En un clima de gran cordialidad y confianza, el Santo Padre pidió a los sacerdotes que le preguntasen lo que quisieran con absoluta libertad
El Papa Francisco encontró el pasado día 16 de septiembre, en la basílica de San Juan de Letrán, al clero de la diócesis de Roma, de la que es obispo. En un clima de gran cordialidad y confianza, el Santo Padre pidió a los sacerdotes que le preguntasen lo que quisieran con absoluta libertad y respondió a sus preguntas, afirmando que, ante todo, se sentía sacerdote y que ahora que es Papa le daría miedo sentirse diverso
De acuerdo con la información facilitada por ‘Radio Vaticano’, Papa Francisco pidió que, para prepararse a la cita, se facilitase antes a los sacerdotes el texto de una reflexión suya, El Mensaje de Aparecida a los Presbíteros, cuando era el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, para los presbíteros de la Arquidiócesis de Buenos Aires, en 2009, después de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Aparecida (Ndr).
«Tengo miedo de que, como el diablo es astuto… −dijo− y te hace sentir que ahora tienes el poder y puedes hacer esto o lo otro... Pero, gracias a Dios, aún no soy así y si alguna vez veis que he perdido esto, por favor, decídmelo y si no me lo podéis decir en privado, hacedlo en público, pero hacedlo: “Oye, ¡conviértete!”. ¿Está claro, no?».
Francisco habló también del cansancio de los sacerdotes porque su trabajo es duro. «Existe una fatiga del trabajo que todos conocemos; llegamos a la noche cansados de trabajar y pasamos por el Tabernáculo para saludar al Señor, que es algo que hay que hacer siempre... Cuando un sacerdote está en contacto con su gente, se fatiga, pero duerme bien; en cambio cuando un sacerdote no está en contacto con su gente, se cansa pero duerme mal. Hay que estar siempre en contacto con la gente, que realmente tiene tantas necesidades, pero son las necesidades de Dios, que requieren un esfuerzo serio».
Pero hay otro cansancio que es «el cansancio del corazón» que suele surgir para los sacerdotes en el último tramo de su existencia cuando vuelven la vista atrás y «en el momento en que tendrían que ver un triunfo, ven, en cambio el cansancio... y se interrogan sobre su vida, sobre el camino recorrido y piensan en las renuncias, en los hijos que no han tenido y se preguntan si se han equivocado, si su existencia ha fracasado».
El Papa ha recordado, entonces, la fatiga de tantas figuras de la Biblia, de Moisés a Elías, de Jeremías hasta Juan el Bautista que, en la «prisión oscura» vive «la oscuridad del alma», y envía a sus discípulos a preguntar a Jesús si es Él a quien están esperando. «¿Qué puede hacer entonces un sacerdote que vive la experiencia de Juan el Bautista?: Rezar, hasta quedarse dormido delante del Tabernáculo, pero quedarse allí». Y luego: «Buscar la proximidad con los otros sacerdotes» y, también, con los obispos.
Respondiendo, después a una pregunta sobre el servicio pastoral, Francisco reiteró que no se debe «confundir la creatividad con hacer cosas nuevas» La creatividad, dijo, «es buscar el camino para anunciar el Evangelio y... esto no es fácil. No se trata sólo de cambiar las cosas. Es algo distinto, viene del Espíritu y pasa por la oración y el diálogo con la gente, con los fieles». El Papa recordó una experiencia cuando era arzobispo de Buenos Aires y un sacerdote buscaba una manera de hacer su iglesia más acogedora: «Ah, si pasa tanta gente, tal vez sería bueno que la iglesia estuviera abierta todo el día... ¡Buena idea! Y también estaría bien que hubiera siempre un confesor disponible, ¿no?... Buena idea! Y así fue».
Esta, dijo, es una creatividad audaz. Hay que «buscar nuevos caminos». La Iglesia «también el nuevo Código de Derecho Canónico −añadió− nos da muchísimas posibilidades, mucha libertad para buscar cosas cómo éstas...». Tenemos que, «buscar los momentos de acogida, cuando los fieles tienen que ir a la iglesia por una cosa u otra». Y ha sido muy severo con aquellos curas que en las parroquias están más preocupados por pedir el dinero para el certificado que por el Sacramento. Así, observó, «alejan a la gente». Lo que hace falta es «una cálida bienvenida para que el que viene a la iglesia se sienta en su casa. Que no se sienta explotado... Si la gente ve que hay un interés económico, se va».
Francisco ha propuesto a los curas de Roma la figura del «sacerdote misericordioso». Un sacerdote debe acordarse siempre de su primer amor, Jesús. «Para mí −dijo− es el punto clave: tener la capacidad de volver siempre con la memoria al primer amor... Una Iglesia que pierde la memoria es una Iglesia electrónica: no tiene vida». Y ha recomendado a los sacerdotes de su diócesis que se guardasen tanto de los curas rigoristas como de los laxos. El sacerdote misericordioso en cambio es el que proclama «la verdad de Dios que es esta verdad, por decirlo así, dogmática o moral, pero acompañada siempre del amor y de la paciencia de Dios» y por eso añade: «No te asustes, el buen Dios nos está esperando. Vamos juntos». Esto, agregó, «debemos tenerlo siempre en mente: acompañar. Ser compañeros de viaje…». La conversión «se cumple siempre en la calle, no en el laboratorio».
El Santo Padre se refirió también a los escándalos que han afectado a la Iglesia afirmando que había que afrontar problemas muy graves con lucidez pero sin pesimismo porque «la santidad es más grande que los escándalos». «La Iglesia no se derrumba... al contrario, me atrevo a decir que nunca ha estado tan bien y atraviesa un momento muy hermoso; basta leer la historia. Hay santos reconocidos hasta por los no católicos, como la Madre Teresa de Calcuta, pero también hay una santidad diaria de tantas madres y mujeres, de hombres que trabajan cada día por su familia que nos llena de esperanza».
No faltó en la conversación el tema de las periferias existenciales, referida esta vez a la situación de los católicos divorciados que se han vuelto a casar. «El problema −dijo Francisco− no se puede reducir sólo a si pueden comulgar o no, porque quien plantea la cuestión en esos términos no entiende cual es el problema real... Es un problema grave de responsabilidad de la Iglesia hacia las familias que viven en esta situación... La Iglesia en estos momentos tiene que hacer algo para resolver los problemas de la nulidad matrimonial». El Papa reiteró que abordará este argumento con el grupo de los ocho cardenales con que se reunirá a primeros de octubre en el Vaticano y que también se discutirá en el próximo Sínodo de los Obispos sobre la relación antropológica del Evangelio con la persona y la familia, para que «sinodalmente se estudie este problema». «Ésta −subrayó− es una periferia existencial real».
Al final, en un clima de gran cordialidad, el Papa recordó a sus sacerdotes que el próximo 21 de septiembre celebrará sus sesenta años de ordenación sacerdotal.