‘Abiertos por vacaciones’ a la fe, a la búsqueda, a la esperanza, al entusiasmo de los peregrinos y, también, del Papa que viene al encuentro de todos…<br /><br />
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A lo mejor hay suerte y la hospitalidad se ve premiada con un contagio de esa esperanza y ese entusiasmo, que buena falta nos hacen
Ya están llegando… Ya empiezan a verse por Madrid los primero ‘mochileros’ de ese millón o millón o medio que nos ‘ocuparán’ (sin k) a partir del 16 de agosto, en la Jornada Mundial de la Juventud que el Papa presidirá del 18 al 21. Y, oigan, dan alegría. Aunque no a todos.
Sonríen, ¿saben?... Esa podría ser la seña de identidad común de tantas gentes jóvenes como arriban y arribarán del Norte y del Sur, de Oriente y Occidente… Sonríen pero no, como algunos nos quieren hacer creer, como unos ‘zombis’ teledirigidos hacia un festival retrógrado —un festival de fe, ¡qué cosas!—… De hecho, por muy jóvenes y entusiastas que sean y son, llegar hasta aquí voluntariamente, no obligados ni a empujones, desde lugares lejanísimos —o cercanos— y permanecer aquí con el calor, en régimen de acampada tirando a espartana, haber ahorrado con mucho sacrificio durante tiempo para estar seis días comiendo como puedan, durmiendo a como se dé, lavándose haciendo colas gigantescas tiene poco de festival a pesar de la generosidad con la que miles y miles de madrileños están dispuestos a acogerlos.
Porque yo creo que, en estos próximos días, durante este acontecimiento realmente mundial y de auténtica ‘alianza de civilizaciones’ —escueza a quien escueza—, de lo que se trata, realmente, es de eso: de estar todos ‘abiertos por vacaciones’ y no agazapados y ceñudos en el enfurruñamiento de las calles cerradas al tráfico, de los lugares vedados para aparcar o de los pequeños o grandes cambios de rutina que todos tendremos que realizar.
A unos pocos —pocos comparados con los miles de hospitalarios— la ‘movida’ de la JMJ no les gusta nada, pero nada de nada. Y parecen dispuestos a sacar sus palitos para ponerlos entre las ruedas de este engranaje gigantesco que todos debiéramos contribuir a que marche como la seda… Que si huelgas, que si manifestaciones, que si ‘¡vaya pesadilla de JMJ!’… Mi particular sensación es que la tentativa de fastidiar quedará en poquita agua de borrajas. Porque millón y medio de entusiastas dispuestos a aguantarlo todo es mucho frente a, pongamos, el millar que lleva el palito en la mano.
Lo cierto es que a esos pocos no les joroban los peregrinos sino la razón por la que acuden y quién los ha convocado: el Papa Benedicto XVI… Me apuesto la uña del dedo meñique a que si el tropel viniera a unas olimpiadas o al concierto de rock más importante del mundo, los de los palitos estarían encantados y alborozados… Pero ¿religión?, ¿fe?, ¿esperanza?, ¿Papa? Molesto, muy molesto y más valdría “cerrar (a cal y canto) Madrid por vacaciones”.
Y luego está la cuestión de los dineros: ¡que nos van a salir carísimos los preparativos y los actos de esta Jornada! Vale; pero pocos se acuerdan de contabilizar también los ingresos: más de millón y medio de euros en menos de siete días… A ver quién da mucha más rentabilidad en estos tiempos… Y sumemos, por supuesto, la publicidad (buena, buenísima) de España, de Madrid que generará la JMJ; porque guste o disguste estos encuentros se han convertido ya en acontecimientos de interés mundial desde hace tiempo.
¡Miren: venga, va, que no se tenga que decir que España, Madrid es menos abierta, menos hospitalaria que Denver, Sídney o Roma! ‘Abiertos por vacaciones’ a la fe, a la búsqueda, a la esperanza, al entusiasmo de los peregrinos y, también, del Papa que viene al encuentro de todos. Especialmente de los que no lo esperan, ya ves… A lo mejor hay suerte y la hospitalidad se ve premiada con un contagio de esa esperanza y ese entusiasmo, que buena falta nos hacen.