Resulta ilustrativo recordar las dudas que algunos vertían sobre la figura de Benedicto XVI para comunicarse con la sociedad<br /><br />
JavierArnal.wordpress.com
Si se repasan los 12 discursos que ha pronunciado en Madrid, se ve que a todos ha ofrecido mucho y ha pedido mucho
La JMJ ha sido toda una fiesta de la Iglesia universal, del mejor modo posible: en torno al Papa. Ha sido un éxito en cuanto a la organización, el contenido, el número de asistentes y la respuesta. No se ciñe a quienes han asistido, sino a quienes han seguido de algún modo su desarrollo a través de los medios de comunicación.
Resulta ilustrativo recordar las dudas que algunos vertían sobre la figura de Benedicto XVI para comunicarse con la sociedad, especialmente con los jóvenes, sobre todo al ver el tirón que había tenido su predecesor, Juan Pablo II. Ratzinger era presentado, con frecuencia tendenciosamente, como un intelectual, tímido y con la etiqueta de severidad, por su cargo en la Santa Sede.
Tras lo vivido en Madrid, hay que concluir que este Papa tiene un magnetismo especial y polifacético. Cada Papa tiene una personalidad distinta, que pone al servicio de su tarea como representante de Cristo en la tierra, detectando cómo avivar el mensaje perenne de la Iglesia en cada momento histórico. Juan Pablo II era un “huracán” arrollador, con grandes dotes de comunicador, fue un Papa Magno, ya Beato, que la Historia nos ayudará a vislumbrar su importancia grande para la historia de la Iglesia y de la humanidad.
¿Pero qué tiene el actual Papa, que atrae tanto con sus mensajes? Si se repasan los 12 discursos que ha pronunciado en Madrid, se ve que a todos ha ofrecido mucho y ha pedido mucho. Lo ha hecho siempre de modo positivo, sin ignorar la realidad y las dificultades. Ha pedido firmeza en la vocación a los seminaristas, humildad a los profesores universitarios, valentía y compromiso con Dios a los jóvenes, y a todos ha pedido no avergonzarse de Dios, hacer apostolado.
El magnetismo del Papa —y hasta un ateo lo intuye— escapa a la propia figura del Papa, simplemente porque lo que se ha vivido refleja que la fuerza del Papa es la de toda la Iglesia, que no está solo, que la adoración al Santísimo —¡admirable silencio de oración, de un millón de jóvenes antes cantando y aplaudiendo!— en la Vigilia del sábado explicaba la fuerza de lo que estábamos viviendo.
Pero este Papa tiene un magnetismo específico, y es que sus mensajes son llamativamente didácticos, claros, directos. Y si algo pide un joven es claridad, mensajes directos. Benedicto XVI sintetiza en cuatro palabras un análisis o una petición, tiene una asombrosa facilidad para “dar en la diana” y remover. No sólo es por su innegable capacidad intelectual, sino porque representa a Quien representa, y porque ha heredado de su predecesor la fuerza y el magnetismo para un catolicismo sin complejos, especialmente entre los jóvenes.