Un verano de desconexión total es educativamente nefasto
Familia actual
El verano es una época idónea para desconectar. Necesitamos hacer un alto en el camino y descansar, relajarnos un poco, realizar actividades que no hacemos durante el año, como leer, caminar, dormir la siesta, estar más con nuestra pareja y nuestros hijos, visitar a la familia y a los amigos, etc., etc. Pero, ¡cuidado!, no vayamos a alejarnos tanto de lo cotidiano que provoquemos una desconexión total.
Nos lo comentaba una madre: «Desde que han comenzado las vacaciones, mis dos hijos no hacen nada de nada, se levantan a las tantas y pululan por la casa, dicen que no tienen deberes porque lo han aprobado todo, juegan con la consola y después se van a la piscina, por la noche se quedan hasta muy tarde viendo la tele y al día siguiente, lo mismo. En una semana han perdido todos los hábitos que tenían. Ya tengo ganas de que se acabe el verano».
Por desgracia, para esa familia el verano les ha llevado a una desconexión total. Decimos por desgracia, porque, si bien esta época es propicia para desconectar, también nos puede llevar a una ruptura con todo los hábitos que hemos ido adquiriendo durante el año. Un verano de desconexión total es educativamente nefasto.
Las vacaciones deberían servirnos para desacelerar un poco, para reducir la marcha, para transitar sin agobios con las ventanillas bajadas y sin prisas; pero no es bueno detener el vehículo y menos aún parar el motor. Porque cuando queramos continuar el viaje nos costará muchísimo volver a arrancar.
Para que no se produzca la desconexión total, sugerimos:
• El tiempo de vacaciones hay que planificarlo, quizá mucho más que el tiempo ordinario, justamente por no serlo. Dependiendo de la edad de los hijos, se debe pactar un horario, donde quepan todas las actividades a realizar y se establezca una hora de acostarse y de levantarse.
• La ociosidad es peligrosísima: como un sedante nos va adormeciendo y paralizando; por eso, nuestros hijos deben realizar actividades de todo tipo: deportes, aficiones, lectura, estudio (aunque lo hayan aprobado todo), salidas, idiomas, visitas…
• Debemos procurar que el ocio que se vive en este momento de desaceleración sea sano, es decir, que no rompa con los valores que queremos transmitir. Hemos de controlar las mil posibilidades de ocio que ofrece este tiempo, pues no todas nos pueden parecer idóneas para nuestros hijos. Por ser verano, no está todo permitido; no mandemos a la responsabilidad de vacaciones.
• El verano ha de ser una continuidad del tiempo normal, pero a otro ritmo. Debemos aprovechar ese tempo más lento, más relajado, más libre, para cultivar amistades, para hacernos favores, para estar pendientes de los demás, para darle esquinazo a lo urgente (ya que nos ha dado una tregua) y dedicarnos a lo importante: nuestra familia.
El tiempo de vacaciones es un buen momento para desacelerar, pero sin salirse de la carretera. Una desconexión total nos puede llevar a olvidar el camino que seguíamos y a no encontrarlo cuando volvamos a ponernos en marcha.