Los ‘nasrani’ son héroes, capaces de entregar la vida por sus ideales, y eso nos interpela a nosotros, tan comodones
Hoy el mundo está repleto de víctimas. Y eso, sin contar a quienes se lo hacen para lograr su parcelita mediática o su discriminación positiva. Tendríamos que tener menos paciencia con el victimismo, que es una falta de respeto y una parodia del sufrimiento verdadero. Encima, cuando uno, que tiene un espacio y un tiempo limitados, se duele por cualquier crimen, siempre hay quien te echa en cara que no hables de otras víctimas. Puede que sea un acto reflejo, subconsciente, condicionado; pero resulta una maniobra macabra. Unas víctimas se utilizan para justificar otros crímenes o acallar otras denuncias. Así, de modo secundario, se las politiza a todas, ya que cada bandería cuenta con las suyas.
Contra esas trampas, basta el sentido común; pero yo, por no distraer nada, al escribir de la persecución de los cristianos en Irak y en Siria, no voy a hablar de víctimas, sino de héroes. No de lástima, sino de admiración. Los nasrani o nazarenos, como llaman a los cristianos, están siendo brutalmente perseguidos. Si quieren vivir, tienen que abandonar sus casas. En Mosul los persiguen con "la espada". En Siria, los han crucificado, literalmente.
Podrían convertirse al Islam y librarse de esa saña. No lo hacen. Huyen o tratan de huir de sus ciudades, dejando atrás su biografía, sus propiedades, sus iglesias, su cultura, su patria. Si no pueden huir, encaran la muerte. De un millón y medio de iraquíes cristianos caldeos, el año pasado no llegaban a un tercio, y puede que ahora apenas queden. Están, por tanto, asistiendo a su propio exterminio, que acogen antes que abandonar la fe.
Por fin se escriben algunos artículos sobre ellos, que tienen el denominador común de asombrarse del poco caso que hacemos aquí de lo que ocurre a los nasrani. A mí no me extraña. Si fuesen víctimas, como también lo son, encontrarían hueco y eco mediático enseguida. Pero son héroes, capaces de entregar la vida por sus ideales, y eso nos interpela a nosotros, tan comodones. No nos piden sólo solidaridad a distancia, sino que además nos demandan una emulación a diario. La de tomarnos en serio nuestra historia, nuestros principios, nuestras creencias. No hasta el extremo de matar, no, que eso hacen los yihadistas, sino hasta el abismo de sufrir persecuciones y morir, como hizo Cristo. Una Europa cristofóbica, que huye de la cruz como alma que lleva el diablo ¿cómo no va a apartar la vista?