Muchos acuden con fe a estos actos, y muchos por un vago sentimiento religioso que es auténtico y por eso mismo respetuoso
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Una necesidad que no surge de la fe, sino de la dignidad humana, y por eso hay una masiva participación, puesto que todos tenemos interrogantes y búsquedas sinceras
La piedad popular en Semana Santa impregna la vida de nuestras ciudades y pueblos. Está muy arraigada y, por eso mismo, es un contrapunto para quienes no la viven, y mucho más para algunos −una minoría− a quienes parece molestarles que la religión ocupe espacio público. Se entremezclan muchas actitudes en estos días, que van desde el fervor hasta el olvido. Para algunos, sólo son unos días de vacaciones.
Oficios, procesiones, ‘Via Crucis’, monumentos al Santísimo u otros actos religiosos están muy arraigados, incluso muy por encima de lo que se entiende por práctica religiosa habitual. Es evidente que no pocos de los que participan en cuanto envuelve la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, conmemoradas en estos días, viven durante el año bastante al margen del mensaje de Jesucristo.
Incluso se ha notado en estos años un auge de participación en muchos actos de estos días que contrasta con la paulatina disminución de la práctica religiosa. Puede ser una incongruencia, ya que la práctica religiosa debería ir unida a la masiva participación o asistencia, y no es lo que se percibe: una auténtica paradoja.
No faltan quienes atribuyen la masiva participación popular a la sencilla explicación de que son actos externos, cuidadosamente preparados por algunos, evocando misterios −y eso siempre atrae−, representaciones de nuestra cultura cristiana con innegable vistosidad y una buena dosis de arte. Son quienes piensan que la mayoría no “siente” de verdad lo que está viviendo o viendo.
La mayoría sí “siente” los actos de estos días, en grado diverso, pero auténticamente. Puede aparcarse a Dios buena parte del año, y de hecho algunos lo hacen, pero −como ha señalado el Papa Francisco− la sed de Dios, de lo absoluto, está presente en todo hombre. Es una necesidad que no surge de la fe, sino de la dignidad humana, y por eso hay una masiva participación, puesto que todos tenemos interrogantes y búsquedas sinceras. Muchos acuden con fe a estos actos, y muchos por un vago sentimiento religioso, que sí es auténtico, y por eso mismo respetuoso.
Procesiones, Oficios, actos litúrgicos o representaciones de la Pasión conmueven y avivan el rescoldo de la fe y de la religión, y también de la esperanza: se impone una reflexión, para valorar el fervor popular y construir libremente una mayor coherencia vital.