Considero que cualquier ser humano tiene un derecho primordial a trabajar, ganarse la vida y sostener a su familia<br />
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España que tanto se beneficia de una inmigración rica y temporal como es el turismo, tiene el deber de acoger a la otra inmigración que desesperadamente acude a nuestro país
Acabo de leer un libro interesante recién publicado: ’La república de Raval’ de Josep Masabeu. Trata sobre la inmigración. Me ha hecho reflexionar. Lo que sigue a continuación son opiniones mías, no del libro, aunque lo cite algunas veces.
Según reflejan las encuestas, la inmigración continúa siendo una de las principales preocupaciones de los españoles. Parece evidente que a ello contribuye el que la inmigración descontrolada, que llega sin papeles, hasta que los consigue y legaliza su situación, con frecuencia ha de vivir en la marginalidad dedicada a la prostitución y a la delincuencia. Y se acentúa este problema en una situación de crisis y altos niveles de paro como los que sufrimos.
Pese a ello, considero que cualquier ser humano tiene un derecho primordial a trabajar, ganarse la vida y sostener a su familia. Y de sustanciar ese derecho emigrando a otro país si en el suyo no puede satisfacer esas necesidades básicas.
También considero que España, que tanto se beneficia de una inmigración rica y temporal como es el turismo, tiene el deber de acoger a la otra inmigración del tercer mundo que desesperadamente acude a nuestro país. La pobreza extrema de los países de origen que les obliga a emigrar, agravada muchas veces por la corrupción de sus dirigentes, y la existencia de mafias internacionales que se aprovechan de su desesperación, no dejan de ser delitos de “lesa humanidad” inconcebibles en el siglo XXI. Particularmente, no percibo que los gobiernos de occidente hagan mucho para evitarlo, a pesar de que se nos llena la boca hablando de los derechos humanos, incluso que en nombre de su defensa intervengan en guerras, si está en peligro el suministro de petróleo.
En algunos barrios o poblaciones con altos índices de inmigración se están dando últimamente casos de violencia e inseguridad ciudadana, que a su vez generan brotes de xenofobia. Creo que se debe en buena parte a que, con papeles o sin ellos, suelen vivir en barrios marginales, agrupados con los de su nación o su raza, lo cual además de perjudicar su integración, favorece las actividades delictivas.
Por otro lado, existen muchos tópicos sobre algunos supuestos perjuicios que nos provoca la inmigración; así, por ejemplo, está generalizada la percepción de que los inmigrantes colapsan el sistema sanitario. Nada más lejos de la realidad; como demuestra Masabeu en el libro citado, el 11 % de los usuarios de la asistencia primaria básica son inmigrantes, cifra muy similar a su peso demográfico; pero en cambio infrautilizan otros servicios sanitarios, debido a varios factores —algunos de tipo cultural— siendo el principal de ellos la edad joven de la mayoría de ellos que hace que sufran menos enfermedades crónicas. Es un hecho que actualmente los inmigrantes aportan más a la sanidad del país que lo que gastan en ella.
Para mí, el verdadero y más importante problema es el de la integración de esos inmigrantes, cuya solución no es fácil. Requiere bastantes más medios en la enseñanza que los que actualmente se destinan a ello, y una adecuada política de vivienda que respetando su libertad evite la formación de “guetos”.
Desgraciadamente, hay que constatar que los poderes públicos han hecho muy poco al respecto. Y sobre todo hace falta imaginación; quizá lo que más me ha llamado la atención de La República del Raval sean las experiencias que aporta de la Fundación Braval sobre integración de inmigrantes a través del deporte. Pero no sólo los poderes públicos o las ONG’s han de preocuparse de este problema, sino que todos los ciudadanos podemos contribuir a esa integración en la medida que la deseemos, evitando cualquier tipo de rechazo, sabiendo ver lo mucho que de positivo aportan a nuestro país y mirando con simpatía a todos los inmigrantes.