Agradece al Señor la aprobación de los milagros atribuidos a Juan Pablo II y a Mons. Álvaro Del Portillo, e invita a rezar por los frutos de la JMJ de Río de Janeiro
El Prelado agradece al Señor la aprobación de los milagros atribuidos a Juan Pablo II y a Mons. Álvaro Del Portillo, e invita a rezar por los frutos de la JMJ de Río de Janeiro. Luego comenta el artículo del Credo sobre la santidad de la Iglesia
Este mes escribe el Prelado su Carta desde Brasil, que comienza haciendo referencia al mes de agosto, que trae espontáneamente a la cabeza el tesoro de nuestra Madre, y urge a todos a acudir al trato con la Virgen muy particularmente en estas semanas, para que nos obtenga de la Trinidad una vida limpia, que nos facilite el trato con la Verdad en todo y para todo, que nos haga mujeres y hombres de alma, insisto, limpia, más leales a Dios, y así seremos más Iglesia, más Opus Dei.
Hace mención Mons. Echevarría a la reciente Jornada Mundial de la Juventud, afirmando que han sido unos días de gran intensidad espiritual, muy cerca del Santo Padre, y en compañía de los Obispos, sacerdotes y millones de fieles que han ido a Río de Janeiro y que he acudido al Señor con vuestra oración y vuestro trabajo, para que abunden, en nosotros y en quienes tratamos, los frutos espirituales y también los humanos: ojalá la semilla de Dios, que el Espíritu Santo ha sembrado en tantos corazones, madure para bien de la Iglesia y del mundo entero.
Con respecto al pasado mes de julio, pródigo en dones divinos, señala en primer lugar la presentación de la encíclica Lumen fidei, que os invito a meditarla pausadamente; para llenarnos de luces en la inteligencia y de mociones en la voluntad, para comprometernos con más ardor en la nueva evangelización. El mismo día tuvo lugar la aprobación por parte del Santo Padre, del milagro atribuido a la intercesión de don Álvaro, que abre las puertas a su beatificación, y también del milagro que permitirá la canonización de Juan Pablo II. Me ha llenado de gozo la singular coincidencia de estos dos actos pontificios en la misma fecha, que veo como manifestación de la sintonía espiritual que existió entre aquel gran Pontífice y mi queridísimo predecesor al frente de la Obra.
Después de comentar algunos aspectos referentes a la fe, contenidos en la citada encíclica, afirma que su transmisión se reduce con total fundamento a una: por medio de la Iglesia, y cita las palabras del Papa: «La Iglesia, como toda familia, transmite a sus hijos el contenido de su memoria. ¿Cómo hacerlo de manera que nada se pierda y, más bien, todo se profundice cada vez más en el patrimonio de la fe? Mediante la tradición apostólica, conservada en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo», y afirma que esa transmisión, siempre actual, de la Iglesia se contiene principalmente en los Símbolos y también en otros documentos del Magisterio que exponen la doctrina de la fe; por eso, a lo largo de estos meses, nos esforzamos en ahondar en el Credo, ayudados por el Catecismo de la Iglesia Católica o su Compendio, gozosos de que nuestra fe brille también en las vidas de los santos a lo largo del año litúrgico.
También, afirma más adelante, el milagro atribuido a la intercesión del queridísimo don Álvaro, nos ofrece otro acicate para poner por obra el espíritu del Opus Dei, ‘viejo como el Evangelio, y como el Evangelio nuevo’: la búsqueda de la santificación en la vida ordinaria, que Dios confió a san Josemaría para que lo plasmara en su alma y en la de muchas otras personas. Apenas se hizo pública la noticia, os he sugerido que nos adentremos más en la respuesta santa de don Álvaro: su fidelidad a Dios, a la Iglesia y al Romano Pontífice, su plena identificación con el espíritu de la Obra, recibido de san Josemaría, que continuó transmitiéndonos en toda su integridad.
Se refiere a otra de las notas características de la Iglesia: la santidad, afirmando que reflexionar sobre la santidad de la Iglesia, manifestada en su doctrina, en sus instituciones, en tantos hijos e hijas suyos a lo largo de la historia, nos moverá a una profunda acción de gracias al Dios tres veces Santo, fuente de toda santidad, a sabernos metidos en la manifestación de amor de la Trinidad por nosotros (…), y recuerda que al exponer la naturaleza de la Iglesia, el Concilio Vaticano II destaca tres aspectos en los que su misterio se expresa con mayor propiedad: el Pueblo de Dios, el Cuerpo místico de Cristo, el Templo del Espíritu Santo, que el Prelado desarrolla.
Llenémonos siempre de mucho ánimo, hijas e hijos míos, afirma ya casi al final de su Carta, refiriéndose a la fidelidad de cada uno. Aunque pudiéramos sufrir un tropiezo, aunque en ocasiones nos sintamos flojos y sin fuerzas en la pelea espiritual, siempre cabe, con la gracia de Dios, reanudar la marcha hacia la santidad. Estamos rodeados de una multitud de santos, de personas fieles al Señor que comienzan y recomienzan constantemente en su vida interior, por lo que acudamos, pues, a Ella, en todas las vicisitudes de la Iglesia y en las personales de cada uno, sugiriendo en consejo de san Josemaría en Camino: «¡Madre! −Llámala fuerte, fuerte. −Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha».
Y un deseo al final: Que este clamor de oración suba al Cielo con mucha fuerza, desde toda la tierra, al renovar la consagración del Opus Dei al Corazón dulcísimo e inmaculado de María, el próximo día 15. Unidos fuertemente en la oración, pidamos a la bondad divina todas las gracias que el mundo, la Iglesia y cada uno necesitamos.