Quien se abre a la dimensión del Absoluto (…), no tendrá miedo de que la ciencia espere encontrar la causa suficiente del origen de las formas vivientes
Quien se abre a la dimensión del Absoluto y se deja provocar por el antiguo rumor sobre la existencia de un Dios creador, no tendrá miedo de que la ciencia espere encontrar la causa suficiente del origen de las formas vivientes. Donde encuentre bondad, belleza y santidad, descubrirá un mensaje en un código totalmente diverso
Si con las letras que sacamos de una bolsa y echamos al suelo se forma el prólogo del Evangelio de san Juan, puede tratarse de una casualidad. Toda combinación es posible y tiene las mismas probabilidades que cualquier otra. Pero en ese caso —si tenemos en cuenta la llamada “navaja de Ockham” (el principio según el cual no hay que multiplicar los elementos sin necesidad, ndr)—, nadie pensaría en una casualidad: todos buscarían dónde está el truco.
En la evolución, el truco está en la selección. Pero la selección sólo puede favorecer lo que ya existe. No es un principio creativo que explica la formación de algo verdaderamente nuevo en un nivel categorial, de aquello que, enlazando con Hegel, llamo negatividad. La configuración de las letras del prólogo del Evangelio de san Juan puede ser, en efecto, una casualidad. Es decir, puede ser una combinación “indiferente” al significado del mismo texto. Esta combinación constituye un texto sólo en la mente del lector. Pero es completamente diversa la formación del significado en base al cual leemos esta configuración de letras como un texto. Aquí no ocurre una emancipación de todas las condiciones de formación y desarrollo.
Es evidente que la aparición de un sentido y de un significado —de la vida, por tanto— está unida a un tipo de complejidad superior a la materia. También cuando el resultado no es nada complejo, sino absolutamente simple: es la interioridad. La vida no es un estado de la materia, sino el ser de un viviente. Vivere viventibus est esse (Para los vivos, vivir es ser, ndr). Y esto es válido en una medida todavía superior allí donde surge la negatividad en el pensamiento del otro como otro, que no sólo pertenece a mi ambiente, sino que yo pertenezco a su ambiente. Y es válido donde se presenta la idea de un infinito, que por definición no es definido.
Si no queremos traicionar la ciencia y la comprensión de nosotros mismos, hemos de permanecer fieles a las dos visiones del mundo [la de las ciencias naturales y la del espíritu] Hay condiciones de formación por la vida, por el instinto, por la conciencia y la autoconciencia, pero son insuficientes, no nos explican quiénes somos. La autoconciencia es la emancipación de los propios orígenes, de las propias condiciones de formación. Todo intento de superar el dualismo en sentido idealista o materialista, es decir, mediante la reducción de una de las dos dimensiones a la otra, producirá siempre una pérdida. Quien quiera permanecer fiel a la unidad de lo real, sin traicionar ninguna de sus dos dimensiones, sólo lo puede hacer si tiene en cuenta el concepto de Creación, según el cual el proceso del nacimiento de la vida y de las formas vivientes, incluido el hombre, se fundamenta en el querer de una sabiduría divina, que quiere intencionalmente el resultado de este proceso: y el resultado es un ser natural que descubra su origen y dé gracias a Dios por su vida y su existencia. La misma Biblia, que habla de una comunidad de todos los vivientes que afirma una alianza con Dios, dice que Dios mismo vive y es la vida y la luz del hombre y por tanto precede a la vida de la materia que anima. A quien no quiere o no puede dar este paso, sólo le queda la posibilidad de decir con Gottfried Benn: Con frecuencia me he preguntado y no he hallado respuesta/de dónde vienen el bien y la dulzura/ todavía no lo sé/y ahora tengo que irme.
Las configuraciones materiales pueden también llevar informaciones codificadas por una esencia capaz de percibir cierto significado. El hecho de que una información sobre el funcionamiento de un sistema sea suficiente para comprender su conformación material no impide que haya un segundo código que encierra un mensaje totalmente diverso. La objeción de que la famosa “navaja de Ockham” nos impide formular tal hipótesis, porque es superflua para explicar el sistema, es muy débil. Un Creador de potencia infinita se escapa de la “navaja de Ockham”.
Hace unos años, se descubrió en una partitura para violín de Bach el doble código: si se asocia a cada diesi (medio tono) una letra del alfabeto latino y se ponen juntas las primeras notas de cada compás, se tiene la siguiente frase: Ex Deo nascimur, in Cristo morimur, per Spiritum Sartctum reviviscimus. La partitura encierra una música bellísima. La musicalidad de su estructuración es suficiente para entender por qué Bach no ha explicitado el significado oculto. Pero quien, siguiendo un antiguo rumor, imagina que hay algo más, e intenta buscar un mensaje oculto, dominando el latín, se encuentra de repente ante una dimensión insospechada. Afortunadamente, los estudiosos de Bach no se han dejado atemorizar por la “navaja de Ockham”.
Pero volviendo a nuestro tema: quien se abre a la dimensión del Absoluto y se deja provocar por el antiguo rumor sobre la existencia de un Dios creador, no tendrá miedo de que la ciencia espere encontrar la causa suficiente del origen de las formas vivientes, incluido el hombre, en el mecanismo de la supervivencia, o de que ya la haya encontrado en parte. Donde encuentre bondad, belleza y santidad, o donde encuentre contradicciones en una teoría científica, descubrirá un mensaje en un código totalmente diverso, que no se deja reconducir al primero de ningún modo, aunque el primero tenga ya su propia belleza. Pero de dónde provenga la Belleza y qué signifique que algo es hermoso, eso sólo lo podrá captar por medio del segundo mensaje.
Robert Spaemann
[Publicado en "Awenire", 3 septiembre 2006. Traducción al español disponible en M. Artigas, D. Turbón, ‘Origen del hombre; Ciencia, Filosofía y Religión’, EUNSA, Pamplona 2007].