La sensibilidad hacia los que sufren debe concretarse en obras
Francisco introduce a los jóvenes en la lógica de las bienaventuranzas −un modelo de felicidad que lleva a ensanchar los corazones− y se detiene en la que proclama: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,3), que es el lema de la JMJ de este año
En su mensaje para preparar la 29ª Jornada Mundial de la Juventud, que tuvo lugar en cada diócesis el pasado 13 de abril, el Papa Francisco ofrece a los jóvenes tres pistas para vivir de forma concreta el espíritu de pobreza al que invita el Evangelio. Seleccionamos algunos párrafos.
Las bienaventuranzas de San Mateo son el leitmotiv que el Papa ha escogido para las próximas tres ediciones de la JMJ: las de 2014 y 2015, de carácter diocesano; y la de 2016, que reunirá a jóvenes de todo el mundo en Cracovia (Polonia).
Al principio del mensaje, Francisco introduce a los jóvenes en la lógica de las bienaventuranzas −un modelo de felicidad que lleva a ensanchar los corazones− y se detiene en la que proclama: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,3), que es el lema de la JMJ de este año.
En su sentido más profundo, esta bienaventuranza está ligada “al concepto judío de anawim, los ‘pobres de Yahvé’, que evoca humildad, conciencia de los propios límites, de la propia condición existencial de pobreza. Los anawim se fían del Señor, saben que dependen de Él”, escribe el Papa.
Una pobreza que orienta las relaciones
¿Qué consecuencias tiene este espíritu de pobreza y de confianza en Dios en la vida del cristiano? El Papa ofrece tres ideas.
“Ante todo, intentad ser libres en relación con las cosas. El Señor nos llama a un estilo de vida evangélico de sobriedad, a no dejarnos llevar por la cultura del consumo. Se trata de buscar lo esencial, de aprender a despojarse de tantas cosas superfluas que nos ahogan. Desprendámonos de la codicia del tener, del dinero idolatrado y después derrochado. Pongamos a Jesús en primer lugar. Él nos puede liberar de las idolatrías que nos convierten en esclavos. ¡Fiaros de Dios, queridos jóvenes!”.
“En segundo lugar, para vivir esta Bienaventuranza necesitamos la conversión en relación a los pobres. Tenemos que preocuparnos de ellos, ser sensibles a sus necesidades espirituales y materiales. A vosotros, jóvenes, os encomiendo en modo particular la tarea de volver a poner en el centro de la cultura humana la solidaridad”.
La sensibilidad hacia los que sufren debe concretarse en obras: “Tenemos que aprender a estar con los pobres. No nos llenemos la boca con hermosas palabras sobre los pobres. Acerquémonos a ellos, mirémosles a los ojos, escuchémosles. Los pobres son para nosotros una ocasión concreta de encontrar al mismo Cristo, de tocar su carne que sufre”.
“Pero los pobres −y este es el tercer punto− no solo son personas a las que les podemos dar algo. También ellos tienen algo que ofrecernos, que enseñarnos”. Por ejemplo, “nos enseñan que una persona no es valiosa por lo que posee, por lo que tiene en su cuenta en el banco. Un pobre, una persona que no tiene bienes materiales, mantiene siempre su dignidad”.