonio que ha “fuertemente impresionado” al cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos, apenas llegado del país como conclusión de su visita realizada en calidad de enviado personal del Papa Francisco.
Precisamente el jueves 21 de agosto, por la mañana, el purpurado se encontró con el Pontífice para informarle acerca de la misión que le había encomendado. «El Papa −nos dijo apenas concluida la audiencia− más que hablar sobre todo escuchaba. Le conté lo que tuve ocasión de ver y oír: en este sentido le confié mis valoraciones sobre la situación, mi modo de ver y cómo estuve cercano a esta realidad».
¿Qué impresiones trae de su viaje a Irak?
La misión que me confió el Santo Padre consistió en representarlo en el país, en particular realizar una visita humanitaria a los cristianos refugiados de la zona de Kurdistán y luego llevar una palabra de solidaridad a la comunidad yazidí, en este momento extremadamente probada por las persecuciones feroces que sufren. Me hizo mucho bien esta misión. Me ayudó mucho, sobre todo el hecho de estar cerca del sufrimiento de tanta gente. En ellos he visto también esperanza, más allá de los problemas, las dificultades, los traumas y las preocupaciones, sobre todo en las familias donde hay muchos niños, cuyo futuro permanece aún incierto.
¿Cuál fue la actitud de las autoridades políticas respecto a usted?
A todos los lugares que fui, las autoridades civiles −tanto las de Irak, el presidente de la República, como las de Kurdistán iraquí, el presidente y el primer ministro− aseguraron su cercanía, su ayuda, su solidaridad. Sobre todo me dijeron que están totalmente comprometidos en la defensa de los cristianos: queremos que regresen, porque son parte integrante del mosaico de nuestra tierra y tienen un derecho nativo de estar aquí en medio de nosotros. Y reconocieron: nosotros hemos llegado después. Naturalmente esto es muy bueno en las intenciones, pero luego se debe traducir concretamente en una realidad donde con mucha frecuencia la vida cotidiana, incluso para nuestros cristianos, se hace difícil.
¿Qué experiencia vivió entre las comunidades cristianas del país?
Encontré comunidades muy hermosas, que dan verdaderamente un testimonio de fe extraordinario. Ante situaciones en las que hubiese sido fácil engañar a quien te pedía que renuncies a tu fe, con el fin de permanecer en la propia tierra, o bien aceptar pequeñas componendas y pactos con la Yihad o con los demás, esta gente eligió permanecer fiel al propio credo. Prefirió abandonar todo, perder todo, en vez de la fe misma y la tradición religiosa que custodian desde hace milenios. Me parece una fidelidad que se debe poner de relieve.
Esta gente, sin embargo, necesita sentir nuestra solidaridad, hecha no sólo de palabras, o bien de ayuda a través de donaciones de tipo económico. Una solidaridad que debe ser ante todo eclesial: sus problemas no son una cuestión de personas lejanas, que al final no nos afecta, no tiene nada que ver con nosotros. Su deseo es que nosotros expresemos un afecto, una cercanía, una ayuda, un apoyo que vaya más allá de las cuestiones materiales y más allá de las palabras mismas. Esta es una tarea que debemos asumir como Iglesia. Son hermanos y hermanas dispersos aquí y allá, pequeñas comunidades, pero puedo garantizar que son muy ricos en fe, tradición, amor extraordinario al Papa y a sus obispos. Todo esto me ha fuertemente impresionado.
¿Cuáles serán, según su parecer, los progresos de la situación?
Creo que ya se realizaron muchos progresos. El hecho mismo de que el Santo Padre haya querido enviar un representante personal despertó la atención de muchas cancillerías del mundo sobre la situación de los cristianos y de la minoría yazidí.