También existe una clave para poder conectar con las palabras del Papa: la buena disposición de los corazones<br /><br />
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"La clave está, me parece, en que el Papa plantea claramente los problemas esencias de la vida de toda persona; y las respuestas que ofrece no son teorías más o menos plausibles"
No es fácil de explicar. Se entendería mejor si fuera un acontecimiento deportivo o musical. Pero se trata de un evento religioso, de un millón y medio de jóvenes de todo el mundo que, una vez más, responden a la llamada del Papa. Y en pleno mes de agosto. ¿Cómo es posible?
Para entenderlo hay que situarse en una lógica diferente a la del espectáculo, explica el teólogo Tomás Trigo. El ser humano tiene una dimensión lúdica, que, sin duda, es muy importante. Pero tiene también una dimensión religiosa, fuerte y profunda, que da a la vida su verdadero sentido.
Benedicto XVI tiene un gran poder de convocatoria porque los católicos saben que es el representante de Cristo en la tierra. Cuando se reúnen con el Papa, saben que están viendo y escuchando a un hombre que ha recibido de Jesucristo un poder especial para ser Padre y Pastor, para enseñar a todos los hombres la verdad sobre el sentido de la existencia. Y lo escucharían y le mostrarían todo su afecto aunque tuviese cien años; y aunque no fuese, como es, el mejor teólogo de nuestro tiempo.
Pero además Benedicto XVI refleja en su rostro algo muy especial: quienes lo ven se admiran de su sonrisa, de su sencillez (¡un sabio humilde!), y de la clara profundidad de sus palabras. Se diría que refleja el rostro de Cristo, y por eso tanta gente se siente atraída por él. El que realmente atrae y convoca a los hombres y a las mujeres del mundo entero es Cristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida. El Papa y cualquier cristiano pueden atraer en la medida en que reflejan, con su palabra y su conducta, el rostro de Cristo.
Trigo, profesor de Teología Moral en la Universidad de Navarra, explica cómo conoció al Papa Benedicto XVI:
«Tuve la suerte de conocer al Cardenal J. Ratzinger en 1986, en Roma, siendo Prefecto de la Doctrina de la fe. Cuando, tiempo después, fue elegido Papa y algunos dijeron que era una persona seca, fría y poco simpática, pensé: o no lo conocen o no lo quieren. Fue necesario muy poco tiempo para que todo el mundo reconociese que la personalidad de Benedicto XVI no correspondía a lo que aquellas personas, con buena o mala fe, afirmaban.
A muchos les sorprende que, a pesar de ser un anciano, conecte tan fácilmente con la gente joven y menos joven. La clave está, me parece, en que el Papa plantea claramente los problemas esencias de la vida de toda persona; y las respuestas que ofrece no son teorías más o menos plausibles. El Papa habla de Jesucristo, testimonia a Jesucristo, y enseña que Jesucristo es el único camino que lleva a la felicidad y a la salvación.
Pero también existe una clave para poder conectar con las palabras del Papa: la buena disposición de los corazones. Los Evangelios nos muestran a personas que acogen a Cristo con sencillez, y a otras que, a pesar de verlo resucitar a un muerto, lo condenan. Pienso que los jóvenes que van camino de Madrid se están preparando muy bien para que la Palabra de Cristo, a través de las palabras claras y profundas de un anciano sonriente, sabio y humilde, penetre en sus corazones.
Hace unos días contemplamos perplejos la bárbara violencia de cientos de jóvenes que arrasaban las calles y comercios de Londres: una violencia engendrada, en gran parte, por la lógica del tener, por la insatisfacción de la hartura. En Madrid veremos mucha alegría y mucha paz, frutos de otra lógica: la lógica del querer ser mejores. Y veremos un entusiasmo difícil de comprender cuando hay tanta gente que parece haber perdido toda ilusión y esperanza. ¿Entusiasmo superficial? No lo creo. Un entusiasmo que lleva a entregarse y sacrificarse por los demás no es banal».