El encuentro con el Papa será realmente multitudinario y tan juvenil o más, y más comprometido en todos los órdenes…<br /><br />
DiarioDeSevilla.es
El cristianismo nos recuerda que la reforma más perentoria –y a la vez posible (y la más difícil)– es la de cada uno y su conciencia, y que, a partir de ahí, todo empieza a solucionarse por su propio peso
En política, lo que no es teología es comercio, nos advirtió Adorno. A pesar de similitudes circunstanciales (la juventud, el uso de las nuevas tecnologías, la ocupación del espacio público, los eslóganes antisistema o la espita de la crisis económica), las revueltas de Inglaterra van contra el comercio local, mientras que el movimiento 15-M, después de haber disertado sobre todo lo divino y lo humano, se está orientando más que nada contra el mayor teólogo del momento, Benedicto XVI. Cada cual escogió uno de los caminos posibles.
En Inglaterra el pillaje ha sido el protagonista, dentro de la muy insular tradición de la algarada en los suburbios más pobres. Lo novedoso es que no entran a saco en los supermercados a por comida. Van a por móviles y televisores de plasma. Estamos, por tanto, ante el triunfo apoteósico del consumismo y de la publicidad, que convierten unos caprichos de lujo en objetos de primera necesidad.
El 15-M es más serio. Su protesta contra la visita del Papa a Madrid con motivo de la JMJ hay que entenderla: es en defensa propia. El cristianismo es el gran movimiento de regeneración del mundo y les deja en evidencia. «La debilidad de todas las utopías es que toman la mayor dificultad del hombre y la dan por vencida, y entonces dan un complicado informe de cómo pueden vencerse las dificultades pequeñas», notó Chesterton. El 15-M emana manifiestos en asambleas de cuatro gatos que reorganizan la política mundial, el medio ambiente y las finanzas internacionales, pero el cristianismo nos recuerda que la reforma más perentoria —y a la vez posible (y la más difícil)— es la de cada uno y su conciencia, y que, a partir de ahí, todo empieza a solucionarse por su propio peso.
La revuelta inglesa y el 15-M van a coincidir en sus finales. En Londres, los ciudadanos corrientes están saliendo con escobas, para limpiar materialmente las calles y para enarbolarlas simbólicamente: exigen la limpieza de delincuentes y, suponemos, de su caldo de cultivo, que es la sopa boba. La contrarrevolución de las escobas está sacando a la luz a la mayoría silenciosa, partidaria del sentido común y la honradez. En España, los indignados han conseguido congregar a un número muy limitado de personas a pesar de todos los mimos mediáticos. El encuentro con el Papa será realmente multitudinario y tan juvenil o más, y más comprometido en todos los órdenes (y en todas las órdenes). La legitimidad que otorga la imagen de la juventud en la calle, el 15-M la va a perder para siempre. La preocupación por lo que monten esos días está de más: los barrerá la abundancia a base de bien.