Palabras que cada uno interpreta a su manera, y según sus apetencias<br /><br />
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“Abre los sentidos” puede llevar a una verdadera “ceguera de corazón”, que se oscurece en la búsqueda de cualquier “placer” de los sentidos, y que nos impide ver la belleza de la creación…
“Abre tus sentidos, Jesús está en todo”. Me sorprendió ver una ancha franja de papel con esta frase escrita en grandes caracteres y bien visibles, que cubría la pared de un improvisado oratorio en el que, un grupo de unos 25 niños y niñas iban a vivir su Primera Comunión.
La Creación canta la grandeza del Creador. Y muchos corazones han vuelto a descubrir el palpitar de Dios contemplando un atardecer, la belleza de una rosa, la fresca brisa del atardecer anochecido.
¿Era ése el mensaje que los compositores de la franja habían querido transmitir a los niños y a las niñas?, ¿Qué les querían decir?, ¿Qué podrían entender los receptores del mensaje; y muy especialmente en ese “neutro”, “todo”? ¿Qué entenderían los padres, los mayores que acompañaban a las criaturas?
Los niños saben bien que sus sentidos son cinco: vista, oído, tacto, gusto y olfato. “Abre la vista”. ¿Está Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, en “todo” lo que pueden ver los ojos de los niños en la televisión, en los ordenadores cuando entran en la red, y se encuentren con una de esas cadenas llenas de mal gusto, procacidad, y obscenidad? “Abre la boca y come”. ¿Está Jesucristo en “todo” lo que a la criatura se le apetece; en todos los caprichos y golosinas que se le ocurren, y hasta en la droga misma que alguien le ofrezca porque sabe bien y se puede pasar “un buen rato”? ¿Es una invitación a que el niño, la niña, comience a preparar su paladar a cualquier bebida que le enajene en su día?
¿Exageraciones? Soy sincero. La perversión del sentido del lenguaje es una realidad patente: amor, caridad, sacrificio, fidelidad, libertad, autonomía, matrimonio, amistad, felicidad, etc., etc., son palabras que cada uno interpreta a su manera, y según sus apetencias. El lenguaje está lleno de términos amorfos, vacíos de cualquier sentido, y significado.
No. No son exageraciones. El niño se va a encontrar lenguajes subliminales por todos los rincones, por todos los anuncios, por no decir en tantas enseñanzas que a golpe de decretos leyes pretenden imponerle de forma dictatorial, Y todos van a ir en la misma dirección: “abre los sentidos”. Mensaje subliminal que lleva impregnado en todas sus letras el rechazo de la existencia del pecado, del mal; la afirmación neta de una libertad sin norte, sin orientación alguna que tarde o temprano va a destrozar a quien “abre los sentidos”. Sencillamente, porque “todo” lo que se piensa que es “bueno”, no lo es.
Hemos de «aprender a mirar por encima de las cosas de la vida cotidiana, por encima de la marea de imágenes del televisor, para llegar a ver desde nuestro interior a Jesús y así reconocer el Camino, la Verdad y la Vida», invita Benedicto XVI, y no se para aquí: «A consecuencia de la marea de imágenes de nuestro tiempo, nos amenaza una ceguera del corazón; ya no podemos ver más hacia nuestro interior, porque lo que nos llega de fuera nos embarga por completo».
“Abre los sentidos” puede llevar a una verdadera “ceguera de corazón”, que se oscurece en la búsqueda de cualquier “placer” de los sentidos, y que nos impide ver la belleza de la creación, la bondad oculta en el corazón de nuestro prójimo, la grandeza que habita en el espíritu de un enfermo, y hasta nos puede impedir apreciar la maravilla de pedir perdón por nuestros pecados, y no descubrir nunca el amor de Jesucristo que “se hace pan para alimentarnos”.
Salí del improvisado oratorio anhelando participar en otra Eucaristía de la Primera Comunión, en la que la franja, con grandes caracteres, tuviese escrito: “Abre tu corazón; abre tu alma. Recibes a Jesucristo, que quiere vivir en ti, contigo”.