ZENIT.org (Entrevista realizada por Anita S. Bourdin y Sergio Mora)
VIDEO: ">Entrevista con Mons. Slawomir Oder: Juan Pablo II: "Un verdadero hombre y un hombre de Dios"
Karol Wojtyla fue un gran intelectual, un Papa joven y valiente, acostumbrado a las dificultades, que había vivido bajo un régimen totalitario y que no buscaba ser “políticamente correcto”, aunque siempre un hombre de diálogo
Entrevista de ZENIT a Mons. Slawomir Oder, Postulador de la causa de beatificación de Juan Pablo II, donde describe el proceso como una “bellísima aventura” personal.
* * *
¿De qué modo usted, como sacerdote, ha vivido este proceso? ¿Ha sido una cruz, una alegría, lo ha cambiado, qué ha pasado?
En la perspectiva de la Pascua, la cruz es siempre el preludio de la alegría. En otro sitio no hay verdadera alegría, como nos enseña la transfiguración de Jesús, sin pasar a través de la cruz. El encargo que se me encomendó tenía sus aspectos pascuales, aunque sólo fuese porque se superpuso el trabajo que desarrollo habitualmente como vicario judicial, a la actividad pastoral que llevo adelante como rector de una iglesia romana. Por esto, se juntaron tantas cosas que en estos cinco años han ocupado mi día a día. Y además, también el mismo proceso, presentaba algunos elementos que implicaban un gran esfuerzo, una gran implicación, incluso a nivel emotivo. Por esto, no me han faltado momentos de dificultad.
Todos dan por hecho que Juan Pablo II sea un santo, y por tanto parece todo un poco 'descontado'... “santo súbito”, etc., así el proceso de canonización parecía casi un paseo. Sin embargo, el Papa ha dicho: no, no santo súbito; sigamos el proceso normal. A pesar de esto, la gente está un poco confusa, porque también se ha dicho que hay una vía preferente y que los tiempos se han apresurado. ¿Se ha tratado, por tanto, de un proceso normal?
Absolutamente, sí. La única dispensa que se obtuvo para este proceso es la dispensa de los cinco años de espera para la apertura del mismo. Pero el proceso mismo se ha desarrollado, absolutamente, cumpliendo las normas canónicas. Con todos los criterios que han existido para otros procesos canónicos. Por esto no ha habido una verdadera dispensa, un vía preferente, en este sentido. Sin embargo, lo que podemos decir es que la praxis de la Congregación es la de llevar adelante las causas que más allá de la heroicidad de las virtudes, tiene ya el milagro, que son dos procesos distintos. Normalmente en la Congregación, el proceso se desarrolla de la siguiente manera: se realiza la investigación diocesana, se tramita la documentación a la Congregación para las causas de los Santos, donde se prepara la positio, para ser luego sometida a la discusión de los teólogos y de los cardenales. Y la positio espera porque es necesario un milagro.
La positio fue llevada hacia adelante e inmediatamente sometida a la discusión de los teólogos y los cardenales porque el milagro que debía acreditar la causa sucedió muy rápido, y el proceso sobre el milagro fue depositado en la Congregación para las Causas de los Santos, el día antes del proceso sobre las virtudes y esto, de alguna manera, ha facilitado la posibilidad de seguir hacia delante.
¿Cuánto tiempo pasó desde la muerte de Juan Pablo II hasta la presentación del milagro?
El milagro, reconocido como tal, sucedió en julio del mismo año.
¿Y cuánto tiempo pasó hasta ser reconocido?
Nosotros concluimos el proceso en el 2007, y el del milagro fue presentado un día antes de la clausura de la investigación diocesana sobre las virtudes. Así que hablamos de junio de 2007.
¿Se presentaron otros milagros?
Ha habido muchas gracias y otros presuntos milagros. De estos, algunos han sido investigados, porque es la práctica habitual. Antes de realizar un estudio sobre el milagro, se hace un estudio previo que, de algún modo, garantiza el mismo proceso. En algunos casos hemos investigado y las premisas eran buenas. No se han continuado sólo porque ya estaba en curso el proceso sobre el milagro elegido.
¿Nos puede decir en qué países se dieron estas gracias?
Han tenido lugar en Francia, en los Estados Unidos, en Alemania y en Italia.
Después hubo todo un debate mediático...
Sobre esto es difícil discutir pues ha habido todo un montaje mediático.
¿Ha sido necesaria toda la investigación médica?
Es un hecho normal que en los procesos sobre los milagros se desarrolle una investigación y que todo el material obtenido se someta, a continuación, al estudio de los médicos, es obvio que un médico pueda solicitar aclaraciones nuevas, cualquier documento o análisis complementario. Es muy normal. Se han llevado a cabo todas las investigaciones consideradas oportunas por los médicos implicados en el proceso.
Por tanto ¿No ha habido sombra de duda?
Usted me hace preguntas que no puedo responder, porque pertenecen a un secreto procesal y porque no tengo conocimiento de ello. Estos detalles son competencia de los médicos.
¿Ha descubierto cosas que no conocía de Juan Pablo II? ¿Algún aspecto privado que lo hacía distinto de su imagen pública?
Ya he tenido oportunidad de decir estas cosas. Por supuesto que el proceso ha sido una bellísima aventura, porque nunca se conoce a una persona a fondo. Y está claro, por esto, que muchos aspectos tenían que ver con los detalles de su vida, las actividades y los contactos que tenía con las personas. Pero diría que es una aventura que podría darse en todas las personas, ya que son un mundo en sí mismas. Sin embargo, por lo que respecta a lo que ha surgido en el proceso de beatificación, no hay cosas increíbles. Ya que Wojtyla era, efectivamente, tal cual lo hemos conocido en público. Por esto no había un desdoblamiento, sino una perfecta transparencia del personaje. Seguramente el proceso ha sacado a la luz muchos aspectos.
¿Alguna cosa que le ha llamado la atención y que no conociese?
Lo que me ha impresionado, aparte de ser el aspecto más importante, es descubrir que la fuente, el origen de esta actividad extraordinaria, de esta generosidad en el actuar, de la profundidad de su pensamiento, es la relación con Cristo. Ha salido a la luz seguramente, un hombre místico. Un místico porque era un hombre que vivía la presencia de Dios, que se dejaba guiar por el Espíritu Santo; que estaba en diálogo constante con el Señor, que ha organizado su vida alrededor de la pregunta: “¿Tú me amas?”. De manera que su vida ha sido la respuesta a esta pregunta esencial del Señor. Por esto, creo que este aspecto es el tesoro más gran del proceso.
A causa de esta condición mística se encontraba un poco solo respecto a los demás, porque era un comunicador...
El encuentro con el Señor es siempre un camino en solitario. Está claro que estamos sostenidos por la Iglesia, por los hermanos en la fe, pero después cada uno de nosotros debe recorrer este camino solo. Su relación era personal e individual, muy profunda. Las personas que lo asistieron cuentan a menudo que tenían la clara percepción de encontrarse frente a un momento, por decir de alguna manera, de raptus místico, en el cual él se encontraba en un diálogo tan profundo con el Señor que la única cosa que se podía hacer era darse la vuelta y dejarlo vivir ese momento.
¿En ese diálogo había algo que supusiese una cruz para Juan Pablo II? Hablaba mucho del sufrimiento y de la solidaridad. ¿Había cosas que lo preocupaban desde este punto de vista?
Un hombre con una sensibilidad tan grande como la suya no podía quedarse indiferente ante los sufrimientos del mundo. Y nosotros lo hemos constatado; estaba muy atento a cualquier cosa que sucediese en el mundo. No tenía miedo de alzar la voz y decir las cosas que no correspondían al modo de pensar común. Por ejemplo, su apasionado llamamiento a la paz en la vigilia del conflicto del Golfo, cuando dijo: «Yo pertenezco a la generación que conoce la guerra». Fueron palabras muy fuertes. Con seguridad, un pensamiento que no se adaptaba a lo “políticamente correcto”...
Seguramente siempre ha tenido en el corazón como una gran preocupación, el silencioso genocidio que ocurre con el aborto. La pregunta sobre la riqueza de la vida humana desde la concepción, seguramente sí ha sido un dolor constante en su vida...
¿Juan Pablo II se les "coló" a las autoridades polacas, a todo el aparato? ¿No habían comprendido? Porque si le hubiesen comprendido le habrían puesto fuera de juego, ¿o no?
Lo temían. Hay indicios en la documentación del Servicios Secretos que hablan de la peligrosidad de Karol Wojtyla. Era peligroso porque era un intelectual sublime, un hombre de diálogo, desde el punto de vista moral no se le podía atacar. Exactamente por esta razón era peligroso. Porque era un hombre de una pieza, una pieza de hombre de Dios, un hombre de diálogo, de apertura, intelectualmente absolutamente preparado, superior y lo temían, sí. Creo que, como siempre, el Señor es más grande que ellos. El maligno hacía sus cuentas y Dios las suyas propias. Karol Wojtyla no pasó desapercibido a la atención de los comunistas
Claro que quizás, temían más al cardenal Wyszyński, porque era un hombre distinto, incluso en el modo de actuar frente a las autoridades. Y también que la Providencia llevó la historia de Juan Pablo II de esta manera.
Recuerdo, cuando fue elegido, la incomodidad de los periodistas que no sabían cómo transmitir la noticia, que por otra parte era vital para Polonia. Fue una de las muchas noticias que dieron durante el informativo. Debían darla.
Recuerdo también el primer viaje que hizo. Fue una cosa sorprendente: no sabían cómo invitarlo, quién debía invitar. Estaba invitado por la Iglesia pero también era un huésped del Gobierno. Encontraron una estratagema diplomática para que todo funcionase, porque en cualquier caso, como polaco podía volver. Quiso volver y volvió llevando verdaderamente la levadura de la revolución del espíritu. En aquel primer viaje se veía cómo los medios de comunicación polacos fueron instrumentalizados. Si nos fijamos en las grabaciones se ve sólo un primer plano del Papa o algún anciano, sin ninguna señal de los millones de personas que rodeaban al Pontífice. Ningún rostro joven, ni tampoco familias.
Cuando Juan Pablo II asumió el Pontificado, en la Iglesia había una serie de problemas que parecían casi sin solución: por un lado estaba la teología de la liberación, por el otro el cisma lefebvriano. Y al final de su Pontificado se realizaron muchísimos pasos para unir a la Iglesia y resolver estos problemas...
Sí, seguramente fue un Papa que aportó, providencialmente, energía a su ministerio petrino, era un Papa joven. Era también un Papa acostumbrado a vivir una situación de enfrentamiento con la hostilidad: la Iglesia en Polonia enfrentada al comunismo. Un Papa de gran preparación intelectual y cultural, científica, un Pontífice de gran sensibilidad incluso estética, atento a muchos valores.
Supo darle frescura a la Iglesia, haciendo siempre referencia a la frescura que dio el Concilio Vaticano II. Es el Papa que actualizó, que llevo adelante el pensamiento del Vaticano II. Y en este sentido dio muchos pasos, llevó a cabo muchas actividades que pudieron reafirmar un poco la barca de la Iglesia.
Desde el inicio hasta el fin de su Pontificado se ve que se ha dado un enorme paso hacia adelante en este sentido.
Seguramente una renovación de la fe, del entusiasmo evangélico.
«Soy Papa porque soy obispo de Roma». ¿Cómo vivió este aspecto?
Se sentía obispo de Roma, y lo repetía muy a menudo, «Yo soy Papa porque soy obispo de Roma». Y esto significó su elección para el establecimiento de su pontificado. Mantuvo siempre un interés particular por su diócesis. Signo de este interés fueron sus visitas pastorales que realizó siempre.
Hay dos momentos en ellos que he visto casi enfadarse al Santo Padre: en una entrevista para defender a la familia y contra la mafia en Sicilia. ¿Fue porque estaba en juego la vida en ambos casos?
Seguramente, por la vida, pero también porque es la verdad sobre el hombre. Era un Papa que estableció su pontificado en una clave muy humanista, en el sentido evangélico. Su primera encíclica, Redemptor hominis, da un perspectiva justa de como comprender la centralidad del hombre, que sin embargo tiene a Cristo mismo en el centro de su existencia; un humanismo cristiano, por tanto. Su preocupación por la vida humana en todas sus dimensiones partía del concepto cristiano que tenía sobre la vida, por la que el Salvador había dado la suya.
Hay una santidad y una paternidad. Él habló de esta paternidad. Me he preguntado siempre si un día se dará la beatificación del padre de Wojtyla, porque es una figura paterna extraordinaria que verdaderamente marcó a su hijo.
Absolutamente. Mirando esta familia se ve cómo el Señor ha trabajado desde siempre. Juan Pablo II decía siempre que este fue su primer maestro de espiritualidad, la primera guía en la vida espiritual, el primer seminario que hizo. Seguramente tenía la imagen de este padre, de este militar, soldado, que se arrodillaba y rezaba por la noche ante el icono de la Virgen. Son cosas que quedan en el corazón de un joven. Un hombre que acompañó a su hijo de la mano en peregrinación a Czestochowa. Lo inició a la oración. Pero también estaba la figura de su hermano, este hermano, Edmund, también él fue una persona poco común. Se dedicó completamente al servicio de la caridad, pagando después en primera persona.
Fue él quien quiso la beatificación de los padres de Teresa de Lisieux. En su familia tenía sentido que los esposos puedan ser beatificados...
Es difícil para mí decirlo, pero con seguridad tenía un ejemplo extraordinario en la vida. De todos modos, dio claros signos de estar verdaderamente convencido de la verdad confirmada en el Concilio Vaticano II, es decir de la vocación a la santidad de todos los cristianos, y con sus beatificaciones y canonizaciones, que recorren todo el tejido de la Iglesia, dio un signo tangible de que es posible para todos.
¿Cómo vivió hacia el final del pontificado? Porque al principio no se sabía mucho de los problemas de los sacerdotes pedófilos, de los abusos... Si para un cristiano esto es muy grave, cómo debe ser para un Papa...
Sólo hace falta recordar su reacción cuan salió a la luz el problema, convocó a todos los obispos americanos a Roma para afrontar la situación. Cuando se puso en su conocimiento estas situaciones dolorosas, se involucró y estaba determinado a dar una respuesta adecuada.
Fue él quien promulgó las nuevas reglas que tenían que ver con este tipo de crímenes, como instrumento jurídico para resolver estas situaciones.
Para un Papa debe ser tremendo, una cosa dentro de casa. No es el comunismo, el enemigo externo...
Usted mismo ha dado la respuesta. Debemos recordar, por tanto, que ciertas situaciones, con su gravedad y extensión, se conocieron sólo con el tiempo. De ciertas situaciones no tenía conocimiento, o al menos de toda su profundidad y gravedad.
Ante situaciones de una cierta gravedad se le veía personalmente afectado por la necesidad de tomar decisiones y medidas, actuaba verdaderamente como un creyente: como sacerdote ayunaba, oraba y se mortificaba. Son estos los instrumentos que se tienen para hacer frente a situaciones que no dependen de nosotros, pero a las que podemos responder sólo aumentando el bien que se opone a la realidad del mal.
Cuando era anciano los sacrificios de su vida eran evidentes, pero los de su juventud no son muy conocidos. ¿Nos puede decir algo más, aparte del ayuno y los sacrificios que ha mencionado?
El sufrimiento causado por la enfermedad fue un aspecto que al final de sus días se volvió casi el icono de su pontificado, pero no era la única dimensión de la mortificación en su vida.
Desde joven fue iniciado en la espiritualidad carmelita. Estaba fascinado por el Carmelo, tanto que cuando era todavía joven pensó en una vocación carmelita. Estaba fascinado por san Juan de la Cruz, por santa Teresa, por santa Teresita, y por tanto las prácticas de penitencia personal estaban presentes en su vida. Esto era un aspecto que nadie conocía, que hemos sabido sólo en el contexto del proceso, y recuerdo que impresionó a muchos cuando este hecho salió a la luz. Y sí. Ha sido un signo de su profunda fe, de su vida espiritual.
¿Qué hechos han salido a la luz en este sentido?
Fueron las personas más cercanas a él, que tenían un contacto diario con el Papa, las que se dieron cuenta de ciertas situaciones.
A propósito de sufrimiento, he sabido recientemente que ya siendo obispo de Cracovia escribió una carta a los enfermos para confiarles a ellos, a su intercesión, su episcopado. Es realmente una clave para este pontificado. El Papa enfermo que no sólo participa de la cruz, sino que se apoya en esta comunión de la Iglesia.
Absolutamente sí, pero esto es el sentido cristiano también del sufrimiento. No sólo confió a los enfermos su ministerio como obispo en Cracovia. En el periodo en el que se desarrollaron los trabajos del Concilio Vaticano II, pedía a los enfermos un apoyo para que se obtuvieran buenos resultados del Concilio. Los hacía participar en este evento extraordinario. Creo que la Carta Salvifici doloris da una perspectiva de la visión de Juan Pablo II, del sentido cristiano del sufrimiento, cuando habla de la participación personal en los sufrimientos de Cristo, también cuando habla del Evangelio del buen Samaritano, que está escrito en torno a esta realidad del sufrimiento.
Y quiso, además, esta fundación del “Buen Samaritano” para los enfermos de SIDA...
Es necesario recordar que, por lo que respecta al mundo del sufrimiento, es él que ha creado el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud.
Aquí viene otra cuestión dolorosa... Salió a la luz todo el caso del padre Maciel, de los Legionarios de Cristo. Él lo supo. Y salió a la luz al final de su pontificado...
Hemos realizado todas las investigaciones que, naturalmente, estaban dirigidas a profundizar en este caso tan doloroso para la Iglesia, que efectivamente explotó, prácticamente, después de la muerte de Juan Pablo II. Se debe, sin embargo, recordar que las investigaciones se realizaron durante el pontificado. Y, por tanto, de estas investigaciones que habíamos desarrollado en base a la documentación, se puede excluir cualquier participación personal del Santo Padre en este asunto, en el sentido en que, efectivamente, lo que sabía en el momento de su muerte no era más de lo que sabía todo el mundo.
Fue un poco “escandaloso”, en el sentido en que en un mundo en que todos tienen miedo de la vejez, de no ser eficientes, el Papa Juan Pablo II llevó hasta el fin su enfermedad, sin esconderla en ningún momento. Y ver después la multitud de personas que hicieron cola en la Vía de la Conciliación para verlo... ¿Cuál fue el aspecto que más le impresionó de Juan Pablo II?
Su incapacidad de hablar, cuando se quedó mudo, cuando no podía decir nada más, pero sencillamente perseveraba, permanecía, expresaba su cercanía, su amor, su “aquí estoy” delante del Señor, sin esconderse, y en ese momento, verdaderamente, ha ofrecido los ejercicios espirituales más grandes, sin decir nada, simplemente como testigo. Y ha sido una forma muy serena de llevar adelante esta realidad que forma parte de la experiencia humana. Podemos considerarla una perspectiva de la vida cristiana; también el sufrimiento y la muerte forman parte de la vida, naturalmente, como un viaje. Con este testimonio, con su “no avergonzarse”, ha devuelto la esperanza a muchos, y sobre todo la dignidad a las personas que a menudo son marginadas, escondidas y encerradas, casi como una vergüenza porque son portadores de enfermedades, de vejez.
Vivimos en una civilización que quiere, de alguna manera, exorcizar la muerte, como en los Estados Unidos, donde hay toda una industria para embellecer la muerte, tanto que casi no parece muerte. Él fue adelante con estos signos de sufrimiento, de la muerte que se estaba acercando, dando a entender que se trata de una etapa de la vida.
¿Se siente usted sin trabajo ahora, o continúa aún la causa de canonización con un milagro ya reconocido?
Como he dicho, este trabajo de postulación se añade a otras cosas, por ello, no pienso en absoluto haberme quedado sin trabajo. En todo caso, sí, ahora está en marcha toda la preparación del acontecimiento de la beatificación que, naturalmente, implica también a la figura del postulador en algunos aspectos. Pero además, el mandato que me concedió el cardenal vicario es el mandato para el proceso de beatificación y de canonización. Y esto quiere decir que la etapa de beatificación se ha alcanzado. Este primer momento ha terminado, pero el proceso continúa hasta su conclusión con la canonización.
A propósito de la beatificación, ¿de qué forma puede prepararse para este acontecimiento un cristiano que quiere participar?
Seguramente este tiempo que se nos ha dado, como todo el tiempo del proceso de beatificación, para mí personalmente fue un tiempo de ejercicios espirituales que me ha permitido afrontar tanto las razones de mi fe, como el entusiasmo de mi respuesta a la llamada del Señor de ser sacerdote porque ha sido un encuentro espléndido con un ejemplo de un sacerdote realizado, pleno, feliz, que dio su vida por Cristo y por la Iglesia. Y creo que ese tiempo que nosotros tenemos a disposición ahora, es el tiempo que, de verdad, afortunadamente, coincide con la Cuaresma, por ello realicemos nuestro camino espiritual, nuestro camino de conversión, nuestro camino de profundización de la fe y del amor por Cristo, para vivir verdaderamente una experiencia particular con la Pascua del Señor que, de alguna forma, se prolongará en este acontecimiento de beatificación, porque además, a fin de cuentas, la Pascua del Señor es el punto de referencia para la vida de todos los cristianos que debe realizarse en la vida de cada uno de nosotros. Es la conclusión de la vida cristiana, esa Pascua feliz es, precisamente, llegar a la santidad, llegar al cielo. Por ello, podemos decir que este año, verdaderamente, tenemos la fortuna de vivir la Cuaresma mirando a la Pascua del Señor. Es un testigo espléndido de esta Pascua.
Se ha hablado de esta herencia espiritual del Papa que es la misericordia. Pero ¿se define poco qué es la misericordia y cómo la entendía él?
Y sin embargo, son tantas sus intervenciones que hablan precisamente de este aspecto de la Misericordia, de la magnanimidad, de la capacidad de imitar la grandeza del amor de Dios que se inclina ante el hombre débil y frágil. Él mismo decía que el perdón —y esto lo decía en la carta que pensaba publicar, la carta abierta a Ali Ağca después del atentado, y que después no se publicó— es el fundamento de todo verdadero progreso de la sociedad humana. La misericordia, esencialmente, significa la comprensión por la debilidad, la capacidad del perdón. Significa también el compromiso de no tomar en vano la gracia que el Señor da, sino producir con la propia vida los frutos dignos de quien ha sido agraciado y revestido de la misericordia de Dios.
¿Él veía, por tanto, en el perdón también un instrumento político o el motor de la historia?
Absolutamente sí, porque tenía una visión cristiana de la historia, teológica, donde no todo es susceptible solamente de un mero cálculo económico o político, donde el elemento de la humanidad, la compasión, la comprensión, el arrepentimiento, el perdón, la acogida, la solidaridad, el amor se convierten en los elementos fundamentales para hacer una verdadera política de Dios.
Polonia se sintió huérfana cuando falleció. Ahora que viene devuelto como beato, ¿habrá algún impacto en la Iglesia polaca?
Seguramente, respecto a Polonia, no hay nada que decir, ha sido un hito en nuestra historia y es un momento fortísimo, importantísimo, pero Juan Pablo II no es un fenómeno polaco. Y lo extraordinario, que me ha impactado muchísimo, es que uno de los elementos de fascinación de Juan Pablo II es que no se avergonzaba de hablar de su patria, de su propia historia, de usar su propia lengua, de identificarse también con la religiosidad popular de Polonia, de hablar de sus compatriotas. Y sin embargo, ese hombre que sentía tan fuertemente la pertenencia a su propia nación, supo también ser un don para los demás, y Juan Pablo II es un don para la humanidad Y no sólo lloró Polonia (se alegró primero y lloró después), basta pensar en México, pero no solo... ¡el mundo entero! Él ha sido verdaderamente un don para la humanidad. Su grandeza es, precisamente, esta. Aun permaneciendo en su propia identidad, supo dar un aire universal. Y quizás porque es tan auténtico en su amor por su patria, supo dar también precisamente un fuerte incentivo para que cada uno pueda reconocer su propia identidad, su propia historia, sus propias raíces, y de alguna forma, llevar dentro de la realidad de la humanidad, de la Iglesia, esta riqueza para crear una cualidad nueva, un sentirse todos Hijos de Dios o sentirse todos hermanos.
El segundo aspecto que se refiere propiamente a Polonia, y que ha sido muy edificante para mí, es el momento de elección de Benedicto XVI, los fieles polacos de la Plaza de San Pedro —que habían venido en gran número a los funerales y que después se quedaron, ya que durante estos años, para nosotros los polacos Roma se había convertido, como para Juan Pablo II en una segunda patria— gritaron “viva el Papa” en italiano y en polaco. Y esto verdaderamente, me ha hecho entender cómo había madurado y crecido la fe de esta gente, de esta Iglesia, al lado de este Papa que supo vivir su propio ministerio con una personalidad tan fuerte, tan carismática y al mismo tiempo supo dar el valor justo a su ministerio con Pedro, Vicario de Cristo. Ahora que él no está, está la Iglesia, está Pedro, hay un Papa nuevo, un Papa alemán.
¿Hubo quién miró con recelo la decisión de Juan Pablo II de instituir la Jornada Mundial de la Juventud, por las situaciones de promiscuidad que se podían crear entre los jóvenes?
No había recelo ni de parte del Papa ni de parte de los jóvenes que pensaban todavía de forma anticuada. Él pensaba en un modo muy moderno. Era un sacerdote que sentía. Él mismo dijo que el don es un misterio, que el sacerdote no debe buscar estar siempre a la moda porque ya está siempre a la moda, y siempre actualizado porque lo que representa un sacerdote es a Cristo, y Cristo es siempre el mismo. Por esto la novedad que lleva un sacerdote es Cristo. Y él supo convocar a estos jóvenes basándose en la novedad que es Cristo.
Después nos hizo dormir en los pasillos del Consejo Pontificio para los laicos, pues no había sitio para acoger a los jóvenes en la primera JMJ del '85, con los sacos de dormir directamente sobre el parquet bajo los frescos...
¿Quién habría pensado jamás en una revolución de este género? Pero esto es lo que se veía desde el primer día del inicio del pontificado cuando levantó la cruz contra todo protocolo, cuando se acercó a la gente, contrariamente a toda tradición. Ya se veía esta novedad, el día de la elección cuando desde el balcón, además de la bendición, ha hablado. ¡Imagínate la sorpresa!
¿Los jóvenes que no han conocido a Juan Pablo II nos preguntarán que podemos decir de él?
Creo que serán los jóvenes de la generación de JPII los que hablarán a sus hijos de ese padre, porque efectivamente la figura de Juan Pablo II era la encarnación de la paternidad. Era un padre, lo han querido, han peleado con él. Recuerdo, creo que fue en México, un encuentro donde el Papa tuvo un diálogo con los jóvenes, y decía «renunciad a la riqueza», y ellos «sí, renunciamos», «renunciad a la prepotencia», y ellos «sí, renunciamos»; y después «renunciad al sexo» y ellos «¡No, esto no!», gritaron. Hubo un diálogo, diría, casi dialéctico, con los jóvenes que además lo han amado. No han puesto en práctica todo, pero han querido escuchar, y para mí, este es el misterio de su paternidad. No era sólo el saber estar con ellos, con los jóvenes, cuando jugaba con el bastón, cuando se balanceaba con ellos, cuando cantaba, cuando le tomaban de la mano, que son gestos bellísimos. La verdadera paternidad que él supo ejercer estaba en el poner el listón alto delante de ellos, porque un padre que ama a sus hijos no se puede contentar con el hecho de que los jóvenes vivan en la mediocridad, sino conociéndoles, sabe que tienen un potencial, una riqueza. Es un padre. No puede no exigir, no pretender, no querer, no estimularlos. Y él lo hacía. Quizás ellos no siempre respondían, sino que mientras tanto sabían que él se fiaba de ellos, que verdaderamente apostaba por ellos.
Y yo, personalmente, tuve un pensamiento que me afectó, que permaneció en mí desde el primer encuentro que tuve con él cundo vino a Polonia y habló a los jóvenes en Polonia. En este gris del comunismo, su visita fue el primer rayo de luz. Y entonces nos dijo: vosotros jóvenes debéis pretender mucho de vosotros incluso cuando nadie pretende algo de vosotros. Debéis ser exigentes con vosotros mismos. Y estas son palabras de un padre.
[Traducción del italiano por Carmen Álvarez]
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