La evangelización requiere presentar un mensaje sin mutilaciones
A la hora de comunicar las luces del Evangelio a muchas gentes en las que prevalece un general desconocimiento hasta de lo más elemental, hay que insistir en los temas principales: la fe, la gracia y el amor de Dios que se nos comunican por Jesucristo
En la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium el Papa Francisco, de cara a la nueva evangelización, llama a presentar el mensaje del Evangelio sin mutilaciones y sin reducirlo a aspectos secundarios (n. 34). Es preciso anunciar lo esencial: lo más bello y lo más importante, teniendo como núcleo fundamental la «belleza del amor salvífico de Dios, manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (n. 36). Ya el Concilio Vaticano II señaló que hay un orden y jerarquía entre las verdades de la fe, todas por igual verdaderas.
El Evangelio de Jesucristo, la Ley Nueva, no consiste principalmente en multitud de preceptos y de obligaciones, tal como expresó Santo Tomás de Aquino: «La principalidad de la Ley Nueva está en la gracia del Espíritu Santo, que se manifiesta en la fe que obra por el amor» (Gálatas 5, 6). Son las verdades de la fe que se hacen vida en los creyentes, que se manifiestan hacia los demás y que permiten afirmar que «La misericordia es la más grande de todas las virtudes» (n. 37). El dinamismo de la evangelización se apoya en una fe viva que se comunica a los demás hombres.
A la hora de comunicar las luces del Evangelio a muchas gentes en las que prevalece un general desconocimiento hasta de lo más elemental, hay que insistir en los temas principales: la fe, la gracia y el amor de Dios que se nos comunican por Jesucristo (n. 38).
La evangelización requiere presentar un mensaje sin mutilaciones. La moral cristiana no es una especie de estoicismo, en que la persona segura de su virtud se complace en ejecutar determinadas obligaciones. Tampoco es un catálogo de pecados y errores. Hay que dar a conocer a «Dios amante que nos salva» (n. 39).
En definitiva, se trata de anunciar el Evangelio en su genuino contenido, y no determinadas interpretaciones particulares, más o menos ideológicas. Si eso se hiciere: «El mensaje correrá el riesgo de perder su frescura y dejará de tener “olor a Evangelio”» (n. 39).