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Es una razón de alegría y esperanza en la tarea de difundir la verdad y la paz del Evangelio, junto a tantos otros fieles de la Iglesia y con el empuje del papa Francisco
Desde Sudáfrica en septiembre de 2012 don Manuel, el sacerdote del Opus Dei que había atendido durante el curso académico 2012-13 el club juvenil ‘Gadir’, de Cádiz, enviaba una fotografía en la que se le ve con una hermosa serpiente al cuello, a modo de gran fular. Había llegado poco antes a Johannesburgo, recordaba a sus amigos gaditanos y quería reírse con ellos. Don Manuel es un hombre animoso y deportista, que ronda los cuarenta, gran raqueta de tenis, entre las buenas cualidades que no le faltan.
La escena se repitió en septiembre de 2013. El protagonista es ahora D. Alberto, el club juvenil es ahora Mainel, de Jerez, y el destino del sacerdote el Congo. La fotografía es de una clase de veintiocho chavales, de unos diez años, uno albino y los demás bien negros, en contraste con la sotana blanca del sacerdote, y todos muy sonrientes. Junto con la fotografía enviaba D. Alberto una descripción de su nuevo hábitat y ambiente de trabajo, que transcribo a continuación.
Le envié este artículo para su conocimiento y aprobación:
Ya llevo tres semanas en Kinshasa, contento y con mucho trabajo. El Congo es otra galaxia, inimaginable para un occidental. Sabía que era un país muy pobre, pero hasta que no lo ves con tus propios ojos es difícil hacerse una idea. Aquí los salarios son muy bajos, hay médicos, abogados…, que cobran 300 dólares al mes, los profesores 150 euros al mes. A pesar de que los salarios son muy bajos, el coste de las cosas es como en Europa: teléfonos, televisores, pasta de dientes, ropa, etc. Y uno se pregunta: ¿cómo es posible? Las cuentas no salen: familias con muchos hijos que tienen que pagar las tasas de inscripción de las escuelas, llevar a sus hijos al médico, etc. Ya sólo para trasladarse tienen que pagar un dólar ida y un dólar vuelta.
Lo normal es que todo el mundo, además de su profesión, hace otros trabajos. Los estudiantes por ejemplo hacen de mecánicos, peluqueros, venden ropa, etc. Muchas casas son tiendas, todo el mundo vende algo, fruta, pan, verduras, etc. Aquí se vive al día, la palabra ahorrar no existe, hay algunos bancos, pero imposible que te den un crédito para comprar una casa, un vehículo, un teléfono. La comida no falta, es muy básica pero abundante, sobre todo en frutas. La alimentación es fundamentalmente a base de magnoc (mandioca) y pondu (las hojas de la mandioca). También hay pescado del río, arroz, verduras, y si tienes un poco más de medios consigues carne. Desgraciadamente se ven muchos niños trabajando, es el modo que tienen algunas familias para sobrevivir.
Hay muy pocas carreteras asfaltadas, y todas con grandes agujeros. Para el trasporte, quien puede lo hace en taxi, otros muchos lo hacen andando. Aquí el taxi se llama 207, nombre de la antigua furgoneta mercedes 207. En realidad sirve cualquier tipo de furgoneta, a la que le quitan los asientos e instalan unos palos como asientos, de manera que entran un mínimo de 15 personas. Todas esas tartanas se caen a trozos, literalmente.
Otro tipo de taxi más caro es la moto, en la que he llegado a ver hasta cuatro personas. Lo más cómico es cuando ves en una moto a tres policías de tráfico, sin casco por supuesto. El tráfico es difícil, sobre todo por culpa de los taxistas, que se paran continuamente para subir a más gente o para bajarla. Es habitual encontrarte a gente empujando coches o furgonetas porque se han estropeado.
Si a esto le añades los camiones que llegan cargados hasta lo inimaginable, te encuentras los embotellamientos. Por ejemplo, mi encuentro con los embotellamientos lo tuve nada más llegar, 4 horas de furgoneta a 5 por hora, hasta que llegué a mi nueva casa. Nosotros nos movemos con un todo terreno, un pequeño Suzuki con el que puedes ir superando los obstáculos del camino, es divertido conducir, es como montar en los "cacharritos".
Los cortes de luz y agua son habituales. Ya me he acostumbrado a celebrar la Santa Misa con una linterna, tiene el sabor de los primeros cristianos en las catacumbas. Nosotros tenemos un generador eléctrico, pero no siempre lo encendemos porque la gasolina no es barata. Cuando no hay corriente encendemos el generador de 18 a 20 hh. para que los estudiantes tengan luz, y a la hora de la cena lo apagamos, de modo que cenamos a la francesa como dicen aquí, a la luz de las velas (que en realidad son un par de linternas chinas a base de leds). Las fuentes de agua son dos, agua de botella que es la que bebes, y el agua que llega al grifo, que la utilizas para lavarte y lavar la ropa. Nosotros tenemos un depósito de agua para cuando hay cortes y un cubo en cada habitación, con eso nos apañamos.
En este país no existen los ateos, todo el mundo cree en algo o Alguien. Desgraciadamente han proliferado mucho las sectas por falta de sacerdotes y en definitiva por pura ignorancia. En las sectas sobre todo lo que hacen es cantar, pero no bajito, les gusta que los demás se enteren, por lo que lo hacen con altavoces a todo volumen.
Mis tardes están siempre acompañadas de un ruido de fondo de canciones en las que repiten mucho amén amén, y aleluya aleluya. Las iglesias católicas están llenas, en las parroquias tienen cinco misas todos los domingos y están siempre a rebosar. Es normal encontrarte con universitarios católicos que van todos los días a Misa. Hoy domingo hemos tenido retiro mensual, al que han venido más de cuarenta. Como los sacerdotes no sobran me he tenido que lanzar directamente con el francés, el Espíritu Santo hace el resto.
En mi casa soy el único "mundele", así llaman a los blancos. Los niños por la calle te miran con mucha curiosidad, como si vinieras de Marte. Lo más gracioso es que muchos universitarios siguen la liga española de fútbol al minuto. Si bien las dificultades de este país son abundantes, la gente tiene muchas ganas de cambiarlo. Cuento con vuestras oraciones.
Hasta aquí las noticias desde Kinshasa. Se me ocurre añadir lo que en términos coloquiales decía un sacerdote africano nativo sobre el ambiente que encontró en Europa. Aquí, decía, no hacen más que quejarse por todo y discutir por asuntos de poca importancia. ¡Con las carreteras y autopistas tan abundantes, con todo tipo de adelantos y comodidades técnicas de que se dispone! Pero los temas urgentes y trascendentales se posponen con facilidad.
En el punto número 181 del libro Surco, de San Josemaría Escrivá, se lee un pensamiento sobre el cristianismo en África: «Veíamos mientras hablábamos las tierras de aquel continente. −Se te encendieron en lumbre los ojos, se te llenó de impaciencia tu alma y, con el pensamiento en aquellas gentes, me dijiste: ¿Será posible que, al otro lado de estos mares, la gracia de Cristo se haga ineficaz? / Luego, tú mismo te diste la respuesta: Él, en su bondad infinita, quiere servirse de instrumentos dóciles».
Esto sucedía en un viaje hacia Algeciras por el año 1945. Se trata de la urgencia apostólica del mandato del Señor: «Id a todo el mundo (…) Yo estaré con vosotros (…)». Pero la gracia de Dios sola no basta, nosotros hemos de hacer bien lo que podamos. El pasado día 2 de octubre hemos celebrado el 86º aniversario de la fundación del Opus Dei. Ahora la Obra trabaja en muchos sitios de África, América, Asia y también Oceanía; en unos setenta países. Es una razón de alegría y esperanza en la tarea de difundir la verdad y la paz del Evangelio, junto a tantos otros fieles de la Iglesia y con el empuje del papa Francisco.
Pedro Rodríguez Mariño
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