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Fuera de los focos, los dos Papas mantienen una relación de absoluta complicidad, en lo personal y en las decisiones del Vaticano
«La última vez que hubo dos Papas no se hablaban entre ellos... ¡Estaban peleando a ver quién era el verdadero!». El buen humor con que el Papa Francisco comenta su relación con Benedicto XVI refleja el enorme aprecio entre dos personas extraordinarias. Los dos están felices y trabajan juntos muy a gusto. Se quieren y se ven con frecuencia. Francisco le consulta asuntos delicados y le espolea a mostrarse más en público. Benedicto le aconseja encantado, pero se resiste a salir a la luz: sigue convencido de que su misión es mantenerse oculto y en silencio.
Forman un Dream Team, en el que hay que incluir a la persona que les sirve de enlace directo cada día: el arzobispo Georg Gaenswein, secretario personal de Benedicto XVI y prefecto de la Casa Pontificia de Francisco.
El prelado alemán comenta que «trabajo con el Papa Francisco y vivo con el Papa emérito. Estoy cada día con los dos y, de hecho, soy el puente. Entre el Papa Francisco y su predecesor hay una simpatía espontánea visible».
En el vuelo de regreso de Río de Janeiro, El Papa Francisco dijo a los periodistas: «Lo que caracteriza mi relación con Benedicto XVI es que yo lo quiero muchísimo. Para mí es un hombre de Dios, un hombre humilde, ¡un ejemplo de grandeza! Solamente una gran persona es capaz de renunciar». Lo que no contó es que había ido a visitarle a la residencia Mater Ecclesiae antes de emprender el viaje, ni que le llevaba como regalo unos dulces brasileños. Benedicto XVI se lo agradeció invitándole a comer y ambos pasaron un buen rato comentando la espléndida JMJ con tres millones de jóvenes en la playa de Copacabana.
El único “conflicto” entre ambos es que Francisco no considera necesario que Benedicto se mantenga tan encerrado. Al regreso de Brasil comentó: «Es un hombre de una gran prudencia. No se inmiscuye. Yo le he dicho muchas veces: “Santidad, reciba gente, haga su vida, venga con nosotros”. Para mí es como un padre».
El secretario de Benedicto XVI y jefe de la Casa Pontificia de Francisco rechaza rotundamente cualquier riesgo de un antipapa: «No se ha entrometido y no se entrometerá en el gobierno de la Iglesia. Como sabe que cualquier palabra en público podría ser leída a favor o en contra de su sucesor, prefiere no intervenir. Por fortuna, entre él y Francisco hay una relación de aprecio sincero y afecto fraterno, aunque tengan estilos y personalidades muy distintas».
Continuidad teológica
Superado el enorme agotamiento de los meses de marzo y abril, el Papa emérito ha recuperado el buen color y el buen humor. Trabaja con tranquilidad. Lee su abundante correspondencia. Contesta cartas y recibe visitas, pero de gente discreta que no lo va contando por ahí. Está muy contento y esperanzado. Su secretario, Georg Gaenswein, afirma que «sin su renuncia no hubiera sido posible el impacto del Papa Francisco. Entre los dos no sólo hay una continuidad teológica sino un buen entendimiento humano».
El Papa Francisco le elogia con frecuencia. A finales de octubre, en la entrega de los Premios Ratzinger −el Nobel de Teología−, Francisco afirmó que Benedicto XVI «ha regalado a la Iglesia y a todos los hombres lo mejor que tenía, su conocimiento de Jesús, fruto de años y años de estudio, de oración y de debate teológico. Y lo ha puesto a disposición, de la forma más accesible» en los tres volúmenes de Jesús de Nazaret.
El Papa Francisco está detrás de muchos detalles de cariño y agradecimiento a su predecesor. Poco después de ser elegido, varios cardenales le aconsejaron que no fuese a Castel Gandolfo a ver a Benedicto, sino que le hiciese venir al Vaticano. Francisco no sólo fue a Castel Gandolfo sino que se negó a utilizar el reclinatorio principal, diciendo a su predecesor: «¡Somos hermanos!».
También se aseguró de que el regreso de Benedicto XVI al Vaticano en mayo no fuese en automóvil sino en helicóptero, igual que el vuelo de aquel histórico 28 de febrero, último día de su pontificado. El pasado 12 de octubre, cuando la imagen original de la Virgen de Fátima llegó al Vaticano, la procesión se dirigió del helipuerto a la residencia Mater Ecclesiae, donde Benedicto XVI recibió la imagen en la puerta y la custodió en su capilla, la misma en que rezan juntos.
Al cabo de ocho meses, la continuidad doctrinal es ya tan clara como la diferencia de estilo. Francisco ha cambiado los acentos pero no el rumbo. El proyecto de “Iglesia pobre”, que Benedicto XVI presentó en su último viaje a Alemania, es ahora visible en el espectacular ejemplo de su sucesor.
A un hombre de ideas, sigue un hombre de acción. Benedicto era un Papa de la palabra, “de leer”. Francisco es un Papa del gesto, “de ver”. Son muy distintos. Pero, en lo esencial, dicen lo mismo.
¿En qué se parecen?
Espíritu de pobreza
Como cardenal y como Papa, Joseph Ratzinger insistía en que la Iglesia recuperase su espíritu de pobreza. Pero era quizá demasiado “gentil” para imponerlo. El Papa Francisco lo hace con la fuerza de su ejemplo.
Afectuosos
Quienes visitaban a Benedicto XVI solían comentar: «Es asombroso lo sencillo y amable que es. Ha sido muy afectuoso». Joseph Ratzinger es tímido. Muestra cariño en privado pero le cuesta hacerlo en público. Francisco, en cambio, es arrollador.
Cristo, protagonista
Igual que su predecesor, Francisco es profundamente “cristológico”. Si el Papa alemán volcó sus energías en escribir los tres volúmenes de Jesús de Nazaret, el Papa jesuita habla continuamente de Jesús.
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