Al hacerse hombre, el Hijo de Dios asumió una naturaleza humana perfecta. En esta carta, el Prelado invita a conocer, tratar y amar a la Santísima Humanidad de Jesucristo durante su vida pública, siguiendo los relatos evangélicos
Se refiere Mons. Echevarría al comienzo de su Carta Pastoral, a las primeras palabras que San Josemaría escribe en su homilía Hacia la santidad: «Nos quedamos removidos…», al considerar el inmenso amor de Dios a los hombres, que se manifiesta sobre todo en el misterio de la Encarnación y sugiere que ahora, al meditar en este gran misterio del Dios hecho hombre, nos detengamos en los diversos momentos de la vida terrena del Señor, asegurando que es muy importante, mientras pensamos en la vida del Señor, «recuperar el asombro ante este misterio, dejarnos envolver por la grandeza de este acontecimiento: Dios, el verdadero Dios, Creador de todo, recorrió como hombre nuestros caminos, entrando en el tiempo del hombre, para comunicarnos su misma vida», como ha afirmado recientemente Benedicto XVI.
Recuerda cómo desde muy joven, a quienes se acercaban a su labor pastoral -y a los que él mismo buscaba para llevarlos al Señor, porque no caben pausas en el apostolado-, san Josemaría les mostraba la senda para seguir a Cristo en la vida ordinaria. En efecto, continúa el Prelado, Dios puso en el corazón de san Josemaría «el ansia de hacer comprender a personas de cualquier estado, de cualquier condición u oficio, esta doctrina: que la vida ordinaria puede ser santa y llena de Dios, que el Señor nos llama a santificar la tarea corriente, porque ahí está también la perfección cristiana». Y le iluminó para fundar el Opus Dei, "camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano".
Próximo ya el comienzo de la Cuaresma, afirma que es un tiempo especialmente adecuado para revisar nuestro comportamiento y mirar si estamos siendo generosos con Dios y con los demás por Dios, y se detiene a considerar lo que San Pablo dice en la segunda lectura del Miércoles de Ceniza: "en el tiempo favorable te escuché. Y en el día de la salvación te ayudé. Mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación". Y más adelante, en la misma epístola, nos impulsa a servir a Dios en todo momento: "con mucha paciencia, en tribulaciones, necesidades y angustias; (...) en fatigas, desvelos y ayunos; con pureza, con ciencia, con longanimidad, con bondad, en el Espíritu Santo, con caridad sincera", palabras «que deben llenarnos de alegría», como afirma San Josemaría en su homilíaEs Cristo que pasa, n. 60.
Insiste Mons. Echevarría: pongamos empeño para sacar mucho provecho de la lectura del Evangelio; y, para eso, meditemos a fondo los episodios de la vida de Nuestro Señor. San Josemaría nos pidió siempre que no leyéramos esos pasajes como si fueran ajenos a nosotros, sino entrando en las escenas «como un personaje más», con nuestras flaquezas y nuestros deseos de mejora, llenándonos de asombro ante la Humanidad Santísima de Jesucristo y apoyándonos en su fortaleza divina.
Al final de su Carta el Prelado haciendo mención al aniversario de aquellas dos intervenciones de Dios en el camino de la Obra, el 14 de febrero de 1930 y de 1943: ¡setenta años de esta cercanía del Cielo al Opus Dei! En esa jornada de acción de gracias, deseamos que nuestra oración llegue a Dios por manos de la Santísima Virgen, nuestra Madre, a la que veneramos especialmente con el título de ‘Mater Pulchræ Dilectiónis’, Madre del Amor Hermoso, con el que le honra la Iglesia y que tanto agradaba a nuestro Padre.
Y para terminar: Pocos días después, el 19, el queridísimo don Álvaro celebraba su santo. Apoyándonos en que la Iglesia ha reconocido que practicó de modo heroico todas las virtudes, acudamos a su intercesión, pidiendo a Dios que también nosotros sepamos recorrer fielmente la senda de nuestra vocación cristiana, buscando, encontrando y amando a Jesucristo en las circunstancias que entretejen cada una de nuestras jornadas.